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¿Y las pensiones privadas?
Una pregunta para aquellos reformistas que plantean el impepinable recorte de las pensiones: y las ayudas públicas a los fondos de pensiones privados ¿cuándo las reformamos? Me refiero a esa desgravación para los planes de pensiones, un producto financiero tan típico como el turrón ahora que se cierra el año fiscal. En teoría, es un incentivo para que los ciudadanos ahorremos para la jubilación. En la práctica, es una ayuda completamente desigual, pues reciben más los que más ganan: los que más pensión cobrarán y pueden permitirse ahorrar. También es una subvención indirecta a los bancos, que son los grandes beneficiados de este mecanismo que creó el PSOE en los años de Felipe y que ni Aznar ni Zapatero han querido eliminar.
Los fondos de pensiones privados rara vez dan rendimientos por encima de la inflación. El verdadero beneficio es la desgravación fiscal. Es una ayuda muy poco igualitaria: la desgravación —hasta 4.300 euros menos en el IRPF por 10.000 euros invertidos— supone una cuantía mayor para las rentas más altas; en términos absolutos se ahorran más los que más tienen, que retrasan así el pago de esos impuestos hasta que cobren la jubilación (y probablemente tengan un tipo del IRPF inferior). Como siempre, la banca gana: es el Estado quien incentiva la venta de estos fondos con los impuestos que deja de recaudar. Sin desgravación fiscal, los bancos tendrían que ofrecer más rentabilidad. No es el famoso chocolate del loro (ese loro ya murió de diabetes). Según los presupuestos generales, esta desgravación costará 1.443 millones en 2010. Por comparar: el Estado tiene previsto gastar este año en las pensiones privadas casi tanto como lo que se ahorra al congelar las pensiones públicas (1.500 millones). ¿A que no parece justo? Es que no lo es.