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España progresa adecuadamente
En España los impuestos son progresivos. Un empleado paga hasta el 43 por ciento de sus ingresos. Un empresario paga el 30 por ciento de sus beneficios (que no ingresos). Y los ricos muy ricos pagan el 1 por ciento a través de una SICAV (sociedad de inversión de capital variable). En 2005, después de que algunos inspectores de Hacienda fisgasen en las SICAV, donde guardan su dinero los que tienen grandes fortunas, el Congreso votó de emergencia y casi por unanimidad que fuese la CNMV, y no la molesta Hacienda, quien las vigilase (es un decir). En España los impuestos son progresivos: cuanto más tienes, menos pagas. Y así progresivamente.
En España los impuestos son tan progresivos que Cristiano Ronaldo tributará al 24 por ciento, igual que un mileurista. «Esto se justificó en su día por el hecho de que había profesiones con una vida muy corta», explicó Elena Salgado en El País. La vicepresidenta se equivoca: nunca fue ése el argumento. La bula galáctica viene de una reforma fiscal de Aznar (que no ha derogado Zapatero) para que los extranjeros que vengan a trabajar en España solo tributen al 24 por ciento, ganen lo que ganen, sean futbolistas o plomeros. Pasará a la historia como la Ley Beckham porque el inglés fue el primero en acogerse a sus ventajas. Decía el Gobierno que ayudaría a que nuestras empresas fueran más competitivas en la caza de talento foráneo. Como de talento en España vamos sobrados —por eso tantos científicos se van a trabajar fuera—, esta ayuda fiscal ha servido para fichar a esos profesionales tan importantes para ese nuevo orden económico basado en el conocimiento y la tecnología: los futbolistas. Y así progresa la economía española, otra vez campeones de Europa.