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El año de la crisis
Fueron doce meses tan terribles, tan dramáticos, que las grandes fortunas españolas se volvieron un 27 por ciento más ricas. El patrimonio empresarial de Amancio Ortega creció un 37 por ciento; el de Emilio Botín, un 71 por ciento; el de Esther Koplowitz, un 24 por ciento… El déficit se multiplicó por cinco, el PIB perdió un 3,6 por ciento y el paro alcanzó el 18 por ciento. Pero que la miseria no avinagre el champán, que el 2009 tampoco ha sido para tanto, que la bolsa ha subido un 30 por ciento y ayer alcanzó su máximo anual. Desde lo alto de los 12.000 puntos piramidales del Ibex 35, doce meses de mierda nos contemplan. La crisis es así, asimétrica. Relativa. Los pobres son más pobres, los ricos son más ricos y el capitalismo nunca cambia, que la vida sigue igual.
Fueron doce meses tan largos, tan duros, tan difíciles, que un Gobierno socialista anunció una subida de impuestos para la clase media y los mileuristas, mientras los más ricos siguieron pagando el 1 por ciento desde sus SICAV. Fue una medida progresista porque Hacienda somos todos, y por eso en España los empresarios declaran de media menos renta que los trabajadores o los pensionistas.
Fueron doce meses tan hipócritas, tan siniestros, que el presidente de la patronal, don Gerardo Díaz Ferrán, se pasó el año pidiendo que recortaran las cotizaciones a la Seguridad Social mientras en una de sus empresas directamente las dejó de pagar. Air Comet se estrelló y los pobres entre los pobres, los inmigrantes que llevaban un año ahorrando para enseñar el bebé a los abuelos, se quedaron en tierra, enterrados. Feliz Navidad. Mientras tanto don Gerardo, en el otro extremo de la galaxia, pudo disfrutar de su flamante Ferrari, un modelo tan exclusivo que solo sesenta personas más en el mundo tienen uno igual. Las curvas de la crisis no son tan amargas cuando se toman a toda velocidad.