Existieron otra raza y otras palmas de victoria.

Gracias al corazón humano que nos da vida,

gracias a su ternura, sus alegrías y sus miedos,

la flor más humilde que se abre puede ofrecerme

pensamientos que a menudo son demasiado profundos para el llanto.

WILLIAM WORDSWORTH, «Atisbos de inmortalidad»