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UNA AMISTAD ESPECIAL
Santa Mónica, verano de 1952

Lejos del contacto con unas pocas personas especiales estoy perdido, completamente perdido en el desierto… Así…, así que ha sido una vida dura, en muchos sentidos.

JOHN FORBES NASH, junior, 1965

Después de haberlo perdido todo —la familia, la carrera profesional, la capacidad de pensar sobre matemáticas— John Nash confesaría, en una carta a su hermana Martha, que a lo largo de su vida sólo tres personas le habían proporcionado un poco de verdadera felicidad: tres «personas especiales» con quienes había trabado «amistades especiales».[1]

¿Había visto Martha ¡Qué noche la de aquel día!, la película de los Beatles? «Parecen muy alegres y divertidos», escribía, «aunque, por supuesto, son mucho más jóvenes que la clase de personas a quienes me refería […] Como los Beatles me parecen tan atractivos y divertidos, a menudo me siento como las chicas que están locas por ellos».[2]

Los primeros amores de Nash fueron siempre unilaterales y no correspondidos.

—Nash siempre establecía amistades intensas con hombres, y eran relaciones que tenían un componente romántico —observaría Donald Newman en 1996.

—Era como un adolescente, siempre andaba con los chicos —cuenta su esposa Herta—[3] Hubo quienes se inclinaron a considerar que los encaprichamientos de Nash eran «experimentos» o simples expresiones de inmadurez, un punto de vista que es muy posible que él mismo compartiera.

—Se divertía con aquello porque le gustaba divertirse; le encantaban los experimentos, las pruebas —dice Newman, y añade—: La mayoría de veces no pasaba de los besos.[4]

Newman, a quien le gustaba bromear sobre sus conquistas femeninas pasadas y futuras,[5] disponía de información de primera mano, ya que, durante un tiempo, Nash se encaprichó de él, con resultados previsibles, por supuesto. Según la señora Newman, «hablaba constantemente sobre el aspecto de Donald»,[6] y su marido recuerda:

—Intentó tontear conmigo: yo iba conduciendo mi coche y me tiró los tejos.

D. J. y Nash estaban paseando en el Thunderbird blanco de Newman y Nash le besó en la boca, pero D. J. se limitó a tomárselo a risa.[7]

La primera experiencia de atracción mutua —«amistad especial», según la llamaba él— ocurrió en Santa Mónica[8] al final del verano de 1952, después de que Milnor se hubiera ido y Martha hubiera volado de vuelta a casa. El encuentro debió de ser fugaz, si se tiene en cuenta que se produjo durante los últimos días de agosto, justo antes de que Nash tuviera que volver a Boston, y también muy furtivo. Sin embargo, resultó decisivo, ya que, por primera vez, Nash no halló rechazo sino reciprocidad y, por esa misma razón, dio el primer paso real para salir de su extremo aislamiento emocional y de su mundo de relaciones puramente imaginarias. Fue una primera experiencia de intimidad que, sin duda, no resultó completamente feliz, pero sí le dejó entrever satisfacciones hasta entonces insospechadas.

Las únicas pistas que quedan de la amistad de Nash con Ervin Thorson son la descripción que hace de él como un amigo «especial» en la carta de 1965 y una serie de referencias elípticas a «T» en cartas escritas durante la segunda mitad de los sesenta.[9] Pocas o ninguna de las personas que tenían relación con Nash conocieron a Thorson; Martha se refiere a un amigo de Nash que una vez pasó la noche en el sofá del apartamento de la avenida Georgina, pero no recuerda su nombre.[10]

En aquella época, Thorson —que murió en 1992— tenía treinta años;[11] había nacido en California y era de procedencia escandinava. Nash se lo describió a Martha como un ingeniero aeroespacial, pero es posible que, en realidad, fuera un especialista en matemáticas aplicadas. Durante la guerra, fue meteorólogo en el cuerpo aéreo del ejército; luego obtuvo un título de posgrado en matemáticas en la Universidad de California, en Los Ángeles, y entró a trabajar en la Douglas Aircraft en 1951, pocos años después de que la Douglas hubiera segregado de ella su división de investigación y desarrollo para constituir la Corporación RAND.[12] En aquella época, la Douglas estaba trabajando para el Pentágono en la preparación de futuros viajes interplanetarios, y es muy probable que Thorson, que acabaría dirigiendo un equipo de investigación, participara en aquellas tareas.[13] Según recordaría su hermana Nelda Troutman en 1997, su gran pasión, concebida veinte años antes de que Estados Unidos lanzaran el Viking, era el sueño de explorar Marte.

Thorson era, según su hermana, «hipersensible, nada sociable, muy brillante; sabía mucho, era muy, muy intelectual».[14] Nash pudo haberlo conocido fácilmente —dados los estrechos lazos que unían a la Douglas con la RAND, que también estaba profundamente implicada en los estudios sobre la exploración espacial— en una charla, un seminario o incluso quizá en una de las fiestas que ofrecía John Williams, el jefe del departamento de matemáticas de la RAND.

No se sabe si Nash y Thorson volvieron a verse cuando el primero regresó a Santa Mónica, dos años después, para pasar un tercer verano, o con ocasión de alguno de los viajes que realizó a aquella ciudad durante su enfermedad, a principios y mediados de los sesenta, pero Nash siguió pensando en Thorson y refiriéndose indirectamente a él, por lo menos, hasta 1968.