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ROJOS
Primavera de 1953

Y ahora, hay algo que creo que interesaría enormemente al comité, si usted se lo pudiera explicar […] Doctor […] ¿cómo explicaría usted lo que parece ser un porcentaje anormalmente alto de comunistas en el MIT?

ROBERT L. KUNZIG, abogado defensor,

audiencia ante el Comité de Actividades

Antinorteamericanas de la Cámara de Representantes,

22 de abril de 1953

La guerra fría parecía ser la gallina de los huevos de oro del departamento de matemáticas del MIT, pero el maccarthismo —que atribuía los reveses sufridos en dicha confrontación a siniestras conspiraciones y a la subversión interior— amenazaba con devorarla.

Mientras Nash y sus amigos doctorandos se gritaban mutuamente y se dedicaban a sus juegos en la sala común de matemáticas, los agentes del FBI se desplegaban por Cambridge, registraban papeleras, ponían bajo vigilancia a distintas personas e interrogaban a vecinos, colegas, estudiantes e incluso niños.[1] Entre sus objetivos, según sabrían Nash y todo el MIT a principios de 1953, estaban el director y el subdirector del departamento de matemáticas del MIT, así como un profesor titular, Dirk Struik; los tres eran antiguos miembros —en realidad, dirigentes— de la célula de Cambridge del Partido Comunista, y los tres fueron citados a declarar por el Comité de Actividades Antinorteamericanas de la Cámara de Representantes.[2] Era algo parecido a un estado de sitio, y todos los componentes del departamento de matemáticas percibían la amenaza.

No cabe ninguna duda de que, en aquella época, Nash estaba mucho más preocupado por si lo llamaban a filas —por no mencionar las complicaciones de su vida privada, que iban en aumento— que por las posibles repercusiones que pudiera comportarle la persecución de sus benefactores. Sin embargo, todo aquel episodio constituiría una advertencia de que el mundo en que vivían él y otros matemáticos era extremadamente frágil: un comité del Congreso podía destruirle a uno la carrera, del mismo modo que la junta de reclutamiento podía enviarlo al otro lado del mundo.

Todo había empezado como una farsa.[3] En la primera lista de comunistas de McCarthy, publicada en febrero de 1950, había unos cuantos académicos, entre los que se encontraba el padre de Lloyd Shapley —el amigo de Nash—, el profesor de astronomía de Harvard Harlow Shapley, a quien McCarthy identificó incorrectamente ante los periodistas como «Howard Shipley, astrólogo». Sin embargo, a medida que la cacería de rojos fue adquiriendo impulso, toda la comunidad científica se sintió vulnerable. Un organismo de investigación identificaría a Solomon Lefschetz, de Princeton, como posible simpatizante comunista[4] y, menos de un año después, los maccarthistas humillarían a Robert Oppenheimer, responsable del Proyecto Manhattan, director del Instituto de Estudios Avanzados y uno de los científicos más respetados de Estados Unidos.

Cuando se emitieron las citaciones, nadie sabía de qué forma iba a encarar el problema el MIT; otras universidades habían reaccionado con suspensiones y despidos inmediatos:[5]

—El maccarthismo representaba una gran amenaza para aquellos centros —recuerda Zipporah Levinson, la viuda de Norman Levinson—. Durante la guerra, el gobierno había empezado a invertir grandes cantidades de dinero en ellos, y ahora existía el peligro de que se cortaran los fondos destinados a investigación: era una cuestión de supervivencia.[6]

Martin y Levinson estaban seguros de que perderían sus empleos e irían a parar definitivamente a la lista negra, como les había ocurrido a tantos otros, y Levinson hablaba de dedicarse a la fontanería y especializarse en la reparación de hornos. Los investigadores también tenían bajo control a los tres hermanos Browder —hijos de Earl Browder, antiguo dirigente del Partido Comunista—, los cuales habían estudiado o estaban estudiando matemáticas en el MIT y disfrutaban de becas.[7]

—El MIT estaba patas arriba —recuerda la señora Levinson—. El profesorado debatía interminablemente sobre la forma de demostrar el patriotismo del MIT; había una gran presión para que se dieran nombres.[8]

Es posible que Karl Compton, rector de la universidad y progresista declarado, que apoyaba la revolución china y era crítico con Chang Kaishek, creyera que pronto lo citarían a declarar, como sucedió finalmente, y contrató a un gabinete de abogados bostonianos de primera categoría, Choate, Hall & Steward, para que defendieran a Martin, Levinson y los demás a cambio de una tarifa simbólica.[9] En abril, cuando Martin y Levinson se vieron obligados a testificar, The Tech publicaba crónicas diarias sobre el tema y en el campus se estaba despertando el sentimiento contrario a McCarthy.[10]

No hay pruebas de que el FBI, en su esfuerzo por establecer una relación entre la pertenencia de Levinson y Martin al Partido Comunista y su participación en la investigación secreta sobre asuntos de defensa —una relación que, probablemente, jamás existió, teniendo en cuenta que ambos habían abandonado el partido poco después de terminar la guerra—, hubiera interrogado a Nash ni a otros estudiantes o profesores del departamento, ni de que les hubiera pedido que prestaran declaración. Los estudiantes de doctorado y los profesores más jóvenes permanecieron al margen y observaron cómo se arruinaban vidas y carreras y cómo se perdían casas e incluso seguros de automóvil.

—En aquella época, los jóvenes tenían perspectivas, empleos, optimismo —confiesa la señora Levinson—. Los más jóvenes, el grupo de Nash, no quisieron mostrarse demasiado solidarios: estaban asustados, y se distanciaron.[11]

Martin y otros delataron a sus antiguos compañeros, mientras que Norman Levinson se negó a dar el nombre de nadie que no hubiera sido mencionado ya en otras declaraciones:

—Ted Martin e Izzy Amadur vacilaban; Norman sabía que, al final, colaborarían y, efectivamente, acabaron por revelar todos los nombres. Norman dijo que hablaría con franqueza del partido pero no daría nombres. El abogado le dijo: «No, no tienes por qué dar ningún nombre». Decidió que cooperaría, pero no daría ningún nombre.[12]

Martin, que estaba muy asustado, dio un espectáculo patético. Por el contrario, el testimonio de Levinson demostró la calidad intelectual y personal que le habían valido tanta autoridad en la comunidad matemática. En una serie de respuestas enérgicas y elocuentes, fue capaz, al mismo tiempo, de defender el idealismo juvenil que lo había llevado a las filas del partido, atacar la pobreza intelectual del comunismo y, de forma implícita, poner en cuestión la tesis del comité según la cual el comunismo era una amenaza para el país. Habló sin rodeos contra la persecución de antiguos miembros del partido y pidió al comité que se posicionara contra la inclusión en la lista negra del hijo mayor de Browder, Felix, que había terminado el doctorado y no conseguía obtener un puesto académico.

Gracias al apoyo del MIT y a los compromisos a que llegaron, Levinson y los demás consiguieron conservar sus empleos. Sin embargo, aquel episodio desmoralizador, que había ido precedido de meses de acoso y amenazas, dejó profundas cicatrices en todos aquellos que se vieron envueltos en él. Martin, en particular, quedó destrozado y profundamente deprimido y, cerca de cuarenta y cinco años más tarde, seguía siendo incapaz de hablar de ello.[13] La hija más joven de Levinson, que era estudiante de secundaria, sufrió una crisis nerviosa y se le diagnosticó un trastorno maníaco depresivo, que Levinson y su mujer atribuyeron, en parte, al acoso al que la sometió el FBI.[14] En cuanto a quienes vivieron aquella experiencia desde fuera y aparentemente no resultaron afectados por ella, aprendieron una lección: que el mundo que creían tan seguro era peligrosamente frágil y vulnerable a fuerzas que ellos no podían controlar.

Nash no tomó parte alguna en las acaloradas discusiones que se produjeron entre algunos estudiantes de doctorado sobre la moralidad de la decisión de los matemáticos de cooperar con el gobierno;[15] para él, cualquier discusión sobre moralidad invocaba el fantasma de la hipocresía. Sin embargo, en aquella época tormentosa, aterradora y turbulenta, surgieron algunos de los demonios que más tarde le perseguirían y obsesionarían.[16]