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LA DETENCIÓN
RAND, verano de 1954
El verano de 1954 iba a ser el último que Nash pasaría en la RAND.[1] A raíz de un episodio que resume a la perfección algunas de las tendencias más perversas de una época cada vez más paranoica e intolerante, la RAND retiró apresuradamente a Nash su autorización de seguridad, canceló su contrato de asesor y, de hecho, lo excluyó del selecto círculo de los intelectuales de la guerra fría.
Aquel mes de agosto, las páginas de The Evening Outlook contenían artículos sobre la censura del Senado contra Joe McCarthy, la epidemia de polio en la zona de la bahía de Malibú y el descubrimiento de que la niebla nociva de Los Ángeles se debía a la acción química de la luz del sol sobre los gases emitidos por los coches.[2] Al mismo tiempo, una ola de calor arrastró a decenas de miles de habitantes de Los Ángeles a las playas de Santa Mónica;[3] ése fue también el caso de Nash,[4] que pasaba horas seguidas caminando por la arena o por la avenida del parque Palisades, contemplando a los culturistas de la playa Muscle, a las multitudes que se reunían en el paseo marítimo y a quienes, cerca de allí, practicaban el surf. Pocas veces nadaba: prefería caminar y meditar y, con bastante frecuencia, seguía paseando hasta pasada la medianoche.
Una mañana, ya a final de mes, el jefe de turno del servicio de seguridad de la RAND recibió una llamada de la comisaría de policía de Santa Mónica,[5] que no estaba lejos de la nueva sede de la RAND, situada en el extremo de la calle Main. Al parecer, dos policías de la brigada contra el vicio, uno que actuaba como señuelo y otro que se llamaba John Otto Mattson,[6] habían capturado a un joven en un lavabo de hombres del parque Palisades, a primera hora de la madrugada; lo habían detenido, lo habían acusado de exhibicionismo —un delito menor— y lo habían dejado en libertad.[7] El hombre, que aparentaba unos veinticinco años, aseguraba que era un matemático que trabajaba para la RAND, y la policía quería saber si dicha información era cierta.
El responsable de seguridad confirmó inmediatamente que, en efecto, Nash era empleado de la RAND, tomó nota de los detalles de la detención, agradeció al policía la información confidencial y, tan pronto como colgó el teléfono, cruzó a toda velocidad el vestíbulo hasta el despacho de Richard Best, el director de seguridad de la corporación.
Best escuchó atentamente, pero ya estaba claro lo que iba a suceder a continuación: Nash poseía una autorización de seguridad para acceder a informaciones secretas,[8] lo habían capturado en una «trampa policial»[9] y tendría que irse. Best era un liberal partidario de Truman a quien no le gustaba la caza de brujas de McCarthy y que no entendía las razones que podían llevar a un joven agente de policía a entrar en «un grupo tan asqueroso como la brigada contra el vicio», pero tenía la responsabilidad de aplicar las nuevas directrices sobre seguridad, y aquellas orientaciones prohibían específicamente que cualquiera que fuera sospechoso de actividades homosexuales poseyera una autorización de seguridad: tanto la conducta criminal como la «perversión sexual» eran motivos de denegación o cancelación de las autorizaciones,[10] y entre dichos motivos se incluían también la vulnerabilidad al chantaje —que se atribuía a los homosexuales sin tomar en consideración si manifestaban públicamente su orientación o no lo hacían— y, en realidad, cualquier indicio de «personalidad imprudente que reflejara una insuficiente capacidad de juicio».[11]
La detención de Nash constituía una crisis que había que afrontar de inmediato. Best le contó las malas noticias a Williams, que se mostró sinceramente apesadumbrado, aunque no especialmente sorprendido: Best recuerda a Williams «muy tranquilo y relajado, aunque consternado por el hecho de que la RAND perdiera a un investigador valioso como Nash». Williams le dijo a Best que Nash era «un chiflado y un excéntrico», pero también un matemático extraordinario, uno de los más brillantes que jamás había conocido, aunque no dudó ni un instante que Nash tenía que irse.
Nash no era el primer empleado de la RAND que caía en una de las trampas de la policía de Santa Mónica. La playa Muscle, situada entre el rompeolas de Santa Mónica y la pequeña comunidad costera de Venice, era un imán para los culturistas y el principal punto de encuentro de los homosexuales de la zona de la bahía de Malibú.[12] A principios de los cincuenta, la policía de Santa Mónica desarrolló regularmente operaciones secretas para tender trampas a los homosexuales, con el objetivo de expulsarlos de la ciudad:
—Un policía sigue a un tipo hasta los retretes y le hace proposiciones; si el otro acepta, entra un segundo policía y lo detiene —relata Best.
Rara vez la policía se contentaba con el arresto y, en un acto especialmente cruel, solía notificar el episodio a los responsables de la empresa o institución donde trabajaba la víctima.[13] Best explica que «en unos cuantos años, perdimos cinco o seis personas a causa de los programas policiales».
Normalmente, el responsable del departamento —en este caso Williams— despedía personalmente al empleado. Sin embargo, Best y su jefe, Steve Jeffries, acudieron personalmente al despacho de Nash y le expusieron las malas noticias.[14] Nash, contrariamente a lo que era habitual, estaba sentado en su escritorio, y no les preguntó qué hacían allí, sino que se limitó a mirarlos fijamente; los dos hombres cerraron la puerta y le dijeron que tenían que hablar. Los modales de Best no eran amenazantes, aunque sí directos, y procedió con calma: la RAND estaba obligada a suspender inmediatamente la autorización que Nash había obtenido de las fuerzas aéreas, institución que recibiría la información pertinente,[15] y —éste era el punto fundamental— el contrato de asesoramiento de Nash con la RAND quedaba cancelado definitivamente.
—No podemos permitirnos tenerte aquí, John —concluyó Best.
Best se quedó perplejo ante la reacción de Nash, que no dio muestras de turbación ni de sentirse violentado, contrariamente a lo que Best había previsto; en realidad, parecía que le costara creer que Best y Jeffries estaban hablando en serio.
—Nash no se lo tomó muy mal —dice Best—. Negó que hubiera tratado de ligar con el policía y más bien se burló de la idea de que pudiera ser homosexual. «No soy homosexual. Me gustan las mujeres», dijo Nash.
Entonces hizo algo que desconcertó y sorprendió ligeramente a Best:
—Sacó una foto de la cartera y nos la enseñó: había una mujer y un niño pequeño. «Aquí están la mujer con quien me voy a casar y nuestro hijo», dijo.
Best hizo caso omiso de la foto y le preguntó a Nash qué hacía a las dos de la madrugada en el parque Palisades. El otro respondió que simplemente estaba llevando a cabo un experimento; la frase que repitió decía algo parecido a que estaba «tan sólo observando rasgos de conducta».[16] Best recuerda que replicó:
—Pero, John, la policía te ha atrapado in fraganti: te encontraron haciendo ciertas cosas —y repitió detalladamente lo que sabía del informe policial.
En 1996, al recordar el incidente, Best explicaría:
—Nash fue acusado de exhibicionismo. Eso significa ir a un retrete público e insinuarse a otro hombre; significa sacar el pene y masturbarse: ésa es la insinuación. —Best le expuso claramente a Nash que, en realidad, no tenía la menor importancia si los policías decían o no la verdad’—: «El mero acto de acusarte hace imposible que continúes aquí».
Jeffries y Best le dijeron a Nash que tenía que abandonar su despacho inmediatamente, lo acompañaron hasta la salida del edificio y le aseguraron que vaciarían su escritorio y le enviarían sus papeles y sus pertenencias personales. Lo trataron con mucha cortesía y sin ninguna muestra de crueldad. Para terminar el trabajo en el que estuviera ocupado, Nash tenía la opción de trabajar en «cuarentena» en la sala de preautorización situada al otro lado del vestíbulo principal o, si lo prefería, podía hacerlo en casa.
¿Cuál fue la reacción de Nash? A pesar de que, en cualquier caso, debió de irse de Santa Mónica en el plazo aproximado de una semana, no partió inmediatamente, aunque Best no recuerda si volvió al edificio de la RAND.
—Se fue al cabo de una o dos semanas; no se largó a toda prisa —dice Best.
¿Qué pasó por la mente de Nash durante aquel intervalo? ¿Estaba furioso, deprimido o asustado? ¿Pensó en la posibilidad de abordar a Williams o a Mood y exponerles su versión de los hechos? ¿Trató de que se revocara la decisión de la RAND? Desde luego, en general, la gente no lo hacía: habitualmente, quienes se encontraban en la situación de Nash, temerosos del escándalo y conscientes del menosprecio con que se contemplaba cualquier indicio de homosexualidad, podían darse por satisfechos si lograban escabullirse sin provocar un murmullo de protesta.
Al final, Nash hizo lo que había aprendido a hacer en situaciones no tan extremas y, por extraño que parezca, se comportó como si nada hubiera sucedido. Interpretó el papel de observador de su propio drama, como si todo fuera un juego o algún interesante experimento sobre la conducta humana, y no se concentró en las emociones de la gente que lo rodeaba o en las suyas propias, sino en los movimientos ofensivos y defensivos de la partida. En la primera postal que envió a su casa en septiembre, describía —con notable distanciamiento— una tempestad de otra clase: «El huracán constituyó una experiencia fascinante».[17] En algún momento, les contaría a sus padres que había tenido problemas con su autorización de seguridad de la RAND, atribuyéndolos al hecho de que su mentor en el MIT, Norman Levinson, era un ex comunista que aquel año había tenido que presentarse ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas de la Cámara de Representantes.
A pesar de que Nash salió aparentemente indemne del episodio, la detención significó un cambio decisivo en su vida. Por más reservado, ambicioso y lleno de fría indiferencia hacia los demás que pudiera parecer, no era, en modo alguno, un verdadero solitario. Había vivido en una torre de marfil donde había sido tratado con tolerancia y se había acostumbrado a creer que podía hacer lo que quisiera, pero en ese momento, de una forma particularmente brutal, se dio cuenta de que los vínculos emocionales que buscaba amenazaban con destruir el resto de cosas que valoraba: su libertad, su carrera, su reputación y su éxito social. Los imperativos contradictorios pueden engendrar un miedo tremendo, y el miedo puede ser sutilmente destructivo.
La detención se produjo cuatro años antes de que se manifestara la enfermedad de Nash. Las historias de otros matemáticos afectados por la mezquindad y el fanatismo de aquella época ilustran el desequilibrio que pueden provocar el acoso y la humillación: J. C. C. McKinsey se suicidó en 1953, cuando aún no habían transcurrido dos años de su despido de la RAND,[18] mientras que Alan Turing, el genio matemático que había descifrado el código de los submarinos nazis, fue detenido, juzgado y condenado en 1952, de acuerdo con las leyes británicas contra la homosexualidad, y en verano de 1954 se suicidó en su laboratorio mordiendo una manzana envenenada con cianuro.[19] Otros, menos conocidos y tratados con una brutalidad menos manifiesta, sufrieron crisis personales que los llevaron a abandonar las matemáticas y a vivir en los márgenes de la sociedad.
Es posible que la mayor conmoción que sufrió Nash no consistiera propiamente en la detención, sino en la subsiguiente expulsión de la RAND. Su reacción inicial ante las palabras de Best sugiere que, sencillamente, daba por supuesto que Williams pasaría por alto el incidente ya que, al fin y al cabo, él era uno de los genios de la nómina de la RAND. Sin embargo, al igual que McKinsey, Turing y otros, Nash aprendió que la vida era más precaria y que él era más vulnerable de lo que había imaginado hasta entonces; una lección realmente peligrosa.