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Una sonriente Victoria apareció tras Justin y corrió hasta llegar a su madre, y ésta, pese a la conmoción, la abrazó con fuerza, sin poder creer que estuviera allí.

—No sabes las ganas que tenía de llegar —exclamó la chica separándose de su progenitora para mirar a su alrededor.

Claudia acarició a su hija en la mejilla; aunque se alegraba de verla, aquello suponía un gran contratiempo.

Justin, que la conocía, sabía que aquella sorpresa no le había gustado nada.

—Tenía dos opciones —se defendió el abogado— o venía conmigo o…

—O hubiera viajado por mi cuenta —remató la joven—. Me prometiste que sólo ibas a estar fuera dos semanas y que luego pasaríamos el verano juntas, así que aquí estoy. Dispuesta a que cumplas tu promesa.

—Lo sé, Victoria, pero han surgido complicaciones… —Claudia intentó justificarse.

—Siempre me dices eso, mamá… —protestó la menor—. Pero no te preocupes, esta vez no voy a dejarme convencer. Además, Henry me dejó a mí las Bodegas Santillana, así que, aparte de pasar el verano, podré aprender algo.

Claudia miró severamente a Justin por habérselo permitido. Conocía la obstinación de su hija, pero él tenía los medios para evitar que viajara.

Cerró los ojos un instante, sabía quién más estaba allí, en silencio, pero sin perder ripio de lo que hablaban, como comprobó al mirarlo de reojo.

El desasosiego, el miedo y la culpabilidad hacían muy difícil poderse mantener serena.

—Está bien —accedió, más tarde buscaría la forma de enviarla de nuevo a Londres.

Le indicó a Mariana que instalara a Victoria en una de las habitaciones y que se ocupara también de Justin. La mujer obedeció, eso sí, bastante contrariada por la situación.

Victoria se dio cuenta de que había alguien más y haciendo gala de su educación se acercó a él y le tendió la mano.

—Victoria Campbell —se presentó ella misma ofreciéndole la mano, sonriente.

—Jorge Santillana —dijo él devolviéndole la sonrisa, encantado con el comportamiento de la joven. Y añadió para que no se hiciera preguntas de momento innecesarias—: un viejo amigo de tu madre.

La aludida disimuló como pudo sus nervios ante lo que estaba viendo; de todas las formas posibles que alguna vez se había imaginado el reencuentro jamás pensó en ésa.

Justin saludó fríamente al viejo amigo de la madre y de momento se guardó para sí sus pensamientos; estaba cansado del viaje y prefería reposar antes que discutir con Claudia. Aunque desde luego tenía muchas preguntas que hacer, empezando por la de si se había vuelto loca, pues por el aspecto de Santillana estaba claro que había pasado allí la noche y dudaba que lo hubiera hecho en el cuarto de invitados.

—Más tarde hablaré contigo —le dijo a Justin en voz baja cuando pasó a su lado.

—Lo mismo digo —respondió él en el mismo tono.

Jorge estaba literalmente pasmado con aquella situación.

No se había perdido detalle y al ver entrar a Victoria no pudo evitar sonreír con cariño. Era como retroceder dieciocho años y volver a ver a la joven de la que se enamoró.

Se parecía tanto a su madre…

La única diferencia era su pelo, algo más claro, igual que sus ojos, tan alegres, la misma expresión risueña e inocente que por desgracia Claudia se empeñaba en disfrazar.

Pero conocer a la hija suponía admitir que ella había pertenecido a otro hombre. Victoria era la prueba de que ella se casó con otro y que rehízo su vida, dejándolo de lado.

Conocer a la hija resultaba extraño, pues, aun sabiéndolo, verla en persona, comprobar que existía era la evidencia de que tenía una familia al margen de él.

Una vez solos, Claudia observó a Jorge; él no debería estar allí, no debería haberla visto. Se le formó un nudo en el estómago.

—Se parece a ti —murmuró Jorge en voz baja—, es preciosa.

Ella percibió su tono de admiración y se inquietó aún más; podía sacar conclusiones y entonces todo saldría a la luz.

Sin embargo, una amarga sensación hizo que se preocupara más todavía, al fin y al cabo era un hombre.

—Ni se te ocurra acercarte a ella —lo amenazó como una leona.

Él la miró sin comprender a santo de qué tenía esa reacción tan negativa.

—¿Qué mosca te ha picado ahora? —inquirió ceñudo—. Sólo he sido educado.

—Sí claro, y yo soy tonta. La has mirado como si…

Él comprendió sus insinuaciones y se puso hecho un basilisco.

—¡Joder! Pero ¿cómo puedes ser tan retorcida?

—Al fin y al cabo eres un hombre. —Lo señaló con un dedo—. Y ella muy joven, no quiero ni que la mires, ¿entendido?

—¿Tan hijo de puta crees que soy que me ves capaz de perseguir a una jovencita inocente? —preguntó cabreado por una insinuación tan descabellada.

—No creo que eso haya sido un impedimento en el pasado —lo atacó completamente decidida a evitar cualquier tentación.

—¿Estás loca o qué coño te pasa? —Se pasó la mano por el pelo. Aquello tenía que ser una broma de mal gusto—. ¿De verdad me ves capaz de hacer algo así? —preguntó poniendo cara de indignación ante lo que ella sugería.

—Te lo advierto, Jorge, mantente alejado de ella —le repitió cada vez más tensa.

—¿Sabes? Me encanta comprobar la confianza que tienes en mí —le recriminó asqueado con sarcasmo—. Ya deberías tener muy claro que no soy capaz de mirar a otra cuando tú estás delante.

Jorge se marchó sin tan siquiera despedirse dando un portazo y dejándola para que reflexionara sobre la absurda idea que acababa de expresar en voz alta.

¿Cómo tenía la desfachatez de sugerir que iba a acercarse a una joven como Victoria con pensamientos sexuales?

¡Por el amor de Dios! Se acostaba con mujeres hechas y derechas.

Además, al verla, su primera impresión no fue ni siquiera remotamente sexual, maldita fuera, sino de admiración. De nostalgia por lo que evocaba en sus recuerdos.

Podía entender que una madre protegiera a toda costa a una hija, pero de ahí a tildarlo de jodido asaltacunas…

Llegó a su casa y, como siempre, ni se preocupó de dejar su deportivo bien aparcado. Subió la escalera en dirección a su dormitorio para afeitarse y cambiarse de ropa.

Su objetivo se vio truncado cuando apareció su madre y lo detuvo en mitad de la escalera. Como la conocía y no quería discutir, hizo como que no la había visto.

—Tenemos que hablar —dijo secamente Amalia deteniéndolo con sus palabras.

—No estoy de humor —murmuró sin mirarla. Joder, su madre tenía el don de la oportunidad.

—¿Crees que soy tonta y no sé que hoy has pasado la noche fuera?

—Madre, no es la primera vez que aparezco de día tras pasar la noche por ahí, así que no entiendo a qué viene el reproche.

Jorge se apoyó en la barandilla, aquello tenía pinta de ir para largo.

—Pero vienes sereno —apuntó su madre con segundas.

—¿Y?

—Deja de escurrir el bulto, Jorge. Tienes edad suficiente para controlarte, para no encoñarte con una fulana que sólo busca nuestra ruina. ¿O es que ya has olvidado lo que te hizo?

Él inspiró profundamente antes de responder, pues no quería hacerlo de forma grosera y despectiva, al fin y al cabo era su madre.

—Ése es un tema que sólo me atañe a mí.

—¡Qué iluso eres! —se burló ella—. Te trata como a un burro al que se le pone delante la zanahoria para que siga dando vueltas a la noria y tú, como un idiota, sigues a esa desgraciada como un corderito sin pensar en nada más, sin ser capaz de controlar tus bajos instintos.

—Madre, ¡ya está bien! Déjela en paz de una vez.

—¡No puedo tolerar que mi único hijo vaya detrás de una cualquiera, por mucho dinero que tenga!

—Se acabó, estoy hasta los cojones de su inquina, de su resentimiento y de sus viejos resquemores. Si ella hubiese querido, estaríamos ya en la puta calle y de momento, que yo sepa, seguimos viviendo aquí.

—Cuida tu lengua en mi presencia —le espetó conteniendo la rabia para no darle un bofetón como cuando era niño— y quítate la venda de los ojos. Sólo está posponiendo su venganza, te está embaucando para que te confíes y así poder dar la estocada final.

—Madre, quien debe quitarse la venda es usted. Por mucho que lo intente no va a hacerme cambiar de opinión. Ella está haciendo mucho más por esta jodida empresa de lo que usted o yo hemos hecho en mucho tiempo.

—Porque quiere restregarnos por el morro su superioridad y sus millones conseguidos abriéndose de piernas para un viejo millonario.

—¡Madre! Haga el favor de callarse.

—No lo voy a permitir. ¡De ninguna manera! Si tu padre levantara la cabeza…

Jorge sabía que cuando se veía en peligro mencionaba a su difunto esposo esperando que se compadeciese de ella y moderara el tono, de ese modo podría salirse con la suya. Pero esa vez iba desencaminada.

—¿Sabe? Creo que padre estaría de acuerdo con el plan empresarial de Claudia.

—¿Has perdido la cabeza? ¡Se revolvería en su tumba!

—Mire, no tengo ganas de seguir con esta absurda conversación que no lleva a ninguna parte. Quiero adecentarme para ponerme a trabajar.

—¿Y qué pasa con la estúpida de tu mujer?

—Deje en paz a Rebeca —pidió exasperado—. Ella no se mete en mis asuntos ni yo en los suyos.

—Ése es el problema, que te crees muy listo.

—¿Adónde quiere llegar, madre?

—A que hasta la fecha no ha abierto el pico cuando volvías de madrugada, borracho y oliendo a fulana, porque sabía que eso no entrañaba peligro. Pero ¿qué crees que hará cuando sepa que visitas a tu amante en su casa?

—Rebeca sabe cuál es su lugar, llevamos vidas separadas desde hace mucho tiempo. No creo que ahora vaya a ser diferente, seguirá con sus obras piadosas, sus reuniones de beatas y no dará pábulo a las habladurías.

—Sin embargo, ahora no creo que esa tontaina sea capaz de caminar con la cabeza bien alta sabiendo que la querida de su marido vive a menos de un kilómetro.

—Siempre ha hecho oídos sordos a los rumores.

—Porque esas mujeres con las que ibas no representaban ninguna amenaza, porque las olvidabas por la mañana. No obstante con esa… mujer todo ha cambiado. Y tu esposa es tonta, pero no tanto como para no caer en la cuenta.

—Déjela en paz —pidió por enésima vez—, hablaré con ella, pero por favor no la insulte. No se lo merece.

—Tiene gracia que me pidas algo así, cuando todo el mundo se ríe de ella y comenta en voz baja tus andanzas.

—Deje a Rebeca en paz —repitió en tono de advertencia y, para evitar que su madre alargara la conversación, subió rápidamente la escalera sin posibilidad de que ella le replicara.