Extender los dedos
Surinam
n tiempos antiguos, Ba Yau era el encargado que supervisaba una plantación. Tenía dos esposas en la ciudad. Cuando encontraba víveres en la plantación, se los llevaba a sus esposas. Pero cuando les entregaba las provisiones, les decía:
—Siempre que comáis, extended los dedos.
Sin embargo, cuando él pronunciaba estas palabras, la primera no entendía lo que quería decir. A la segunda esposa le decía lo mismo, pero ella sí lo entendía. Lo que significaban sus palabras era que cuando les llevaba los víveres, no debían comérselos ellas solas, sino que los tenían que compartir a partes iguales con otras personas.
Pero la que no entendía sus palabras cocinaba los víveres por la tarde, y luego se los comía. A continuación salía y extendía los dedos, y decía:
—Ba Yau me mandó que extendiera los dedos después de comer.
Ba Yau le llevó mucho tocino y pescado en salazón. Se lo comió ella sola. Sin embargo, cuando le llevó víveres a la otra esposa, esta los compartió a partes iguales con otras personas, porque había entendido el proverbio empleado por su esposo.
Al cabo de poco tiempo, Ba Yau murió. Cuando este estaba aún de cuerpo presente, nadie le llevó nada a la esposa que había extendido sus dedos en el aire, que se quedó allí sentada, sola. La otra, por el contrario, que había compartido sus provisiones con los demás, vio cómo mucha gente iba a llevarle cosas. Uno le llevó una vaca, otro le llevó azúcar, otro café… y así fue recibiendo muchas provisiones de gente distinta.
Llegó un día en el que la primera esposa fue a ver a la segunda, y le dijo:
—Sí, hermana, desde que Ba Yau murió, paso hambre. Nadie me ha traído nada. Pero mira, a ti te han traído muchas cosas: ¿cómo es que tanta gente ha venido a traerte regalos?
La otra le preguntó entonces:
—Escucha, cuando Ba Yau te traía víveres, ¿tú qué hacías con ellos?
—Me los comía yo sola —dijo ella.
—Cuando Ba Yau te decía que extendieras los dedos, ¿tú qué hacías? —siguió diciendo la otra.
—Cuando comía, levantaba las manos en el aire y extendía los dedos.
—Pues… Mira, en ese caso, será el aire el que tenga que traerte provisiones, porque tú extendiste los dedos en el aire. En cuanto a mí, la misma gente a la que le regalé parte de mis víveres me ha traído ahora cosas, para compensarme.
El proverbio de que uno ha de extender los dedos cuando come quiere decir que, cuando uno come, debe hacerlo con más gente, y no quedarse toda la comida para uno solo. De lo contrario, si un mal día uno se queda sin nada, nadie acudirá en su ayuda, por no haber compartido antes lo que poseía con otras personas.