Vasilisa, la hija del sacerdote

Rusia

n cierto país, y en cierto reino, había un sacerdote llamado Vasili que tenía una hija llamada Vasilisa Vasilievna. Esta se vestía con ropa masculina, montaba a caballo, era certera tirando con su rifle y todo lo hacía de manera poco apropiada para una señorita, por lo que escasas personas sabían que era una muchacha; la mayoría pensaba que era un hombre y la llamaban Vasili Vasilievich, con más razón aún si tenemos en cuenta que Vasilisa Vasilievna era muy aficionada al vodka, y esto, como todo el mundo sabe, es algo totalmente inadecuado para una señorita. Un día, el rey Barkhat —así se llamaba el rey de aquel país— organizó una expedición de caza mayor y se encontró a Vasilisa Vasilievna, que estaba cabalgando, vestida con ropa de hombre y también cazando. Cuando la vio, el rey Barkhat les preguntó a sus criados:

—¿Quién es este joven?

Uno de los criados le respondió:

—Su Majestad, no es un hombre sino una muchacha. Tengo la certeza de que es la hija del sacerdote Vasili: su nombre es Vasilisa Vasilievna.

En cuanto el rey regresó a casa, le escribió una carta al sacerdote Vasili, pidiéndole que le permitiese a su hijo Vasili Vasilievich que fuese a visitarlo y que se sentase a su mesa para comer con él. Después se fue al corral que había en la parte trasera del palacio a buscar a la vieja brujita y se puso a interrogarla para tratar de averiguar si Vasili Vasilievich era ciertamente una muchacha. La brujita le dijo:

—Cuelga en tu alcoba, a mano derecha, un bastidor de bordado, y a mano izquierda una pistola. Si ella es en realidad Vasilisa Vasilievna, se fijará en primer lugar en el bastidor, pero si es Vasili Vasilievich, se fijará en la pistola.

El rey Barkhat siguió el consejo de la vieja brujita y les ordenó a sus criados que colgasen un bastidor y una pistola en su alcoba.

En cuanto la carta del rey llegó a manos del padre Vasili y este se la enseñó a su hija, ella fue al establo, ensilló un corcel de crines grises y se fue trotando al palacio del rey Barkhat.

El rey la recibió y ella elevó sus plegarias con muy buenos modales, se persignó como corresponde hacer en tales ocasiones, hizo reverencias en las cuatro direcciones y saludó graciosamente al rey Barkhat antes de entrar con él en palacio. Los dos se sentaron juntos a la mesa y empezaron a beber licores fuertes y a comer ricas viandas. Después de la cena, Vasilisa Vasilievna fue recorriendo las habitaciones del palacio con el rey Barkhat, y nada más ver el bastidor de bordado empezó a reprocharle:

—Pero ¿qué clase de porquería tienes aquí, rey Barkhat? En la casa de mi padre no hay ni rastro de tales baratijas de mujeres, pero aquí, en el palacio del rey Barkhat, ¡resulta que hay baratijas de mujeres colgando de las paredes!

Y, dicho esto, se despidió del rey Barkhat con muy buenos modales y se fue trotando a casa. El rey seguía sin saber si era realmente una muchacha.

Así que, dos días después —ni uno más—, el rey Barkhat le mandó otra carta al sacerdote Vasili para pedirle que mandase a su hijo Vasili Vasilievich a palacio. En cuanto esto llegó a oídos de Vasilisa Vasilievna, la muchacha fue al establo, ensilló un corcel de crines grises y trotó hasta llegar al palacio del rey Barkhat. El rey la recibió. Ella lo saludó graciosamente, dirigió a Dios sus plegarias con educación, hizo la señal de la cruz como dictan los buenos modales y se inclinó cuatro veces en las cuatro direcciones. El rey Barkhat había recibido el siguiente consejo de la vieja brujita del corral: que pidiera a los cocineros que preparasen kasha para cenar y que pusiesen perlas dentro del puchero de sémola donde cocinasen las gachas. La vieja brujita le había dicho también que si, Vasilisa Vasilievna resultaba ser una mujer, esta pondría las perlas formando una pila, mientras que si era un joven, Vasili Vasilievich las tiraría debajo de la mesa.

Llegó la hora de la cena. El rey se sentó a la mesa y colocó a Vasilisa Vasilievna a su derecha, y ambos empezaron a beber licores fuertes y a comer ricas viandas. La kasha se sirvió al final, después de los demás platos, y en cuanto Vasilisa Vasilievna probó una cucharada y descubrió que había una perla, la arrojó debajo de la mesa junto con la kasha y empezó a hacerle reproches al rey Barkhat.

—¿Qué tipo de basura ponéis en vuestra kasha? —dijo—. En la casa de mi padre, no hay ni rastro de semejantes baratijas de mujeres, mientras que aquí, en la casa del rey Barkhat, ¡resulta que ponen baratijas de mujeres en la comida!

Y, dicho esto, se despidió educadamente del rey Barkhat y se fue a casa al trote. De nuevo, el rey había fracasado en su intento de averiguar si era de verdad una chica, aunque seguía ardiendo en deseos de saberlo.

Dos días más tarde, urgido por la vieja brujita, el rey Barkhat mandó que le calentasen agua para darse un baño, porque ella le había dicho que si el joven era en realidad Vasilisa Vasilievna, se negaría a entrar en el baño con él. De modo que se pusieron a calentar agua para el baño.

De nuevo, el rey Barkhat escribió una carta al sacerdote Vasili, pidiéndole que mandase a su hijo Vasili Vasilievich a visitarlo a palacio. Nada más oírlo, Vasilisa Vasilievna fue al establo, ensilló su corcel de crines grises y galopó y galopó sin cesar, hasta que llegó al palacio del rey Barkhat. El rey salió a recibirla al porche delantero de su casa. Ella lo saludó con muy buenas maneras y entró en el palacio pisando una alfombra de terciopelo. Una vez dentro, elevó sus plegarias a Dios muy educadamente, se santiguó como mandan los buenos modales e hizo cuatro reverencias en las cuatro direcciones. Luego, se sentó a la mesa con el rey Barkhat y empezó a beber con él licores fuertes y a comer ricas viandas.

Después del ágape, el rey dijo:

—¿No sería de tu agrado, Vasili Vasilievich, darte un buen baño ahora conmigo?

—Ciertamente, Su Majestad —respondió Vasilisa Vasilievna—. No me he dado un buen baño desde hace tiempo y me gustaría mucho sumergirme en vapor.

Así que se fueron juntos a las termas. Mientras el rey Barkhat se desnudaba en la antecámara, ella se bañó y se marchó, de modo que el rey no la cazó mientras estaba en la bañera. Una vez abandonó las termas, Vasilisa Vasilievna le escribió una nota al rey y mandó a los criados que se la entregasen cuando saliera. La nota decía así:

—¡Ah, rey Barkhat, por muy cuervo que seas, al halcón de tu jardín no lo engañas! Yo no soy Vasili Vasilievich, sino Vasilisa Vasilievna.

De modo que todos los esfuerzos del rey Barkhat no le llevaron a ninguna parte, pues Vasilisa Vasilievna no era solo una chica guapa, ¡sino también lista!

Cuentos de hadas
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