Las tres tías

Noruega

rase una vez un pobre hombre que vivía en una cabaña, en mitad de los bosques y apartado de todo, y que se alimentaba de lo que cazaba. Solo tenía una hija, que era muy guapa y que había perdido a su madre cuando era pequeña. Ahora era casi una adulta y dijo que quería salir al mundo a ganarse el pan.

—¡Vaya, vaya, muchachita! —le dijo su padre—, es cierto que aquí no has aprendido nada, salvo a desplumar aves y a asar su carne. De acuerdo, por supuesto que puedes intentar salir a ganarte el pan.

De modo que la muchacha se puso en camino. Iba en busca de un lugar en el que quedarse, y después de caminar un rato llegó a un palacio. Allí se quedó y le dieron un puesto, y le cayó tan bien a la reina que las otras damas de compañía empezaron a estar muy celosas de ella. Hasta decidieron entre todas que irían a decirle a la reina que la muchachita les había asegurado que podía hilar una libra entera de lino en veinte horas más cuatro, pues habéis de saber que la reina era una grandísima ama de casa y que admiraba mucho a la gente hacendosa.

—¿Has dicho eso, de verdad? Pues ahora, has de demostrármelo —dijo la reina—, e incluso puedes tomarte un poquito más de tiempo, si te apetece.

La pobre chiquilla no se atrevió a decirle que no había usado una rueca en su vida, y lo único que acertó a pedirle fue una alcoba para estar a solas. Se la concedieron, y luego le llevaron la rueca y el lino. Allí se sentó, triste y llorosa, sin saber cómo iba a arreglárselas. Empujó la rueca hacia un lado y luego hacia el otro, retorció y giró muchas veces la hebra, pero solo consiguió hacerse un buen lío, pues era la primera vez en su vida que veía una rueca.

De repente, mientras estaba allí sentada, entró una anciana y se le acercó.

—¿Por qué estás tan compungida, niña?

—¡Ay! —dijo la muchachita, exhalando un profundo suspiro—, no vale la pena que te lo diga, pues ni aun empeñándote serías capaz de ayudarme.

—¿Quién sabe? —dijo la comadre—. Puede que yo sepa cómo ayudarte…

La chiquilla pensó entre sí que bueno, tal vez más le valía contárselo todo, así que le contó que sus compañeras del servicio doméstico de la reina habían ido diciendo por ahí que ella era capaz de hilar una libra de lino en veinte más cuatro horas.

—¡Y aquí me tienes, hecha unos zorros, encerrada y obligada a hilar esa pila de lino en un día y una noche, cuando yo ni siquiera había visto una rueca hasta hoy mismo!

—Bueno, bueno, niña, no te preocupes —le dijo la anciana—, que si me llamas tía en el momento más feliz de tu vida, yo hilaré este lino en tu lugar: si me prometes eso, puedes irte ahora a acostarte y dormir tranquila.

Claro que sí, la muchachita estuvo de acuerdo; se apartó y se tumbó a dormir.

A la mañana siguiente, cuando se despertó, allí estaba todo el lino ya hilado y extendido sobre la mesa: era el ovillo más limpio y delicado que nadie hubiera visto jamás. La reina quedó contentísima con aquel ovillo tan bonito, así que derrochó más medios que nunca para complacer su protegida. Eso hizo que las demás chicas se pusieran todavía más celosas, e incluso llegaron a pactar que irían a decirle a la reina que la muchacha había ido pregonando que podía tejer aquel lino que acababa de hilar en apenas veinte más cuatro horas. La reina, de nuevo, le dijo que si había ido diciendo eso, tendría que demostrarlo, pero también le dijo que si no podía cumplir la tarea no la castigaría con demasiada severidad: podría tomarse un poquito más de tiempo. Aquella vez, de la misma manera, la chiquilla no se atrevió a negarse, sino que se limitó a pedir una alcoba para ella sola y a decir que lo intentaría. Y allí se sentó otra vez, sollozando y con los ojos arrasados en lágrimas, sin saber a quién encomendarse, cuando otra anciana entró y se le aproximó.

—¿Por qué andas tan compungida, niña?

Al principio, la muchachita no respondió, pero al cabo de un rato le contó su desventurada historia, de cabo a rabo.

—¡Claro, claro! —dijo la vieja comadre—, pero no te preocupes. Si me llamas Tía en el momento más feliz de tu vida, yo tejeré este hilo en tu lugar: si me haces esa promesa, ahora podrás irte y tumbarte a dormir un ratito.

Por supuesto, la muchacha dijo que lo haría encantada y se retiró a dormir. Cuando se despertó, allí estaba sobre la mesa: un fragmento de lino ya tejido. Era una labor hecha con gran primor, de una urdimbre tan prieta que ningún telar habría conseguido un resultado tan fino. La chica tomó entonces aquel fragmento de tela y se fue corriendo a enseñárselo a la reina, que se alegró mucho de recibir aquel tejido tan hermoso y favoreció todavía mucho más a su protegida. Hay que decir que esto hizo que se enconaran todavía más los ánimos del resto de las damas del servicio de la reina, que cada vez la encontraban más antipática y que se apresuraron a encontrar otra manera de ponerle la zancadilla.

Al final, fueron a decirle a la reina que la muchachita había dicho que podía componer varios jubones usando el fragmento de lino, en apenas veinte y cuatro horas. Pues bien, sucedió lo mismo que antes: la chiquilla no se atrevió a confesar que no sabía coser, de modo que acabó de nuevo encerrada en una alcoba ella sola, sentada, con el corazón en un puño y con los ojos llenos de lágrimas. No obstante, otra comadre anciana se acercó a auxiliarla de nuevo, y le dijo que compondría los jubones en su lugar si en el momento más feliz de su vida la llamaba Tía. La chiquilla se alegró enormemente al oír aquello y le dijo a la comadre que haría lo que le pedía, antes de marcharse y tumbarse a dormir.

Cuentos de hadas
titlepage.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
Section0102.xhtml
Section0103.xhtml
Section0104.xhtml
Section0105.xhtml
Section0106.xhtml
Section0107.xhtml
Section0108.xhtml
Section0109.xhtml
Section0110.xhtml
Section0111.xhtml
Section0112.xhtml
Section0113.xhtml
Section0114.xhtml
Section0115.xhtml
Section0116.xhtml
Section0117.xhtml
Section0118.xhtml
Section0119.xhtml
Section0120.xhtml
Section0121.xhtml
Section0122.xhtml
Section0123.xhtml
Section0124.xhtml
Section0125.xhtml
Section0126.xhtml
Section0127.xhtml
notas.xhtml
autor.xhtml