La pescadora y el cangrejo

Tribal de la India

n viejo Kuruk y su esposa no tenían hijos. El anciano plantó arroz en su campo y al cabo de unos días, cuando hubo brotado, llevó a su esposa a que lo viera. En uno de los márgenes del campo había una calabaza, que ellos se llevaron a su casa para comérsela. Pero cuando el anciano estaba a punto de abrirla de un tajo, la calabaza dijo:

—¡Córtame con suavidad, abuelo!

El anciano se asustó tanto que la calabaza se le cayó de las manos. Fue corriendo a contarle a su mujer:

—¡Esta calabaza habla!

—Zarandajas —dijo la anciana, y empuñó el cuchillo.

Pero la calabaza dijo:

—¡Córtame con suavidad, abuela!

Así que la anciana cortó la calabaza lentamente, con mucho cuidado, y de su interior salió un cangrejo. Ellos cogieron un puchero nuevo y metieron el cangrejo dentro. La mujer se ató un canasto a la panza y lo cubrió con un pedazo de tela. A continuación, fue al bazar y les dijo a sus vecinos:

—¡Mirad, a pesar de la edad que tengo ya, Mahapurub me ha dado un hijo!

El cangrejo creció, y sus padres fueron a buscarle esposa. Dieron con una chica muy agradable, pero cuando esta se presentó en la casa y descubrió con qué clase de criatura la habían casado, se enfadó muchísimo. Cada noche lo esperaba, pero ¿qué puede hacer un cangrejo? En un momento dado, la chica pensó: «Tengo que encontrar a otro hombre».

Y si el cangrejo le dirigía la palabra, la chica lo apartaba de una patada.

Un día, la chica quiso ir a ver a un hombre que vivía en otra aldea. Dejó que sus suegros y el cangrejo se retiraran a dormir y salió de puntillas de la cama. Pero el cangrejo la vio y salió también por otra puerta, y le tomó la delantera en la senda que tenía que recorrer. A un lado de la senda había una higuera de Bengala, y el cangrejo se dirigió al árbol y le preguntó:

—¿Eres mío, árbol, o a quién perteneces?

El árbol respondió:

—Tuyo soy.

A lo que el cangrejo repuso:

—Desplómate.

Y el árbol se desplomó. En su interior vivía la silueta de un muchacho. El cangrejo la adoptó como propia y metió su cuerpo de cangrejo en el hueco que había quedado. Avanzó entonces un poco más por la senda y, al cabo, le dijo al árbol que se alzara de nuevo.

Pasó un rato antes de que pasara por allí la chica. Cuando esta vio al hermoso muchacho bajo el árbol, se sintió muy complacida y preguntó:

—¿Adónde vas?

Él respondió:

—A ninguna parte, simplemente vuelvo a mi casa.

Ella le dijo:

—Ven y yace conmigo.

A lo que él repuso:

—No. Me da miedo. Tu marido me dará una paliza. Pero ya iré otro día.

Decepcionada, la chica siguió caminando. Se encontró entonces con una chica Chamar y dos guapas muchachas Mahara. Ellas también buscaban hombres. La chica Kuruk les contó la historia y las demás le propusieron que las acompañara a un baile, prometiéndole que encontraría allí a un galán espléndido. Cuando llegaron, se toparon con el muchacho-cangrejo, que ya las esperaba. Al verlo, todas y cada una de las muchachas lo desearon como amante. Él se acercó a la chica Kuruk y ella lo arrastró consigo. Pero él no hizo nada. Ella le entregó sus ornamentos, y él se marchó.

Cuando llegó al árbol, le ordenó que se desplomase, volvió a adoptar su forma de cangrejo y restituyó al árbol la silueta del joven.

—Levántate de nuevo —le dijo al árbol, y se encaminó a su casa.

Al cabo de un rato, también la chica regresó a su casa. El cangrejo le preguntó dónde había ido, pero ella estaba de muy mal humor y lo tiró de la cama de un puntapié. Entonces, el cangrejo le devolvió sus ornamentos. La chica se asustó y le aseguró que no le pertenecían.

Al día siguiente, la chica les volvió a dar la cena a todos antes de dejarlos acostados. Esta vez se ocultó a un lado de la senda y se mantuvo vigilante, para ver lo que hacía el cangrejo. El cangrejo se aproximó a la higuera de Bengala y preguntó:

—¿Eres mío, árbol, o a quién perteneces?

El árbol respondió:

—Soy tu árbol.

A lo que el cangrejo contestó:

—Si eres mío, desplómate ahora mismo.

El árbol se desplomó y el cangrejo adoptó la forma de un hermoso muchacho y dejó que el árbol volviese a alzarse de nuevo.

La chica había observado todos estos acontecimientos. Cuando el chico se hubo esfumado, ella volvió junto al árbol y le preguntó:

—¿Eres mío, árbol, o a quién perteneces?

El árbol respondió:

—Soy tuyo.

Y ella replicó:

—Si eres mío, desplómate.

Y el árbol se desplomó y la chica sacó de él de un tirón la forma del cangrejo y la mató y la echó al fuego. Luego, se escondió detrás del árbol y se dispuso a esperar.

El joven fue al baile, pero no encontró allí a su chica, así que regresó hasta el árbol. La chica salió de su escondite y lo agarró y lo condujo a casa. Y, en adelante, vivieron juntos y felices.

Cuentos de hadas
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