CAPÍTULO LXXVII
Cómo llegaron navíos de Castilla con vituallas y socorros
Cuando estaban tan divididos los cristianos como hemos dicho, y tardando mucho en llegar con socorro los navíos de Castilla, ni el Adelantado ni D. Diego podían mantener sosegada la gente que les había quedado, pues siendo los más de baja condición y deseosos de la vida y el buen trato que Roldán les prometía, para no quedar solos, vacilaban en castigar los culpables; y esto les hacía tan desobedientes que era casi imposible hallar medio de aquietarlos, por lo que se veían precisados a soportar los insultos de los rebeldes. Mas queriendo el alto Dios darles algún consuelo hizo que arribasen las dos naves arriba mencionadas, que fueron enviadas un año después que el Almirante salió de las Indias, no sin grande instancia y solicitud que éste tuvo en la corte para conseguirlo; pues considerando la condición de la tierra, la naturaleza de la gente que allí había dejado, y el gran peligro que podría ocasionar su tardanza, pidió y obtuvo de los Reyes Católicos que fuesen mandados delante dos de los diez y ocho navíos que se le había mandado que armase. Con la llegada de éstos, tanto por el socorro de gente, y por las vituallas que llevaban, como por la certeza de que el Almirante había llegado felizmente a España, los del Adelantado cobraron ánimo y vigor para servir con mayor fidelidad, y los de Roldán temieron el castigo. Estos, deseosos de tener algunas nuevas, y de proveerse de lo que les faltaba, fueron a Santo Domingo, donde habían arribado los navíos, con esperanza de llevar algunos a su partido. Pero como el Adelantado era sabedor de su venida, y estaba más cerca de aquel puerto, salió en seguida para estorbarles el camino; y puestas buenas guardias en algunos pasos, fue al puerto a ver las naves y ordenar las cosas de aquella población. Deseoso de que el Almirante hallase la isla pacífica y apagados los tumultos, volvió a proponer un concierto a Roldán, que estaba con su gente a seis leguas, y mandóle para esto un capitán que había venido con las dos naves, llamado Pedro Fernández Coronel[188], tanto por ser éste hombre honrado y de autoridad, como por esperar que tendrían mayor eficacia sus palabras, pues como testigo de vista podía afirmar la llegada del Almirante a España, la buena acogida que había tenido, y la prontitud con que los Reyes Católicos mostraban querer engrandecerlo. Pero, temiendo los principales rebeldes el efecto que este mensajero haría en la mayor parte de ellos, no le dejaron hablar en público, antes bien lo recibieron en el camino con ballestas y saetas, de modo que solamente pudo decir algunas palabras a los que fueron señalados para oírle, y de este modo, sin que se tomase alguna resolución, volvió a tierra, y ellos se fueron al alojamiento que tenían en Xaraguá, no sin temor de que Roldán y alguno de los principales de su compañía, escribiesen a los amigos que tenían entre la gente del Adelantado, rogándoles con vehemencia que, llegado el Almirante, fuesen con éste buenos mediadores, ya que sus quejas solamente iban contra el Adelantado, y no contra el Almirante; antes bien, deseaban volver a su gracia y obediencia.