CAPÍTULO XVIII
Cómo el Almirante salió de la isla de la gran Canaria para seguir, o dar principio a su descubrimiento, y lo que le sucedió en el Océano
Después que los navíos estuvieron bien arreglados y dispuestos para su partida, el viernes, que fue primero de Septiembre, a la tarde, el Almirante hizo desplegar las velas al viento, saliendo de la gran Canaria, y al día siguiente llegaron a la Gomera, donde en proveerse de carne, de agua y de leña, se detuvieron otros cuatro días, de modo que el jueves siguiente, de mañana, esto es, a 6 de Septiembre de dicho año de 1492, que se puede contar como principio de la empresa y del viaje por el Océano, el Almirante salió de la Gomera con rumbo al Occidente, y por el poco viento y las calmas que tuvo, no pudo alejarse mucho de aquellas islas.
El domingo, al ser de día, halló que estaba a nueve leguas, hacia el Occidente, de la isla de Hierro, donde perdieron del todo de vista la tierra, y temiendo no volver en mucho tiempo a verla, muchos suspiraron y lloraron. Pero el Almirante, después que hubo animado A todos con largas promesas de muchas tierras y de riquezas, para que tuviesen esperanza y disminuyese el miedo que tenían de tan largo viaje, aunque aquel día los navíos caminaron diez y ocho leguas, dijo no haber contado más de quince, habiendo resuelto aminorar, en la relación del viaje, parte de la cuenta, para que no supiese la gente que estaban tan lejos de España como de hecho lo estaba, pero con propósito de anotar ocultamente la verdad.
Continuando así el viaje, martes, a 11 de Septiembre, a la puesta del sol, estando entonces ya cerca de cien leguas hacia el Occidente de la isla del Hierro, se vio un grueso madero del mástil de una nave de ciento veinte toneladas, el cual parecía que había ido mucho tiempo llevado por el agua. En aquel paraje, y más adelante al Occidente, las corrientes eran muy recias hasta el Nordeste. Pero habiendo corrido después otras cincuenta leguas al Poniente, el 13 de Septiembre, halló que a las primeras horas de la noche, noroesteaban las calamitas de las brújulas por media cuarta, y al alba, noroesteaban poco más de otra media de lo que conoció que la aguja no iba derecha a la estrella que llaman del Norteo, o Polar, sino a otro punto fijo e invisible. Cuya variación hasta entonces nadie había conocido, y así tuvo justa causa para maravillarse de esto. Pero mucho más se asombró el tercer día, cuando había ya ido cien leguas más adelante de aquel paraje, porque las agujas, al principio de la noche noroesteaban con la cuarta, y a la mañana, se dirigían a la misma estrella.
El sábado, a 15 de Septiembre, estando casi trescientas leguas hacía el occidente de la isla del Hierro, de noche cayó del cielo al mar una maravillosa llama, cuatro o cinco leguas distantes de los navíos, con rumbo al Sudoeste, aunque el tiempo era templado, como en abril, y los vientos del Nordeste al Suroeste bonancibles, el mar tranquilo, y las corrientes de continuo hacia el Nordeste. Los de la carabela Niña dijeron al Almirante que el viernes pasado habían visto un gorjao y otro pájaro llamado rabo de junco, de lo que, por ser éstas las primeras aves que habían parecido, se admiraron mucho.
Pero mayor fue su asombro al día siguiente, domingo, por la gran cantidad de hierba entre verde y amarilla que se veía en la superficie del agua[106], la cual parecía que fuese nuevamente separada de alguna isla o escollo. De esta hierba vieron mucha al día siguiente, de donde muchos afirmaron que estaban ya cerca de tierra, especialmente, porque vieron un pequeño cangrejo vivo, entre aquellas matas de hierba; decían que ésta era semejante a la llamada Estrella, sólo que tenía el tallo y los ramos altos, y estaba toda cargada de frutos como de lentisco; notaron también que el agua del mar era la mitad menos salada que la anterior. A más de esto, aquella noche les siguieron muchos atunes, que se acercaban tanto a los navíos y nadaban junto a ellos tan ligeramente, que uno fue matado con una fisga por los de la carabela Niña. Estando ya trescientas sesenta leguas al oeste de la isla del Hierro, vieron otro rabo de junco, pájaro llamado así porque tiene una larga pluma por cola, y en lengua española, rabo quiere decir cola.
El martes después, que fue 18 de Septiembre, Martín Alonso Pinzón, que había pasado adelante con la carabela Pinta, que navegaba muy bien, esperó al Almirante y le dijo haber visto una multitud grande de aves que volaban hacia poniente, por lo que esperaba encontrar tierra aquella noche. Cuya tierra le pareció ver hacia el Norte, a distancia de quince leguas, en el mismo día, al ponerse el sol, cubierta de grande oscuridad y nubarrones. Pero como el Almirante sabía con certeza que no era tierra, no quiso perder el tiempo en ir a reconocerla, como todos deseaban, porque no la encontraba en el sitio donde, por sus conjeturas y razonamientos, esperaba que se descubriese; antes bien quitaron aquella noche una boneta[107], porque el viento arreciaba, habiendo pasado ya once días que no amainaban las velas un palmo, pues caminaban de continuo con viento en popa hacia el Occidente.