CAPITULO II
Quiénes fueron el padre y la madre del Almirante, y sus cualidades, y la falsa relación que un cierto Justiniano hace de su ejercicio antes que adquiriese el título de Almirante
Dejando ahora la etimología o derivación y significación del nombre del Almirante, y volviendo a las calidades y personas de sus padres, digo que, si bien ellos fueron buenos en virtud, habiendo sido por ocasión de las guerras y parcialidades y pobreza, no hallo qué forma vieron y moraron, aunque el dicho Almirante diga en una carta que su trato y el de sus mayores, fue siempre por mar, y para certificarme mejor, pasando yo por Cuguero[46], procuré tener información de dos hermanos Colombos que eran los más ricos de aquel lugar, y se decía que eran algo deudos suyos; pero porque el menos viejo pasaba de los cien años, no supieron darme noticia de esto; ni creo que por esta ocasión es de menos gloria a nosotros que procedemos de su sangre; y porque tengo yo por mejor que toda la gloria venga a nosotros de la persona del, que el ir buscando si su padre fue mercader, o si iba a caza con halcones, porque de los tales hubo siempre mil en todo lugar cuya memoria al tercero día entre sus mismos vecinos y deudos se fue de corrida y pereció, sin que se sepa si fueron vivos, y por esto estimo yo que menos me puede ilustrar su lustre y nobleza que la gloria que me viene de un tal padre; y pues por sus claros hechos no tuvo necesidad de riquezas de sus predecesores, las cuales, como también la pobreza, no son ruedas de la virtud, sino de la fortuna, a lo menos, por su alto nombre y valor debía ser, al tratar de su profesión los escritores, quitado fuera de mecánicos y de aquellos que ejercitan artes de manos. Lo cual, empero, queriendo alguno afirmar, fundado sobre lo que escribe un cierto Agustín Justiniano en una crónica suya, digo que yo no me pondré en otra manera a negar esto, pidiendo término y manera para probar con testigos lo contrario, porque así como para claridad y verificación de una cosa que hoy en día no es en memoria de hombres, no hace fe, ni es Evangelio, lo que dello escribe el Justiniano, así como tampoco haría fe que yo dijese haber entendido de mil personas lo contrario; no quiero mostrar su falsedad con las historias de los otros que de D. Cristóbal han escrito, sino con las escrituras y testimonio de este mismo autor, en quien se verifica aquel proverbio que dice que el mentiroso tiene necesidad de memoria, porque si le falta se contradirá a lo que antes dijo y afirmó, como en este caso hizo el Justiniano, diciendo en una su comparación de las cuatro lenguas, sobre el Psalterio, en aquel verso: En toda la tierra salió su sonido, estas palabras: «este Cristóbal Colombo, habiendo sido en sus tiernos años enseñado o aprendido los principios de las letras, después que fue de edad crecida se dio al arte de navegar y se fue a Lisboa en Portugal, donde enseñó la Cosmografía, y allí le fue enseñada de un hermano suyo que hacía cartas de marear; con lo cual y lo que trataba con los que iban a San Jorge de la Mina de Portugal en Africa, y con lo que él había leído en los cosmógrafos, pensó de poder ir a esas partes y tierras que descubrió»; por las cuales palabras es cosa manifiesta que no ejercitó el arte mecánica o de manos, pues dice que empleó la niñez o juventud en estudiar letras, y la mocedad en la navegación y Cosmografía, y su mayor edad en descubrir tierras; de manera que el mismo Justiniano se convence de falso historiador, y se hace conocer por inconsiderado o parcial y maligno compatriota, porque hablando él de una persona señalada y que dio tanta honra a la patria de quien el mismo Justiniano se hizo cronista y escritor de sus historias, aunque los padres del Almirante hubieran sido personas viles, era cosa más honesta que él hablase de su origen con aquellas palabras que otros autores en tal caso usan, diciendo nacido en lugar humilde, o de padres pobres, que poner palabras injuriosas, como él las puso en el dicho Psalterio, repitiéndolas después en su Crónica, llamándole falsamente artesano[47], que aunque no se hubiera contradicho, la misma razón manifestaba que un hombre el cual en algún arte manual o ministerio hubiese sido ocupado, había de nacer y ocuparse en él para enseñarlo perfectamente, y que no hubiera él andado peregrinando desde su mocedad por tantas tierras, como tampoco habría aprendido tantas letras ni tanta ciencia cuantas sus obras muestran que tuvo, especialmente en las cuatro ciencias más principales que se requieren para hacer lo que él hizo, que son Astrología, Cosmografía, Geometría y Navegación; pero no hay de qué maravillar que el Iustiniano, en este caso, que es culto, se atreva a no decir la verdad, pues en las cosas muy claras de su descubrimiento y navegación, en media hoja de papel que en el dicho Psalterio escribió, puso más de doce mentiras, las cuales tocaré con brevedad, no alargándome en darle respuesta, por no interrumpir el hilo de la historia, pues por el curso della y por lo que otros escriben desto se comprobará la falsedad de lo que él dijo.
La primera, pues, es que el Almirante fue a Lisboa a aprender la Cosmografía de un hermano suyo que allí tenía, lo cual es al contrario, porque residía él en la dicha ciudad antes, y enseñó él al hermano lo que supo. La segunda falsedad es que como primero vino él a Castilla, aceptaron los Católicos Reyes Fernando e Isabel su propuesta, después de siete años que por él les fue hecha, huyéndola todos. La tercera falsedad es que él fue a descubrir con dos navíos, lo cual no es así, porque fueron tres carabelas las que él llevó. La cuarta, que la primera isla por él descubierta fue la Española, y no fue sino Guanahani, la cual llamó el Almirante San Salvador. La quinta falsedad es que la misma Isla Española era de canívales, hombres que comían carne humana, y la verdad es que los moradores que allí fueron hallados fue la mejor gente y más llana que en aquellas parte se hallase. La sexta falsedad es que tomó peleando la primera canoa o barca de los indios que vio, y en contrario se halla que no tuvo guerra en aquel primer viaje con indio ninguno, antes tuvo amistad y estuvo en paz con ellos hasta el día de su partida de la Española. La séptima falsedad es que volvió por las islas Canarias, el cual viaje no es propio de la vuelta de aquellos navíos. La octava cosa falsa es que desde aquella Isla despachó un mensajero a los sobredichos Serenísimos Reyes, y es verdad que él, como ya se ha dicho, no se llegó antes a ella, y fue él mismo mensajero. La nona cosa falsamente escrita es que en el segundo viaje volvió él con doce naos, y está claro que fueron 17. Y la décima mentira es que él llegó a la Española en 20 días, el cual espacio de tiempo es brevísimo para llegar a las primeras islas, y no fue a ellas en dos meses, y fue a las otras mucho antes. La undécima, que súbitamente arribó a la Española con dos navíos, cuando sabemos que fueron tres los que él llevó para ir a Cuba desde la Española. La duodécima falsedad escrita de Justiniano es que la Española se diferencia cuatro horas de España, y el Almirante cuenta más de cinco. Y demás desto, para añadir a las doce, la décimotercera dice que el fin occidental de Cuba dista seis horas de la Española, poniendo más camino de la Española a Cuba del que hay de España a la Española. De manera que de la poca diligencia y cuidado que usó en informarse y escribir la verdad de lo que pertenece a estas cosas tan claras, se puede conocer cómo también se haya informado de aquello que tan escondido estaba, y así él mismo se contradice, según se ha visto[48]. Pero dejando esta diferencia aparte, con la cual pienso haber ya cansado a los lectores, diremos solamente que por los muchos errores y falsedad que en la dicha historia y en el Psalterio de Justiniano se hallan, la Señoría de Génova, considerada la falsedad de su escrito, ha puesto pena a aquellos que la tuvieren o leyeren, y con gran diligencia ha enviado a buscarla en todas partes donde se ha enviado, para que por público decreto sea cancelada y extincta[49]; pero yo volveré a nuestro intento principal, concluyendo con decir que el Almirante fue hombre de letras y de grande experiencia, y que no gastó el tiempo en cosas manuales, ni en arte mecánica, como la grandeza y perpetuidad de sus maravillosos hechos lo requerían, y daré fin a este capítulo con lo que él escribió en una carta suya al ama del Príncipe don Juan de Castilla, con tales palabras: «Yo no soy el primer Almirante de mi familia; pónganme, pues, el nombre que quisieren, que al fin David, Rey sapientísimo, fue guarda de ovejas, y después fue hecho Rey de Jerusalem, y yo siervo soy de aquel mesmo Señor que le puso a él en tal estado».