La cuestión sigue siendo de dónde surgieron las profecías originales sobre el Héroe de las Eras. Ahora sé que Ruina las cambió, pero no las creó. ¿Quién fue el primero en enseñar que vendría un Héroe que sería emperador de toda la humanidad, y que sería rechazado por su propio pueblo? ¿Quién declaró primero que llevaría en brazos el futuro del mundo, o que repararía lo que estaba roto?
¿Y quién decidió darle un tono neutro al título, para que no se supiera si el Héroe era hombre o mujer?
69
Marsh estaba arrodillado en una pila de ceniza, odiándose a sí mismo y al mundo. La ceniza caía sin cesar, posándose sobre su espalda, cubriéndolo, y a pesar de eso, él no se movía.
Había sido expulsado, le habían dicho que se sentara y esperara. Como una herramienta olvidada en el patio, lentamente cubierta de nieve.
Estuve allí, pensó. Con Vin. Sin embargo… no pude hablarle. No pude decirle nada.
Peor aún: no había querido hacerlo. Durante toda su conversación con ella, su cuerpo y su mente habían pertenecido por completo a Ruina. Marsh no había podido resistirse, no había podido hacer nada que hubiera permitido a Vin matarlo.
Salvo por un momento. Un momento cerca del final, cuando ella estuvo a punto de controlarlo. Un momento en que vio algo dentro de su amo, su dios, su yo, que le dio esperanza.
Pues, en ese momento, Ruina la temió.
Y entonces Ruina obligó a Marsh a huir, dejando atrás su ejército de koloss, el ejército que Marsh había recibido órdenes de dejar que Elend Venture le robara, y luego llevara a Fadrex. El ejército que Ruina había acabado volviendo a robar.
Y ahora Marsh esperaba en la ceniza.
¿Qué sentido tiene?, pensó. Su amo quería algo, necesitaba algo… y temía a Vin. Esas dos cosas daban esperanza a Marsh, pero ¿qué podía hacer? Marsh no había podido tomar el control ni siquiera en el momento de debilidad de Ruina.
El plan de Marsh parecía cada vez más absurdo: esperar, mantener en secreto aquella brizna rebelde que había en él hasta el momento adecuado, y luego quitarse el clavo de la espalda y matarse. ¿Cómo podía esperar liberarse, aun durante ese instante?
Levántate.
La orden llegó sin palabras, pero Marsh reaccionó al instante. Y Ruina volvió a controlar su cuerpo. Con esfuerzo, Marsh conservó un pequeño dominio de su mente, pero solo porque Ruina parecía distraído. Marsh empezó a lanzar monedas, empujándolas, utilizándolas y reutilizándolas del mismo modo que Vin usaba las herraduras. Estas, que tenían mucho más metal, habrían sido mejor, pues le habrían permitido impulsarse más. Pero hizo que las monedas funcionaran.
Se impelió a través del cielo de la tarde. El aire rojo era abrasivo y resultaba desagradable, tan repleto de ceniza como estaba. Marsh lo observó, tratando de impedir ver belleza en la destrucción sin alertar a Ruina de que no estaba completamente dominado.
No fue fácil.
Un rato más tarde, después de que la noche cayera, Ruina le ordenó que aterrizara. Marsh descendió rápidamente, la túnica ondulando, y aterrizó en una loma. La ceniza le llegaba hasta la cintura, y probablemente se alzaba sobre unos cuantos palmos de ceniza prensada debajo.
En la distancia, loma abajo, una figura solitaria avanzaba con resolución a través de la ceniza. Llevaba una mochila y guiaba un caballo agotado.
¿Quién será?, pensó Marsh, mirando con más atención. El hombre tenía constitución de soldado, la cara cuadrada y la cabeza calva, y barba de varios días. Fuera quien fuese, su determinación era impresionante. Pocas personas se atrevían a adentrarse en las brumas; pero este hombre no solo lo hacía, sino que además se abría camino entre una capa de ceniza que le llegaba hasta el pecho. Su uniforme estaba manchado de negro, igual que su piel. Oscura… cenicienta…
Hermosa.
Marsh se lanzó desde la cima de la loma, abalanzándose a través de las brumas y la ceniza con un empujón de acero. El hombre debió de oírlo llegar, pues se dio media vuelta y echó mano ansiosamente a su espada.
Marsh aterrizó a lomos del caballo. La criatura relinchó, retrocediendo, y Marsh saltó, colocando un pie sobre la cara del animal mientras daba una voltereta y se posaba en la ceniza. El soldado había abierto un camino recto, y a Marsh le pareció estar viendo un pasillo estrecho y negro.
El hombre desenvainó su espada. El caballo relinchó nervioso, pisoteando la ceniza.
Marsh sonrió, y sacó su hacha de obsidiana de la vaina que llevaba al costado. El soldado retrocedió, tratando de abrirse sitio en la ceniza para combatir. Marsh vio la preocupación en sus ojos, la temible expectación.
El caballo volvió a relinchar. Marsh giró y le cortó las patas delanteras, haciendo que chillara de dolor. Detrás, el soldado actuó. Y, sorprendentemente, en vez de huir, atacó.
El hombre atravesó con su espada la espalda de Marsh. Golpeó un clavo y se desvió a un lado, pero lo empaló de todas formas. Marsh se volvió, sonriendo, y decantó curación para mantenerse en pie.
El hombre siguió en movimiento, y echó mano a la espalda de Marsh, obviamente con la intención de arrancarle el clavo de la espalda. Marsh quemó peltre, sin embargo, y se apartó, llevándose el arma del soldado.
Tendría que haberle dejado que lo cogiera… dijo su parte libre, esforzándose, pero fue inútil.
Marsh descargó un golpe contra la cabeza del hombre, intentando decapitarlo con un solo movimiento de hacha, pero el soldado rodó en la ceniza, sacó una daga de su bota y trató de apuñalar a Marsh. Un movimiento astuto, que habría dejado a Marsh en el suelo, con poder curador o sin él.
Sin embargo, Marsh decantó velocidad. De pronto se movió varias veces a una velocidad muy superior a la de una persona normal, y evitó fácilmente el golpe, plantando a cambio una patada en el pecho del soldado.
El hombre gimió cuando se le rompieron las costillas. Cayó en la ceniza, rodando y tosiendo, los labios manchados de sangre. Se detuvo, cubierto de ceniza. Débilmente, echó mano a su bolsillo.
¿Otra daga?, pensó Marsh. Pero el hombre sacó una lámina doblada. ¿Metal?
Marsh experimentó el súbito y abrumador deseo de coger esa lámina de metal. El soldado trató de arrugarla, de destruir su contenido, pero Marsh gritó y descargó un hachazo contra el brazo del hombre, cercenándolo. Marsh alzó de nuevo el hacha, y esta vez le cortó la cabeza.
Sin embargo, no se detuvo, y la furia le llevó a clavar el hacha en el cuerpo una y otra vez. En el fondo de su cabeza, podía sentir a Ruina exultando en la muerte… pero también notaba frustración. Ruina trató de hacer que se retirara, para obligarle a coger la lámina de metal, pero en el ansia de sangre, Marsh no podía ser controlado. Como los koloss.
No podía ser controlado. Eso es…
Se detuvo, y Ruina tomó el control una vez más. Marsh sacudió la cabeza, la sangre del hombre le corría por la cara y le goteaba en la barbilla. Se volvió y miró al caballo moribundo, que chillaba en la noche silenciosa. Marsh se puso en pie, luego recogió el brazo cercenado y arrancó la placa de metal que el soldado había tratado de destruir con sus últimas fuerzas.
¡Léelo!
Las palabras sonaron claras en la mente de Marsh. Rara vez se molestaba Ruina en dirigirse a él: solo lo utilizaba como a una marioneta.
¡Léelo en voz alta!
Marsh frunció el ceño, desplegando lentamente la carta, tratando de darse tiempo para pensar. ¿Por qué necesitaba Ruina que lo leyera? A menos que… ¿Ruina no supiera leer? Pero aquello no tenía sentido. La criatura había podido cambiar las palabras de los libros.
Tenía que saber leer. Entonces, ¿era el metal lo que detenía a Ruina?
Desplegó la lámina de metal. Había en efecto palabras grabadas en su superficie interna. Marsh trató de resistirse a leer las palabras. De hecho, ansiaba coger su hacha ensangrentada del suelo y usarla para matarse. Pero no pudo conseguirlo. Ni siquiera tenía suficiente libertad para soltar la carta. Ruina empujaba y tiraba, manipulando las emociones de Marsh, hasta que por fin…
Sí. ¿Por qué iba a molestarse en no estar de acuerdo? ¿Por qué discutir con su dios, su yo? Marsh alzó la lámina, y avivó estaño para ver mejor su contenido en la oscuridad.
«Vin —leyó—. Mi mente está nublada. Una parte de mí se pregunta qué es real. Sin embargo, hay una cosa que me impulsa a continuar. He de decirte algo. No sé si importará, pero debo decirlo de todas formas.
»El ser al que combatimos es real. Lo he visto. Trató de destruirme, e intentó destruir a la gente de Urteau. Me controló a través de un método que no me esperaba. Metal. Una pequeña lasca de metal que penetró mi cuerpo. Con eso, pudo retorcer mis pensamientos. No pudo tomar control absoluto sobre mí, como a ti te pasa con los koloss, pero creo que hizo algo similar. Tal vez el trozo de metal no era lo bastante grande. No lo sé.
»Sea como fuere, se me apareció bajo la forma de Kelsier. Hizo lo mismo con el rey de Urteau. Es astuto. Es sutil.
»Ten cuidado, Vin. ¡No te fíes de nadie perforado por metal! Incluso el trozo más pequeño puede manchar un hombre.
»Fantasma».
Marsh, de nuevo controlado completamente por Ruina, arrugó el metal hasta que las marcas fueron ilegibles. Entonces lo arrojó a la ceniza y lo usó como anclaje para impulsarse al aire. Hacia Luthadel.
Dejó los cadáveres del caballo y el hombre, y el mensaje en la ceniza, para que fueran enterrados lentamente.
Como herramientas olvidadas.