Cerca del final, la ceniza empezó a apilarse en aterradores montículos. He hablado de los microbios especiales que el lord Legislador diseñó para ayudar al mundo a lidiar con la caída de ceniza. En realidad, no se «alimentaban» de ceniza. Más bien, la descomponían como un aspecto de sus funciones metabólicas. De hecho, la ceniza volcánica en sí misma es buena para el suelo, dependiendo de lo que se desee cultivar.
No obstante, demasiado de cualquier cosa es letal. El agua es necesaria para la supervivencia, pero demasiada ahoga. Durante la historia del Imperio Final, la Tierra se mantuvo en equilibrio en el filo de la navaja del desastre a través de la ceniza. Los microbios la descompusieron tan pronto como caía, pero cuando hubo tanta que saturó el terreno, a las plantas les resultó más difícil sobrevivir.
Al final, todo el sistema se vino abajo. La ceniza caía con tanta intensidad que ahogaba y mataba, y las plantas del mundo murieron. Los microbios no pudieron seguir el ritmo, pues necesitaban tiempo y nutrientes para reproducirse.
52
Durante los días del lord Legislador, Luthadel era la ciudad más poblada del mundo. Con sus casas de vecinos de dos y tres plantas, estaba repleta de skaa que trabajaban en sus numerosos hornos y fraguas, nobles mercaderes que vendían sus artículos, y la alta nobleza que simplemente quería estar cerca de la corte imperial. TenSoon había asumido que, ahora que el lord Legislador estaba muerto y el gobierno imperial se había hecho añicos, Luthadel estaría mucho menos poblada.
Al parecer, se había equivocado.
Todavía con el cuerpo del sabueso, trotó asombrado mientras exploraba las calles. Parecía que cada rincón, cada callejón, cada esquina, cada casa, se hubiera convertido en el hogar de una familia skaa. La ciudad olía fatal, y los detritos atestaban las calles, enterrados en ceniza.
¿Qué está ocurriendo?, se preguntó. Los skaa vivían en la inmundicia, y muchos de ellos parecían enfermos, tosiendo penosamente en sus zanjas llenas de ceniza. TenSoon se dirigió a la Fortaleza Venture. Si había respuestas, esperaba encontrarlas allí. De vez en cuando, tenía que gruñir amenazadoramente a los skaa que lo miraban hambrientos, y dos veces tuvo que huir de las bandas que ignoraron sus rugidos.
Sin duda, Vin y Elend no habrían permitido que la ciudad cayera tanto, pensó mientras se ocultaba en un callejón. Era una visión impresionante. Había abandonado Luthadel sin saber si sus amigos sobrevivirían o no al asedio de la ciudad. El estandarte de Elend, la lanza y el pergamino revoloteaban a la entrada de la ciudad, pero ¿podía alguien más haber tomado para sí el signo de Elend? ¿Y qué había pasado con el ejército de koloss que había amenazado con destruir Luthadel hacía un año?
Nunca tendría que haberme marchado, pensó TenSoon, sintiendo una punzada de ansiedad. Mi estúpido sentido del deber kandra. Tendría que haberme quedado, y haberle contado lo que sé, por poco que sea.
El mundo podría acabar por mi necio honor.
Asomó la cabeza y miró la Fortaleza Venture. El corazón de TenSoon se encogió cuando vio que sus hermosas vidrieras estaban rotas. Burdos tablones cubrían los agujeros. Sin embargo, había guardias en las puertas de entrada, lo cual parecía buena señal.
TenSoon avanzó, tratando de parecer un perro vagabundo. Se mantuvo en las sombras mientras se acercaba a la puerta. Allí, se tendió entre los escombros para observar a los soldados. Expandió sus orejas y se esforzó por oír lo que decían los soldados.
No dijeron nada. Los dos guardias permanecieron en silencio, con aspecto aburrido y más que desconsolado mientras se apoyaban en sus lanzas de punta de obsidiana. TenSoon esperó, deseando que Vin estuviera allí para tirar de las emociones de los guardias y volverlos más habladores.
Naturalmente, si Vin estuviera aquí, yo no tendría que andar buscando información, pensó TenSoon, frustrado. Así que esperó. Esperó mientras la ceniza caía, esperó incluso hasta que el cielo oscureció y salieron las brumas. Su aparición finalmente dio un poco de vida a los guardias.
—Odio el turno de noche —murmuró uno de ellos.
—La noche no tiene nada de malo —dijo el otro—. No para nosotros. Las brumas no nos mataron. Estamos a salvo.
¿Qué?, pensó TenSoon, meditabundo.
—¿Estamos a salvo del rey? —preguntó el primer guardia en voz baja.
Su compañero le dirigió una mirada.
—No digas esas cosas.
El primer guardia se encogió de hombros.
—Yo solo espero que el emperador regrese pronto.
—El rey Penrod tiene toda la autoridad del emperador —dijo severamente el segundo guardia.
¡Ah!, pensó TenSoon. Así que Penrod conservó el trono. Pero… ¿qué es esto de un emperador? TenSoon temió que el emperador fuera Straff Venture. Aquel hombre terrible había amenazado con tomar Luthadel cuando TenSoon se había marchado.
Pero ¿y Vin? De algún modo, TenSoon no era capaz de creer que hubiera sido derrotada. La había visto matar a Zane Venture, un hombre que estaba quemando atium cuando ella no tenía ninguno. Había hecho lo imposible tres veces. Había matado al lord Legislador. Había derrotado a Zane.
Y se había ganado la amistad de un kandra que estaba decidido a odiarla.
Los guardias volvieron a guardar silencio. Esto es una tontería, pensó TenSoon. No tengo tiempo para ocultarme en los rincones y ponerme a escuchar. ¡El mundo está llegando a su fin! Se levantó, sacudiéndose la ceniza del cuerpo, una acción que hizo que los guardias se sobresaltaran y levantaran ansiosos sus lanzas mientras escrutaban la noche en busca de la fuente del sonido.
TenSoon vaciló, y su nerviosismo le dio una idea. Se dio la vuelta y echó a correr. Había llegado a conocer la ciudad bastante bien durante su año al servicio de Vin: a ella le gustaba patrullar la ciudad, sobre todo la zona alrededor de la Fortaleza Venture. Sin embargo, aun sabiendo esto, TenSoon tardó un tiempo en encontrar el camino adonde se dirigía. Nunca había visitado el lugar, pero lo había oído describir.
Descrito por una persona a quien TenSoon había matado en ese momento.
El recuerdo aún le causaba escalofríos. Los kandra cumplían Contratos, y en los Contratos, normalmente se les requería que imitaran a humanos concretos. El amo proporcionaba el cuerpo adecuado (los kandra tenían prohibido matar a los humanos), y el kandra lo emulaba. Sin embargo, antes de que eso sucediera, el kandra solía estudiar a su presa, aprendiendo cuanto fuera posible.
TenSoon había matado a OreSeur, su hermano de generación. OreSeur, que había ayudado a derrocar al Padre. Por orden de Kelsier, OreSeur había fingido ser un noble llamado lord Renoux para que Kelsier tuviera a un supuesto noble como cabeza visible y lo utilizara en su plan para derrocar el imperio. Pero OreSeur tuvo que desempeñar un papel más importante en el plan de Kelsier. Un papel secreto que ni siquiera los otros miembros de la banda conocieron hasta después de muerto Kelsier.
TenSoon llegó al viejo almacén. Se encontraba donde había dicho OreSeur. TenSoon se estremeció, recordando los gritos de OreSeur. El kandra había muerto sometido a tortura por parte de TenSoon, una tortura que había sido necesaria, pues necesitaba aprender todo cuanto pudiera. Todos los secretos. Todo lo que hacía falta para imitar de forma convincente a su hermano.
Ese día, el odio de TenSoon hacia los humanos (y hacia sí mismo, por servirlos) ardió más que nunca. Aún no sabía cómo Vin había vencido eso.
El almacén era ahora un lugar sagrado, adornado y mantenido por la Iglesia del Superviviente. Delante colgaba una placa con el signo de la lanza (el arma con la que tanto Kelsier como el lord Legislador habían muerto), y una explicación escrita de por qué el almacén era importante.
TenSoon ya conocía la historia. Este era el lugar donde la banda había encontrado un alijo de armas dejadas por el Superviviente para que los skaa armaran con ellas su revolución. Fue descubierto el mismo día de la muerte de Kelsier, y los rumores susurraban que el espíritu del Superviviente se había aparecido allí, para guiar a sus seguidores. En cierto modo, esos rumores eran ciertos. TenSoon rodeó el edificio, siguiendo las instrucciones que OreSeur le había dado antes de morir. La Bendición de la Presencia le permitía recordar sus palabras exactas, y a pesar de la ceniza, encontró el sitio, un lugar donde el empedrado había sido alterado. Entonces, empezó a cavar.
Kelsier, el Superviviente de Hathsin, se había aparecido a sus seguidores aquella noche de hacía años. O, al menos, lo habían hecho sus huesos. OreSeur había recibido la orden de coger el cuerpo del Superviviente y digerirlo, y luego aparecer ante los fieles skaa y darles ánimos. Las leyendas del Superviviente, toda la religión que había brotado en torno a él, habían sido iniciadas por un kandra.
Y TenSoon había matado a aquel kandra. Pero no sin antes descubrir sus secretos. Como dónde había enterrado OreSeur los huesos del Superviviente, y qué aspecto tenía el hombre.
TenSoon sonrió mientras desenterraba el primer hueso. Ahora ya eran viejos, y odiaba usar huesos viejos. Además, no había pelo, así que lo que creara sería calvo. Con todo, la oportunidad era demasiado valiosa para dejarla pasar. Solo había visto una vez al Superviviente, pero con su experiencia como imitador…
En fin, merecía la pena intentarlo.
Wellen se apoyó en su lanza y contempló de nuevo aquellas brumas. Rittle, su compañero de guardia, decía que no eran peligrosas. Pero Rittle no había visto lo que podían hacer. Lo que podían revelar. Wellen suponía que había sobrevivido porque las respetaba. Eso, y porque no pensaba demasiado en lo que había visto.
—¿Crees que Skiff y Jaston llegarán tarde para relevarnos otra vez? —preguntó Wellen, tratando de iniciar una conversación.
Rittle tan solo gruñó.
—No lo sé, Wells.
A Wellen no le gustaba mucho charlar.
—Creo que uno de nosotros debería ir a ver —dijo Wellen, contemplando la bruma—. Ya sabes, preguntarles si van a venir ya…
Se calló.
Había algo ahí fuera.
¡Lord Legislador!, pensó, retrocediendo. ¡Otra vez no!
Pero ningún ataque llegó de las brumas. En cambio, una figura oscura avanzó entre ellas. Rittle apuntó con su lanza.
—¡Alto! —ordenó.
Un hombre surgió de las brumas, vestido con una capa oscura, los brazos a los costados, la capucha puesta. Su rostro, sin embargo, era visible. Wellen frunció el ceño. Algo en aquel hombre le parecía familiar…
Rittle se quedó boquiabierto, y luego cayó de rodillas, agarrando algo que le colgaba del cuello: el colgante de una lanza de plata que siempre llevaba puesto. Wellen frunció el ceño. Entonces advirtió las cicatrices en los brazos del recién llegado.
¡Lord Legislador!, pensó Wellen aturdido, percatándose de dónde había visto el rostro de este hombre. Había sido en un cuadro, uno de los muchos que había disponibles en la ciudad, que describía al Superviviente de Hathsin.
—¡Levántate! —exclamó el extraño, hablando con voz benévola.
Rittle se levantó, temblando. Wellen retrocedió, sin saber si sentirse asombrado o aterrado, y sintiendo un poco de ambas cosas.
—He venido a alabar tu fe —dijo el Superviviente.
—Mi señor… —balbuceó Rittle, la cabeza todavía gacha.
—Además —añadió Kelsier, alzando un dedo—, he venido a deciros que no apruebo cómo está siendo gobernada esta ciudad. Mi pueblo está enfermo, y pasa hambre, y se muere.
—Mi señor, no hay suficiente comida —lamentó Rittle—, y ha habido tumultos que se han apoderado de lo que había almacenado. ¡Mi señor, y las brumas matan! Por favor, ¿por qué las has enviado a matarnos?
—Yo no he hecho tal cosa —respondió Kelsier—. Sé que la comida escasea, pero debéis compartir lo que tenéis y sentir esperanza. Háblame del hombre que gobierna esta ciudad.
—¿El rey Penrod? —preguntó Rittle—. Gobierna en lugar del emperador Elend Venture, que ha marchado a la guerra.
—¿Lord Elend Venture? ¿Y él aprueba cómo está siendo tratada esta ciudad? —Kelsier parecía enfadado. Wellen se estremeció.
—¡No, mi señor! —contestó Rittle, temblando—. Yo…
—Lord Penrod está loco —se oyó decir Wellen.
El Superviviente se volvió hacia él.
—Wells, no deberías… —empezó a decir Rittle, pero se calló cuando el Superviviente le dirigió una severa mirada.
—Habla —le dijo el Superviviente a Wellen.
—Habla solo, mi señor —dijo Wellen, rehuyendo su mirada—. Le habla al aire… dice que ve al lord Legislador delante de él. Penrod… últimamente ha dado un montón de órdenes extrañas. Obliga a los skaa a luchar entre sí por comida, sosteniendo que solo los fuertes deben sobrevivir. Mata a sus detractores. Ese tipo de cosas.
—Ya veo —dijo el Superviviente.
Sin duda esto lo sabe ya, pensó Wellen. ¿Por qué se molesta en preguntar?
—¿Dónde está mi Heredera? —preguntó el Superviviente—. El Héroe de las Eras, Vin.
—¿La emperatriz? —preguntó Wellen—. Está con el emperador.
—¿Dónde?
—Nadie lo sabe con certeza, mi señor —respondió Rittle, aún temblando—. No ha regresado desde hace mucho tiempo. Mi sargento dice que el emperador y ella están luchando en el sur, contra los koloss. Pero he oído decir a otros hombres que el ejército se dirigió al oeste.
—Eso no sirve de mucho —dijo Kelsier.
Wellen alzó la cabeza, recordando algo.
—¿Qué? —preguntó el Superviviente, advirtiendo el cambio de postura de Wellen.
—Un destacamento del ejército pasó por la ciudad hace unos meses —dijo Wellen, con orgullo—. Lo mantuvieron en secreto, pero yo estaba con el grupo que los ayudó a avituallarse. Lord Brisa estaba con ellos, y habló de reunirse con los otros miembros de tu banda.
—¿Dónde? ¿Adónde iban?
—Al norte —respondió Wellen—. A Urteau. Allí tiene que estar el emperador, mi señor. El Dominio Septentrional se ha rebelado. Debe de haber llevado sus ejércitos para someterlos.
El Superviviente asintió.
—Muy bien —dijo. Se dio media vuelta como para irse, pero entonces se detuvo—. Transmite la noticia como puedas. No queda mucho tiempo. Dile al pueblo que, cuando se marchen las brumas, deben buscar refugio de inmediato. Un lugar subterráneo, si es posible.
Wellen vaciló, y luego asintió.
—Las cavernas —sugirió—. ¿Donde entrenaste a tu ejército?
—Eso valdrá —contestó Kelsier—. Adiós.
El Superviviente desapareció en las brumas.
TenSoon dejó atrás las puertas de la Fortaleza Venture y corrió entre la bruma. Tal vez podría haberse colado en el edificio. Sin embargo, no estaba seguro de cuánto aguantaría su imitación del Superviviente con un escrutinio más atento.
No sabía hasta qué punto era fiable la información de los guardias. No obstante, no tenía mejores indicaciones. Otra gente con la que había hablado de noche no había podido proporcionar ninguna información sobre los movimientos del ejército. Evidentemente, Vin y Elend llevaban fuera de Luthadel algún tiempo.
Corrió hasta el terreno detrás del almacén donde había encontrado el cadáver de Kelsier. Se arrodilló en la oscuridad, y abrió el saco que había llenado de huesos. Necesitaba regresar al cuerpo del perro y dirigirse al norte. Con suerte podría…
—¡Eh, tú! —gritó una voz.
TenSoon alzó la cabeza. En la puerta del almacén había un hombre mirándolo a través de las brumas. Un farol cobró vida tras él, revelando a un grupo de personas que al parecer vivía dentro del lugar sagrado.
¡Oh, oh!, pensó TenSoon mientras los que estaban en primera fila adoptaban una expresión de sorpresa.
—¡Mi señor! —exclamó el primer hombre, arrodillándose rápidamente—. ¡Has regresado!
TenSoon se incorporó, escondiendo con cuidado el saco de huesos a su espalda.
—Así es —afirmó.
—Sabíamos que volverías —dijo el hombre, mientras los otros empezaban a susurrar y a llorar tras él. Muchos cayeron de rodillas—. Nos quedamos en este lugar, rezando para que nos dieras consejo. ¡El rey está loco, mi señor! ¿Qué hacemos?
TenSoon estuvo tentado de descubrirse como kandra, pero al mirar aquellos ojos llenos de esperanza, descubrió que no podía. Además, tal vez podría hacer algo bueno.
—Penrod ha sido corrompido por Ruina —dijo—. El ser que pretende destruir el mundo. Debéis reunir a los fieles y huir de esta ciudad antes de que Penrod os mate a todos.
—Mi señor, ¿adónde deberíamos ir?
TenSoon vaciló. ¿Adónde?
—Hay un par de guardias ante la puerta de la Fortaleza Venture. Saben un sitio. Escuchadlos. Debéis ir a un lugar subterráneo. ¿Comprendéis?
—Sí, señor —dijo el hombre. Tras él, más y más gente avanzaba, esforzándose por echarle una ojeada a TenSoon, quien soportó su escrutinio con cierto nerviosismo. Finalmente, les dijo que tuvieran cuidado y se perdió en la noche.
Encontró un edificio vacío y rápidamente volvió a cambiar a los huesos del perro antes de que ningún otro pudiera verlo. Cuando terminó, miró los huesos del Superviviente, sintiendo una extraña… veneración.
No seas tonto, se dijo. Son solo huesos, como otros cientos de huesos más que has usado. Con todo, parecía una tontería dejar atrás una herramienta tan potencialmente poderosa. Los guardó en el saco que había robado, y luego, usando unas patas que había creado para que tuvieran más destreza que las de un sabueso, se ató el saco a la espalda.
Hecho esto, salió de la ciudad por la puerta norte, corriendo a toda velocidad con su cuerpo de perro. Se dirigiría a Urteau. Esperó seguir el camino correcto.