Vin era especial. Conservación la eligió desde muy joven, como he mencionado. Creo que la crio para que tomara su poder. Sin embargo, la mente de Conservación era muy débil en ese punto, reducida solo al fragmento que conocíamos como el espíritu de la bruma.

¿Qué le hizo escoger a esa muchacha? ¿Fue porque era una nacida de la bruma? ¿Fue porque consiguió sus poderes muy pronto, cuando sufría los dolores del dificilísimo parto que su madre experimentó para darla a luz?

Vin era inusitadamente talentosa y fuerte con la alomancia, incluso desde el principio. Creo que debió de absorber parte de las brumas cuando aún era una niña, en aquellos breves momentos en que no llevaba puesto el pendiente. Conservación casi había conseguido que no lo llevara cuando Kelsier la reclutó, aunque volvió a hacerlo durante un momento antes de unirse a la banda. Entonces, se lo dejó puesto a sugerencia suya.

Nadie más podía recurrir a las brumas. Lo he confirmado. ¿Por qué estaban abiertas a Vin y no a los demás? Sospecho que no pudo tomarlas todas hasta después de tocar el poder en el Pozo de la Ascensión. Creo que siempre debía ser una fuerza afinadora. Algo que, una vez tocado, ajustaría el cuerpo de una persona para aceptar las brumas.

Sin embargo, ella usó una pequeña migaja del poder de Conservación cuando derrotó al lord Legislador, un año antes incluso de empezar a oír los latidos del regreso del poder al Pozo.

Hay mucho más en este misterio. Tal vez lo descubriré algún día, cuando mi mente se acostumbre más a su naturaleza expandida. Tal vez determinaré por qué pude tomar el poder yo mismo. Por ahora, solo deseo reconocer el logro de la mujer que tuvo el poder antes que yo.

De todos los que lo hemos tocado, creo que ella fue la más digna.

EPÍLOGO

Fantasma despertó de la pesadilla. Se sentó. La caverna a su alrededor estaba oscura, iluminada solo por lámparas y velas.

Se levantó, desperezándose. A su alrededor, la gente se quedó boquiabierta. Caminó entre ellos, buscando a sus amigos. La caverna estaba repleta, albergando a todos los de Urteau que habían estado dispuestos a venir y esconderse. Por eso a Fantasma le costó trabajo abrirse camino entre los cuerpos que charlaban, se agitaban, tosían. Mientras caminaba, los susurros se hicieron más fuertes, y la gente se levantó para seguirlo. Beldre se le acercó corriendo, ataviada con un vestido blanco.

—¿Fantasma? —preguntó asombrada—. ¿Qué… qué ha pasado?

Él tan solo sonrió, y la rodeó con un brazo. Se dirigieron a la parte delantera de la caverna. Brisa estaba sentado ante una mesa: naturalmente, él tenía muebles, mientras que todos los demás se sentaban en el suelo de piedra. Fantasma le sonrió, y el aplacador arqueó una ceja.

—Tienes buen aspecto, muchacho —dijo Brisa, tomando un sorbo de vino.

—Podríamos decir que sí —repuso Fantasma.

—¿Eso es todo lo que vas a decir? —le dijo Beldre a Brisa—. ¡Míralo! ¡Se ha curado!

Brisa se encogió de hombros, soltó su vino y se puso en pie.

—Querida, con todas las cosas raras que han estado pasando últimamente, el aspecto del joven Fantasma no está a la altura. ¿Una simple curación? Algo bastante mundano, si me preguntas mi opinión.

Brisa sonrió, mirando a Fantasma a los ojos.

—¿Lo hacemos, pues? —preguntó Fantasma.

Brisa se encogió de hombros.

—¿Por qué no? ¿Qué crees que encontraremos?

—No estoy seguro —admitió Fantasma, dirigiéndose a la antesala más allá de la caverna. Empezó a subir la escalera.

—Fantasma —advirtió Beldre—. Ya sabes lo que dijeron los exploradores. La ciudad entera estaba ardiendo por los rayos del sol…

Fantasma alzó la cabeza, advirtiendo la luz que brillaba entre las grietas de la trampilla. Sonrió y entonces la empujó para abrirla.

No había ninguna ciudad fuera. Solo un prado de hierba. Hierba verde. Fantasma parpadeó ante la extraña visión, y luego pasó a la suave tierra, dejando sitio para Brisa. El aplacador asomó la cabeza, y luego la ladeó.

—Esto sí que es una visión —dijo, arrastrándose tras Fantasma.

Fantasma se incorporó. La hierba le llegaba a los muslos. Verde. Un color muy extraño para las plantas.

—Y… el cielo —dijo Brisa, protegiéndose los ojos—. Azul. Ni rastro de ceniza o de humo. Muy extraño. Muy extraño de verdad. Apuesto a que Vin ha tenido algo que ver con este lío. Esa chica nunca supo hacer las cosas bien.

Fantasma oyó un jadeo detrás, y se volvió para ver a Beldre salir de la caverna. La ayudó a salir y ambos caminaron en asombrado silencio por entre la alta hierba. El sol brillaba en el cielo, pero su calor no resultaba molesto.

—¿Qué ha pasado con la ciudad? —susurró Beldre, agarrada al brazo de Fantasma.

Él sacudió la cabeza. Entonces oyó algo. Se volvió, pues le pareció haber visto movimiento en el horizonte. Avanzó, con Beldre a su lado, mientras Brisa llamaba a Allrianne para que subiera a ver lo que había pasado.

—¿Son… personas? —preguntó Beldre, viendo por fin lo mismo que había visto Fantasma. La gente en la distancia los vio también a ellos, y en cuanto se acercaron Fantasma sonrió y saludó a uno.

—¿Fantasma? —llamó Ham—. Chico, ¿eres tú?

Fantasma y Beldre echaron a correr. Ham estaba acompañado por otras personas, y tras ellos Fantasma pudo ver otra trampilla en mitad del prado. Gente que no reconocía, algunos con el uniforme del ejército de Elend, empezó a salir. Ham se acercó veloz, vestido con su habitual chaleco y sus pantalones, y se fundió en un abrazo con Fantasma.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Ham, soltándolo.

—No lo sé —contestó Fantasma—. Lo último que supe es que estaba en Urteau.

Ham miró al cielo.

—¡Yo estaba en Fadrex! ¿Qué ha pasado?

Fantasma sacudió la cabeza.

—No sé si los lugares que conocíamos tienen ya sentido, Ham…

Ham asintió, volviéndose hacia donde señalaba uno de los soldados. Otro grupo de gente salía de un agujero cercano. Fantasma y Ham se acercaron, al menos, hasta que Ham vio a alguien en el otro grupo. Fantasma la reconoció vagamente como la esposa de Ham, que estaba en Luthadel. El violento lanzó un grito emocionado, y corrió a saludar a su familia.

Fantasma fue pasando de agujero en agujero. Parecía haber seis, algunos muy poblados, otros no tanto. Uno destacaba. No era una trampilla, como las demás, sino la entrada inclinada a una cueva. Allí encontró al general Demoux hablando con un grupito de personas, con una guapa terrisana del brazo.

—Me desmayé y recuperé la consciencia —decía Demoux—, pero lo vi. El Superviviente. Tuvo que ser él…, flotaba en el cielo, brillando. Olas de color se movían en el aire, y el suelo temblaba, y la Tierra giraba y se movía. Vino. Como dijo Sazed.

—¿Sazed? —preguntó Fantasma, y Demoux reparó en él por primera vez—. ¿Dónde está?

Demoux negó con la cabeza.

—No lo sé, lord Fantasma. —Hizo una pausa—. Por cierto, ¿de dónde sales?

Fantasma ignoró la pregunta. Las aberturas y agujeros formaban una pauta. Fantasma recorrió la densa hierba, guiando a Beldre, dirigiéndose hacia el centro mismo. El viento soplaba suavemente entre los tallos de hierba que ondulaban. Ham y Brisa corrieron a alcanzarlo, discutiendo ya por algo trivial, Ham con un niño del brazo, el otro alrededor de los hombros de su esposa.

Fantasma se detuvo al ver una mancha de color en la hierba. Alzó una mano, advirtiendo a los demás, y avanzaron con más cuidado. Allí, en el centro de la hierba, había un campo de… algo. Algo pintoresco que brotaba del suelo, con las partes superiores como hojas de colores brillantes. Tenían forma de campanas invertidas, con largos tallos rectos, los pétalos de arriba abiertos al sol. Como si buscaran su luz y quisieran beberla.

—Precioso… —susurró Beldre.

Fantasma dio un paso adelante, moviéndose entre las plantas. Flores, pensó, reconociéndolas de la imagen que llevara Vin. El sueño de Kelsier finalmente hecho realidad.

En el centro de las flores encontró a dos personas. Vin yacía con su capa de bruma, la camisa y los pantalones de costumbre. Elend llevaba un brillante uniforme blanco, con su capa. Ambos estaban cogidos de la mano mientras yacían entre las flores.

Y ambos estaban muertos.

Fantasma se arrodilló junto a ellos, oyendo llorar a Ham y Brisa. Examinaron los cuerpos, buscando signos vitales, pero Fantasma se concentró en algo más, casi oculto en la hierba. Lo cogió: un grueso tomo de cuero.

Lo abrió y leyó la primera página.

«Por desgracia, soy el Héroe de las Eras», decían las delicadas y cuidadosas palabras. A Fantasma le pareció reconocer la letra. Mientras hojeaba el libro, un papel se soltó. Fantasma lo recogió: un lado tenía un ajado dibujo de una flor, la misma imagen en la que había estado pensando unos momentos antes. Por el otro lado había una nota escrita con la misma letra que el libro, que decía:

Fantasma, traté de traerlos de vuelta, pero al parecer arreglar los cuerpos no retorna las almas. Mejoraré con el tiempo, espero. Sin embargo, ten por seguro que he hablado con nuestros amigos, que están felices donde están. Creo que se merecen descansar.

El libro contiene una breve narración de los acontecimientos que hicieron morir y renacer al mundo, junto con unas reflexiones que he hecho sobre la historia, la filosofía y la ciencia de los hechos recientes. Si miras a tu derecha encontrarás un grupo mayor de libros en la hierba. Contienen todo el conocimiento, al pie de la letra, que contenían mis mentes de metal. Que el conocimiento del pasado no se olvide.

Reconstruir será difícil, creo, pero probablemente mucho más fácil que vivir bajo la férula del lord Legislador o sobrevivir a los intentos de Ruina por destruir el mundo. Creo que te sorprenderá el número de personas que huyeron a las cavernas de almacenaje. Rashek planeó muy bien este día. Sufrió mucho bajo la mano de Ruina, pero era un buen hombre que tenía en el fondo intenciones honorables.

Hiciste bien. El mensaje que enviaste con el capitán Goradel nos salvó a todos, al final. La gente necesitará liderazgo en los años por venir. Probablemente, recurrirán a ti. Lamento no estar ahí en persona para ayudarte, pero has de saber que estaré… cerca.

Te he convertido en nacido de la bruma, y he reparado los daños que causaste en tu cuerpo al avivar demasiado peltre. Espero que no te importe. Fue una petición de Kelsier, en realidad. Considéralo un regalo de despedida por su parte.

Cuídalos por mí.

Posdata: Sigue habiendo dos metales de los que nadie sabe nada. Tal vez quieras investigar para ver si descubres qué son. Creo que te interesarán.

Fantasma alzó la cabeza, contemplando el cielo azul extrañamente vacío. Beldre se acercó y se arrodilló a su lado, miró el papel y le dirigió una mirada de extrañeza.

—Pareces preocupado —dijo.

Fantasma negó con la cabeza.

—No —dijo, doblando el papelito y guardándoselo en el bolsillo—. No, no estoy preocupado. De hecho, creo que todo va a salir bien. Por fin.

FIN DEL LIBRO TERCERO