Al recordarlo ahora todo, tendríamos que haber podido ver la conexión entre las brumas, la alomancia y el poder del Pozo de la Ascensión. No solo la visión del alomántico podía penetrar las brumas, sino que también estaba el hecho de que estas giraban levemente en torno a la persona que usaba algún tipo de alomancia.
Más revelador, tal vez, fue el hecho de que cuando un hemalurgista usaba sus habilidades, espantaba las brumas. Cuanto más se acercaba uno a Ruina, más estaba bajo su influencia, y cuanto más tiempo llevaba sus clavos, más se repelían las brumas.
77
Elend se hallaba entre las ruinas de Kedrik Shaw, aturdido, contemplando la destrucción.
Parecía… imposible. ¿Qué fuerza habría arrasado un edificio tan enorme y majestuoso? ¿Qué podría haber causado semejante destrucción, arrasando edificios y varias calles? Y toda la destrucción se concentraba allí, en lo que una vez fuera el centro del poder del lord Legislador.
Elend se abrió paso entre los escombros, acercándose al centro de lo que parecía ser un cráter de impacto. Se volvió en la oscura noche, contemplando los bloques y torres caídas.
—Por el lord Legislador… —maldijo en voz baja, incapaz de evitarlo. ¿Había sucedido algo en el Pozo de la Ascensión? ¿Había explotado?
Elend se volvió, contemplando su ciudad. Parecía vacía. Luthadel, la metrópolis más grande del Imperio Final, sede de su gobierno. Vacía. Gran parte en ruinas, una tercera parte quemada, y la propia Kedrik Shaw arrasada como si hubiera sido golpeada por el puño de un dios.
Elend lanzó una moneda y se impulsó, siguiendo su camino original hacia la zona noreste de la ciudad. Había venido a Luthadel esperando encontrar a Vin, pero se vio obligado a desviarse al sur para sortear un enorme río de lava que quemaba las llanuras en torno al monte Tyrian. Esa visión, junto con el espectáculo de Luthadel en ruinas, lo dejó preocupado.
¿Dónde estaba Vin?
Saltó de un edificio a otro. Levantaba ceniza con cada salto. Sucedían cosas. La ceniza se retiraba lentamente; de hecho, casi había dejado de caer. Eso estaba bien, pero Elend recordó que el sol de pronto ardió hacía poco con sorprendente intensidad. Esos momentos le habían quemado, y la cara le dolía todavía.
Entonces el sol… cayó. Había caído tras el horizonte en menos de un segundo, y el suelo se estremeció bajo los pies de Elend. Una parte de él dio por hecho que se estaba volviendo loco. Sin embargo, no podía negar que ahora era de noche, aunque su cuerpo (y uno de los relojes de la ciudad que había visitado) indicaba que debería ser por la tarde.
Se posó en un edificio, luego saltó, empujando contra el picaporte roto de una puerta. Se estremeció mientras se movía en la oscuridad. Era de noche, las estrellas ardían incómodamente en el cielo, y no había bruma. Vin le había dicho que las brumas lo protegerían. ¿Qué lo protegería ahora que se habían marchado?
Se dirigió a la Fortaleza Venture, su palacio. Descubrió que el edificio era una carcasa calcinada. Aterrizó en el patio, contempló su hogar, el edificio donde lo habían criado, intentando encontrar algún sentido a la destrucción. Varios guardas con los colores pardos de su librea yacían descomponiéndose en el empedrado. Todo estaba en silencio.
¿Qué demonios ha pasado aquí?, pensó, lleno de frustración. Examinó el edificio, pero no encontró ninguna pista. Todo se había quemado. Salió por una ventana rota del edificio superior, y luego se detuvo al ver algo en el patio trasero.
Se posó en el suelo. Y allí, bajo un dosel del patio que había contenido la mayor parte de la ceniza, encontró un cadáver vestido con elegantes ropas de caballero. Elend le dio la vuelta, advirtiendo la espada que sobresalía en su estómago y la postura del suicida. Los dedos del cadáver todavía empuñaban el arma. Penrod, pensó, reconociendo el rostro. Muerto, al parecer por su propia mano.
Había algo garabateado con carboncillo en el suelo del patio. Elend retiró la ceniza, emborronando algunas letras en el proceso. Por fortuna, aún pudo leerlas. Lo siento, decía. Algo ha tomado el control sobre mí… sobre esta ciudad. Estoy lúcido solo parte del tiempo. Mejor matarme que causar más destrucción. Busca a tu pueblo en el Dominio de Terris.
Elend se volvió hacia el norte. ¿Terris? Parecía un lugar muy extraño donde buscar refugio. Si los habitantes de la ciudad habían huido, ¿por qué dejar el Dominio Central, el lugar donde las brumas eran más débiles?
Miró los garabatos.
Ruina… pareció susurrar una voz. Mentiras…
Ruina podía cambiar los textos. No podía fiarse de las palabras de Penrod. Elend se despidió en silencio del cadáver, deseando tener tiempo para enterrar al anciano estadista, y luego arrojó una moneda para lanzarse al aire.
Los habitantes de Luthadel habían ido a alguna parte. Si Ruina hubiera encontrado un modo de matarlos, Elend habría encontrado más cadáveres. Sospechaba que, si se tomaba tiempo para investigar, probablemente encontraría a gente todavía oculta en la ciudad. Probablemente, la desaparición de las nieblas, y luego el súbito cambio del día a la noche, los había llevado a esconderse. Tal vez se habían encaminado a la caverna de almacenamiento bajo Kedrik Shaw. Elend esperaba que no hubieran ido muchos, considerando el daño que se le había causado al palacio. Si había gente allí, estarían atrapados.
Al oeste… pareció susurrar el viento. Los Pozos…
Ruina suele cambiar los textos de modo que son muy similares a lo que decían antes, pensó Elend. Entonces… Penrod escribió probablemente la mayoría de esas palabras, tratando de decirme dónde encontrar a mi gente. Ruina hizo parecer que fueron al Dominio de Terris, pero ¿y si Penrod escribió originalmente que fueron con el pueblo de Terris?
Tenía sentido. Si él hubiera huido de Luthadel, habría ido allí: era un lugar donde ya había un grupo establecido de refugiados, un grupo con rebaños, cosechas y comida.
Elend se volvió al oeste y dejó la ciudad, la capa ondulando con cada salto alomántico.
De repente, la frustración de Ruina tuvo todavía más sentido para Vin. Sintió que tenía el poder de toda la creación. Sin embargo, había hecho falta todo lo que tenía para hacer llegar unas pocas palabras a Elend.
Ni siquiera estaba segura de si él la había oído o no. Sin embargo, lo conocía tan bien, que sintió una… conexión. A pesar de los esfuerzos de Ruina por bloquearla, sentía como si una parte de ella hubiera podido alcanzar una parte de Elend. ¿Tal vez del mismo modo que Ruina podía comunicarse con sus inquisidores y seguidores?
Con todo, su cuasi impotencia era enfurecedora.
Equilibrio, escupió Ruina. El equilibrio me aprisionó. El sacrificio de Conservación… fue para reducir la parte de mí que era más fuerte, para encerrarla, para dejarme de nuevo igual que él. Durante un tiempo.
Solo durante un tiempo. ¿Y qué es el tiempo para nosotros, Vin?
Nada.