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El increíble Lele Mora
Berlusconi jamás olvida que la base de todo su poder está en la posesión de los medios. Máxime —en Italia— de la televisión. Desde ella moldeará al «hombre berlusconiano». Parte central de esta construcción son las mujeres y las grandes fiestas. Pues Il Cavaliere no sólo se propone subyugar a los pobres solitarios/as de su país, sino atraer a sus dominios a los hombres más poderosos del mundo, entre los que se cuenta. Para la tarea, el lazo que empieza por arrojar son las jovencitas hermosas y colmadas por la ambición de la fama. Según encuestas infalibles y algo tristes, el 80% de las chicas italianas quiere trabajar en la televisión, especialmente como actriz. Tener un papel, una parte, aparecer y decir algo, es el sueño de todas ellas. El Hechicero, el hombre al que Berlusconi ha derivado esa tarea, es un personaje impar. Hemos vacilado en detenernos en él. ¿Es un tema teórico sobre los medios de comunicación? Sin duda. Este hombre decide, selecciona, forma, reparte, reemplaza a Berlusconi en cientos de tareas. Es el hombre de la TV. Vive en una Casa Blanca. Viste de blanco. Lo vemos, primero, de lejos. Se ha dejado caer sobre una muy amplia cama, blanca también. Hay almohadas y almohadones por todas partes. Se acerca lentamente a la cámara y sonríe. Es gordito, blanquito, es gay o bisexual o posiblemente no deje de lado ninguna de las posibilidades que el sexo pueda ofrecer. Habitualmente sonríe. Trabaja de hombre feliz y su trabajo le da felicidad. Es célebre e insustituible dentro del esquema de poder mediático de Berlusconi. Tal vez sea un hombre envidiable. Tiene fortuna, mucha. Le sobra el dinero. Vive en una Villa con piscina y vista al mar. No pareciera poseer una conciencia moral que pudiera llegar a atormentarlo. Su vida se desliza al margen de los problemas morales. La moral es la gran enemiga del goce. De la vida intensa, feliz. Nietzsche mismo ha dicho esto muchas veces. Freud condena al hombre maniatado por la cultura. Adorno nos presenta a Odiseo atado al mástil para no ceder ante el canto de las sirenas. Nada ata a Lele Mora. El canto de las sirenas lo seduce y a él se entrega. Al canto y a las sirenas. No tiene ataduras. Sus instintos viven en libertad. La vida se ha hecho para el despliegue infinito de su goce. Le gusta hablar, ir de un lado a otro, mostrar sus posesiones, mostrarse él, que sin duda se considera bello. ¿Desde qué moral decidiremos que este hombre es repugnante?
—Soy blanco y vivo en una Casa Blanca —dice.
La casa está en la costa Esmeralda, en Cerdeña. La tarea de Lele es «atrapar» artistas para los shows televisivos y para las fiestas de Berlusconi. Viaja por todo el mundo.
—Puedo transformar a una persona normal en una estrella de la TV. Me basta educarlo, vestirlo, enseñarle modales y meterle en el cerebro lo que tiene que tener y no lo que tenía, pobrecito.
Alrededor de la piscina están los efebos y las chicas, todos desnudos o casi. ¿Quiénes son?
—Son amigos, personajes de la TV —dice Lele—. Gente trabajadora. Éste es Sasá. Éste es Lorenzo, que surgió en Big Brother II. Los otros son amigos que vienen por aquí a pasar sus vacaciones. A vivir buenos momentos. A Silvio Berlusconi —¿cómo no decirlo?— le debo mucho. Me ha permitido trabajar en sus canales y tener el poder de preparar sus grandes fiestas. Berlusconi e un grande uomo. E un grande lider. Diría que no tiene ideología o un sistema como Benito Mussolini, que igual era una grandísima persona. ¡Ah, sí! Soy muy feliz y entusiasta cuando digo que soy un mussoliniano. No lo niego.
Ahora se ha dejado caer lánguidamente sobre un sofá (también blanco) y se lo ve protegido por numerosos almohadones, blancos también. Su cara blanca, de cachetes rosados, su sonrisa constante, sus ojos vivaces, expresan la imagen de un hombre satisfecho y seguro del lugar que ocupa en el mundo. Siente que nada podrá dañarlo, herirlo, llevarlo a lo que más odia: sufrir. El sufrimiento es la negación absoluta de su estética vital.