35
Jason Statham, un héroe de hoy
Los films de Jason Statham (un actor británico que se ha consagrado en este tipo de productos) son in-creíbles. Pero el espectador no pide otra cosa. Para ver lo creíble está «la vida». O eso que el Poder le construye como «la vida». El cine forma parte de esa construcción. El sujeto-Otro cree que está viendo algo extra-ordinario. Y se trata solamente de la ordinaria manufacturación del exceso que define al cine actual. En los films de Statham todo puede suceder. En una poderosa y muy divertida (porque los productos son divertidos; si no, no funcionarían) remake de un viejo film con un viejo actor de los cuarenta y los cincuenta llamado Edmond O’Brien, Statham es envenenado y morirá en menos de veinticuatro horas. El film (un gran clásico) se llama D. O. A. Raro título. Quiere decir: Dead on arrival (Rudolph Maté, 1950). O sea, Muerto al llegar. Tiene un gran comienzo, de ésos cuando el cine necesitaba apelar a la imaginación. Llega un tipo a una comisaría. Y le dice al sargento:
—Vengo a denunciar un asesinato.
—Qué asesinato.
—El mío.
Al tipo —tal como dijimos— le han inyectado un veneno mortal. En el film de Statham se establece una premisa que justifica todos los desbordes: si el protagonista se detiene, si deja de correr como un loco, muere. Así, ¿por qué causa habría de correr sin parar, como un loco? Para encontrar al que tiene el antídoto. En el film de 1950, el protagonista muere luego de contar su historia. Alguien le pregunta a un inspector:
—¿Cómo caratulamos esta causa?
—Muerto al llegar —contesta el tipo.
Pero ¡hoy no! El del pobre O’Brien era un film noir. Muere mucha gente en los films noir. Statham no muere nunca. Los efectos especiales son tan alucinantes, tan lisérgicos, que una toma lo sorprende a Statham dentro de su coche, la cámara baja en picada, atraviesa la ventanilla, entra en el cuerpo del héroe y se detiene en su corazón y lo vemos latir, y vemos que late desbocadamente y que Statham no sólo aún vive, sino que está tan loco, tan poseído que nada podrá detenerlo hasta conseguir el antídoto. Consigue el antídoto, mata al villano, y a decenas de sus subordinados y se va tranquilo, tan vivo como desde el comienzo se propuso seguir. Hasta ver este film nunca había visto a la cámara bajar sobre un auto, atravesar la ventanilla y entrar en el cuerpo del héroe hasta su mismísimo corazón. Para ver estas cosas hay que saber entregarse a ellas. Hay otra gente, y va a ver Pivellina, que también vi. Pero son experiencias laterales. Los productos importantes del cine actual se hacen para anonadar al espectador. Para someterlo con lo increíble. Lo que no puede ser. Lo que no se puede creer pero se cree, porque para gozar del espectáculo hay que creer en él. O reírse. O decir: «¡Qué locura, qué disparate, esto no puede ser!». No, pero es.
La reciente película de Statham se llama Parker (2013) y supera todos sus límites anteriores. Su coestrella es la sinuosa latina JLo (Jennifer López, después de Statham en el cartel). Statham mata tanta gente en este film, con tanta indiferencia, tanta impiedad, que JLo, indignada, le pregunta:
—¿Cómo hace eso?
—¿Qué?
—Matar tanta gente. Como a perros. Sin importarle nada.
—Es mi trabajo.
—Elija otro. Uno más humano.
—Éste es humano. Yo soy humano. ¿O qué soy? ¿Una ardilla?
—¡Usted es un monstruo! ¿Cómo puede dormir de noche?
—A partir de las siete de la tarde, no tomo café.
Todo el auditorio estalla en una carcajada unánime. Al guionista que se le ocurrió esa respuesta le aumentan el sueldo y le aseguran un próximo trabajo. Ya vamos a ver el análisis que hace Julian Assange de los soldados que matan civiles desde los helicópteros en Irak.