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Las callecitas de Buenos Aires

Supongamos que le preguntamos a la maestra del agrarista:

—¿Usted dijo eso?

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque lo estudié en los libros que tuve que leer para llegar a ser maestra.

—¿Y les creyó?

—¡Por supuesto!

—¿Por qué?

—Porque fueron escritos por grandes hombres. Hombres de honor. Hombres que jamás mentirían.

—¿Por qué?

—Porque han sido hombres de honor.

—¿Por qué?

—Se lo dije: porque han sido hombres de honor.

—¿Cómo lo sabe?

—Porque siempre se ha dicho.

Aquí, la maestra —que, si no se rebela, es un pobre ser que alguna vez descubrirá que dijo lo que le dijeron que tenía que decir durante toda su vida— incurre en el «se dice». «Son hombres de honor». «Siempre se ha dicho». Claro: se viene diciendo desde siempre. Se dice en los grandes diarios. Se dice en los libros de texto. Se dice en los retratos que están colgados en el escritorio del director de la Escuela. Se dice en los nombres de las calles de Buenos Aires. Lo dicen las poderosas estatuas de la gran ciudad. Todo es una enorme organización para sostener la visión que el Poder tiene de la Patria, que le pertenece. En el barrio de Belgrano —en una zona muy concheta— hay dos calles que casi nadie sabe por qué se llaman así. Todos las nombran, incluso los que allí viven saben que ésa es su dirección, pero la mayoría no averiguó la razón de esos nombres. Es así. Esas calles se llaman así y basta. Más aún: que nadie pretenda cambiarles sus nombres porque sería un desquicio para los automovilistas. Son las calles: 3 de Febrero y 11 de Septiembre. Son fechas que celebran triunfos porteños, triunfos de Buenos Aires sobre la idea federalista. El 3 de febrero fue derrotado el general don Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros. Urquiza entra en Buenos Aires y se transforma en el hombre fuerte de la ciudad. Pero continúa manteniendo el federalismo. ¿Cómo podía ser esto? Así, el 11 de septiembre de 1852 —aprovechando un viaje del general entrerriano a Santa Fe buscando formar parte de un Congreso Constituyente— los porteños se levantan en armas contra el Director Provisorio delegado, general Galán. ¡Es el gran golpe del porteñaje! Se adueñan de la ciudad y uno de los dirigentes revolucionarios, que empieza en esa jornada impecablemente simbólica para él a surgir a la contemplación de todos, se destaca en los hechos: Bartolomé Mitre, el fundador del diario La Nación, símbolo imperecedero del poder agrario y financiero en la Argentina. Vemos, entonces, que esas calles que se dicen sin pensar, que se pregunta:

—¿Me podría informar para dónde tengo que salir para encontrar 11 de Septiembre? Digamé: ¿como para dónde queda? (Éste es un grasa perdido en un barrio de conchetos. Lo denuncia ese: ¿como para dónde queda?).

O también:

—¿3 de Febrero es por aquí o estoy muy lejos?

Que esas calles, decíamos, no se llaman como se llaman por casualidad, porque sí, porque alguien recordó a su abuelita y dijo esa fecha y otro algo semejante. No, señor. Usted, aunque no lo sepa, a 3 de Febrero y a 11 de Septiembre las lleva grabadas a fuego en su conciencia ciudadana obediente, su conciencia-Otra, in auténtica, inconsciente. Usted tiene incorporada la filosofía del Poder. Todo está organizado para que así sea. Usted vive rodeado de los símbolos del poder más concentrado y tradicional de la Argentina[42]. Está rodeado de la materialidad del Poder. Por eso, cuando nuestro querido compañero Osvaldo Bayer quiere tirar la estatua de Roca sabe (porque él lo sabe aunque lo siga pidiendo) que tendrá que tirar antes el Poder terrateniente que se benefició con la «conquista» del desierto. Ese monumento está ahí y ahí se queda. La estatua de un general —en un país como el nuestro, que se hizo por medio de terribles matanzas— expresa la voluntad de las clases dominantes de asumir el espíritu de ese general, del cual se sienten herederas, para sofocar cualquier insurrección contra eso que Videla llamó «nuestro estilo de vida» y muchos no entendieron. Todos podemos tener «nuestro» estilo de vida. Luca Prodán, por ejemplo, tenía su estilo de vida. Batato Barea también. Pero no es ése el que mencionó Videla. Es el estilo de vida de los patricios que «hicieron» el país. El país que hay que conservar. Que dejarán cambiar hasta cierto punto. Pero no más. Cuando aquellos a quienes —por ciertas circunstancias— han cedido el Gobierno y el Estado, jamás el Poder, se extralimiten, vayan más allá de lo permitido por el «estilo de vida argentino» volverán a desatar sus guerras de exterminio. ¿Por qué el régimen desaparecedor se llamó Proceso de Reorganización Nacional? Porque, como cualquiera puede ver en cualquier libro de la corriente historiográfica liberal, el período 1852-1880 es el llamado de la organización nacional. La organización nacional culmina con Roca exterminando a los indios. La reorganización nacional con Videla lo hace exterminando a los «subversivos». Los dos, defendiendo el estilo de vida argentino[43].

Filosofía política del poder mediático
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