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Einstein le hace a Roosevelt la bomba atómica que arrojará Truman
«En mayo de 1947, el Comité delegado de la Cámara de Representantes para entender en “Actividades Anti-Americanas”, presidido en aquel momento por el diputado J. Parnell Thomas, comenzó a realizar su viejo proyecto de investigar los alcances del comunismo en Hollywood. En audiencias privadas, que se celebraron en el Biltmore Hotel de Los Ángeles, el Comité tomó declaración a catorce personalidades anticomunistas, luego llamadas “testigos amistosos”, que incluían a Robert Taylor, Adolphe Menjou y Lela Rogers, madre de Ginger Rogers. Sus testimonios comprendieron el rodaje de films prosoviéticos de 1943, como Sombras en la nieve (Song of Russia) y Misión en Moscú, sobre el agregado de líneas presuntamente procomunistas a diálogos de films menores y sobre la abundancia de comunistas en gremios de la cinematografía, particularmente en el sindicato de libretistas. [¿En qué otro lugar si no? Un film requiere una historia. A veces no y muchos se jactan de ello, menos los espectadores, que no entienden de qué se jactan los jactanciosos.] Dos semanas después, el Comité emitió un manifiesto relativo a la propaganda comunista en el cine norteamericano y a la que consideró perjudicial influencia de Roosevelt y su grupo político al promover la realización de films prosoviéticos durante la guerra (Roosevelt había fallecido en abril de 1945, poco antes de que la guerra terminara)»[79]. Esta muerte de Roosevelt llevará a la Presidencia al demócrata Truman. Nada permite pensar que el primero no autorizara —como lo hizo el segundo— arrojar las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. De hecho, ese viejecito simpático y «sabio» que se llamó Albert Einstein fue el que propuso a Roosevelt el proyecto de la Bomba. Se llamó Proyecto Manhattan y se inició en 1939. Si pongo «sabio» entre comillas es porque siempre me ha causado triste hilaridad que se llame «sabios» a los científicos alejados de casi toda realidad que se consagran a enviar cohetes a la Luna, a buscar el origen del Universo o a diseñar bombas nucleares sin preocuparse dónde serán arrojadas, o si lo serán o no. Ellos, meramente, las hacen. En eso consiste toda su sabiduría. El resto lo delegan a las manos erráticas moralmente de los políticos y los militares.