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Algunas chicas de Tinelli
Sería perder el tiempo indagar en Tinelli en tanto persona. No sé cuál fue el año —éste o el anterior— en que abrió su temporada con un rating que conmovió a todos. El número del éxito abrumador rondaba o se acercaba como resultado de un milagro que nadie había previsto al 50%. Se instaló una certeza: la mitad del país miraba a Tinelli. ¿Qué ofrecía? Basura. He analizado programas suyos buscando algo, un más allá de la pavada, de lo guaso, lo soez, lo ridículo o lo pornográfico. Nunca lo encontré. Su aspecto es agradable. Tiene una sonrisa que podría lucir en otro contexto. Pero se empeña en ser —cada vez con mayor convicción— lo que viene siendo desde dos largas décadas. Fruto de la devastación cultural que fue el menemismo, sigue ejerciendo esa estética con las permisividades que los tiempos le abren. Su torpeza como conductor lo lleva al exceso de casi meterse el micrófono cerca de alguna muela y además gritar. Algo, sin embargo, debe tener. A Mastroianni —cuando vino a filmar una película en la Argentina— le gustó mucho. «Vi el programa de ese muchacho con esa sonrisa tan linda. También estaba lleno de lindas chicas. Antes, cuando yo veía tantas lindas chicas en seguida ¡tac!». Y hacía un gesto que indicaba una erección súbita, feliz. Luego confesaba: «Ahora, nada». Mastroianni y Gassman sufrieron su decadencia hormonal —que asociaban a la cercanía de la muerte— como pocos. Gassman tuvo una depresión de dos años. Fue, para él, horrible. Mastroianni descubrió la finitud y la expresó como pocos: «Cuando yo era niño creía que la vida era un largo, larguísimo camino que se extendía entre un pueblo y otro, donde terminaba. Pero el camino era tan largo que nunca pensaba en ese otro pueblo. Nunca. Hasta que descubrí que estaba equivocado. El pueblo no estaba lejos. Estaba aquí nomás. Era el siguiente. Era el vecino».
Tinelli entró en la verdadera pornografía cuando acudió a minusválidos para entretener a su insaciable audiencia. Hizo bailar a una enana. A un tipo que le faltaba una pierna y usaba una muleta. Disfrazó eso de generosidad. De hacerles sentir que eran iguales, que estaban tan vivos como cualquiera. También usó a un minusválido mental. Desbarrancó de nuevo cuando una de sus chicas hizo tantos malabarismos en su número que la tanga-hilo dental se le salió y les mostró a todos no otra cosa que su vagina. Se le armó un lío bárbaro. Una panelista de no-sé-qué programa dijo: «Lo próximo que vamos a ver es un acto sexual en vivo». Tiene razón. Tinelli está llegando a un límite peligroso para él. El acto sexual ya se practica, pero sin penetración y aún (salvo en el accidente mencionado) no se ven genitales. Pero toda la gestualidad de los bailarines (algunos son buenos y se han preparado bien) les da a las posiciones sexuales un verismo ultrarrealista.
El centro del problema no reside en Tinelli. Si no es él, habrá otro. A esta altura seguramente es su propio productor. Pero el canal que lo contrata, ¿por qué lo hace? Porque a la gente le gusta. Y no: eso es falso. A la gente termina por gustarle eso que todos los días le tiran por la cabeza. Pero si se intentara algo mejor, de a poco los gustos irían cambiando. Eso es precisamente lo que Tinelli y todo lo que gira a su alrededor quieren impedir. Que algo cambie. En tanto tengan atornillados a sus sillones a todos los mira-culos del país, todo irá bien[123].
Aquí van algunas de las chicas que bailan y muestran lo que tienen en el show de Tinelli.
Cinthia Fernández: Ya la mencionamos. Es la del famoso desnudo total. Tomamos de Internet lo que de ella se dice: «El desnudo total de Cinthia Fernández en Showmatch. La bailarina mostró todo sobre el final de su coreografía y después pidió perdón por Twitter». No fue la primera que apareció esa noche. Pero el ser la segunda no le incomodó y posiblemente la haya inspirado. «La segunda en aparecer en escena fue Cinthia Fernández, quien, primera vez, ingresó vestida, y como diosa griega. “Dejá de decir que tengo novio porque me espantás a los candidatos. Estoy sola. Estoy muy celosa, vos con Larissa (Riquelme) tomaste champán. ¿A vos te gusta el vino? Después de la coreo te va gustar. Después vamos a tener que tomar vino los dos y te voy a decir cómo. Yo estoy quenchi”, le dijo a Marcelo Tinelli. Finalmente, Cinthia hizo su coreografía y logró sorprender a todos los que se encontraban en el estudio, incluso a sus padres que fueron a verla. La bailarina no sólo se sacó el corpiño, sino que, sobre el final de la coreografía, su soñador le tiró vino y después se sacó la bombacha, provocando un desnudo total, que se vio en cámara. Esta no es la primera vez que la vedette hace un desnudo. Cinthia apareció en la portada de la última edición de Playboy. Ante el silencio absoluto de Marcelo Tinelli y su desconcierto, el jurado la puntuó de la siguiente manera: Graciela Alfano (9), Flavio Mendoza (9), Moria Casán (voto secreto), Aníbal Pachano (7) y Marcelo Polino (3). Total: 28 puntos».
Hay un error en esta descripción. Tinelli, lejos de desconcertarse, hizo su habitual papel de qué horror, lo que estamos viendo, no, no, ¡noooooo! Que no es desconcierto. Él no desconoce nada de lo que va a pasar en su lujoso e iluminado y carísimo burdel. Finge no saberlo. Así, se escandaliza del escándalo, se deslumbra con un buen baile, exagera cuando la cosa se pone caliente o hot, según hay que decir, exagera y exclama: Epa, guarda, qué es esto, se viene, eh, se viene. Si a alguna chica casualmente se le escapa una teta: Ah, no, así no. Eso es demasiado. ¿Vieron lo que yo vi? ¿Qué cosa, eh? Tiene lo suyo esta chica.
Larissa Riquelme: ¿Quién no conoce a Larissa? Se hizo célebre en el Mundial de Fútbol 2010. Es paraguaya e hinchaba por Paraguay. Tenía un escote que se desbordaba en cualquier momento. Tiene una cara bonita. Hasta asoma en ella algo de Sean Young cuando Sean Young era Sean Young. No tiene la finesse de Sean Young. Pero esto la hace más latina y carnal y accesible para el imaginario de la gilada. Hacía calor en el estadio. Las tetas de Larissa brillaban bajo el calor sudafricano. Con toda su pasión latina gritaba por su equipo. Le sacaron fotos desde todos los ángulos del Estadio. La foto de Larissa quedará para la posteridad. Lleva un vestido rojo, cuando grita saca su lengua de perdición, sus tetas son grandes y se ven naturales y, por si fuera poco, entre ellas ha sujetado su teléfono celular. ¡Esto le dio la gloria! Shakespeare es glorioso, pero ¡vean todo lo que tuvo que escribir! Martha Argerich ganó el concurso Chopin, pero ¡cuánto talento tuvo que tener! Hay miles y miles de mujeres inteligentes, brillantes en Suramérica y yo estoy escribiendo sobre Larissa Riquelme. Helen Mirren es una gran actriz, pero Larissa es más linda y más sexy. Pamela Anderson casi siempre se ve muy puta, pero Larissa le pasa por encima. La declaran la Reina del Mundial de 2010. ¿Por qué? ¿Cómo por qué? ¿A quién se le ocurre preguntar por qué? Porque se puso el celular entre sus tetas, señores. Y a cobrar.
De ahí saltó a la fama, a los radioteatros, a los desfiles de modelos. Y a Marcelo Tinelli. Llega a Showmatch del modo que le gusta llegar a todas partes. Bailando como una niña, juguetona, inocente, todo lo que hace de inocente nomás lo hace. Si besa a un jurado y le pasa la lengua entre los labios y se la hunde un poquito y después sale saltando exhibiendo su superculo, es de inocente que lo hace. Es Caperucita Roja saltando en el bosque después de haberse echado la mejor cogida del mundo con el lobo o con todos los lobos del bosque, pero siempre rumbo a casa de la abuelita, con su pequeña canasta, libre, inocente. Cuando llega a casa de abuelita se encuentra otra vez con el lobo. De un saltito lleno de gracia se mete en la camita y lo viola.
A Tinelli lo llena de besos, él juega al que no quiere, al que lo supera la situación, al que lo intimida esa niña tan lúdica, fiestera.
—¿Dónde te gusta que te besen, Marcelo?
—Eh, eh… En el cuello.
Larissa le revienta el cuello. Tiene un acento que suena más latinoamericano que paraguayo.
—¿Y sabes dónde me gusta a mí?
—Eh, eh… Ni idea, Larissa.
—También en el cuello.
Tinelli ahí la besa y toda la hinchada «¡Bravo, Marcelo! Es tuya».
¿Será suya? Antonio Gasalla fue jurado por un tiempo de Showmatch. Duró poco. Era previsible. Cobró unos pesos y se fue. A la salida lo detienen los periodistas.
—Antonio, ¿se fue de Showmatch?
—Sí.
—¿Qué tal su experiencia ahí?
—Una mierda.
—¿Y las chicas son tan lindas como se las ve en la tele?
—Bua, ponele que sí.
—¿Tienen novio o están libres?
—Mirá, querido, no sé si tienen novio. Pero Tinelli se las coge a todas.
(Probablemente, Gasalla se refiriera a las chicas del coro, las que gritan, chillan o vociferan algunas guasadas que suponen humorísticas. Estas chicas eran llamadas «Las Tinelli’s»).
Luciana Salazar: No recuerdo en qué año fue. Todavía daba clases para la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino. Tenía cientos de alumnos. Una vez llegué a 950 y tuve que dividir el curso. En fin, una coyuntura favorable. Luego bajó algo por mi presencia en los medios: en Encuentro, en Continental y por fin en Radio Madre. El caso es que decidieron que estaba gordo y tenía que hacer ejercicios. Me enviaron a un gym de un amigo del director de la Fundación: Adolfo, flor de tipo. Fui un tiempo y me escapé. Después insistí, pero Adolfo ahora tenía su gym en el shopping Paseo Alcorta. Fui. Todo muy coqueto, lujoso, high level. Pero me limité a que Adolfo me dirigiera en mi maratón hacia el adelgazamiento y —por qué no— la imparable fortaleza de mis bíceps, la dureza de mi estómago y tantas otras cosas más. Adolfo era divertido. «¿Lo ves a ése?». Había un tipo con un cuerpazo impresionante. Tenía músculos hasta en la nariz. «¿Qué te puedo decir? Ojalá tuviera ese lomo», le dije. «No te preocupes. En la cabeza tiene un tornillo». Menos mal, qué consuelo. De pronto me dice: «¿Sabés quién está atrás tuyo?». «Ni idea». «Mirala». Me di vuelta. Corriendo en la cinta a una velocidad con la que superaría fácilmente al Correcaminos había una rubia con el pelo recogido, vincha, pantaloncitos hasta algo más allá de la rodilla, pequeña, delgada y con un top. «Es Luciana Salazar», me dice Adolfo. No fui más. La posibilidad de la súbita aparición en el lugar de un periodista de esas revistas amarillas y tan reñidas con la verdad y tan (por decirlo claro) tira-mierdas con ventilador nuclear que saca Fontevecchia, me decidió a huir y a seguir gordo y tranquilo. Un día que andaba cerca lo fui a saludar a Adolfo. «Nunca te mostré el lugar donde preparamos los glúteos». Estaba apartado y cubierto con una gran cortina oscura que lo rodeaba, ya que era circular. Había de todo ahí. Sólo algo me llevé: pude casi sentir físicamente el sacrificio que implicaba para las mujeres que entregaban sus vidas a la fortaleza de sus glúteos todo lo que ahí se les hacía. Era duro tener un culo duro.
En cuanto a la chica Salazar, la vi en la revista Gente compartiendo una foto con el revolucionario líder de la Federación Agraria Argentina, el señor Buzzi. Ella posaba metiéndole su rodilla izquierda entre las largas piernas del combativo agrarista. Él se hacía el distraído. ¿Tampoco sabía qué era ir a una fiesta de Gente? Cuando a alguien le empiezan a gustar los sensuales chisporroteos del poder es peligroso. Sobre todo para un hombre que dirige una Federación obrera. Yo salí rajando del gym, al que fui confiando en mis amigos, en el director de la Fundación y en Adolfo. Pero Buzzi fue feliz. ¡Al fin estaba donde le gustaba estar! En el mismísimo frívolo centro del poder mediático. Ahí se quedó.
Salazar hace un número en que se ven tres círculos en una pared escenográfica. Cada círculo está cubierto por un papel delgado. La Luly pregunta a su invitado: «¿Qué modelo preferís?». El tipo no entiende bien, pero dice: «La del centro». Y de ese círculo, el del centro, ¡plop!, brota un ultraculo a través del papel. «¿Querés tocarlo un poquito?», pregunta Luly. Eso, el ultraculo, era la modelo. La modelo era el ultraculo y el ultraculo era la modelo. No había nada más ni nada más importaba.
A Luly Salazar, además de acusarla —sin duda cruel e injustamente— de hacer uno que otro video porno con el nombre de Lucy in Love, le dicen «La Pamela Anderson argentina». Ignoro, tal vez como ella misma, si ser eso es bueno o es malo. Hace tiempo que se la ve menos. Estos trabajos no duran mucho. Si uno observa a algunas integrantes del jurado de Showmatch, comprueba en qué se van convirtiendo, por medio de las cirugías, estas hoy bellas señoritas, mañana irreconocibles. Las siliconas no solucionan nada. Todo vuelve a caerse. Las tetas persisten en ser lo que son, como la sustancia spinociana. Hay un chiste que surgió tal vez el mismo día que la señora Moria Casán tuvo un niño: «La leche me la tomo», dice el niño. «Las siliconas las escupo». Cosas del humor popular. Suele ser poco piadoso.
Carla Conte: La furia de los esclavos de la TVBasura contra cualquiera que escape del molde establecido suele ser brutal e hiriente. Créase o no, se apoderaron de la palabra «cosificación» y la usan en el modo de la burla. «Ahora las mujeres no quieren que las cosifiquen». «Pero ¿quién se cree que es Carla Conte?». «¿Cómo le hace eso a Tinelli?». Al hacérselo a Tinelli se lo hace a todas. Cuando uno se rebela, el sometimiento de los otros se torna más evidente. Sólo uno hace falta. Ahí el espectador se asombra: «Uy, mirá lo que hizo esa mina. Lo dejó pagando a Tinelli». Ahora nada se oculta. Todos quedan al descubierto. Tinelli maneja todo. Hace lo que quiere. Humilla a todos. El jurado juega a pelearse, a prometerse agresiones judiciales feroces, los insultos van y vienen. No es así. Todo eso es mentira. Lo organizó Tinelli. Tinelli hizo de su programa la jubilosa apología de la culocracia. Es la gran fiesta del ultraculo. Los que manejan las cámaras también hacen su tarea. Tinelli se los dijo: «Enfoquen los culos. Sobre todo los culos». ¡Y cómo cumplen los magos en perseguir culos, tetas y vaginas si alguna aparece «casualmente»! Muestran tanto exceso que un muchacho que andaba por la segunda semana de matrimonio confesó alegremente: «Mucho mejor que en casa». Pobre pibe.
El conjunto «Los Teklas» empieza con una tonadita que dice: «Corta la pollerita, Tinelli». Se las pidió Tinelli, claro. ¿Qué es cortar la pollerita? Las chicas bailan con polleritas bien cortonas. Al concluir su número el pícaro de Tinelli, tijera en mano, les corta las polleritas. Las chicas quedan en tanga hilo-dental. No bien se dan vuelta, la Cámara se les hunde en lo que nuestro —suponemos— bien recordado Quevedo Villegas llamaba «el ojo del culo». Todas felices. Todo es así. Tinelli es así. Hay que calentar a la gilada. El primero en saberlo es Tinelli. ¡Vamos, que todos digan «mucho mejor que en casa»! Sí, idiotas, mucho mejor que en casa, pero arréglense con lo que tienen en casa porque un culo de estos es carísimo.
Un acto de libertad siempre rompe con lo establecido. Es la disonancia en un concierto que debía sonar armónico y perfecto. Es el huésped no esperado. ¿Quién invitó a la libertad al reino de la idiotización y el sometimiento? La bailarina y hoy conductora de programas de TV Carla Conte había hecho su baile y se retiraba. Tinelli fue a cortarle la pollerita. «¡Corta la pollerita, Tinelli!». Carla Conte le dijo: «¡No!». Claro y potente. Tinelli habrá creído que era una broma. ¿A él? ¿Cómo a él una mujer le va a decir que no, si él hace lo que quiere, es el dueño de todo, si quiero no trabajás en ningún otro lado, nena, o no lo sabés? Insistió y nada. Conte decía no y defendía su pollerita ante el avance temible de la tijera. Además, dato curioso, no tuteaba a Tinelli ni Tinelli a ella. Se salió con la suya. La llamaron de muchos programas. Por esos días fui a TVR, un programa al que suelo ir porque Schultz y Rago me caen bien. Ahí dije un par de frases sobre el acto de libertad de Conte. Después fue ella y Schultz decidió aporrearla un poco con su pasado. Parece que Conte, seis años atrás, trabajaba en un programa de nombre Call TV. «¿Y qué querés? Tenía que trabajar». «Pero decían que tenías las mejores tetas del país». Conte se ríe: «Eso es cierto. Pero apenas me dijeron Nena, date vuelta. Y me lo dijeron para poncharme la cámara en el culo, me fui». Conte —ciertamente— tiene las mejoras lolas del país. ¿Por qué? Porque no se puso ni una silicona, nada. Un milagro en el siglo XXI: unas lolas naturales. Tampoco su ciber-culo lo es. Porque está intacto. Lo habrá trabajado en el gimnasio. Al ser natural no es un ciber-culo. No es un culo tinelliano.
Ahora Conte dirige un programa de entrevistas por TV. Le dicen: «Carla, te equivocaste». Es una canción. Y sigue así: «Con esas gomas el éxito estaba cerca. Ahora que te disfrazaste de Nietzsche y de Freud no llegás más». En su programa invitó a Macri. Le hizo una pregunta que atragantó la sesera del pibe. Ni idea tenía. Al despedir al líder de la culta Buenos Aires, su compañero de programa le pide a Macri lo que toda la derecha ya se hartó de pedirle: «Queremos seguridad, Gobernador. Seguridad. Seguridad». Conte lo interrumpe y dice: «Callate. Ma qué seguridad. Queremos salud, educación, Gobernador». Le dedicaron otra canción: Esa chica tiene swing. Muy divertida y pegadiza.
Le va a ser difícil. Una mujer bonita que —en un mundo trazado por las leyes tinellianas— entre sus tetas y su inteligencia elige su inteligencia, tendrá muchas cosas en contra. Pero, apuesto que gana. Esta chica tiene swing.
Charlotte Caniggia: Cómo se han divertido con esta chica indefinible, única. Es la hija (muy dotada físicamente, aunque torpe, sin gracia y con un alto índice de descerebramiento) del jugador de fútbol Caniggia y de Mariana Nannis, figura impecable de la década menemista en que hacía alarde de sus compras millonarias mientras el país se vendía y millones se precipitaban en la marginalidad, la extrema pobreza y el resultado de esas dos cosas: la delincuencia.
Charlotte aparece en Showmatch y Tinelli empieza su reportaje. Ahí cerca, la mamá vigila. En cierto momento, él dice:
—¿Te clavarías una birra?
—¡No!
—Pero ¿qué tomás?
—Shampein.
Aquí, la chica ET ha lanzado la frase del éxito. Diversos conjuntos musicales graban —en torno a ella— divertidos temas. Siempre llega un momento en que la música se detiene y surge la voz de Charlotte: ¡Shampein! El tema se llama, sí, Shampein[124].
Interviene Moria Casán, que logra lucirse. ¡También, al lado de Charlotte, es robo!
—Nena, vos sos argentina. Decime, ¿dónde queda nuestro país? ¿En América del Norte, Central o América del Sur?
—No sé —responde Charlotte como si volviera a decir Shampein.
Dice que no va a los shoppings argentinos porque tienen poca mercadería. Dice que se baña en Shampein. La revista Caras organiza una producción. Llena de champán Dom Pérignon una lujosa bañera y ahí entra Charlotte a darse su baño predilecto. Caramba, Fontevecchia, en un país y en un continente donde hay tanta pobreza tirar el dinero de ese modo casi supera la frase de María Antonieta sobre los pasteles en reemplazo del pan para los pobres.