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Mentiras que matan
Ésta es la película. La más lúcida, la más despiadada, la que sólo Hollywood puede hacer contra su propio sistema de dominación. Desmitificadora, una carcajada en la cara del Poder y del público norteamericano. Una bofetada en la cara de la Humanidad. La risa que dice: «Ustedes creen todo el tiempo lo que les hacen creer. Los medios han llegado a un nivel de perfección, de irresponsabilidad y de falta de valores morales que no hay nada que los detenga, nada que signifique para ellos un valor superior al de sus propios intereses, los que defienden, los que en cada coyuntura les interesa defender, porque esos intereses pueden variar coyunturalmente. Sólo hay algo que no varía nunca: la capacidad infinita de mentir en nombre del único valor en el que creen: ellos mismos. La permanencia de lo que sostienen. Que es, hasta morir, la propia». Para decirlo todo: el poder mediático se ha convertido en la máquina de mentir más efectiva, más irresistible de la historia humana. Y David Mamet —el talentoso guionista de Mentiras que matan— consigue demostrarlo.
Se trata de un film de 1997. Inesperadamente fue favorecido por el escándalo Lewinsky-Clinton. La coincidencia fue excepcional. Clinton-Lewinsky no podrían haberle hecho mejor propaganda al film salvo que se lo hubieran propuesto. «La otra razón para que el segundo mandato de Clinton pareciera tan insustancial es, por supuesto, Monica Lewinsky. Bastante tinta se ha desperdiciado ya sobre el escarceo de Clinton con la becaria, su negación del mismo y el fallido intento de los republicanos por emprender un proceso de impeachment contra el presidente». Es posible que se haya desperdiciado tinta en este escarceo presidencial, pero no es menos cierto que se seguirá desperdiciando o no ese elemento, tinta. Y el motivo es —suponemos—, Mentiras que matan. No es común que un evento de trascendencia internacional como el de Clinton-Lewinsky haya sido precedido por un film que casi lo anunciaba. No es casual que un film —formidable además— encuentre, poco después de su realización, un atestiguamiento, un visto bueno de la real-realidad a su temática. «Una investigación sobre un asunto inmobiliario en Arkansas acabó analizando una serie de sórdidos, pero sin duda privados, encuentros sexuales en el Despacho Oval. El coste total fue de unos cincuenta millones de dólares, sin que se pudiera demostrar que Clinton había hecho nada ilegal. La réplica de los conservadores en el sentido de que Starr [Kenneth Starr era un fanático republicano que se había arrojado como el más maligno de los sabuesos a demostrar la culpabilidad sexual de Clinton] había pillado al Presidente en la mentira más flagrante de nuestros tiempos (“No he mantenido relaciones sexuales con esa mujer”), y las medias verdades de Clinton dieron como resultado que se lo incapacitara para la práctica de la abogacía en Arkansas». Notable precedente que establecen los republicanos para el ejercicio de la abogacía en Arkansas: «En este Estado de hombres cristianos, buenos padres de familia, fieles a sus esposas e infalibles asistentes a la Iglesia los días domingo para escuchar el sermón del párroco, nadie podrá ejercer la abogacía si se ha ligado un pete de alguna prostituta judía, más aún si ese pete parece haber sido de primera y haber proporcionado al que lo recibió un goce lujurioso que lo haría justo merecedor, no sólo del castigo de no ejercer la abogacía en Arkansas, sino del mismísimo Infierno». Así es la derecha norteamericana, en cuyas manos el suave Obama está permitiendo que el país se deslice una vez más, para alegría y seguridad del entero mundo. Ahondando la cuestión: «El escándalo de la relación sexual con Monica Lewinsky pareció, posiblemente, un golpe armado con la cooperación del Mossad, servicio secreto de Israel, ya que los círculos extremistas del Likud, a los cuales pertenecía el primer ministro Binyamin (Bibi). Netanyahu, se oponían a la profundización de las negociaciones de paz, sobre todo el retiro de las tropas israelíes de la ciudad de Hebron (…). Y el escándalo de la relación de Clinton con Monica Lewinsky ocurrió en medio de las negociaciones del proceso de paz en Palestina, en el marco de los acuerdos de Oslo, a los cuales se oponían los elementos de la extrema derecha (…). Entre tanto, el padre de Monica Lewinsky, el doctor Bernard Lewinsky, un rico oncólogo judío, rompió el silencio y acusó al procurador Kenneth Starr de estar promoviendo una investigación como en la “McCarthy-era”, en una entrevista de la televisión ABC».