31

Con el tiempo comprendí que El Merluza, siempre generoso y bienintencionado, tenía razón. No se trataba solo de no provocar a compañeros que no volvería a ver, sino de algo más delicado: mis comentarios sobre Cuba podrían llegar a los encargados de otorgar el permiso para cruzar el Muro. Ser visto como anticubano podría entorpecer mi salida del socialismo.

—Hay que andarse con pies de plomo —me advirtió El Merluza mientras caminábamos otro día cerca de la frontera, en Potsdam.

—¿Este murito no les plantea ninguna duda? —pregunté.

Yo intuía que El Merluza era un izquierdista de mentalidad abierta y tolerante, no un dogmático que daría a conocer mis comentarios.

—El imperialismo puso todos sus recursos a disposición de Europa Occidental, en general, y de Berlín Oeste, en particular —afirmó—. El otro lado es una vitrina de Occidente para luchar contra nosotros, compañero. Llenan de mercancías las tiendas y construyen edificios modernos cerca de la frontera. Pero la RDA, pese a la escasa ayuda que recibió de la URSS después de la Segunda Guerra Mundial, no lo ha hecho mal. Si lo miras bien, y tal como dijo Fidel cuando vino a la RDA, es aquí donde tuvo lugar el milagro alemán.

Recordé una nota de la revista Der Spiegel, que había leído en la biblioteca del Ministerio cubano de Relaciones Exteriores, donde enseñé alemán mientras estuve casado con Margarita. Allí aparecía una foto de Fidel junto a la Puerta de Brandeburgo, a metros del Muro. Corrían los años setenta, el máximo líder fumaba un Lanceros, pensativo. La publicación era breve: «Fidel: la suerte de construir el socialismo en una isla». En efecto, Cuba también tenía un muro: el mar Caribe. No era color hormigón ni necesitaba minas antipersonales. No. Era turquesa y estaba cuajado de tiburones.

—¿Qué opinan los compatriotas del Muro? —insistí, señalando hacia una torre de los guardafronteras que se divisaba a lo lejos.

—No hablan del tema. Es tabú. Y tú lo sabes.

Era cierto. Nadie se refería a die Mauer en público. A veces, en medio de la noche, se escuchaban gritos de «alto», seguidos de disparos de armas de activación automática, el estampido de una AK-47 y por último el ronroneo de los jeeps Trabant. De quienes caían heridos o morían desangrados a sus pies, solo reporteaban los medios occidentales.

El Muro se denominaba en forma eufemística «valla de protección antifascista», como si al otro lado los germano-occidentales estuviesen a punto de invadir la RDA vistiendo el uniforme nazi.

—Pero el Muro está aquí —reclamé yo—. Lo menciones o no.

—No estoy tan seguro —reclamó El Merluza.

El mayor pecado de la izquierda ha sido su atracción fatal por las dictaduras socialistas o progresistas. ¿Cuándo comenzó a irritarme esto? ¿Cuándo me di cuenta de esa enervante inconsistencia que me llevó a quebrar con la izquierda? ¿Cómo es posible que todavía muchos crean que la redención de la humanidad pasa por una dictadura del proletariado? ¿Me lo planteo desde mis años en Cuba o desde mi primera residencia en la RDA?

No había forma de que un régimen dictatorial comunista en Europa resultase más atractivo que la democracia parlamentaria. Una sociedad con predominio absoluto o relativo del Estado no alcanza nunca la diversidad, creatividad, vitalidad ni tampoco la productividad ni la libertad de una donde la propiedad está distribuida en manos de muchos. Los burócratas no logran competir con los actores de un mercado libre y múltiple.

Moulián tenía razón. Desde el punto de vista ético o histórico, él se ubicaba por sobre la media de los intelectuales chilenos que, junto con buscar en vano libros de pensadores occidentales en las librerías de Berlín Este, Leipzig o Dresde, atribuían el fracaso de Allende y la Unidad Popular al mal absoluto: el imperialismo.

En esos días de 1979 me llegó el rumor de que Moulián ya no estaba en el país, que había logrado emigrar a Francia, y de que mi amigo Heberto Padilla —que moriría en 2000 en el amargo exilio de Alabama—, seguía retenido y siendo hostigado en La Habana.

Decidí seguir el consejo de El Merluza. Mejor callar, me dije. Era preferible simular. El simulacro es una práctica cotidiana en toda dictadura. «En el socialismo no hay que imitar a Giordano Bruno, sino a Galileo Galilei», sugería Padilla con el humor negro de quien conocía los cuarteles de la seguridad del Estado cubano: «Diles a todos que la Tierra no se mueve para que te dejen marcharte tranquilo», insistía.

No debía arriesgarme frente a estalinistas chilenos ni germano-orientales. Lo mío era sobrevivir al socialismo sin heridas, para poder regresar a Occidente.

Detrás del Muro
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
citas.xhtml
part1.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
part2.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
part3.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
part4.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml