LA SEDUCCIÓN DE LA UTOPÍA

EL Festival de Cine de Sevilla premió al director italiano Maurizio Scaparro y los organizadores me pidieron que yo le hiciera entrega del premio en la sesión de clausura. Así lo había sugerido el premiado, con quien guardo yo una vieja amistad.

En la última sesión del festival los felicité por «premiar al último romántico que atraviesa Europa sobre el viejo carromato de la comedia del arte. Ha recorrido el camino de la libertad y la verdad en sus obras: teatro, cine y televisión.

Nos ha enseñado que “Il copioso tempo de Sheherazade ci lascia un sapore raro nel libro come nella vita. Il sapore della felicità”. Ese “sabor de la felicidad” Maurizio lo encontró paseando por las calles de Sevilla, cuando fue responsable teatral de la Exposición Universal, lo encontró en el perfume de la flor de azahar.

Maurizio ama la fiesta, la plaza, el mercado, el sol, la noche, el mar, el amor, la magia, la amistad y naturalmente la palabra.

Nos dice Rob Riemen y nos muestra Maurizio que “la cultura no es más que una invitación”, una invitación a cultivar la nobleza del espíritu. La cultura habla en voz baja: debes cambiar tu vida. La sabiduría que ofrece se revela no solamente en palabras, sino también en hechos. Ser “culto” requiere mucho más que erudición y elocuencia. Más que ninguna otra cosa, significa cortesía y respeto. La cultura, como el amor, no posee la capacidad de exigir. No ofrece garantías. Y, sin embargo, la única oportunidad para conquistar y proteger nuestra dignidad humana nos la ofrece la cultura, las bellas artes, la literatura, el cine y el teatro.

Lo sabe bien Maurizio Scaparro: “Los artistas y los intelectuales no deben ser monarcas, no deben ni siquiera esforzarse en ser reyes ni parte de una élite de poder. Pero una sociedad que ignore el ennoblecimiento del espíritu, una sociedad que no cultive las grandes ideas humanas, acabará, una vez más, en la violencia y en la autodestrucción”.

Maurizio Scaparro, el hombre de nuestras fantasías y nuestras esperanzas. Maurizio Scaparro, el último pulcinella».

Una página difícil de arrancar
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