MEDITACIÓN EN OXFORD
DE resultas de las elecciones perdidas sentí la necesidad de pensar con calma qué orientación tomaba el socialismo, qué mantenía vivo de sus bases ideológicas y qué nueva perspectiva era preciso incorporar al proyecto socialista que mantuviese vivo el entusiasmo por los cambios de la sociedad en busca de una convivencia más justa y tolerante.
Oxford me parecía un lugar idóneo para el retiro. Pasé el verano de 1996 en casa de un profesor en régimen de alquiler. La vivienda reunía todas las condiciones de aislamiento que necesitaba, una casa exenta, un pequeño jardín que desembocaba en el río Támesis, unos vecinos propicios. En la casa colindante, una activa mujer, Susan Mason, directora de la Oxford Academy, donde estudiaba durante las mañanas mi hijo; varias casas más allá, el historiador John Elliott, estudioso de la historia española. Después del desayuno y de trasladar a mi hijo al centro de estudios, me sentaba en el jardín con un cuaderno de notas. A mi alrededor, prímulas, lirios, ciclámenes ofrecían su belleza, las ardillas paseaban bajo mi asiento, se oía el chapoteo del agua en el río al paso de las barquichuelas.
Un entorno perfecto para soltar mi capacidad de análisis acerca de qué estaba pasando en el mundo, cuáles eran las respuestas que ofrecían los grupos ideológicos, los partidos, los poderes económicos. De vez en vez tomaba unas notas que recogieran mis pensamientos. Así llené el cuaderno. A mi vuelta en Sevilla, me puse a trasladar en un texto ordenado todas mis reflexiones del verano. En sólo un mes tenía redactado un libro que titulé La democracia herida, y que publicó Espasa Calpe.
Se organizó una presentación del libro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Me acompañaban en la mesa, además de los responsables de la editorial, Concha García Campoy, Fernando Abril Martorell y Gregorio Peces-Barba. Ellos presentaron el libro con palabras elogiosas y con algunas opiniones discrepantes. Les agradecí su participación y aproveché la ocasión para ofrecer las razones que me habían llevado a escribirlo.
Ya sólo existe un pensamiento, el único pensamiento, el pensamiento único. Todos los que no acepten el nuevo dogma quedarán confinados en el pasado histórico. Este libro se ha escrito para exponer que no es razonable, ni justo, ni inteligente resignarse al nuevo dogmatismo.
La realidad siempre es más tozuda que las más persistentes de sus deformaciones inventadas para la justificación de situaciones injustas. Una gran parte de la humanidad sufre por carencias básicas: por hambre, por enfermedad, por ausencia de libertad, por ignorancia, mientras que en sus propios países minorías poderosas viven en una opulencia inmoral.
La globalización está produciendo ya efectos perniciosos. Según el informe sobre desarrollo humano de Naciones Unidas de 1997 —año de publicación del libro—, trescientas cuarenta y dos personas poseen la misma riqueza que tres mil millones de personas, la mitad de la población del mundo.
Soy consciente —añadí en esa presentación— de que algunas de las afirmaciones del libro podrán ser descalificadas por no respetar el talismán de lo políticamente correcto. Este eslogan es la culminación de la cruzada desideologizadora —¿o ideologizadora?— emprendida por los apóstoles del revival neoliberal.
Hablé de un socialismo de nuestro tiempo. Un socialismo alerta siempre ante la petrificación de las ideas, lejos de todo dogmatismo. Lejos del dogmatismo de la coacción (comunismo), lejos del dogmatismo de la ley de la selva del beneficio (neoliberalismo).
Recorría en el libro las singulares características de la democracia a la luz del fracaso comunista y del neoliberalismo, a mi parecer, generadores de desigualdades.
Una democracia herida, en un mundo desigual, cuya aspiración última aparece dominada por el discurso del beneficio material, en una sociedad del olvido de los valores humanistas de la verdad, la igualdad y la solidaridad.
Hoy muchos teóricos y políticos se encuentran ante la necesidad de repensar los mecanismos de la democracia. La desaparición de la «alternativa» a la democracia (el modelo comunista) ha favorecido que afloren los problemas de ésta con mayor nitidez. Perder al antagonista, al enemigo, ha puesto en causa lo que antes era defendido contra el opuesto.
Se vive hoy con fuerza una gran insatisfacción con el sistema político representativo, el sistema parlamentario de partidos, el sistema político liberal, que sufre continuas y generalizadas críticas.
El ascenso de los regímenes autoritarios, de los fascismos, llega siempre tras un proceso de deslegitimación de la democracia. Ésta debería ser una inquietud permanente en los demócratas; hay que intentar evitar el deterioro de la democracia en la opinión pública, porque tales situaciones crean las condiciones para que prospere el totalitarismo.
Paso a paso la democracia va derivando hacia una nueva forma de organización política, la dictadura democrática, que no respeta los derechos pero tampoco rompe el esquema institucional.
Con las posibilidades que se abren a través de las nuevas tecnologías, el deslizamiento democrático hacia formas de manipulación puede acabar —aunque guarde ciertas formas— con los principios en los que se fundamenta la democracia.
Ésta es la razón que explica el desafecto de muchos jóvenes a la política, y sobre todo a los procesos electorales. ¿Para qué votar, se preguntan los jóvenes, si dicen unas cosas y hacen otras?, ¿para qué participar en una democracia que va deslizándose hacia el control de la política por los poderes económicos?
El libro fue recibido con un éxito notable. El día de su presentación se vendieron ejemplares de la segunda edición, pues la primera se había agotado por las peticiones adelantadas de las librerías. No me parece importante que figurase en las listas que elaboran las librerías como el más vendido, sino que quince años después, durante la crisis económica producida por la quiebra financiera de 2008, recibía cartas y correos electrónicos que dan cuenta de lectores que han vuelto a leer la obra y me expresan que en él había yo adelantado lo que ocurriría y certifican, a su parecer, la utilidad del libro para entender los graves acontecimientos de estos tiempos.