EL ÉXITO DE ZAPATERO
EL Gobierno de Rodríguez Zapatero inició una política de ampliación de derechos civiles que le granjeó una aureola de político valiente, que no temía a los agentes más conservadores de la sociedad, como la Iglesia. Su prestigio de joven sin ataduras con los convencionalismos traspasó las fronteras, los periódicos publicaban reportajes que anunciaban la aparición de un político joven y osado, se escribían libros sobre la política del gobernante español, dedicaban canciones a loar sus medidas y se gritaba en los actos públicos: «¡Queremos un Zapatero!».
Una suerte de espejismo basado en la política de igualdad entre hombres y mujeres y el respeto a la orientación sexual, con la culminación en una ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, encandiló a muchos y obnubiló a sus protagonistas. Al mismo tiempo que surgía la fiebre Zapatero en algunos países, en España el deterioro del Gobierno comenzaba a forjarse sin que el Ejecutivo se percatara de ello. El éxito momentáneo hace pensar a los gobernantes que pueden llegar a donde pretendan, sin necesidad de tomar en cuenta la opinión de los demás. De nuevo el síndrome de hybris. Si ya he hecho referencia al debilitamiento de su apoyo a causa de una política de diálogo con el terrorismo para acabar definitivamente con él, legítima pero demasiado locuaz, sobre todo considerando la execrable actitud de la derecha, y a la invasión de la conciencia de muchos ciudadanos autorizando por ley el aborto de las menores sin información de los padres, mucho más fuerte sería el desapego del Gobierno y de su presidente a causa de la revisión de los Estatutos de Autonomía y de la negación sistemática de la aparición y agravamiento de la crisis económica.