EL MIEDO A UNA PALABRA
DURANTE al menos diez años había escuchado de labios de amigos y médicos una pregunta reiterada: si hacía revisión de la próstata. Comprendía la prudencia del control, pero no acababa de encontrar un momento para ello, pues nada me molestaba en mi organismo. Pero la lectura de la autobiografía de Adolfo Marsillach, que murió aquejado de ese mal, me hizo plantearme acudir a una revisión médica, pues Adolfo describía unos síntomas que coincidían con algunas observaciones que había hecho yo en mi propio cuerpo.
El año 2003 acudí al hospital Ramón y Cajal de Madrid, donde me atendió el doctor Mayayo. Pronto podría comprobar su excelencia en el ámbito profesional y su exquisita humanidad. Gran conocedor de su profesión, humanista y sentimental, y de trato grato y amable, no podía haber hallado un mejor amigo para ser mi médico. Tras un análisis, conocido como PSA, los resultados aconsejaban una biopsia que disipara cualquier duda. Realizada la biopsia, esperaba el resultado, pero mi conciencia me dictaba que la palabra temida habría de pronunciarse.
Cuando acudí a conocer los resultados, en el mes de septiembre de 2003, el doctor me confirmó la noticia. El momento en el que un médico te comunica que tu organismo está siendo atacado por un cáncer te lleva a una situación límite. ¿Cuál es la consecuencia, te vas a morir? Repasas en unos segundos qué dejas en el mundo, las personas queridas, los que te importan de verdad, las tareas en las que estás comprometido, los paseos, la música, los libros.
Con una serenidad que había incubado en los días que me dieron certeza del drama, pregunté al doctor qué podíamos hacer.
Me explicó con sencillez y ternura que tenía ante mí tres posibilidades: dejar correr el tiempo, sabiendo que siete años de vida sería el límite más alto; aplicar los procedimientos de quimioterapia, muy penosa para el paciente; o recurrir a una operación quirúrgica invasiva y agresiva.
Mi respuesta derivó en una pregunta: «Si se tratara de tu hermano, ¿qué le dirías?». Fue rápido y rotundo: «Cirugía». «¡Pues vamos a ello!», le dije. La operación se efectuó el 26 de abril del año siguiente.