UNA CAMPAÑA ELECTORAL TRUFADA

EL día 15 de abril recibí en un sobre con remite del presidente del Gobierno un documento que fijaba la composición del Comité de Estrategia Político-Electoral y la Comisión Federal de Listas. No había carta o nota explicativa. Las tradicionales largas conversaciones entre Felipe y yo fueron derivando hacia cortas charlas telefónicas y después a una práctica epistolar. En esta ocasión la correspondencia era aún más fría, ni siquiera una nota aclarando qué significaba el documento enviado. En él se podía leer:

Comité de Estrategia Político-Electoral

  • Felipe González
  • Alfonso Guerra
  • Txiki Benegas
  • Francisco Fernández Marugán
  • Raimon Obiols
  • José María Maravall
  • Narcís Serra
  • Ramón Jáuregui

Comité Federal de Listas

  • Felipe González
  • Alfonso Guerra
  • Josefa Frau

Debería haber 4 o 5 miembros que decidirá este Organismo el lunes. En mi opinión, representantes institucionales como Félix Pons y Juan José Laborda crearían una buena imagen. Junto a ellos, personas como Paco Vázquez, José Luis Corcuera o algún representante de regiones con muchos votos que no estén presentes entre los nombres anteriores serían convenientes.

Al margen de esto, creo que el coordinador de la campaña debe ser Alfonso Guerra, y Txiki debe ocuparse de la organización durante el período de campaña. Paco Fernández Marugán, en coordinación con el Vicepresidente, de la elaboración del Programa, y Ramón Jáuregui, de las relaciones con los medios de comunicación. La incorporación de Helga Soto a esta tarea creo que nos ayudaría bastante.

Es imprescindible que haya una perfecta coordinación con el área de la Presidencia del Gobierno (Vicepresidencia y Ministerio del Portavoz) en todos los asuntos relacionados con los compromisos de comparecencia en medios de comunicación.

Aunque lo lógico era que esos nombramientos los hiciera la dirección del partido, nadie quiso poner en causa que fuese en esta ocasión un nombramiento personal del secretario general, aunque a nadie se le pasó por alto el significado de tales nombramientos. Desde luego no al periódico plataforma de los llamados renovadores, que tituló, ¡al día siguiente de que yo recibiera la lista!, «González neutraliza a Guerra y Benegas en un comité con mayoría de renovadores».

Los renovadores estaban exultantes, creían haber pasado el Rubicón que les permitiría tomar todas las decisiones. Pero llegó la reunión del Comité de Estrategia Político-Electoral. Se celebró en una pequeña sala de reuniones de Ferraz, a pocos metros de donde yo tenía mi despacho. Nos sentamos todos alrededor de la mesa refugiados en un silencio inhibidor e inquietante. Varios miembros tomaron la palabra para exponer los tópicos tradicionales de una reunión que nadie sabía cómo comenzar. Después de mirarse mucho unos a otros y de repetir algunas frases huecas, sin que nadie propiciara nada, todos terminaron por mirarme a mí. Yo soporté la tensión. Entonces Ramón Jáuregui dijo: «Alfonso, ¿tú podrías decirnos qué idea tienes de campaña?». Me puse en pie y dije: «Un momento». Crucé el pasillo hasta mi despacho y volví a la reunión con los bocetos de cartelería, vallas, pegatinas, programación de mítines, ideas-fuerza, clasificación de adversarios, temarios principales, temarios secundarios, etc. Les expliqué la campaña electoral que había concebido y preparado.

Ahí terminó la reunión. Todos aceptaron que mi experiencia en campañas electorales hacía inútil aquel pomposo Comité de Estrategia Político-Electoral. Recogí mis bártulos y nos marchamos todos.

Mucho tiempo después, en una cena en Vitoria después de dar una conferencia, Ramón Jáuregui contó una anécdota de aquel día. Cuando salieron de aquella reunión se metieron todos en el ascensor. Éste se detuvo en una planta para dar entrada a un ejecutivo, que preguntó: «¿Cómo ha ido la reunión?». Contestó Raimon Obiols, con su habitual sentido del humor: «¿Tú no has leído el libro Sí, señor ministro? Pues aquí ha sido “Sí, compañero Alfonso”».

Años después, con motivo del cumplimiento de mis setenta años, Ramón me lo escribió en una gentil y generosa aportación a un libro de amigos que me regalaron.

“Algo de todo eso ocurrió cuando en 1993 Felipe hizo la campaña electoral de aquellas elecciones que él, más que nunca y que nadie, ganó, cuando todo el mundo las daba por perdidas. En el momento más álgido del conflicto interno con el llamado guerrismo, Felipe eligió un Comité electoral con personas afines, marginando al aparato de Alfonso, Txiki, etc. Sorpresivamente fui nombrado portavoz de un Comité Electoral en el que estábamos un grupo de renovadores muy poco experimentado en contiendas electorales. Cuando llevábamos varios días preparando la campaña y nuestro trabajo no avanzaba, decidimos llamar a Alfonso. Él llegó y actuó como si siempre hubiera estado allí. Sacó los pósters de la campaña, los slogans, los anuncios de prensa, los medios de propaganda, los actos… Todo estaba allí. El Comité Electoral quedó mudo. A la salida, en el ascensor de Ferraz, coincidí con Raimon Obiols y con la lucidez y el laconismo que le caracteriza, me dijo: «Éste es el que sabe»”.

Así fue como la estrategia de los llamados renovadores tropezó con la piedra de la realidad, pero no abandonaron la ambición de interferir en la dirección de la campaña.

Después del chusco episodio de ningunear mi dirección de campaña, el equipo que yo dirigía se puso a trabajar, preparando una campaña del mismo diseño que las que nos habían dado tan importantes triunfos. Pero aparecieron nuevas dificultades.

Como había hecho en todas las elecciones anteriores le pedí una entrevista al candidato-presidente para estudiar con él su propia campaña. Nos vimos en mi despacho de Ferraz. Felipe había cedido su despacho al secretario de Organización y prefería siempre que nos viésemos en mi despacho para no disturbar el trabajo de organización. Ahí me dijo una frase que aún hoy, cuando escribo estas palabras, no he logrado digerir: «Mi campaña, cuanto más separada del partido, mejor». No pude contestar de frente, lo hice de forma lateral: «Pero, Felipe, tú eres secretario general del partido, no se trata de un candidato independiente…». No le hizo efecto alguno mi consideración. «Sí, pero los partidos hoy se han convertido en una tara».

Tuve la tentación de abandonar la dirección de la campaña, pero dándome cuenta del escándalo y el desconcierto que supondría en el partido, tragué saliva y fui consciente de que dirigir aquella campaña sería muy difícil, y comprendí que nunca más dirigiría una campaña electoral. Fueron, más que previsiones, verdades prematuras que serían confirmadas por la historia.

Una página difícil de arrancar
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