Capítulo treinta y uno

OFICINA del presidente Teherán. República Islámica de Irán Hora local: 1250 horas 9 de julio GMT: 0820 horas 9 de julio

—Siempre es un placer, señor presidente. Hasta pronto.

Motaki colgó, eufórico. Cuanto puede cambiar en un día. Sabiendo que los iraníes no tenían suficiente dinero, solo la semana pasada los rusos actuaban indiferentes ante la idea del cambio del crudo por gasolina a no ser que los términos fuesen extremadamente favorables, llegando incluso a insinuar que podrían votar a favor de las sanciones de Naciones Unidas. Sin embargo ahora, con el embotellamiento en Estambul, el presidente ruso le estaba llamando para solicitar una audiencia. Confiando en Dios, Irán volvería a estar inundada de gasolina barata.

Sonrió para sus adentros. Era un plan ingenioso y se llevó a cabo con éxito incluso cuando pudo haber fallado. La información era limitada, especialmente desde que Braun fue detenido. Sin embargo, era evidente que los chechenos habían fracasado. Resulta irónico que los turcos, conmocionados por el tropiezo, solo tenían que fijarse en la devastación accidental que había sufrido Panamá para recordarles lo catastrófico que pudo haber sido el ataque. El mensaje era claro y los turcos habían cerrado el paso del estrecho de manera unilateral a todos los petroleros hasta nuevo aviso. Con el petróleo ruso fuera del mercado, el precio del crudo se duplicó repentinamente, lo que provocó que otros productores celebrasen las ganancias inesperadas que obtendrían mientras que el mercado de divisas ruso caía en picado.

Ahora eran los rusos los que no tenían suficiente dinero y cuando la gasolina procedente de Rusia circulase libremente por Irán, la calma volvería a restablecerse. La oposición política de Motaki se esfumaría, al igual que todas esas llamadas sin sentido realizadas con el fin de desmantelar su programa nuclear y buscar una reconciliación con Occidente.

Solo se lamentaba por Braun. El alemán le podría haber sido de utilidad en sus futuros proyectos. Sin embargo, una vez más, Motaki volvió a asumir que Braun podría haber sido capturado. Por ello, contrató a un autónomo que no tuviera relación alguna con Irán y lo hizo a través de Rodríguez. Cualquier pista le llevaría a Caracas. Volvió a sonreír. Puede que los estadounidenses inventaran el término “negación plausible”, pero solo un persa pudo perfeccionarlo.

Braun era su único cabo suelto y descolgó el teléfono para buscar la solución.

Hospital americano Güzelbah�e Sokak 20, Nisantasi, Estambul, Turquía Hora local: 1315 horas 9 de julio GMT: 0915 horas 9 de julio

Dugan empezó a despertarse y no entendía por qué no podía tocarse la nariz que le palpitaba. Al parpadear, deslumbrado por el destello de una luz fluorescente, pudo ver cómo un hombre se levantaba de la silla situada al lado de la cama.

—Tranquilo —dijo el hombre— Estás en el hospital —se echó hacia atrás y apareció un hombre con una bata blanca.

—Señor Dugan, casi muere ahogado —le informó el doctor— Le hemos dejado intubado por precaución. Ahora mismo le quito el tubo. Discúlpeme por tenerle inmovilizado —siguió hablando mientras le liberaba las muñecas— Lo que pasa es que no paraba de quitarse el tubo —añadió mientras le quitaba el tubo— También tienen la nariz fracturada, agravada por la reanimación cardiopulmonar. Se la he colocado y le he puesto una férula. Estará un poco incómodo durante unos días.

—Gracias —dijo con voz ronca cuando el doctor le quitó el tubo.

El doctor asintió.

—No hay de que, pero en realidad debería agradecérselo a sus amigos los rusos —el doctor miró la hora— Tengo que seguir con la ronda. Si necesita cualquier cosa, avíseme.

La persona que estaba esperando para visitar a Dugan sonrió al doctor mientras éste se marchaba.

—Sentir molestia es una forma suave de decir que el dolor es insoportable.

—¿Nos conocemos? —dijo Dugan con voz áspera.

—Soy Wheeler, Jim Wheeler —le estrechó la mano— Agregado cultural.

¿Pero amigo o enemigo? se preguntaba Dugan mientras le estrechaba la mano y se acordaba de Gardner.

—También soy amigo de Ward. Creo que está bastante jodido.

—También lo pienso yo —dijo Dugan y retiró la mano— ¿De qué va esto, de los rusos?

—Saltaron detrás de usted. Se encontraba totalmente hundido a unos 90 metros del barco cuando este saltó por los aires. Ellos le alejaron de la gasolina incendiada, ellos se acabaron quemando, aunque no han sufrido quemaduras graves. Un helicóptero turco les trajo hasta aquí a todos.

—¿Cuál es la situación?

—Lleva dos días en coma y está todo muy mal, aunque no tanto como en Panamá. Hay treinta muertos, incluyendo al práctico turco, el barco de la guardia costera y los rusos. El resto de los muertos son los pasajeros de un ferry que prendió en llamas al pasar por encima de la mancha de gasolina. La mayoría de ellos murieron quemados, por lo que la cifra aumentó.

—¿Y los italianos?

—Todos están a salvo —dijo Wheeler— Ahora todo es cuestión de política. Aún quedan restos del barco a flote. Han conseguido controlar el fuego y están esperando a que se extinga para poder remolcarlo. Los turcos han vuelto a abrir el paso del estrecho pero siguen prohibiendo el paso de los petroleros. A nivel mundial, los ecologistas radicales los apoyan aunque nadie parece saber cómo va a seguir funcionando Europa sin el suministro de petróleo. Rusia ha prometido intervenir, lo que ha puesto a la OTAN en evidencia. La situación es un caos total.

Dugan asintió.

—¿Y en qué lugar me deja a mí todo esto?

—Hay un avión esperándole. Gardner quiere reunirse con usted en Langley para que le informe de lo ocurrido —Wheeler sonrió— Aunque tienen que repostar en Londres.

Dugan sonrió.

—¿Cuándo?

—El doctor ha dicho que mañana o pasado le dará el alta, pero veré que puedo hacer —dijo Wheeler mientras se dirigía hacia la puerta.

—Gracias, Jim. ¿Puedo ver a los rusos?

—Les diré que ya se ha despertado —dijo Wheeler mientras salía de la habitación.

A los pocos minutos aparecieron con una sonrisa y vestidos con pijamas del hospital. Tenían las manos vendadas, la piel en carne viva y untada en crema y marcas de parches en el cuero cabelludo.

—Bueno, dyed, ya pensaba que eras un tipo inteligente, cuando coges y te tiras al mar llevando encima kilos de chaleco antibalas. Si Ilya no fuese un buen nadador, me parece a mí que a estas horas estarías más que muerto.

—Tienes razón —aseguró Dugan y miró al sargento— Gracias.

El sargento se sentía avergonzado y dijo algo en ruso.

—Ilya ha dicho que si no hubiera sido por ti, se habría ahogado en un mar de petróleo, así que estáis en paz —tradujo Borgdanov.

Dugan asintió.

—¿Y tus quemaduras?

—No es nada, aunque a Ilya le gustaría tener cicatriz para impresionar a mujeres cuando les cuente sus batallitas de cómo derrotó a fanáticos.

El sargento sonrió.

—¿Y ahora qué vas a hacer? —preguntó Dugan.

La cara del ruso se ensombreció.

—No lo sé. He fracasado, así que pienso que nada bueno.

—Pero has salvado miles de vidas

Borgdanov sacudió su cabeza.

—Los turcos han cerrado el paso a los petroleros. He fracasado en lo que realmente importa, dyed. Se está hablando incluso de guerra.

Unidad de cuidados quirúrgicos intermedios Hospital Saint Ignatius, Londres, Reino Unido Hora local: 0515 horas 9 de julio GMT: 0415 horas 9 de julio

El suave zumbido de la enceradora que se escuchaba por todo el pasillo provocó que el guardia se adormilase. Se irguió y aceleró el paso mientras el operario del de la enceradora sentía la jeringuilla en el bolsillo, maldijo la diligencia del guardia. Cuanto más se acercaba la hora del turno de mañana, vio como se hizo más complicado el llegar hasta el alemán.

De repente sonó una alarma y el guardia se echó a un lado mientras el personal médico corría hacia la habitación. El asesino se acercó lentamente con la enceradora y agudizó el oído.

—Hora de la muerte, 5:23 horas —escuchó por fin.

***

—Entonces, ¿está muerto? —preguntó el guardia a la enfermera que salía de la habitación.

—Sí —le confirmó la enfermera.

—Joder, no podía esperarse un poco, ¿no? ¡No puede ser! Los jefes estaban como locos por interrogarle. Querían que este hijo de puta sudase la gota gorda.

—No es su culpa —dijo la enfermera quitándole importancia al asunto.

—Lo se, pero intente explicárselo a mi sargento —suspiró— Bueno, lo mejor que puedo hacer es tomarme una taza de té y comenzar con el maldito papeleo.

***

El asesino siguió encerando, esperando el momento oportuno. Pasó la puerta y vio como una enfermera tapaba el cuerpo y se marchaba, dejando desatendida la camilla para ir a la sala de enfermería. Se acercó a la camilla. Con una mano agarrando la pulidora, con la otra la sábana, comparó que el pálido rostro del cadáver coincidía con el de la imagen que había memorizado.

Esbozó una sonrisa. Había sido el golpe más fácil de toda su vida, pero si quería cobrar el resto, no debía contárselo a sus superiores. Bajó la enceradora a la entrada del hospital y la dejó cerca de una puerta. Corrió escaleras abajo, quitándose el mono de trabajo hasta llegar abajo con su ropa de calle. Cogió el mono que se había quitado y lo arrojó a un contenedor cercano. Una vez alejado del hospital, llamó para informar de que Braun estaba muerto y seguidamente tiró el teléfono a una alcantarilla.

Hospital Saint Ignatius Londres, Gran Bretaña Hora local: 09.20 horas 11 de julio GMT: 08.20 horas 11 de julio

Cuando el avión Gulfstream de la CIA hubo aterrizado en Heathrow a las 8 de la noche del día anterior, Anna subió a bordo y oficialmente detuvo a Dugan “para rendir cuentas por orden directa del Gobierno de Su Majestad”. Luego se lo llevó a casa y le “puso al tanto” con tanto gusto que le fue casi imposible salir de la cama por la mañana. Que le den al baño de invitados, pensó Dugan mientras caminaban hacia la habitación de Alex.

—Se está recuperando bien, Tom. No tiene daño cerebral. Los médicos dicen que sus cuerdas vocales se irán recuperando con el tiempo, aunque se quedará un poco ronco —Anna hizo una pausa— Gillian es la que me preocupa. No se ha separado de su lado. Hasta come ahí dentro, si es que realmente come. La señora Hogan está cuidando a Cassie. Gillian necesita reposo pero actúa como si él ya estuviera con un pie en la tumba.

Dugan lo comprobó por sí mismo cuando fueron a verle y se encontraron con una Gillian dormitando en una silla, bajo la atenta mirada de preocupación de Alex. Alex frunció el ceño al ver la nariz entablillada de Dugan y luego se tranquilizó al verle sonreír.

—Thomas —habló con voz ronca.

—Usa el cuaderno, Alex —le recordó Anna acercándole el papel y el bolígrafo que había en la mesita de noche.

De repente, Gillian se levantó de un salto como si de un soldado pillado durmiendo en su noche de guardia se tratase.

—Señor Dugan... —se puso de pie, un poco confundida.

—Gillian —dijo Anna— Vete a casa y descansa. Harry te está esperando para llevarte.

Negó con la cabeza.

—No puedo irme. Puede que me necesite.

—Le darán pronto el alta —dijo Anna— Y cuando verdaderamente la necesite, vas a estar muy cansada.

—Ya estáis insistiendo... —Gillian se echó a llorar desconsolada— En realidad, puede que tengáis razón. Solo estoy un poco confundida...

Alex enseñó un mensaje que había garabateado en mayúsculas en su libreta.

ANNA TIENE RAZÓN, CARIÑO. VETE A DESCANSAR. ESTOY BIEN.

La señora Farnsworth asintió y Anna le abrazó.

—No se preocupe, nosotros cuidaremos de él —le dijo Anna mientras entraba en el ascensor.

—Alex —dijo Dugan una vez solos— Yo soy el responsable de esto. Si hubiésemos sido francos contigo desde un principio, ahora no estarías en esa cama. Y si no hubiésemos permitido que esos mal nacidos se llevaran a Cassie...”

Alex escribió furioso y le enseñó la libreta.

HICISTE LO QUE PUDISTE. CASSIE ESTÁ VIVA. LO DEMÁS NO IMPORTA.

Antes de que Dugan pudiera responder, Anna entró en la habitación acompañada de Ward.

—Mira a quién me he encontrado saliendo del ascensor —sonrió y dejó que Ward entrase. Le estrechó la mano, primero, a Alex y luego le dio un buen apretón de manos a Dugan.

Ward frunció el ceño y le preguntó a Dugan.

—¿Cómo demonios te rompes la nariz mientras te ahogas?

—Esta vez me ayudaron. En este caso fueron rusos. Parece ser que soy un buen saco de boxeo.

—¿Sabes algo de Braun? —preguntó Ward en tono serio.

Dugan asintió.

—No puedo decir que me conmueva pero ¿en qué posición nos deja?

—Si por ‘nos’ te refieres a ti y a Alex, estáis a salvo —afirmó Ward— Le sacamos bastante información a Braun antes de que muriese y la hemos juntado con lo que ya sabíamos de otras fuentes y lo juntamos todo para averiguar la trama —dijo Ward sonriendo a Anna— Y haciendo uso de una interpretación más o menos libre, hemos clasificado la información de Braun como confesión en su lecho de muerte, por lo que tiene valor legal. Los panameños han retirado los cargos contra ti y no se presentarán cargos ni contra ti ni contra Alex en el Reino Unido o en los EEUU.

—Anna me lo ha contado —comentó Dugan— ¿Pero está Gardner realmente de acuerdo con ello?

Ward volvió a sonreír.

—Muchos de los altos directivos ahora están aparentando un poco. El chico Larry quiere conseguir un reconocimiento. Y dados tus resultados en Turquía, creo que le temblará la mano la próxima vez que te quiera echar a los leones para así evitar ser el verdadero cabrón que es —su sonrisa desapareció— Ojalá hubiese salido todo como esperábamos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Dugan— Lo resolviste. ¿No puedes hacerlo público o ante las Naciones Unidas, la Corte Internacional o en cualquier otro sitio?

—Conocer y demostrar la información no es lo mismo, Tom —dijo Anna— Y a pesar de nuestros esfuerzos, los conspiradores tuvieron éxito.

—Bueno, Venezuela no —comentó Ward-Primero nos dimos cuenta de que Rodríguez no pretendía destruir el canal, simplemente quería asustar a China para que les apoyaran en la creación de un segundo canal en Nicaragua. Un canal lo suficientemente grande como para que los VLCC pudieran transportar el crudo al mercado asiático sin una desventaja competitiva. Aunque eso le explotó literalmente en la cara. Irónicamente hablando, el desastre en Panamá benefició a su colega Motaki. Cuando los turcos esquivaron la bala, no hacía falta tener mucha imaginación como para darse cuenta de lo malo que pudo haber sido.

—De modo que no tienes pruebas para presentarlas ante un tribunal —recalcó Dugan— ¿Y ahora qué? ¿Tienes suficiente información como para compartirla con los rusos y los chinos? No me puedo creer que se vayan a quedar quietos esperando a que aparezcan las pruebas.

—Y si les convencemos, ¿qué opciones tienen? —preguntó Ward— Los chinos jamás admitirán que ellos fueron las víctimas porque para ellos significaría perder credibilidad ante el mundo. Seguramente lo interiorizarán y le harán pagar a los culpables, aunque eso puede tardar años. En cuanto a los rusos, Motaki los tiene cogidos por los huevos. Necesita que Rusia sea su proveedor terrestre de petróleo y que sea seguro, una zona en la no podemos usar a nuestra armada para interceptarlo. Y ahora Rusia necesita el crudo iraní más que nunca.

—No entiendo por qué eso hace necesariamente a Irán seguro —se preguntó Dugan— Si nuestra armada puede cortar el envío de gasolina a Irán con petroleros, estoy seguro de que podremos cortar el crudo saliendo por petrolero... —paró— Ah sí.

—Es verdad —dijo Ward— Nadie en Occidente se va a molestar si prohibimos el envío de gasolina a Irán, pero el crudo que sale es para para cumplir con los contratos de suministros de Rusia a nuestros aliados europeos. Es poco probable que se saque algo de ventaja si se detienen las exportaciones de crudo iraní, teniendo en cuenta que el crudo ruso está fuera del mercado.

Dugan asintió pensativo.

—Entonces nos deberíamos concentrar en conseguir que el petróleo ruso vuelva al mercado

Oficina central del Servicio de Seguridad (MI5) Thames House, Londres, Reino Unido Hora local: 1345 horas 11 de julio GMT: 1245 horas 11 de julio

—Creo que con eso será suficiente —pensó Dugan al ver el montón de mapas e informes que estaban apilados sobre la mesa que tenía enfrente— Esto ha sido horroroso; mucha más información de la que estoy acostumbrado.

A su lado, Harry se rascaba la cabeza.

—Cuéntame, yanqui, ¿cómo es que un tipo de barco sabe tanto de oleoductos terrestres?

Dugan sonrió.

—Me licencié de Comercio de Petroleros 101 por la prestigiosa escuela de economía de Alex Kairouz. En algún punto, la mayoría de los oleoductos terminan en una terminal marítima en donde los barcos inyectan algo dentro o extraen algo. Alex se dio cuenta de ello hace mucho tiempo. Fíjate en los nuevos oleoductos, irás un paso adelante en los futuros modelos de comercio.

—Esto es de primera, Tom —comentó Anna— Será mucho trabajo en el frente diplomático pero los rusos deberían ir a por ello. Motaki volverá a estar, entonces, en el punto de partida, casi sin combustible y cumpliendo arresto domiciliario.

—De hecho —dijo Dugan— Le he estado dando vueltas a eso. Creo que nuestros amigos los rusos deberían proporcionarle al señor Motaki todo el combustible que quiera.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Ward.

—Lo que quiero decir es que deberías tener más cuidado con lo que deseas —le explicó Dugan.

Sala de Embarque de los vuelos internacionales Aeropuerto de Heathrow, Londres, Reino Unido Hora local: 1000 Horas 12 de julio GMT: 0900 horas 12 de julio

—Muchas gracias de nuevo, agente Ward —dijo Reyes y le estrechó la mano.

—El placer es todo mío, teniente —le agradeció Ward— Le deseo un buen viaje de vuelta a casa.

—Me gustaría hablar a solas con el señor Dugan.

Ward se quedó perplejo mirando a Dugan y este se encogió de hombros.

—De acuerdo.

—Ah, vale. Mientras tanto voy a por el coche y nos vemos en la zona de llegada de pasajeros, Tom —dijo Ward y se volvió hacia Reyes— Teniente, le mantendré informado sobre lo que ocurra con nuestra operación conjunta en su área.

Reyes asintió y Ward se puso en marcha, dejando a Dugan a solas con el gran panameño. Reyes esperó entonces unos segundos hasta asegurarse de que Ward no les escuchaba.

—Primero, señor Dugan, me gustaría pedirle disculpas por mi lamentable comportamiento en nuestro primer encuentro.

—Le comprendo, dadas las circunstancias —dijo Dugan.

—Gracias. Quería hablar con usted a solas porque tengo algunas inquietudes y creo que usted sería más comprensivo que sus compañeros.

—Ah, pues usted dirá.

—No sé cómo explicarlo bien —expresó Reyes— Pero no estoy completamente a gusto con como están las cosas. Hasta que el bastardo de Braun se murió, estaba muy implicado en la operación. Estaba descansando en la sala de espera del hospital, a la espera de que cuando estuviera consciente me avisaran de inmediato para retomar el interrogatorio y lo siguiente que supe es que había muerto. Desde ese momento, me han mantenido al margen.

—Estoy seguro de que Jesse...

—Por favor, señor Dugan, no se sienta obligado a defender al agente Ward. Sé que es su amigo y estoy convencido de que simplemente está haciendo su trabajo. Pero ahí está el problema —intervino Reyes.

Dugan lo miró confuso y Reyes siguió hablando.

—Como puede ver —señaló Reyes— Soy un simple policía, no un agente del servicio secreto de inteligencia. El agente Ward prometió que sería una “misión conjunta” contra Rodríguez y me aseguró que “participaría”. Sin embargo, sospecho que mi definición de “colaboración” es bastante diferente a la suya.

—Continúe —dijo Dugan.

—Quiero estar presente cuando nos enfrentemos a Rodríguez pero sospecho que debido a la muerte de mi esposa, el agente Ward considera que estoy demasiado implicado emocionalmente, en definitiva, que soy una carga. Hay posibilidades de que concreten la fecha de la operación para cuando esté ocupado y no pueda participar en la misión principal.

—En el caso de que así fuera, ¿cómo podría cambiarlo? —le preguntó Dugan.

Reyes sacó de su camiseta una tarjeta con su teléfono y se la dio a Dugan.

—No quiero que cambie nada, señor, sino simplemente que se me informe. Sé que usted está, como decirlo, “muy apegado” al agente Ward. Solo necesito saber la fecha y la hora exacta en la que se llevará a cabo la operación. Si se llega a enterar de algo y me llama, le estaría eternamente agradecido.

—Probablemente yo tampoco lo sepa, pero si se diera el caso, me lo pensaré —contestó Dugan sin querer comprometerse.

Reyes le estrechó la mano.

—No tengo nada más que pedirle. Muchas gracias, señor.

—¿Y qué quería Reyes? —le preguntó Ward a Dugan cuando entró en el coche.

—Me ha pedido disculpas por haberme pateado el trasero —explicó Dugan— Le he dicho que lo comprendía y lo cierto es que así es. Cuando Ginny murió estaba dispuesto a encontrar a los culpables y matarlos en el acto. No puedo imaginar cuanto más difícil sería saber quién es realmente el culpable y tener que contener tu rabia. Le tiene que estar comiendo por dentro.

Ward le entendía.

—Con un poco de suerte, la operación venezolana arrojará conclusiones.