Capítulo veinticuatro
GULFSTREAM de la CIA En el aire dirección Londres, Reino Unido Hora local: 1050 horas 5 de julio GMT: 1320 horas 5 de julio
Dugan se empezó a despertar. Se sentía mucho mejor después de haber dormido cinco horas de siesta. Su dolor de cabeza se redujo a un dolor mucho menor. Oyó voces entre la niebla y abrió sus ojos.
—Es un motivo que no puedo entender —le expresó Ward a Reyes— ¿Qué narices pueden ganar Irán y Venezuela atacando a Panamá y Malaca?
—Es obvio que el canal era su objetivo principal —afirmó Reyes.
Ward lo negó con la cabeza.
—No por la distribución de los recursos. Había diez atacantes en Malaca que secuestraron el Alicia y robaron los botes para montarlo todo. Y no digo nada sobre el fletamento del China Star y su puntualidad a la hora de llegar a los estrechos. Todo estaba muy elaborado. Compara eso con el ataque en tu país. Por lo efectivo que resulto ser, parece ser que actuó un hombre solo.
—Puede que hubiese más en la tripulación —opinó Reyes.
—Imposible —interrumpió Dugan— Esa tripulación lleva trabajando para Phoenix desde hace muchos años. Medina era el único desconocido. El tercer oficial habitual tenía que haber vuelto de las vacaciones pero sufrió un accidente Filipinas. Medina fue algo de última hora y el capitán estaba mosqueado porque llevaría a un hombre desconocido al astillero. Aunque se puso contento cuando Medina demostró que era un trabajador competente —hizo una pausa— Evidentemente, era demasiado competente.
—Lo que nos lleva justo al por qué —dijo Ward— Bloquear el estrecho de Malaca haría mucho daño a Irán, así que un intento fracasado ahí evitaría la culpa. Pero destruir el canal no tendría un impacto tan grande en Irán y tampoco puedo ver en qué le ayudaría a Venezuela cualquiera de los dos ataques.
Reyes se encogió de hombros.
—Los precios del petróleo seguro que suben.
—Durante un tiempo sí —aseguró Dugan— Pero el estrecho de Malaca aún está abierto y el tráfico de petroleros por el canal es mínimo. Volverán a bajar los precios en una semana o así. Eso no puede ser el único motivo.
Reyes parecía pensativo.
—Yo no se nada de Irán, pero a Rodríguez no le gusta mucho Panamá. Apoya a las guerrillas de las FARC en Colombia, las cuales son un problema enorme en nuestras fronteras. No es ningún secreto tampoco que está molesto porque nuestra actual expansión del canal no sea suficiente como para permitir el tránsito de VLCC. Apoya abiertamente la creación de un canal secundario y más grande en Nicaragua y existen rumores de que está pidiendo con insistencia al gobierno chino que prometa que mandará la mitad de su comercio por un nuevo canal para que sus amigos en Nicaragua puedan asegurar la financiación en el mercado internacional.
Ward suspiró.
—Puede que eso sea una parte de ello, pero mi interior me dice que lo peor está aún por llegar. Y jugamos con un hombre menos. Es obvio que Tom no puede volver a la oficina. El consignatario del barco ya habrá informado sobre su detención, así que Braun piensa que está en Panamá.
—Alex puede ayudar a Anna desde dentro —le expuso Dugan.
Ward escogió sus palabras con mucho cuidado.
—Alex aún está bajo sospecha, Tom.
—Gilipolleces, sabes que está bajo coacción.
—Yo sí, pero no tenemos evidencias como tal. El cierre tanto en Panamá como en Malaca aumenta las distancias y absorben capacidad. Las tarifas de los fletes se dispararán y Kairouz sacará provecho. El dinero es un motivo, un motivo bonito y sin complicaciones. A la gente le gustan las cosas simples, aunque esté mal. Además, entre tu relación con Alex y tu implicación con el Alicia y el Asian Trader y una cuenta bancaria en el extranjero, os pone en una posición un poco peliaguda. Y si además Gardner no para de defender eso ante Langley a capa y espada, me temo que mi apoyo no servirá para nada. A no ser que me confunda, estará con el megáfono en la mano y presionando a los británicos para que te arresten cuando aterricemos.
Dugan mostró preocupación.
—Entonces, ¿cómo lo hacemos?
Ward miró a Reyes y sonrió.
—Bueno, puesto que oficialmente, o al menos semioficialmente, estás bajo la custodia de las autoridades panameñas, está totalmente fuera de nuestro control. Eso le pillará a Gardner totalmente desprevenido y dudará si intensificar las cosas hasta que no esté seguro de que no le explotarán en la cara. Pero no te equivoques. Esto es muy importante. El fin de semana de la fiesta de independencia significa que tardará más tiempo en formarse una masa crítica de políticos imbéciles, pero como mucho en cuarenta y ocho horas, entraremos en las sesiones parlamentarias de nunca acabar. Cuando se arme la de Dios, yo seré el chivo expiatorio y tú y Alex los sospechosos principales. Solo dos días. Después de eso, seremos hombres muertos.
Oficina central de la CIA Langley, Virginia, EEUU Hora local: 0930 horas 5 de julio GMT: 1330 horas 5 de julio
El Luther Hurd en la esclusa de Pedro Miguel llenaba los telediarios. Gardner lo vio desde la televisión de su oficina, se le revolvía el estómago solo de ver toda la sangre. Había llegado a la oficina a las seis y media y sin apenas haber dormido por culpa de un agudo dolor de cabeza y malestar de tripas. Se tomó una aspirina junto con el café y consideró como de lo que se había enterado en las pasadas tres horas había impactado en Larry Gardner. Llevar a Dugan ante las autoridades panameñas parecía prometedor, todo suponiendo que Ward no la hubiese fastidiado. Volvió a llamar a Ward y colgó al escuchar el buzón de voz. Entonces llamó a Panamá.
—Carlucci.
—Aquí Gardner —respondió— ¿Ward está con usted?
—No estoy autorizado para decir nada.
—¿Tienen las autoridades panameñas a Dugan bajo su custodia?
—¿Quién es Dugan y por qué cree que está bajo custodia?
—Eh... Vi su nombre en las notas informativas.
—Qué gracia —subrayó Carlucci— Yo escribo esas notas y no recuerdo haber mencionado a Dugan.
—¿Y qué más da? ¿Dónde está?
—No estoy autorizado para decir nada.
—Mire, Carlucci, está entorpeciendo una operación en curso. Si no quiere acabar en un lugar mucho menos importante que Panamá, empiece a colaborar.
—Que le jodan.
Gardner empezó a soltar obscenidades al oír que le habían colgado y colgó detrás. Aun maldiciendo, lo cogió otra vez y marcó.
—Operaciones de vuelo.
—Aquí Gardner. ¿Qué tienen sobre Ward?
—Déjeme ver. Parece ser que salió de Panamá está mañana a las 0215 con destino Heathrow y repostaron en Miami. He visto su ETA a Londres y es a las 2015 hora local, es decir, nuestras 1515.
Se le puso los pelos de punta a Gardner.
—¿Vuela solo?
El hombre hizo una pausa.
—No. El manifiesto indica que vuelan Ward, un tal Thomas Dugan y un ciudadano panameño llamado Manuel Reyes.
Gardner colgó. Hijo de puta. Reyes. Con Ward y Dugan. Nada bueno puede salir de eso. Necesitaba una tapadera, por si acaso. Estaba analizando las posibilidades cuando de repente apareció el senador Gunther por televisión rodeado de micrófonos a la salida del Capitolio. Gardner subió el volumen.
—...no dejaremos títere con cabeza para buscar al culpable por este fallo de inteligencia. Por ello, he convocado una investigación especial en el Senado...
Gardner sonrió. Estaba a punto de salir mierda por todas partes y él se había asegurado de no mancharse.
Oficinas del Phoenix Shipping, S. A. Londres, Reino Unido Hora local: 1445 horas 5 de julio GMT: 1345 horas 5 de julio
Braun frunció el ceño.
—Te quiero aquí, Sutton. Es una orden.
—Pero puedo cargar el virus ahora y activarlo remotamente. No necesito estar aquí.
—¿Y qué pasa si lo descubren? —le preguntó Braun— Además, te quiero aquí esta noche para asegurarnos de que cada sistema funciona correctamente. Destrucción completa. No quiero restos de archivos en los discos duros locales.
—Vas a quemar el puñetero edificio. ¿Qué sentido tiene?
La mirada de Braun era fría.
—Lo que sucede, Sutton, es que vas a hacer lo que se te ordene. Ahora. ¿Copias de seguridad?
—En otro sitio. Solo Kairouz y yo tenemos la llave para descifrarlas —Sutton le entregó a Braun una memoria USB— Esta funciona, pero el suyo no. Sin esta, las copias de seguridad no sirven para nada.
Braun metió la memoria en su bolsillo.
—Muy bien. ¿Está todo listo en la piso franco?
Sutton asintió.
—Comprobé los cables e internet ayer.
—Y yo hice el camino —explicó Farley— Todo parece correcto.
—¿Tuvisteis problemas en alquilar el lugar con identidades falsas? —les preguntó Braun.
—No tuvimos ni que usarlas —afirmó Sutton— Es un sitio que tiene mi tía en Kent.
Braun explotó.
—¡Serás gilipollas! ¡Un lugar que esté vinculado a uno de nosotros es demasiado obvio!
—Pero, si no hay vinculación —balbuceó Sutton— Está a su nombre. Está en un hospital psiquiátrico. Tiene alzhéimer.
—¿Cómo se llama? —exigió saber Braun.
—Su apellido de casada es Lampkin. Su marido está muerto. Ni siquiera la visito. Tengo la llave desde que mi madre se murió el año pasado. Es más seguro que alquilar.
Braun se lo pensó. No había tiempo para hacer otros planes.
—De acuerdo —afirmó— Pero Sutton, no me defraudes. ¿Entendido?
Sutton asintió y siguió hablando Braun.
—¿Ya has terminado con lo tuyo, Farley?
—Sí. Comprobé en el colegio. Como ya te dije, es de solo chicas, no hay ningún hombre entre el personal a excepción del guardia. Me colé anoche para comprobar el sistema. Un servicio de caballeros en un pasillo lateral frente al almacén de suministros. Está por detrás del edificio y con una ventana que da al callejón. Es perfecta. Estaremos a mitad de camino del piso franco antes de que nadie se de cuenta de que ella no está.
Braun mostró su alegría.
—Eso es todo entonces —les dijo y les mandó que se retirasen. Mientras se marchaban, se dirigió hacia su escritorio y sacó unos alicates de uno de los cajones. Machacó la memoria USB para que no se pudiese reconocer y puso los restos en su bolsillo para tirarlos más tarde. Marcó en su teléfono.
—Sudsbury y Smythe —respondió una voz femenina muy agradable.
—Con el señor Carrington-Smythe, por favor. Le llama el capitán Braun.
—Estaba esperando su llamada, capitán. Le paso inmediatamente.
Casa de aviación Aeropuerto Heathrow de Londres, Londres, Reino Unido Hora local: 2015 horas 5 de julio GMT: 1915 horas 5 de julio
Después de una gran labor de persuasión, Reyes aceptó no esposar a Dugan una vez hubiesen aterrizado. Sin embargo, el corpulento panameño mantuvo a Dugan muy de cerca mientras le seguían los pasos a Ward por la pista hasta donde estaban Lou Chesterton y Harry Albright. La presentación del panameño a los británicos fue muy superficial; los dos hombres se quedaron mirando a Dugan.
—Por Dios, yanqui —se expresó Harry— ¿Te ha atropellado un camión?
Dugan se quedó mirando a Reyes, el cual permanecía inexpresivo.
—¿Estás bien, colega? —le preguntó Lou.
—Estoy bien —dijo Dugan— ¿Cuál es el plan?
Lou miró a Ward.
—Nos llamó un tío de vuestra embajada y nos instó a que os detuviésemos. Con mucha paciencia le expliqué que el MI5 es inteligencia, no orden público y que no teníamos poderes para detener a alguien. Entonces me sugirió que os condujese, en especial a Dugan, a la embajada estadounidense para “presentar vuestro informe”.
Ward negó con su cabeza.
—El señor Dugan está bajo la custodia del teniente Reyes. No irá a la embajada, aunque quizás el teniente y yo deberíamos ir para explicar la situación mientras lleváis a Dugan al edificio de Anna.
—Vaya a donde usted quiera, agente Ward —le invitó Reyes— Yo me quedo con Dugan.
Ward suspiró y dijo.
—De acuerdo. Lou, ¿me podrías acerca a la embajada mientras Harry llevo a estas dos al apartamento de Anna?
Edificio del apartamento de Anna Walsh Londres, Reino Unido Hora local: 2145 horas 5 de julio GMT: 2045 horas 5 de julio
—Por Dios, Tom, ¿estás bien? —le preguntó Anna.
La sonrisa de Dugan desapareció.
—No te puedes ni imaginar como me aumentas la autoestima. Me estoy empezando a sentir como el El hombre e lefante.
—Hay cierto parecido, colega, pero él era bastante inteligente —aseguró Harry.
Reyes sonrió y Dugan se rió. El dolor era más tolerable desde que se tomó esas pastillas al aterrizar.
—Por lo que veo no te han quitado el descaro —dijo Anna y luego se volvió hacia Reyes— Pero, qué descortés por mi parte, ¿puedo ofrecerle algo para beber, teniente Reyes?
—Café, si no es mucho problema —respondió Reyes.
—Ninguno en absoluto —dijo Anna— ¿Tom? ¿Harry?
Ambos asintieron y siguieron a Anna hasta la pequeña cocina y vieron como preparaba el café. Cuando ya estaba todo listo, se fueron al salón.
—¿Cassie está bien? —preguntó Dugan.
Anna lo confirmó.
—Está a salvo. Dos hombres le siguen a todas partes.
—¿Y Braun? —preguntó Dugan.
—Callado. Está tramando algo —mostró sus sospechas Anna— Al menos eso creo.
—Y yo también —admitió Harry.
—Entonces es unánime —afirmó Dugan— Pero me encantaría averiguar cual será su próximo movimiento.
Todos se callaron pero Anna mostró una sonrisa.
—Conozco esa mirada —declaró Harry— ¿En qué estás pensando, Anna?
—Podemos suponer que el próximo ataque será en un petrolero propiedad o fletado por Phoenix, ¿no?
—¿Y? —le preguntó Dugan— No podemos revisarlos todos sin poner sobre aviso a Braun.
—Espera —le pidió Anna— ¿Objetivos?
Dugan se encogió de hombros.
—Suez, los estrechos de Ormuz y el Bósforo y quizás el cabo de Buena Esp... —paró y le miró.
—Exacto —confirmó ella.
Harry y Reyes se miraron confundidos.
—¿Os importaría informarnos? —les pidió Harry.
—Nos centramos en aquellos petroleros que están cerca de cuellos de botella —explicó Anna— Esos son unos pocos.
—Braun únicamente manipulará las comunicaciones de los barcos de ataque —añadió Dugan— Se notaría si lo intentase en cada uno de los barcos de la flota.
—Tom puede llamar a esos pocos barcos con cualquier pretexto —siguió hablando Anna— Alex no lo puede hacer porque Braun lo vigila de cerca y una llamada de él sería muy extraña. Los capitanes podrían devolver la llamada para ver qué está pasando y alertar a Braun en el proceso. Pero ninguno de la flota sabe que Tom no está en la oficina.
—Y si Tom nota que pasa algo, ese sería el barco —terminó Harry, entendiéndolo todo ahora— ¡Coño, qué brillante!
—Solo hay un problema —dijo Anna— Mi ordenador está fallando otra vez, al igual que el de Tom. Y Sutton solía ayudarle. No puedo acceder a los informes de posición. Tom, ¿tienes una copia impresa?
—Ninguna actualizada —dijo Dugan— Se lo diré a Alex y que te lo pase de alguna forma. Por cierto, ¿sabe que estoy aquí?
—Cree que estás detenido en Panamá y que siga creyéndolo. Está reaccionado como Braun se lo espera. Si sabe que estás aquí, cambiaría su actitud y pondría sobre aviso a Braun.
—Pero él...
—Tienes que confiar en mí, Tom-le pidió Anna y dio por finalizada la discusión respecto a ese tema.
—Ahora bien, le tengo que ver fuera de la oficina —siguió explicando— Llamaré y le diré que estoy preocupado por Tom y que quiero hablar. Le sugeriré que nos veamos mañana por la mañana para tomar un café.
—No deberías decir eso —le advirtió Harry— Braun piensa que eres una putita. Acércate a Kairouz, insinúale que estás preocupada por tu posición ahora que no está Dugan. Ofrécete para discutir “en qué le podrías servir”.
—¿Pero no le asustará eso?
—Lo pillará —dijo Dugan— Y si de entrada se asusta, mucho mejor.
Anna asintió y le llamó. Como así predijo, Alex le siguió el juego y acordó verse con Anna a las ocho y media de la mañana siguiente.
Cerró su móvil.
—Mi reputación como puta está segura. ¿Y ahora qué?
Harry bostezó y dijo.
—Pondré al tanto a Lou y Ward y me piraré a casa con la pequeña mujer.
—Hazlo —acordó Anna— Vámonos a dormir todos.
Harry se puso de pie.
—Me marcho —dijo.
Reyes se quedó sentado y Anna le lanzó una mirada de sorpresa a Harry. Este se encogió de hombros y afirmó.
—El teniente Reyes es muy cumplidor con sus obligaciones de custodia —afirmó Harry y se dirigió hacia la puerta.
La puerta se cerró detrás de Harry y se hizo un silencio incómodo durante unos segundos.
—Bueno —dijo Anna— Supongo que me marcharé a mi cama.
Le lanzó una mirada triste a Dugan y cruzó la cocina y salió por la puerta de atrás y entró en su apartamento.
Dugan se quedó mirando a Reyes.
—Parece ser que eres mi nuevo compañero de habitación, así que a ver si nos entendemos. Solo hay una cama y es la mía. Tú dormirás en el sofá.
Veinte minutos más tarde salió Dugan del baño en calzoncillos, duchado y listo para dormir. Reyes le esperaba en la habitación con las esposas.
—No me va eso, Reyes —afirmó Dugan— Y tampoco eres mi tipo.
El panameño controló su enfado.
—Tengo la intención de esposarte a la cama.
—¿De verdad? —preguntó Dugan.
—La confianza que han depositado en ti tus compañeros es conmovedora, señor Dugan, pero yo aún no confío. ¿Cree usted que me arriesgaría a despertarme con mi propia pistola en mi cara?
—¿Y si hay un fuego? —le preguntó Dugan.
—Lo dudo —replicó Reyes.
—¿Y si tengo que mear?
Reyes se encogió de hombros y respondió.
—Entonces estarás incómodo.
—¿Y si...?
—¿Y si te callas y extiendes los brazos antes de verme forzado a ser un desagradable?
Antes de que amaneciese, Reyes se levantó del sofá lleno de bultos y se sentó en una silla cerca de la ventana. Su sueño había sido una serie inconexa de pequeñas siestas, separadas por largas horas pensando en María y los niños. Una vez que no pudo más con el dolor, se obligó a pensar en la situación que tenía entre manos.
Eso era igual de problemático. Apenas podía contener su desdén por los métodos empleados. Se había enterado de lo suficiente como para convencerse de que este Braun era la clave. Y a pesar de eso, estaban tratando a ese hijo de puta con muchísimo cuidado mientras Ward y el equipo de esa tal Ward recogían “pruebas documentadas”.
¿En dónde, se preguntaba, se encontrarían esos aviones secretos de la CIA dispuestos a llevarse a este Braun a un país complaciente donde interrogarle “de forma agresiva”? ¿Debería ofrecer los servicios de su agencia? Estaba convencido que después de unas horas en el agujero, El señor Braun sería de lo más cooperativo.
Suspiró. Los gringos le necesitaban para mantener a Dugan a raya, tanto como él necesitaba estar cerca de la investigación. Jugaría su mismo juego mientras ellos jugaban el suyo, hasta que se enterase de quién es el que está detrás de la muerte de María y de otros muchos. Entonces las cosas serían diferentes.
Oficinas del Phoenix Shipping, Ltd. Londres, Reino Unido Hora local: 2315 horas 5 de julio GMT: 2215 horas 5 de julio
—Ya está. Kairouz ha sido el último —Sutton miró hacia arriba desde el escritorio de Alex Kairouz.
—Gracias, Sutton —dijo Braun mientras sacaba una pistola con silenciador y disparaba a su sorprendido subordinado en la cabeza.
Devolvió la pistola la cartuchera y se dirigió hacia su oficina, en donde abrió una pequeña caja de caudales ignífuga y comprobó su contenido: dinero, varios pasaportes falsos con la cara de Sutton y un CD con las conversaciones entre Rodríguez, Kairouz y Dugan. Cerró la caja y la llevó a la oficina de Sutton. La escondió en un cajón justo cuando entraba Farley en la oficina.
—Ya está —confirmó Farley— He colocado unas cuñas para dejar abierta la escalera de incendios y he colocado cargas incendiarias en los dos pisos de Phoenix Shipping. La válvula del aspersor principal está cerrada. El lugar arderá en segundos.
—¿Están todas bien ocultas? No quiero ningún error de última hora.
Farley se encogió.
—Alguien puede que cierre las puertas de incendio, pero dará igual. He amañado los dos pisos. Y las cargas están ocultas.
—¿Y estás seguro de que las oficinas de Sutton y Kairouz sobrevivirán?
—Deberían. Están en la pared externa, lejos de las cargas. Los camiones de los bomberos echarán agua primero por las ventanas —miró a su alrededor— ¿Ya ha terminado Sutton?
—El señor Sutton ha y está terminado —exclamó Braun— Y tal y como prometí, su plus está ahora disponible para aumentar el tuyo propio.
Farley sonrió.
—Perfecto —dijo— Entonces lo único que queda es el temporizador. ¿Cuándo quieres que estallen?
Braun había pasado apuros con la coordinación hasta que hubo llamado la zorra de Walsh a Kairouz. Cassie tenía que estar bajo su control para asegurarse de la cooperación de Kairouz, pero secuestrarla en casa implicaba demasiados testigos que habría que silenciar. Las autoridades creerían que había sido Kairouz el que habría secuestrado a la niña, pero no que había autorizado el asesinato de todos sus empleados del hogar. Tendrían que sacar a la niña del colegio y la coordinación era la clave. No serviría si Kairouz moría en su oficina, pero normalmente llegaba a la oficina a la vez que Cassie llegaba al colegio. Así que la reunión de las ocho y media de Kairouz con la zorra era perfecta. Incluso tenía reservado un asiento en primera fila para ver la destrucción del trabajo de toda su vida.
—Ponlo para que explote a las ocho y cuarenta —ordenó Braun.
Academia Sterling Westminster, Londres, Reino Unido Hora local: 0830 horas 6 de julio GMT: 0730 horas 6 de julio
Farley aceleró. La retrasada perdería el tiempo, como todas las mañanas. Y si encima la vieja zorra le tenía que firmar un pase por llegar tarde, podría joder todo el plan por completo.
—MÁS DESPACIO, FARLEY —le gritó Gillian Farnsworth al girar con fuerza una esquina. Le ignoró hasta que se detuvo unos minutos antes de llegar a la Academia Sterling, aliviado al ver que la directora aún estaba al final de las escaleras. Salió de un salto y abrió la puerta de Cassie. Le agarró del brazo para ayudarse a salir.
—Tengo que usar el baño —dijo con la puerta abierta.
—Métete en el coche inmediatamente —le ordenó Gillian.
—Será un momento —sonrió— No te pongas nerviosa, cariño.
Cerró la puerta de un portazo y subió la larga escalinata, agarrando aun el brazo de Cassie. Hizo una pequeña reverencia con la cabeza con educación hacia una sorprendida directora que parecía avergonzada al susurrarle él sus necesidades y pasó corriendo al lado de ella antes de que pudiese objetar. Dentro fingió estar perdido.
—¿Dónde está el baño?
—Por ahí abajo —señaló Cassie— Ahora, déjame marchar que llego tarde.
—Primero enséñamelo.
—Bueno, está bien, pero deprisa —le acompañó por un pasillo lateral vacío.
Según abría la puerta, le tapó la boca con su mano y le empujó adentro. Su agitación le excitaba al presionarla contra él. Sujetó su cabeza contra su pecho, sacó una jeringuilla, le quitó el tapón con los dientes y le pinchó en el cuello. Se quedó sin fuerzas y la dejó en el suelo para abrir la ventana.
—Justo a tiempo —dijo Braun apoyado contra la ventana. Farley se la pasó y luego agarró la parte superior del marco de la ventana para balancearse a través de la pequeña apertura con los pies por delante. Aterrizó encima del capó de un camión pintado con los colores distintivos de International Parcel Service, que se encontraba en la pared que había debajo de la ventana alta en el pasillo desierto. Braun ya estaba saltando al suelo, vestido con un uniforme de IPS. Farley cerró la ventana y bajó a Cassie hacia los brazos de Braun y luego saltó a su lado.
—La pondré detrás —informó Braun— Cámbiate y ponte al volante.
A las 8:36, el camión giró en Victoria Street.
Castle Lane a 400 metros de la Academia Sterling Westminster, Londres, Reino Unido Hora local: 0837 horas 6 de julio GMT: 0737 horas 6 de julio
—Niñera, Control. Cambio —sonó la radio.
—Le escuchamos Control. Cambio.
—Niñera, les informo de que el sujeto se dirige hacia el este por Victoria. Cambio.
El conductor giró en la esquina. Los dos hombres en el coche parecían aliviados por encontrar el coche inmóvil de Kairouz.
—Negativo, control. El vehículo del sujeto no se ha movido. Cambio.
—Tengo al sujeto en movimiento, niñera. En dirección este por Victoria. Cambio.
—Control, repito. El vehículo del sujeto está estacionado. Comprueba su equipo. Cambio.
—Niñera, ¿TENÉIS UNA VISUAL DEL SUJETO? Cambio.
—Negativo, control. Pero el vehí...
El operador abandonó el protocolo.
—El maldito COCHE puede que esté ahí, pero el SUJETO está en movimiento. Ahora se dirige hacia el sur por Artillery Row y se está alejando. ¿ME ENTIENDEN?
—Coño —dijo el conductor.
—Control, estamos en ello —dijo el segundo agente mientras el conductor giraba por Victoria y se dirigía al este.
Café Starbucks Vauxhall, Londres, Reino Unido Hora local: 0830 horas 6 de julio GMT: 0730 horas 6 de julio
Tanto Anna como Alex habían llegado pronto y estaban sentados en un Starbucks que había cerca de la oficina y con las tazas vacías. Estudió a Alex. Panamá y el arresto de Dugan le habían pasado factura.
—Todas esas muertes y Thomas arrestado —dijo— Si os hubiese puesto sobre aviso antes... quizás podríais haberlo evitado. Pero tenía tanto miedo por Cassie —su voz se rompió— Y aún lo tengo.
Anna le cogió de la mano.
—Ahora está a salvo, te lo prometo.
Se sentó, con los ojos abatidos y apretó sus manos antes de mirar hacia arriba.
—Muy bien —dijo— A lo que estábamos. Te conseguiré un informe sobre la posición pero, ¿cómo os pondréis en contacto con los barcos sin alertar a Braun?
—Estamos en ello —respondió Ana con imprecisión.
—Bueno, tú eres la experta. Haré que la señora Coutts te pase una copia.
Anna miró por la ventana.
—Puedes decírselo ahora.
Alice Coutts estaba saliendo de la boca de metro Vauxhall y salieron corriendo para interceptarla.
—Vaya, buenos días —saludó la señora Coutts— Vaya sorpresa más agrad...
Una explosión les tiró al suelo, seguido muy de cerca por una segunda que parecía como si fuese el eco. Las ondas expansivas destrozaron las ventanas. Se giraron y vieron como salí el humo de un edificio muy familiar. Alex se quedó totalmente blanco al ver como la empresa que había construido con años de sangre, sudor y lágrimas se convertía en cenizas.
Horseferry Road cerca del puente de Lambeth Londres, Reino Unido Hora local: 0842 horas 6 de julio GMT: 0742 horas 6 de julio
Braun escuchó las explosiones según se iban acercando al puente de Lambeth. Había optado por cruzar el Támesis para así poder obtener una confirmación visual del fuego. Ya en el puente, vio como subía fuego desde la otra orilla y escuchó un ulular lejano de las sirenas de los bomberos. Los curiosos bloqueaban el paseo hacia el sur del edificio en llamas.
Saltó por un bocinazo. Farley también estaba curioseando y casi se choca contra un taxi.
—Mira a la puta carretera —le gritó Braun.
Farley farfulló y Braun le ignoró y marcó en su móvil. Contestó Alex Kairouz.
—Ah, Kairouz. ¿Estás disfrutando la fogata?
—Bastardo. Te mataré.
Braun se rió.
—No lo creo, Kairouz. Pero te perdonaré este pronto. Estoy convencido de que serás más respetuoso puesto que aquí estoy entreteniendo a Cassie. ¿Recuerdas esos vídeos?
—¡Mentiroso! Ella está en el colegio —le gritó Alex a la vez que empezó a pitar el tono de “llamada en espera”.
—Cógelo, Kairouz. Estoy seguro de que es esa zorra de Farnsworth. Tienes diez segundos para hablar con ella antes de que cuelgue y Cassie desaparezca. Listo. Ya.
—Mira, Braun...
—Nueve segundos, Kairouz. Tic, tac, tic, tac.
Alex le puso en espera.
—¡Señor Kairouz, gracias a Dios! —suplicó Gillian Farnsworth— Ese animal de Farley se ha llevado no se como a Cassie de...
—Lo sé, ahora le llamo —le soltó muy bruscamente y volvió a conectar de nuevo con Braun.
—¿Qué quieres? —le preguntó con la voz temblorosa.
—Mucho mejor —respondió Braun— No hables con nadie. Coge el metro hasta Sudsbury y Smithe en Lombard Street. ¿Conoces la firma?
—He oído hablar de ella.
—Pregunta por el señor Carrington-Smythe, el director general. Te está esperando. Te dará un maletín con dinero y bonos al portador. Coge el recibo rápido y márchate. ¿Entendido?
—Sí.
—Coge un taxi hasta Heathrow y ve al mostrador de la compañía Global Air Charter. Hay un jet esperándote para llevarte a ti y a Cassie hasta Beirut, a tu antigua casa. Embarca y espera.
Las esperanzas de Alex aumentaron hasta que se hicieron añicos.
—Cassie, por supuesto, nunca llegará —confirmó Braun.
—Pero, ¿qué...?
—Calla y escucha —le ordenó Braun— Cuando llegue la policía, confiesa que tú y Dugan conspiraron para hacer volar el China Star y el Asian Trader para manipular los fletes, pero que cuando arrestaron a Dugan en Panamá, te entró el pánico y huiste. Cuando Sutton descubrió tu plan de dejarle como chivo expiatorio, le mataste e incendiaste la oficina para tapar tu crimen. Nos ordenaste a Farley y a mí, simples peones en tu malévolo plan, que recogiésemos a Cassie ya que no confiabas en la honrada señora Farnsworth. Especularás con que vimos a la policía y que, temiendo que nos arrestaran, desaparecimos con ella.
—¿Y si me niego? —le preguntó Alex.
—Estoy seguro de que puedes suponer lo que pasaría, Kairouz. Creo que hemos repasado el vídeo varias veces.
Un sollozo ahogado significó para Braun su victoria.
—Otra cosa más, Kairouz —le dijo Braun— Mientras estés bajo custodia, suicídate.
Alex dio un grito ahogado.
—Oh no empieces —le pidió Braun— Es un intercambio, Kairouz. Tu patética vida para salvar la de Cassie.
—¿Crees que confío en ti?
—No apelo a tu confianza, imbécil, sino a tu sentido común. Si Cassie vuelve a aparecer sin ningún rasguño, sostendrá lo que quiero que se crea: que nos entró el pánico, tiramos a la niña y nos escapamos. No malgastarán recursos en unos simples peones después de que te hayan capturado, el artífice. Pero si ella desaparece o aparece muerta, se convertirá en una pobre víctima y las autoridades seguirán buscando. Y si tú confiesas y mueres, podré soltarla sin miedo a que te retractes. Yo quiero que así sea.
—¿Pero cómo se supone que...?
—Todos los se suicidar algún preso, Kairouz. Confío en ti. Pero no creas que un esfuerzo sin ganas me convencerá. Necesito un compromiso, chico. ¿Entendido?
—Sí —dijo Alex en un tono muy bajo.
—Excelente. Entonces adelante. Y recuerda, no hables con nadie. De hecho, quítale la batería al teléfono. Sabré si no lo has hecho y puede que le deje a Farley disfrutar un poco con tu querida Cassie.
Braun colgó y sonrió.
—Ha ido bien.
—¿Cómo vas a interceptar su teléfono desde aquí? —le preguntó Farley.
—Obviamente no lo voy a hacer —afirmó Braun con mucha paciencia— Pero tiene demasiado miedo como para no seguir mis instrucciones.
—¿Crees que se quitará la vida?
—Por supuesto —respondió con seguridad Braun— Pero también es muy importante el que implique a Dugan ahora. Inconscientemente comparará su noble sacrificio con una pena de prisión para Dugan. El destino de Dugan parecerá más que aceptable —sonrió Braun— El suicidio de Kairouz hará que su confesión sea irrevocable, la cual encajará a la perfección con la evidencia que se encuentre en el escritorio de Sutton.
Farley frunció el ceño.
—¿Así que le dejamos marchar a la chica?
Braun se rió.
—Por supuesto que no idiota. ¿Crees que me importa en algo que unos zoquetes me estén buscando? Para cuando sospechen algo ya estaremos muy lejos.