Capítulo veintidós
LÍNEAS aéreas Iberia, vuelo 6307 Aproximándose a la ciudad de Panamá, República de Panamá Hora local: 2125 horas 4 de julio GMT: 0225 horas 5 de julio
Se encendieron las luces y Dugan se movió para intentar centrarse en el aviso.
—...ataque. El aeropuerto está cerrado. Nos permiten repostar y saldremos hacia Miami, en donde unos agentes se reunirán con ustedes. Los no residentes que intenten desembarcar aquí serán enviados de nuevo a bordo.
Una azafata se arrodilló a su lado.
—¿Señor Dugan?
Asintió.
—Tiene que desembarcar. Se encontrarán con usted.
Pero quién, se preguntó unos minutos después en la cola de inmigración.
—Señor Dugan —le llamó un hombre corpulento al coger el pasaporte de Dugan— Venga conmigo por favor.
—¿De qué va esto? —preguntó Dugan mientras le acompañaba.
El hombre tiró a Dugan contra la pared y le esposó antes de sacarle por la salida. Un hombre se acercó hablando en un español y sin apenas acento.
—Teniente Reyes. Me llevaré ahora al señor Dugan. Gracias.
—Disculpe, señor Carlucci, pero está bajo arresto —respondió el hombre corpulento— A no ser, por supuesto, que tenga inmunidad.
Sonrió al ver como Carlucci lo negaba.
—Entonces le deseo que pase una buena tarde.
Oficina central de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) Ciudad de Panamá, República de Panamá Hora local: 2210 horas 4 de julio GMT: 0310 horas 5 de julio
Reyes se llevó a Dugan adentro. Cruzaron deprisa entre paredes de cristal a través de las cuales podía ver filas de escritorios ocupados. Un hombre bajito saludó con perplejidad y Reyes agitó su cabeza y pasó corriendo, empujando a Dugan para que bajase las escaleras hasta una puerta sin ninguna placa. Dugan se encontró entre cuatro paredes de cemento. Las tuberías del techo se entrecruzaban y formaban sombras ambiguas. Las paredes y el suelo estaban manchados, al igual que una mesa de madera destartalada. Reyes le empujó y lo sentó en la única silla que había.
—Mira —advirtió Dugan y se dio media vuelta— Creo que ha habido algún malentendido...
Reyes le dio un cachete por detrás.
—Sí, señor Dugan. Me ha entendido mal. Aquí está para responder a las preguntas. ¿Está claro?
Dugan asintió.
—Bien —dijo Reyes— Hábleme sobre el Asian Trader.
—Estoy aquí para atender una investigación abordo. Tenía que haber embarcado en el fondeadero del Pacífico. ¿Por qué? ¿Ha sufrido daños en el ataque?
Los ojos de Reyes se encogieron.
—¿Por qué dice eso?
—El piloto dijo que había habido un ataque y usted ha preguntado por el barco. Parece lógico, ¿no?
Reyes cambió de táctica.
—¿Por qué entonces pagó por un tránsito prioritario? —le preguntó.
—No sé de qué me habla —respondió Dugan.
Reyes pegó la cara de Dugan contra la mesa y le cogió del pelo.
—Ya basta de mentiras —susurró Reyes— La verdad. O no saldrá vivo de aquí.
La sangre recorría la cara de Dugan al girarse para cruzarse las miradas con Reyes.
—Que te jodan, hijo de puta.
En estas circunstancias, una observación un tanto inapropiada.
—Dígame —dijo Luna.
—Capitán Luna. Frank Carlucci.
—¿Qué puedo hacer por usted, señor Carlucci? —preguntó Luna.
—Dígame lo que sabe sobre Thomas Dugan.
—No mucho. El señor Dugan iba a llevar a atender una investigación en el Asian Trader —explicó Luna— Reyes se tenía que encontrar con él mañana, pero ahora... —hizo una pausa— ¿Conoce la pérdida de Reyes?
—¿Qué pérdida? —preguntó Carlucci.
—María ha muerto hoy en Miraflores y sus hijos están heridos. Está con ellos en el hospital.
—Capitán —le comunicó Carlucci— Reyes arrestó a Dugan en el aeropuerto hace algo menos de una hora.
—Está usted mal informado —subrayó Luna.
—Le he visto yo mismo, no me equivoco —confirmó Carlucci.
—Le volveré a llamar —respondió Luna. Colgó y se fue corriendo a la sala de operaciones.
—Pérez —le preguntó— ¿Dónde está Reyes?
Pérez parecía un poco incómodo.
—¡No me jodas, Juan! ¡Cuéntame!
—Con un gringo —dijo Pérez— En el agujero, creo.
Luna se fue corriendo, con Pérez en sus talones. Encontraron a Dugan tumbado en el cemento y con Reyes encima de él, con los puños bien apretados y la cara roja de ira.
—¡Manny! ¡No! —gritó Luna mientras luchaba por apartarle.
—Juan —ordenó Luna cuando se arrodilló al lado de Dugan— Saca a Manny y llama al doctor.
Tocó la cara de Dugan. Dugan puso cara de dolor y cerró un ojo.
—¿Se ha ido? —le preguntó Dugan con voz débil y aliviado ante la respuesta afirmativa de Luna.
—Quédate quieto —dijo Luna— Viene ahora el médico.
—No es tan jodidamente fuerte —dijo con voz ronca Dugan— Una vez me dejaron peor tres tíos a la salida de un bar en Nápoles.
M/T Luther Hurd Fondeadero del lago Gatún, República de Panamá Hora local: 2245 horas 4 julio GMT: 0345 horas 5 julio
—Detener mi barco —dijo el capitán Vince Blake— Eso es piratería, por Dios.
—Tienes razón —confirmó el jefe de máquinas Jim Milan y miró de forma desafiante.
Rojas miró a Calderon y asintió. Calderon marcó en su móvil y Rojas se giró hacia el capitán americano.
—Capitán Blake, solo para asegurarnos, esto lo ha aprobado su presidente —confirmó.
—¿Ray Hanley? —le preguntó Blake, incapaz de imaginarse al irascible presidente de ‘Hanley Trading and Transportation’ separarse de su nuevo barco.
—Me refiero al presidente de su país —afirmó Rojas— Necesitará, por supuesto, confirmar esto. Tenemos a su embajada en el teléfono.
Rojas le hizo un gesto con la cabeza a Calderon para que le pasara el teléfono a Blake. Blake puso el teléfono en su oreja, escuchó pasmado y gruñó un asentimiento antes de colgar y mirar al jefe de máquinas.
—Hijo de puta. Es verdad, Jim —dijo Blake— El presidente lo ha aprobado.
—Y yo que voté a ese gilipollas —murmuró Milam.
Era un trato cerrado gracias a la preparación de Rojas. Le informó al presidente de Panamá rápidamente y cuando se recibió la inevitable llamada telefónica del presidente de los EEUU y preguntó “en qué podemos ayudar”, la respuesta fue “dadnos el Hurd”. Los intereses de un armador se palidecían frente a la pérdida potencial del canal.
Blake probó una última vez.
—¿Pero estás seguro de que no tienes otras formas de bloquear las esclusas?
Calderon volvió a negar con la cabeza.
—Nuestras compuertas flotantes temporales están en Balboa. Incluso si pudiésemos de alguna forma llevarlas al lago, las puertas dañadas dificultan su colocación. Pero un petrolero que se encuentra justo a corriente arriba de la esclusa dañada servirá. Lo lastraremos hasta que encalle y construiremos una presa de barro a su costado del lado corriente arriba. Su barco tiene el tamaño ideal, está vacío y limpio. No hay peligro de polución o incendio y explosión.
—Hanley hará negocio —añadió Rojas— Por encima de la tarifa de mercado mientras esté en uso y vuelta al servicio a nuestro coste más cinco años de ingresos, garantizados.
Blake suspiró.
—¿Cuándo empezamos?
Rojas parecía nervioso.
—Perdona, me has malinterpretado. No hay nada que empezar. Desembarcaremos a la tripulación y colocaremos el barco con remolcadores.
—¿Has discutido esto con tus prácticos? —preguntó Blake.
—Ya hemos movido alguna vez un barco muerto —dijo Calderon.
—Embarcaciones más pequeñas en aguas tranquila con mulas —describió Blake— Apenas podemos entrar por las esclusas; ahora no habrá mulas y apenas habrá hueco para que los remolcadores puedan maniobrar. Necesitará máquina.
—Y necesitará la planta en funcionamiento para lastrarlo y hundirlo cuando ya estén en su sitio —dijo Milam.
—Encontraremos una forma, caballeros —dijo Rojas— Hay marinos entre nuestros empleados.
—Mira tío —dijo Milam— Nadie va a aprenderse este barco en unas cuantas horas.
—El jefe tiene razón —dijo Blake— Pediremos voluntarios. No necesitamos muchos.
La habitación se quedó en silencio.
—¿Harías esto? —le preguntó Rojas.
Blake se encogió de hombros.
—Somos tu única opción.
Aeropuerto internacional de Tocumen Ciudad de Panamá, República de Panamá Hora local: 2320 horas 4 de julio GMT: 0420 horas 5 de julio
—Un día largo —dijo Ward al estrechar la mano de Carlucci.
—Y aún no se ha terminado, me temo —se quejaba Carlucci— Hablemos mientras andamos.
Ward le siguió y se alejaron del Gulfstream en dirección a su coche.
—Arrestaron a Dugan al aterrizar. No le pude trincar y sospeché porque vi a un poli llamado Reyes alejarse con él a solas —hizo una pausa— Llamé a su jefe y dijo que Reyes no estaba trabajando porque su mujer había muerto en el ataque y que sus hijos estaban en el hospital. Le puse al día y colgó. Volvió a llamar hace cinco minutos diciéndome que Dugan había tenido un “accidente” pero que estaba bien. Traducción: llegó allí antes de que Reyes matase a Dugan.
Carlucci siguió hablando mientras se subían el coche.
—Allí nos dirigimos ahora. Supongo que Dugan aún estará magullado.
Ward se quejó.
—¡Por Dios! ¿Se puede pone aún peor?
—Sí, se pone peor —respondió Carlucci— Parece ser que Reyes recibió una llamada “confidencial” de ese hijo de puta de Gardner explicando que Dugan estaba de mierda hasta arriba, dando a entender que le tendrían que interrogar de forma agresiva.
—Ese estúpido hijo de puta —dijo Ward.
—Lo mismo opino yo —dijo Carlucci.
Oficina central de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) Ciudad de Panamá, República de Panamá Hora local: 2355 horas 4 de julio GMT: 0455 horas 5 de julio
Los americanos se sentaron en la mesa enfrente de Luna, Reyes y Pérez.
—Puedes entrar a ver a Dugan cuando nos digas por qué no nos advertiste —repitió Luna.
Maldito Gardner, pensó Ward y lo intentó nuevamente.
—Capitán, no sabíamos nada. Solo déjenos ver a Dugan y diré...
—No —dijo otra vez Luna— Nos lo dices ahora. O volvemos a interrogar a Dugan. Presente su protesta. Lo sabremos todo antes de que aparezca flotando en el canal.
Ward suspiró y asintió con la cabeza a Carlucci, el cual se dirigió a Luna en español.
—Capitán. ¿Tenemos su palabra de que esto será confidencial?
Luna asintió con la cabeza.
—Juan, ve y apaga la grabadora —le dijo a Pérez.
Se volvió a Carlucci.
—¿Suficiente, señor Carlucci, o quiere acompañar al sargento Pérez?
—Con su palabra me basta —dijo Carlucci mientras Pérez abandonaba la habitación.
Luna le dio las gracias y Ward empezó a detallar todo, incluso el papel que juega Dugan en la operación.
—Así que, pensamos que este viaje a Panamá era una treta para quitarse a Dugan del camino —concluyó unos minutos más tarde— No pensábamos que habría un ataque.
—Estoy confundido —dijo Reyes— No niega que sea verdad la información que ofreció Gardner: el dinero en las cuentas bancarias de Dugan en paraísos fiscales y el hecho de que Dugan esté involucrado con el Asian Trader justo antes de que partiese de Singapur hacia Panamá. Y aun así parece convencido de la inocencia de Dugan. ¿Por qué?
—Porque le conozco desde hace más de diez años y sé que nunca haría esto —explicó Ward— E incluso si estuviese equivocado sobre él, sé que es demasiado listo como para haber dejado pistas tan fáciles de encontrar. También, teniente, hágase esta pregunta: si fuese usted Dugan y hubiese cometido este hecho tan atroz, ¿se subiría a un avión rumbo a Panamá y aterrizaría en el medio del caos? Solo Dios y la buena suerte detienen el lago. Si las cosas hubiesen tomado otro rumbo, Dugan podría haber desembarcado justo a tiempo para haber sido barrido hacia al Pacífico.
Reyes y Luna asintieron. Después de una larga pausa, Luna habló
—Muy bien, caballeros —afirmó— Pueden ver a Dugan. Mas de eso no les puedo prometer.
—Capitán Luna, a pesar de lo devastador que fue el ataque, no creo que sea su objetivo final —declaró Ward— Braun está aún en Londres y eso me dice que tiene más ataques planeados. Necesito llegar allí y necesito a Dugan. Sus habilidades puede que sean vitales para prevenir otro ataque.
Luna miró a los ojos de Ward.
—Agente Ward —le dijo— Mi único interés es llevar a los bastardos asesinos ante la justicia. Aún no estoy convencido de que el señor Dugan no sea uno de ellos, a pesar de sus garantías. Será nuestro huésped por unos cuantos días.
M/T Luther Hurd Fondeadero del lago Gatún, República de Panamá Hora local: 0120 horas 5 de julio GMT: 0620 horas 5 de julio
Blake se sentó frente al ordenador de carga en la sala de bombas y se puso a maldecir.
Milan, que estaba en la ventana, se dio media vuelta.
—¿La caja mágica le da problemas, capitán? —le preguntó.
Blake suspiró.
—No, pero ¿Hay alguien que pueda adivinar cuanta agua tenemos que meter mientras nos acercamos? Si lastramos mucho, encallamos antes de llegar y si vamos muy vacíos podemos ser absorbidos dentro de la esclusa antes de que podamos hundirlo.
—Tenemos que hundirlo rápidamente, ¿De acuerdo? —afirmó Milam.
—¿Pero cómo? —preguntó Blake— Necesitaremos agua en los tanques de carga y la interconexión de emergencia del lastre de tormenta es muy lento.
Milam miró pensativo.
—Y qué te parece unos nuevas interconexiones?
—¿Agujerear los mamparos?
Milam asintió.
—Tengo dos equipos de corte. Podemos bajar el nivel del agua en los tanques de lastre lo suficiente como para poder alcanzar la parte superior de los tanques y como los tanques de carga no están inertizados aún, no hay ningún problema. El primer maquinista y yo podemos hacer agujeros entre ambos tanques de lastre y el tanque de carga contiguo, luego entraremos en los tanques de carga y abriremos agujeros entre ellos. Lo convertiremos en un tanque de carga enorme. Abre las válvulas y po a tope todas las bombas de lastre y ya está.
Blake frunció el ceño ante la idea de destruir intencionalmente la estanqueidad de su barco nuevo.
—Pero no podré controlar el calado y el trimado en ruta —declaró.
—Sí podrás —aseguró Milam— Cortaremos los mamparos de los tanques de lastre por arriba. Los tanques de lastre no verterán en los tanques de carga hasta que no estén casi llenos. Tríma el barco como quieras y luego rebosa los tanques de lastre en los tanques de cargar cuando estemos en posición.
Blake suspiró.
—Hazlo —le dijo.
Milam fue hacia la puerta y se detuvo para mirar por fuera de las ventanas.
—Tenemos compañía —le avisó a Blake.
Blake se dirigió hacia la ventana.
—Mierda. ¿Pero por qué han vuelto? A los que dieron el alta, se tendrían que haber ido al hotel.
La segundo oficial Lynda Arnett caminaba por cubierta, seguida de tres tripulantes y un Pedro Calderón avergonzado. La mano derecha de Arnett tenía una escayola puesta y los tres hombres que le seguían llevaban puestas varias vendas. Entró en la sala de bombas unos minutos después, junto con Calderón, mientras los tres tripulantes esperaban fuera en el pasillo, sin que nadie les viese pero al alcance del oído.
—Arnett, ¿estás bien? ¿Qué tal están los demás? —le preguntó Blake.
—Estoy bien. Solo una muñeca rota. El Primer Oficial tiene una conmoción cerebral y la pierna del contramaestre está rota. Alvarez, Green y Thornton están conmigo, apenas están heridos.
La cara de Blake se endureció.
—¿Por qué estás aquí?
—Todo el mundo está enterado. Venimos a ayudar.
Blake preguntó con la mirada a Calderón.
—El pánico se estaba extendiendo —explicó Calderón— Dimos a conocer el plan para que se tranquilizasen un poco las cosas.
Blake se volvió a Arnett.
—Pero si le dije a ese maldito agent...
Calderon le interrumpió.
—La señorita Arnett puede ser bastante persuasiva. Amenazó con quitar ciertos atributos anatómicos a los cuales el agente está muy unido si no le proporcionaba transporte. Fue muy convincente. Autoricé el bote a la espera de que la hiciese entrar en razón.
Blake y Milam sonrieron al ver como Arnett se ruborizaba.
—Agradezco esto, Lynda —dijo Lynda-Pero ya somos suficientes.
—El primer contramaestre está fuera de combate y el tercer oficial está convaleciente. Me quedo.
—¡Maldita sea, mujer! —dijo Blake— Tienes un brazo roto, por el amor de Dios.
—La muñeca —le corrigió— ¿Y qué es esa mierda de “maldita sea, mujer”? ¿La caballerosidad de un don nadie? ¿O discriminación? Apártame de aquí y te meto una denuncia del carajo.
El sobrecargo, Dave Jergens, habló desde la puerta, rompiendo así la tensión.
—Lynda —dijo— El cocinillas ha sacado sopa. Ven aca’ y la calentaré —e invitó a entrar a los tres marinos al pasillo.
Blake lanzó una mirada de agradecimiento a Jergens.
—Gracias, Dave —le agradeció— Sigue, Lynda. Ves a comer. Me lo pensaré, ¿vale?
Se puso rígida y se marchó. Jergens se puso a un lado para dejarle pasar pero no le siguió.
—¿Algo más, Dave? —le preguntó Blake.
—Capi, mis chicos quieren echar una mano también —dijo Jergens— Nos encargaremos de las amarras o de lo que sea.
—¡Por Dios! —se contuvo Blake— Mira Dave. Te lo agradezco, de verdad, pero no te puedes quedar.
—Pos eso no está bien, capi —dijo Jergens— Tenemos el mismo derecho que los otros a ayudar.
Blake se quedó paralizado.
—Muy bien, de acuerdo. Luego te lo digo. ¿Está bien?
Jergens asintió y se marchó. Cuando ya no podía ir, Blake se giró hacia Milam.
—¿Se acaba de presentar como voluntario el sobrecargo para trabajar en cubierta?
—Sí, al igual que el equipo de máquinas, hasta los limpiadores —expuso Milam— Me acabarán dando por culo si se me ocurre pedirles que desembarquen.
—Por Dios, ¿qué está pasando?
—Quizás es comprensible —manifestó Milam— ¿Recuerdas cómo te sentiste el 11 de septiembre?
Blake se quedó en silencio.
—Aturdido, enfadado pero sobre todo con impotencia —respondió finalmente.
—Como todo el mundo —dijo Milam— Ahora podemos hacer algo. Nadie quiere quedarse al margen. Deberíamos dejarles que nos ayuden.
—No puedo arriesgar sus vidas innecesariamente —declaró Blake.
—Pues déjales que ayuden. Pueden llevar las botellas de gas, desenrollar las mangueras, aparejar las luces, lo que sea y luego navegar hasta la entrada de las esclusas.
—Creo que puede funcionar. Mejor que un motín —aceptó Blake, mirando a Calderón.
—¿Puedes pedir una lancha para sacar a la tripulación no esencial antes de llegar a las esclusas? —solicitó.
—Por supuesto, capitán, sería un honor —expresó Calderón.
—Muchas gracias, señor —dijo Blake y se giró para sonreír a Milam.
—¿A qué coño esperas? —le preguntó— Tienes que hacer unos agujeros. Y yo tengo que convencer a Arnett para que desembarque con los demás.
—Me alegro de que me toque lo más fácil —expresó Milam, mientras se dirigía hacia la puerta.
Oficina central de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) Ciudad de Panamá, República de Panamá Hora local: 0120 horas 5 de julio GMT: 0620 horas 5 de julio
Dugan no paraba de moverse para no anquilosarse. El viejo doctor había sido muy minucioso y parecía competente, aunque su inglés era muy básico.
—Es bien. Otros peor —le informó y se marchó justo cuando Pérez llegó con arroz, judías y café fuerte pero dulce. A pesar de la paliza, Dugan tenía mucha hambre. Engulló la comida, aunque empezó a comer más despacio por culpa de sus labios hinchados. Dejó el plato vacío en la mesa a la vez que andaba cojeando alrededor de ella.
Vio como se abría la puerta y se fijó en la cara de Ward.
—Por Dios, Jesse —advirtió Dugan— No puedo estar tan mal.
—¿Estás mejor? —le preguntó Ward.
—Bueno, un tío que parece ser un médico me dijo que estaba estupendamente.
Ward asintió al ver a Dugan fijarse en Carlucci al alargar la mano.
—Frank Carlucci —se presentó— Casi nos conocimos en el aeropuerto. Estás mejor de lo que yo pensaba. Reyes es muy duro.
—Fui inteligente y me hice el inconsciente —dijo Dugan— Ni siquiera un psicópata seguiría pegándole a un cuerpo inerte. ¿Qué le pasa a ese idiota?
—Se murió su mujer y sus hijos están heridos, todo gracias al Asian Trader —le explicó Ward— Puedes hacerte una idea.
—Hijo de puta —dijo Dugan bajito— No lo sabía.
Escuchó callado como Carlucci resumía el ataque.
—Pero hay más —añadió Ward cuando Carlucci terminó de hablar— Te tendieron una trampa: correos falsos, una cuenta en las Islas Caimán, tu autorización para un puesto para el tránsito prioritario, todo muy bien elaborado.
Dugan asintió y miró muy pensativo.
—Si Braun hizo todo eso para tenderme una trampa, entonces busca desviar la atención y quizás ganar algo de tiempo —continuó Dugan— Y si aún está en Londres, es posible que haya planeado más ataques.
—Eso opino yo también —dijo Ward— Voy directo a Londres.
—¿Y yo qué? —le preguntó Dugan.
Ward miró a Carlucci.
—Estamos en ello —le dijo.
Luna estaba sentado con sus subordinados en una habitación al lado. Había prometido no grabar la conversación anterior pero no dijo nada de vigilancias en el futuro.
—Bueno, señores. ¿Qué opinan?
—Sus palabras corresponden la historia anterior, pero pueden sospechar que les escuchamos —pensó Juan Pérez.
—Verdad. ¿Manny? —le preguntó Luna.
Reyes se encogió de hombros.
—Si Dugan está de mierda hasta el cuello, es nuestra única pista.
—Al margen de lo que sientas, ¿qué te dice tu interior?
Reyes se volvió a encoger de hombros.
—Parece lógico el razonamiento de Ward y este Gardner es un completo idiota. Creo que es posible que Dugan sea inocente o, peor aun, un primo.
Luna asintió con la cabeza.
—Tenemos que enfrentarnos a los hechos. No tenemos los suficientes recursos para realizar operaciones en el extranjero. Nuestra única esperanza está en los yanquis y el inglés.
La cara de Reyes mostraba confusión.
—Así que deberíamos dejar a Dugan ir y esperar a que nuestro querido Tío Sam vuelva más tarde para darnos una palmadita en nuestras cabezas y decirnos qué está pasando? Esto es una atrocidad contra Panamá y tenemos un sospechoso en custodia. No creo que deberíamos dejarle marchar tan rápido.
—¿Y qué si Ward tiene razón? —le preguntó Luna— ¿Y qué si la pericia de Dugan no se necesita solo para prevenir más ataques sino para traer al culpable de este ante la justicia?
—Yo no dije que no se permitiese a Dugan irse con Ward, capitán —subrayó Reyes— Únicamente que no debería estar fuera de nuestra custodia.
Aeropuerto internacional de Tocumen Ciudad de Panamá, República de Panamá Hora local: 0250 horas 5 julio GMT: 0750 horas 5 julio
Reyes se reclinó en su asiento de piel del Gulfstream y se quedó mirando a Dugan sentado enfrente de él. El hombre ya estaba roncando, gracias a unos analgésicos muy fuertes, cortesía de Carlucci.
—Gracias por soltarle —dijo Ward por detrás de él.
—Para ser claro, agente Ward, no le hemos soltado —aclaró Reyes— Viaja bajo mi custodia. Puedo volver con él a Panamá en cualquier momento. Espero que tanto su gobierno como los británicos cumplan con nuestro acuerdo en ese aspecto.
Ward parecía como si quisiese hablar y luego se lo pensó bien. Asintió y se giró para quedarse mirando fuera de la ventana y dejó que Reyes se quedase con sus pensamientos.
Sus hijos estaban despiertos ahora. Los médicos dijeron que no hubo grandes daños físicos, pero estaban confundidos y asustados. Dejarles atrás había sido muy duro y solo lo pudo hacer por la presencia de sus padres y cuñados. Había tomado una determinación, pero él sabía en su corazón que a sus hijos les gustaría que trajesen a los asesinos de su madre ante la justicia.
Por todas sus bravuconadas con Ward, su misión era de todo menos “oficial”. Era un acuerdo al que habían llegado Ward y Luna, con la mujer de Walsh por el teléfono desde el Reino Unido. A Reyes no le habían ni asignado oficialmente esa tarea. Las cosas habían sido demasiado caóticas en Panamá como para esperar que se aprobase ese tipo de tratos tan rápido. Reyes simplemente se había cogido sus vacaciones anuales, con una promesa de Luna de que se quitaría todo el papeleo después de los hechos.
Cuando el Gulfstream se niveló a su altitud de crucero, Reyes desabrochó su cinturón de seguridad y se inclinó hacia Dugan. El hombre se revolvió pero no se levantó después de que Reyes le quitase las esposas y las metiese en el bolsillo de su chaqueta.
—Gracias, estoy seguro de que lo apreciará —le agradeció Ward.
Reyes se encogió de hombros.
—No creo que se vaya a ningún lado.
El guarda de la esclusa de Pedro Miguel levantó la vista para ver como el Gulfstream le pasaba por encima. Mientras veía como las luces se apagaban, oyó un sonido sordo y un largo gemido cuando la masa en la esclusa se movió.
—Control Central, aquí Pedro Miguel. El tapón se está moviendo. Repito, el tapón se está moviendo.