Capítulo cinco
EMBAJADA de los EEUU Napier Road, República de Singapur Hora local: 1845 horas 27 de mayo GMT: 1045 horas 27 de mayo
Dugan se sentó en la misma sala de conferencias y esperó. Cuando Ward apareció, Dugan levantó sus cejas.
—¿Dónde está el chico maravilloso?
—Gardner voló de vuelta a Langley esta mañana —respondió Ward— Reunión de Dirección.
Dugan resopló y siguió hablando.
—¿Alguna noticia sobre el Alicia?
Ward agitó su cabeza.
—Negativo. Los indonesios siguen en su línea, no quieren cooperar, pero tenemos nuestros propios activos en el terreno para localizar todas las grúas disponibles. También hemos encargado que los satélites recopilen imágenes de cada puerto con capacidad para tener grúas grandes y todos los fondeaderos que sean lo suficientemente profundos como para tener una grúa flotante. Aún no tenemos nada de nada.
—¡Mierda!
Ward se encogió de hombros.
—Aún es nuestra mejor pista. Por supuesto encontraron un escondite, pero antes o después ellos irán a por una grúa o una grúa irá hacia ellos. Inteligencia es un juego de paciencia, Tom.
Ward cambió de tema.
—¿Has llamado ya a Kairouz?
—Ya que has colocado micrófonos en mi teléfono, conoces la respuesta a eso.
—Llama.
—Entonces, ¿qué pasa con “inteligencia es un juego de paciencia”? —le preguntó Dugan.
Ward frunció el ceño.
—No te emociones tanto. Mi relevo llegó anoche y le enseñé el Asian Trader y le di mis honorarios esta mañana. Alex estará esperando una llamada. Solo estaba esperando hasta que pareciese natural.
—Ningún momento como el de ahora —replicó Ward.
Dugan suspiró y sacó su móvil.
Oficinas del Phoenix Shipping S.A. Londres, Reino Unido Hora local: 1150 horas 27 de mayo GMT: 1050 horas 27 de mayo
El estómago de Alex hervía de tanto tomar café, ya desde tan temprano, y estaba tenso e irritable por la falta de sueño. Nadie había sido el mismo desde la llegada de Braun con su matón Farley. Miró su bandeja de entrada rebosante. Su productividad había sufrido también y había ordenado a la señora Coutts que no le pasara ninguna llamada mientras intentaba despejar todo el trabajo retrasado.
Lo revisó, enfadado, a la vez que le llamaban por el interfono.
—¿Sí, señora Coutts?
—Disculpe que le moleste señor, pero el señor Dugan está por la línea uno.
Sonrió a pesar de la tensión. Hay que confiar en los encantos de Dugan para superar a la señora Coutts. Apretó el botón que parpadeaba.
—Thomas. ¿Qué tal estás? ¿Ya ha llegado Guido?
—Todo bien, Alex —contestó Dugan— Le recogí anoche en el aeropuerto Changi y hemos repasado juntos esta mañana el barco. Ya está fuera del dique seco y deberá ir hacia la refinería ExxonMobil para cargar algún día de la semana que viene. Guido ya está a cargo.
—Excelente Thomas y gracias por ayudarme con este problema.
—No es nada, Alex, pero hay algo más de lo que quiero hablar. Creo que voy a aceptar tu oferta de trabajar contigo a tiempo completo.
Alex se sentó aturdido. Thomas no podía venir. No ahora. Si notaba que algo iba mal e iba a las autoridades...
—Alex, ¿estás ahí?
—Sí, Thomas. Solo estoy sorprendido. ¿Por qué has cambiado de opinión después de todos estos años? ¿Lo dices de verdad? ¿Qué pasa con tus servicios de consultoría?
—Tan en serio como un ataque cardíaco —respondió Dugan— En cuanto al porqué, supongo que finalmente me has convencido de pasar más tiempo detrás de un escritorio. Y puesto que eres el 70% de mi facturación, no me preocupa mi consultaría. Si no resulta, volveremos a como estaba antes. De todos modos, sabes que el dinero no es un problema para mí gracias a la magia de Katy con las finanzas.
—¿Qué pasa con Katy? —le preguntó Alex— ¿Se disgustará si te mudas a Londres?
Dugan se rió.
—Seamos realistas Alex, estoy viajando la mayor parte del tiempo y solo porque mi hermana pequeña deje que me quede en su casa con piscina entre viaje y viaje, no significa que se me echará de menos. Aun así volveré a casa por vacaciones, ya que solo me ven por esas fechas, de todos modos —Dugan hizo una pausa— ¿Pero por qué tantos inconvenientes? ¿Estás intentando convencerme de que no haga eso por lo que llevas años intentando convencerme?
—No, para nada. Es que no me lo esperaba y el momento es un poco... inoportuno. Mira, acabo de contratar a un hombre como director de operaciones y hemos acordado que acabará ocupando un puesto que se acaba de crear, el de director general —mintió Alex— No tenía ni idea de que habías recapacitado. Pero si te contrato ahora como director general, se lo tomará a mal.
—Ya veo, Alex. ¿Qué te parece esto? No me importa competir por el puesto de director general, así que por qué no me contratas por un tiempo en el mismo puesto que él, por ejemplo director de ingeniería, y después de un tiempo decides quién es el que mejor encaja. Si yo decido después marcharme, tienes a este como repuesto. Si decidimos que continúe, tendrás una opción. No sería difícil para mí dimitir después si fuese necesario.
La lógica era incuestionable. Alex se quedó paralizado otra vez.
—Realmente me has cogido por sorpresa, Thomas. ¿Te puedo llamar más tarde?
—Sí claro Alex, cuando quieras —afirmó Dugan.
—Muy bien Thomas. Hablamos.
Alex Kairouz colgó y escondió la cabeza entre sus manos.
—Capitán Braun, no se puede molestar al señor Kairouz —contestó la señora Coutts.
Braun estaba en la puerta de Alex, con la mano en el pomo mientras miraba hacia atrás por encima del hombro.
La señora Coutts le lanzó a Alex una mirada de disculpa impotente.
—Está bien señora Coutts —respondió Alex.
Ella asintió y se retiró a su mesa.
Braun cerró la puerta y se dirigió hacia el sillón favorito de Alex.
—Deberías echar a esa vieja zorra Kairouz y buscarte a alguien más agradable a la vista —le recomendó, mientras apuntaba hacia el sofá— Pero ven, siéntate. No tengo todo el día.
Alex se puso de pie, tieso de la rabia.
—Estoy colaborando, Braun, así que no abuses de mi personal. ¿Entendido?
—Soy el capitán Braun y no estás colaborando o esa vieja bruja no se entrometería. Tendrá un accidente si no tiene cuidado. ¿Entendido? Ahora siéntate —le ordenó Braun, al señalar otra vez.
Derrotado, Alex accedió.
—Ahora, ¿quién es este americano? —le preguntó Braun.
—Thomas Dugan, un asesor y amigo. Me desharé de él.
—¿No levantará sospechas, dada su más que obvia oferta?
—Quizás, pero puedo tratar de alejarlo —contestó Alex— Lo suficiente como para que termines el negocio que sea y marcharte.
Braun agitó su cabeza.
—No creo. No quiero a ningún yanqui curioso haciendo preguntas. Será mejor tenerlo cerca y vigilarle. Además, podría resultar útil.
—Simplemente me desharé de él —repitió Alex.
—Al contrario, ofrécele el puesto, con efecto inmediato —asintió Braun, con una voz más dura.
—No. Mejor mantenerle alejado.
Braun suspiró.
—¡Qué pesado!
Se levantó de la silla, le quitó la foto de Cassie de su escritorio y se la tiró a las piernas de Alex. Alex puso la foto al final de la mesa y la miró enfurecido.
—¿Hora de recordar, Kairouz? ¿Tenemos que revisar los vídeos? —Braun hizo una pausa— Pues claro, si se parece a tu mujer muerta. Quizás has empezado a educarla. ¿Estás acostando a la retrasada, Kairouz? Quizás pueda ayudar. Haré que la violen una docena de hombres grandes mientras tú miras. ¿Suena bien? —rio Braun y se quedó esperando a la respuesta esperada.
Alex arremetió contra él, pero Braun era más joven, estaba en forma y bien entrenado. En unos segundos, Alex estaba boca abajo, con su brazo derecho retorcido por detrás mientras Braun le pegó su cara a la alfombra.
—Me he cansado de estas lecciones, Kairouz. La próxima vez que te cruces conmigo, Farley violará a la retrasada delante de ti para empezar. ¿Entendido?
Alex asintió y Braun le soltó.
—Bien. Ahora llama a Dugan —se burló— Después de que te calmes, por supuesto. Eres patético.
Alex escuchó como se marchaba Braun mientras permanecía inmóvil y las lágrimas de rabia contenida manchaban la alfombra.
Embajada de los EEUU Napier Road, República de Singapur Hora local: 1920 horas 27 de mayo GMT: 1120 horas 27 de mayo
—Perfecto, Alex —contestó Dugan al teléfono— Le mandaré un email a la señora Coutts con la información de mi vuelo. Supongo que me podré quedar en tu casa como siempre hasta que encuentra en sitio para mí solo, ¿no?
—Pues claro Thomas —afirmó Alex— A Cassie le gustará cuando se lo diga.
—Estoy ansioso de veros a todos. Adiós —se despidió Dugan y colgó.
Se sentó en silencio por un momento hasta que habló Ward.
—¿Qué opinas de ello, Thomas?
—Sinceramente, no lo se —dijo Dugan— Lleva actuando un poco raro desde hace poco y definitivamente parece estar menos entusiasmado de lo que esperaba.
—Sí, algo pasa —le dijo Ward.
Dugan no respondió.
—¿Estás pensándotelo? —le preguntó Ward.
—No se si puedo hacer esto, Jesse. Puede que haya hecho algunas fotos y haya husmeado por ti, pero no soy un espía y por supuesto no puedo aprender cómo serlo en menos de 24 horas.
—No te preocupes. Los británicos te apoyarán. El MI5 está formando ahora un equipo.
—Espero que sepas de lo que hablas, amigo —le advirtió Dugan.
Oficinas del Phoenix Shipping S.A. Londres, Reino Unido Hora local: 1430 horas 27 de mayo GMT: 1330 horas 27 de mayo
Karl Enrique Braun, que trabaja como autónomo resolviendo problemas, en otro tiempo empleado en el Ministerio de Seguridad del Estado de Alemania Oriental (Stasi), volvió a su nueva oficina espaciosa y antigua, despacho de tres inspectores de barcos descontentos ahora desterrados a un cubículo en la sala general. Estaba saciado tras una comida excelente, cortesía de su nueva tarjeta de crédito del Phoenix Shipping y sonrió al ver cartel de la puerta: Capitán Braun —director de operaciones. El “capitán” era un gran toque y tan real como su nombre, después de todo. Habían sido diferentes personas al servicio del estado. Cuando llegó el final, lo había previsto un poco más que sus antiguos compañeros y llegaron a La Habana horas después de que el muro cayese. El Ministro de Interior cubano (MININT) era un clon de la Stasi que siempre estaba en busca de un talento, sobre todo un talento con fluidez en español y con raíces cubanas. Se tocó su cara. Los cubanos tienen cirujanos plásticos excelentes.
Su apariencia nórdica y su fluidez nativa en media docena de lenguas ofrecían a los cubanos un recurso de un valor incalculable y aprovechó eso para su propio beneficio. Se convirtió en “asesor” y después como agente por libre protegido por los cubanos a cambio de compartir inteligencia. Capitalista por defecto ahora, trabajaba con cualquiera que pague su tarifa, desde jefes de la droga hasta dictadores africanos. Sus mejores clientes hasta la fecha eran demagogos latino americanos, campeones de un modelo fracasado que compraban votos de los desposeídos con promesas que ninguna economía podía hacer real, especialmente esas economías chapuceras del neo-socialismo.
Braun sonrió otra vez. Ningún cliente había sido tan maleable y ajeno a los precios del mercado como ese idiota de Rodríguez en Venezuela. Sería una pena perder el flujo de caja si se demostrase que es necesario sacrificarle para prevenir más daños. De nuevo los iraníes han demostrado ser más generosos y se han merecido su cortafuegos. Braun espera una jubilación cómoda.
Se puso cómodo detrás del escritorio y contempló los últimos acontecimientos. No le gustaba esta convivencia del americano con Kairouz, pero aparentemente era una antigua costumbre; mejor ceñirse a la rutina. Además, Kairouz estaba intimidado y este Dugan era un americano más que podía incluir para hacer todo más creíble.
Deseoso para la matanza. Braun no podía creer su buena suerte.