Capítulo veintiséis
OFICINA central del Servicio de Seguridad (MI5) Thames House, Londres, Reino Unido Hora local: 1155 horas 6 de julio GMT: 1055 horas 6 de julio
—Estoy bien, Tom —repitió Anna.
La terminal IPS había explotado justo antes de pasar coche, causando estragos y provocando que el tráfico se detuviese inmediatamente. Atrapado en el acelerado tumulto, su conductor terminó arrollando por detrás a un taxi a pesar de sus esfuerzos. El airbag le había dejado unos ojos morados y se parecía a un mapache, lo que provocó una reacción de protección de Dugan rechazada por ella. Insistió en regresar al Oficina central y los paramédicos no le discutieron su decisión, ya que no le habían tenido que atender por heridas graves.
La destrucción de la terminal hizo que se frustrasen sus esfuerzos por detener a las furgonetas. La policía seguía buscando, pero sabía que contrarían una furgoneta abandonada y ninguna otra pista.
—Harry, ¿dónde está Lou? —preguntó— Él y Ward tendrían que estar ya aquí.
—Llamó. Habían pasado por New Scotland Yard. No dijeron por qué. Le volveré a llamar —estaba con el teléfono en la mano cuando Lou entró, seguido de Ward.
—¡Dios mío! —exclamó Ward— Anna, ¿estás...?
—Estoy bien.
—Bienvenida al Club del Hombres Elefante —dijo Dugan y ganándose que Anna lo fulminase con al mirada.
Dugan ignoró su mirada y se giró hacia Ward.
—Entonces, Jesse. ¿Ha encontrado algo la policía?
Ward se quedó mirando a Lou.
—La policía ha arrestado a Alex Kairouz en Heathrow con 12 millones de dólares en efectivo y bonos —explicó Lou— Confesó haber sido el artífice de los ataques. Dijo que le entró pánico cuando te arrestaron y decidió escapar.
—Mentira. ¿Cómo puede alguien creer...?
Lou levantó la mano.
—Hay más. También confesó haber matado a Sutton y haber colocado bombas incendiarias en la oficina para cubrirlo. La policía ha confirmado la muerte de Sutton —hizo una pausa Lou— Y te nombró a ti, Tom, como su cómplice.
—Braun le tiene amenazado. Está intentado salvar a Cassie. ¿Quién puede culparle cuando nosotros fallamos en nuestros cálculos? ¿Le habéis contado eso a Scotland Yard?
—Lo he hecho, pero su historia concuerda —confirmó Lou— Dijo que le ordenó a Braun que se llevase a Cassie por miedo a que la señora Farnsworth no le siguiese el juego. Especula que Braun no la llevó al avión porque tenía un observador que vio a la policía y le alertó de que no fuese. Puras tonterías pero muy creíbles.
—Tenemos que hablar con él —exigió Dugan.
—Lo hemos hecho, Tom —dijo Ward— Cuando supo que habíamos perdido el rastro de Cassie, nos dijo “Siempre me tengo que encargar yo, decirle a Thomas que me perdone” y pidió que le llevasen de vuelta a su celda.
—Por Dios, dime que no estoy bajo arresto, Jesse.
—Por supuesto que sí —afirmó Ward y asintió mirando a Reyes— Estás bajo la custodia de las autoridades panameñas. Y el agente Chesterton ha sido de lo más creativo a la hora de explicarles a los chicos del departamento de los delitos financieros de Scotland Yard los detalles más oscuros de las leyes internacionales que te permitían permanecer estar bajo la custodia de las autoridades panameñas en suelo británico y como deberían solicitar que les transfiriesen tu custodia.
Lou Chesterton sonrió.
—También les garanticé a nuestros colegas de las fuerzas de seguridad que te estamos vigilando y que tienes información que es clave para nuestra operación. Ahora bien, no se cuánto tiempo ganamos con eso.
Dugan le lanzó una mirada de agradecimiento a Lou.
—Muy bien, manos a la obra —dijo Anna— Objetivos paralelos: frustrar los ataques y encontrar a Braun y a Cassie. Tom, tú eres nuestro experto en barcos. ¿Algo que quieras decir?
—Le pediré a la señora Coutts que revise las copias de seguridad guardadas fuera, pero estoy seguro de que están comprometidas. Eso nos lleva a mi viejo informe semanal de la posición y a la intuición —siguió hablando— La partida de Braun sugiere que habrá ataques inminentes. Si excluyo Panamá y Malaca y dibujamos unos círculos alrededor de otros puntos con cuello de botella en un radio igual a dos días de navegación, obtendremos un conjunto de posibles barcos de ataque. Con el viejo informe, intentaré eliminar a los petroleros que puede que hayan alcanzado ya esas áreas.
Anna asintió.
—Una selección corta, como antes.
—Más bien “una lista más-grande-la-que-yo-quisiera”. Al trabajar con información más antigua se complicarán un poco las cosas —suspiró— Pero no sé qué otra cosa puedo hacer.
Anna asintió.
—Ponte a ello inmediatamente. Pídele a Harry lo que necesites. Este será nuestro centro de operaciones. La gente de informática lo tendrá listo en una hora. La huida de Braun fue improvisada y puede que esté examinando nuevamente la situación. Seguiremos presionándole. Entregué su foto, junto con la de Farley y Cassie, a los medios. El que escape será más difícil —siguió explicando— Estará por aquí cerca. Tenemos que comprobar los alquileres y gente que pueda conocer en un radio de 80 kilómetros. Busquemos cualquier alias conocido, familiar y asociados de Farley y Sutton.
Anna notó cierto escepticismo y Ward lo expresó.
—Esos son muchos kilómetros, Anna. Habrá miles de posibilidades.
Suspiró.
—Cientos de miles, así que más no vale empezar ya.
17 Saxon Way Gravesend, Kent, Reino Unido Hora local: 1155 horas 6 de julio GMT: 1055 horas 6 de julio
Braun abrió la despensa.
—Que os jodan a todos.
—Aquí tampoco hay nada —dijo Farley al ver dentro de la nevera.
Braun maldijo a Sutton por su incompetencia. Primero la cagó al alquilar el refugio y ahora esto. ¿Tanto cuesta comprar comida y provisiones? Ahora entendía la repentina insistencia de Sutton al querer sabotear el ordenador de Kairouz por medio del teléfono. Había pospuesto el aprovisionamiento del refugio y su intención era hacerlo mientras Braun y Farley estuviesen en la oficina. Debió de haber sudado la gota gorda mientras saboteaba los ordenadores, queriendo terminar pronto para huir y abastecer el lugar antes de que llegasen. Murió antes de tener esa oportunidad y ahora Braun lamentaba no haber matado a ese idiota muy lentamente.
Braun suspiró.
—Iré al mercado por el que hemos pasado. Pero primero miremos las noticias. Suponiendo que ese idiota sí conectó el cable.
Se fueron hacia el salón y encendieron la televisión.
—... se llevaron arrestado a Alex Kairouz a Heathrow.
Braun sonrió.
—La hija de Kairouz aún sigue desaparecida. Se piensa que los secuestradores son Karl Braun e Ian Farley, cuyas fotos se muestran aquí junto con la de la niña. Si alguien ha visto...
—Mierda —dijo Farley a la vez que la sonrisa desaparecía de la cara de Braun.
—Adaptémonos —dijo Braun— Tú quédate aquí. Yo me disfrazaré y me iré. Pero primero ocupémonos de la niña.
Cassie estaba dentro de su cápsula plateada en el suelo del dormitorio. Mientras tanto, ellos transformaron el armario grande. Pegaron a la pared y al techo el film plástico y lo extendieron por el suelo, cubriéndolo con una alfombra. Cerraron la puerta y colgaron una cortina de papel plateado por dentro, como barrera para cuando se abriese la puerta.
Farley metió a Cassie dentro y Braun se puso de cuclillas junto a ella mientras Farley desenrollaba a la niña. Un maldito implante. Toqueteo su cicatriz. Era muy profunda pero podía cogerlo. No había prisa. Estarían aquí por un tiempo. Si se convertía en un estorbo, se lo pasaría bien un rato y luego le rajaría el cuello. Le quitó la cinta adhesiva que tenía en su boca y se puso de pie. La dejó allí, atada e inconsciente.
—Me voy a preparar. Quédate en el dormitorio y llámame si se levanta.
—Pero no hay tele ahí. La oiré perfectamente desde el salón.
—Al igual que los vecinos, pedazo de imbécil —le recriminó Braun.
—Está bien, de acuerdo. Pero al menos déjame ver porno en tu portátil.
—Justo en el mejor momento —murmuró Farley al escuchar los quejidos de Cassie.
—¿Dónde... dónde estoy? —preguntó retirando la cortina plateada.
—En el seno de tu nueva familia.
—Tengo que hacer pis —dijo muy bajito.
—Pues adelante —le respondió mientras se marchaba.
Salió del armario y se encontró cara a cara con un extraño, su mano voló hacia su cartuchera sobaquera.
—Soy yo, idiota.
Farley se quedó mirando. Ahora tenía el pelo oscuro, no rubio, con alguna que otra cana en la sien y un bigote canoso. Los insertos orales hacían que la cara de Braun pareciese más rellenita.
—Pura magia.
—Disfrutaré de tu admiración más tarde, Farley. ¿Se ha despertado?
—Sí —sonrió con suficiencia— Me dijo que tenía que hacer pis. Le dije que lo hiciese.
—Perfecto. ¿Le has dicho que lo limpiarías? Estará ahí varios días. Coge una olla de la cocina y un rollo de papel higiénico del baño.
Humillado, Farley se fue a por ello y Braun entró en el armario.
—¿Quién eres? —le preguntó Cassie.
—Puedes llamarme “Tío Karl”.
—Por favor, tengo que ir al baño. Es urgente.
Braun sacó una navaja y la soltó. Le ayudó a levantarse justo cuando entró Farley con la olla y el papel y los puso en la esquina.
—No puedo usar eso —se quejó Cassie.
Braun le retorció el brazo.
—Me haces daño. Está bien, lo haré —dijo rápidamente mientras caminaba tambaleándose hacia la olla.
—Vamos —le dijo Braun mientras ella vacilaba.
—No, iros los dos.
Braun contuvo su rabia y le hizo una señal a Farley para que le siguiese.
—Nos estamos ablandando, ¿no? —le preguntó Farley fuera.
—Pegarle una bofetada a una retrasada con una vejiga llena no es aconsejable, Farley. Me ocuparé de ella antes de irme.
—Yo lo hare, jefe —dijo Farley rascándose la ingle— Necesito divertirme.
—Olvídalo, Farley. Si estás tan cachondo, hazte una paja.
—Pero dijiste que...
—Mentí. Acéptalo.
Farley resopló. Braun le calmó. Necesitaba a Farley, por el momento.
—Mira, Farley, ella no formaba parte del trato inicial. Estuve de acuerdo por unos segundos porque tu interés horrorizaba a Kairouz, pero los moros pagarán una fortuna por una virgen rubia. Nos dividiremos las ganancias. Y si se nos insinúa o algo, nos la tiramos y la matamos. ¿Te parece?
Farley asintió y Braun golpeó la puerta del armario.
—Termina de una puta vez, princesa. Te quedan sesenta segundos.
Cassie se tambaleó cuando se levantaba con sus entumecidas piernas. Recobró el equilibrio al apoyarse en la pared pero despegó una parte del papel. Miró, horrorizada, según se iba cayendo el papel desde el techo. Le harían daño, a pesar de que había sido un accidente. Lo volvió a pegar con la cinta y lo intentó alisar todo lo que pudo. Parecía que estaba bien, entonces la una esquina despegada empezó lentamente a descolgarse.
Pegó un brinco al escuchar un golpetazo en la puerta y se tranquilizó. Una señorita no se comportaba como un simple aprendiz ante cualquier revés. Una señorita se crecía en las dificultades. Se quitó un zapato, lo agarró por la punta y se puso de cuclillas para impulsarse hacia arriba. Se estiró para pegar en su sitio con el tacón del zapato la esquina despegada. Se puso el zapato y en ese instante se abrió la puerta.
Braun la tiró al suelo.
—Ata otra vez sus muñecas y tobillos con cinta adhesiva, Farley, las muñecas por delante —le ordenó Braun y Farley le obedeció— Muy bien. Ahora, ponla de pie y sujétala por detrás y presta mucha atención, Farley. Puede que aprendas algo.
Braun se puso delante de ella.
—Has hecho una cosa muy mala, Cassie.
Ella agitó su cabeza con los ojos muy abiertos. ¿Cómo la sabía?
—Me has desafiado, Cassie. Me dijiste que me fuese y ahora te tengo que castigar.
Estaba temblando. Farley se rió.
—Ahora Farley —dijo Braun— Pensando en el valor que tendrá en el mercado, hay que evitar dañarla con los nudillos. Mejor una bofetada —le abofeteó con toda la palma ladeándole la cara. Siguió pegándola, ignorando sus llantos.
—Una alternativa es darle del revés, pero tiene que ser con cuidado. Te tienes que quitar cualquier joya que pueda dejar marcas y tienes que tener las uñas bien cortas —se metió su anillo en el bolsillo y le mostró sus años arregladas.
—Así se da un revés.
Su cara giró hacia el otro lado, la sujetó su barbilla con los dedos y le abofeteó por un lado y por el otro.
—Observa, Farley. Solo le has hecho daño por encima. Doloroso pero se cura rápidamente. Las únicas cicatrices que se quedan son las mentales, las más útiles. Ahora bien Cassie —le dijo— ¿Has entendido que no puedes volver a ser una niña mala otra vez?
Cerró muy fuerte sus ojos y asintió.
—Dilo.
—Yo...yo...no portarme mal.
—Muy bien, Cassie. Pero —fingió pesar— No estoy completamente seguro de tu sinceridad —y le volvió a pegar otra bofetada, dos veces por los dos lados de la cara y le indicó a Farley que la tirase.
—Estaré de vuelta en una hora o así. Déjala en la oscuridad y quédate en el dormitorio.
Oficina central del Servicio de Seguridad (MI5) Thames House, Londres, Reino Unido Hora local: 1245 horas 6 de julio GMT: 1145 horas 6 de julio
—¿Qué tal va todo? —preguntó Ward mientras le pasaba una taza de café a Dugan.
—Regular. Existen demasiadas posibilidades.
Dugan suspiró y miró a su alrededor. Reyes estaba sentado muy cerca, sorbiendo el café y observando. Los técnicos operando las terminales. Harry estaba hablando por teléfono con el mando del grupo especialista en armas de fuego de la policía metropolitana de Londres, también conocida como CO19, la unidad encargada de liberar rehenes. Anna y Lou estaban sentados juntos en la esquina.
Su teléfono sonó y Dugan vio el número de Gillian Farnsworth en el identificador de llamadas. Consideró si dejar que sonara el buzón de voz otra vez, pero respondió en el quinto timbre.
—Señor Dugan, por fin. ¿Tienen noticias?
—Umm, hemos tenido algunos contratiempos.
—¿Contratiempos?
—Hemos perdido su señal. La hemos perdido.
Anna corrió y le dijo a Dugan que pusiese el altavoz.
De repente se escuchó la voz de Gillian por toda la habitación.
—... fallado en mantenerme al tanto y esos idiotas con los que esta vinculado han perdido a Cassie también. Y para colmo, todas las mentiras sobre Kairouz en la televisión.
—Gillian, soy Anna Walsh. ¿Dónde está?
—De camino a Scotland Yard. Estoy...
—Gillian, pienso que...
—No me importa una mierda lo que piense. Ya he tenido suficiente de todos ustedes. Después de que haya hablado con la policía, iré a los medios. Si se sabe todo, puede que Braun no vea ninguna ventaja en...
—Gillian, pare de comportarse como una gilipollas. Comprendo su enfado, pero no se acelere. Venga aquí, a Thames House y mire por si misma qué estamos haciendo. Luego puede ir a los medios si así lo prefiere.
—Muy bien. Daniel me llevará. Estaré ahí en 15 minutos.
—Me encontraré con usted en el vestíbulo.
—Espero que así sea.
El altavoz quedó emitiendo la señal de tono.
—Anna, ¿lo dices en serio? —preguntó Ward.
—Con un poco de suerte lo entenderá —dijo Anna— Pero si no es así, tendremos que detenerla.
—Aquí me tiene, señora Walsh. ¿Qué se supone que tengo que ver? —le preguntó Gillian Farnsworth.
—Los recursos que estamos poniendo a nuestro alcance para recuperar a Cassie. Se agradece cualquier sugerencia.
—¿De verdad? ¿Después de haber ignorado mi sugerencia para poner a Cassie a salvo?
Anna se vio interrumpida por un pitido muy alto.
—¡He dado con el implante! —gritó un técnico.
Anna corrió a su lado.
—Al este, en Kent —siguió hablando— Sí, North Kent. Acerquemos la imagen.
La pantalla del ordenador se actualizó con una lentitud agonizante.
—Ahí, Gravesend. Ahora, la dirección es... mierda, la he perdido.
Anna se giró.
—Sarah. Busca alquileres y alguna conexión. Solo Gravesend. John, busca por Sutton y Farley, como primer filtro pon Gravesend.
—Aproximadamente más de 100 conexiones recientes —dijo rápidamente Sarah.
—Mierda, siguen siendo un montón —se quejó Anna mientras John silbó.
—Lo tengo. Una esquela de hace dos años —leyó— Margaret Sutton. Perdurará en la memoria de su hijo Joel Sutton, de Londres y su hermana Mary Lampkin, de 78 años, de Gravesend, Kent.
—¿Dirección?
—La estoy comprobando... la tengo —dijo John— 17 Saxon Way, Gravesend. Con los impuestos en orden. Pero el servicio de Salud Nacional informa que es viuda, reside en una residencia de ancianos y que tiene demencia senil.
—Pues parece que se va a recuperar —añadió Sarah— Joel Sutton pagó por una nueva conexión por cable.
—Perfecto —dijo Anna— ¿La comisaría de policía más cercana?
Sarah sacó un mapa.
—Ahí, en la comisaría North Kent.
—¿Y un helipuerto?
—Ninguno —respondió Sarah— Pero hay un aparcamiento de coches.
—Lou —le llamó Anna— Llama a la policía de North Kent para que acordonen el aparcamiento. Que esperen mi llegada en 15 minutos.
—Ya estoy en ello —declaró.
—Harry, avisa a los del CO19 sobre el lugar. Pide también un helicóptero para nosotros.
Anna se giró hacia los técnicos.
—Sarah, manda...
—Los mapas y las fotos a tu teléfono. Hecho —le aseguró Sarah— Y también se lo he mandado todo a los del CO19.
Anna se lo agradeció y se dio media vuelta.
—Muy bien chicos, hacia el tejado.
Salieron corriendo por la puerta. Según iban corriendo por el pasillo, Anna se giró para hablar con Ward y se paró.
—Gillian, ¿qué hace?
—Les sigo, por supuesto.
—Ni en broma.
—Ahora escúcheme...
—Lo siento, pero esto no es negociable y tampoco tengo tiempo para discutir. Se queda aquí.
Anna se giró y llamó a un chico joven que pasaba por el pasillo. Corrió hacia ella.
—Wentworth —le ordenó Anna— Escolta a la señora Farnsworth de vuelta al centro de mando y que la vigile Sarah. Y dile que la señora Farnsworth se tiene que quedar ahí hasta que no le diga lo contrario.
El joven agente asintió, Anna giró y se puso de espaldas a la señora Farnsworth.
—Gillian, el centro de mandos estará en contacto con nosotros a todas horas, así sabrá qué está pasando. Eso es todo lo que puedo hacer —le explicó Anna. Se dio media vuelta y dirigió al equipo afuera.
Gillian estaba enfurecida mientras veía como se marchaban. Habían estropeado todo y ahora tenían el descaro de sugerirle que esperase tranquilamente hasta ser “informada”. Como si no hubiesen estropeado eso también. Y una mierda.
—¿Señora? ¿Señora Farnsworth?
Gillian se levantó y se quedó mirando al joven.
—Por favor, venga conmigo —le dijo cogiéndola del brazo.
Gillian vio una puerta abierta con un letrero cerca que ponía señoras. Fingió haberse tropezado. Se inclinó un poco y se cogió del abdomen.
—¿Señora? ¿Qué sucede? —le preguntó Wentworth.
—Todo el... estrés y el nerviosísimo... —Gillian lanzó un grito ahogado y se dirigió hacia el servicio— Me encuentro mal.
Wentworth le permitió a Gillian que le llevase por la puerta y se quedó en el centro del servicio de mujeres, aunque un poco incómodo. Entretanto, Gillian caminó a trompicones hasta uno de los baños y dejó que se cerrara la puerta detrás de ella. Hizo unos horribles ruidos de arcadas.
—¿Señora? ¿Se encuentra bien? —le preguntó Wentworth.
—Creo que debería buscar ayuda. Traiga a Sarah, por favor. Dese prisa.
Wentworth salió corriendo del servicio y se fijó en la puerta del centro de mandos que estaba cerrada, al final del pasillo. Buscó ayuda, pero era la hora de la comida y el pasillo estaba totalmente vacío. Gritó el nombre de Sarah varias veces, entonces sacó su móvil, cuando se oyó otro ahogado grito que provenía de los servicios. El centro de mando estaba a tan solo 15 metros. Guardó su móvil y corrió hacia la puerta.
Gillian de pie y fuera del baño nada más a empezar oír como se cerraba la puerta de los servicios. Agarró la puerta antes de que se golpeara y entrevió por ella. Vio la espalda Wentworth corriendo pasillo abajo. Justo cunado el llegó a la puerta de la sala de control, salió disparada del baño y cruzó el pasillo hasta las escaleras. La puerta se abrió con un fuerte golpetazo y Gillian escuchó los gritos de enfado de Wentworth a través de la puerta que se cerraba. Bajó de un salto las escaleras hasta la planta baja.
La salida de la planta baja tenía una señal que ponía SOLO SALIDA DE EMERGENCIA —PUERTA CON ALARMA. Gillian la abrió sin detenerse y el ruido penetrante de la alarma aceleró aun más su pulso. Rodeó todo el edificio hasta reunirse con Daniel en área de espera donde le había dejado unos minutos antes.
—¿Está muy lejos Gravesend? —le preguntó jadeando y casi sin aliento mientras se sentaba en el asiento de detrás.
—¿Está bien, señora? —le preguntó preocupado Daniel.
—Estoy bien, Daniel. Pero rápido. ¿Gravesend?
—¿Tiene una dirección?
—17 Saxon Way, Gravesend.
El viejo chofer asintió.
—Mi esposa solía visitar a una amiga por ahí antes de que muriese. Está a unos 45 minutos de acá. Un poco menos si le piso.
—En marcha, entonces. Vamos a por Cassie.
Él giró el volante tirándola contra el respaldo cuando arrancó con fuerza.
17 Saxon Way Gravesend, Kent, Reino Unido Hora local: 1355 horas 6 de julio GMT: 1255 horas 6 de julio
Farley estaba mirando porno, con los pantalones abultados mientras consideraba si hacerse una paja. Joder con el puto alemán. Tipo duro. Se levantó, entró sigilosamente en el salón y abrió las cortinas. ¿Y si se daba un gustito y la abofeteaba a escondidas? Si Braun se enteraba, ¿qué haría? Quitarle el jodido bonus. Hijo de puta. Dejó que se cayesen las cortinas y volvió con su porno.
—No nos podemos preocupar por ella ahora, Sarah —respondió Anna por el teléfono mientras echaba un vistazo por las persianas a la casa desde el otro lado de la calle— Y no creo que vaya a los medios a sabiendas de que estamos muy cerca de los secuestradores de Cassie.
De repente, la radio hizo un ruido extraño.
—Uno a Walsh. Tenemos una identificación positiva, es Farley.
—Me tengo que ir, Sarah —dijo Anna a su teléfono. Colgó y encendió el micrófono de su radio.
—Le he visto, uno. ¿Alguien más?
—Negativo. Los infrarrojos solo muestran una figura. Nuestros colegas tienen un buen ángulo desde la ventana que hay detrás en el garaje. No hay ningún vehículo.
—Mantengan sus posiciones; yo les notificaré.
La puerta delantera y el garaje del refugio de Braun daban a la calle y su jardín estaba cercado. En toda la urbanización, los jardines de los residentes estaban separados de los de sus vecinos contiguos por unos callejones de servicio. El 14 Saxton Way, en diagonal al refugio, estaba libre y el equipo de Anna entró desde el callejón sin ser vistos. Estaba en el salón, con un francotirador en el dormitorio de arriba y un equipo de asalto en el callejón que había justo detrás del 17.
Anna se apartó de la ventana para dejar a Lou en su lugar.
—Deben de haber apantallado el implante —informó Anna— Parpadeó cuando estuvo, de alguna forma, expuesto. Pero si han forrado la habitación entera, puede que Cassie y Braun estén dentro. ¿Pero dónde está su coche?
—Farley estuvo mirando hacia un lado —dijo Ward— Está esperando a alguien. Apuesto a que es Braun.
Al lado, Reyes lo confirmó gruñendo.
—Sacar a Farley —le ordenó Dugan— Salvar a Cassie y esperad a Braun.
Anna no parecía muy convencida.
—Puede que Braun haya preparado algún tipo de señal que avise “todo despejado” antes de que vuelva. Si Cassie está con él, nos arriesgamos a perderlos a los dos. No merece la pena sacar a Farley y arriesgarse a perder a Cassie y cualquier posibilidad de pillar a Braun.
—No creo que nos tengamos que preocupar de que Farnsworth vaya a los medios —dijo Lou desde la ventana.
—Mierda —dijo Anna al acercarse a él. Había visto una Gillian Farnsworth muy mal disfrazada acercarse a una parada de autobús cercana.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Dugan.
—Nada —replicó Anna— Si intentamos meterla en la casa, Farley verá que estamos aquí, sobre todo si monta jaleo. Todo lo que podemos hacer es rezar para que Braun empiece a tener miopía. Harry —le llamó Anna por encima de su hombro— Cuando comience todo, ve y coge a la maldita señora Farnsworth.
Gillian Farnsworth estaba sentada en la parada del autobús, tapando su cara con una bufanda y gafas oscuras. Para ella parecía ser suficiente. Ella era la última persona a la que esperaba ver Braun.
Habían llegado antes de lo que había predicho Daniel. Gracias a sus poderes de persuasión, había logrado que el conductor aceptase dejarla ahí y aparcar lejos a la espera de su llamada. No estaba segura de lo que quería hacer, pero confiaba en que sería obvio. Echó un vistazo por encima de sus gafas de sol. Después de todo, no lo haría peor que los “profesionales”. Estaba claro que su prioridad no era Cassie sino Braun.
Braun le sonrió a la dependienta, a pesar de no sentirse del todo cordial. El surtido era desastroso y su carro estaba lleno de comida que detestaba. Lo metió en la camioneta que tenía aparcada entre el supermercado y la farmacia en donde había comprado provisiones para extraer el implante.
Después de cargar las provisiones Braun salió del aparcamiento. Se alejó del refugio y tomó un camino serpenteante a través de los alrededores de la urbanización para comprobar si alguien le seguía. Era importante fijarse muy bien, incluso cuando uno estaba seguro de que nadie les vigilaba. Sonrió. O quizás especialmente cuando uno estaba seguro de que nadie les vigilaba.
Después de dar varias vueltas, enfilaba hacia el refugio cuando se cruzó con el coche de Kairouz. Estaba aparcado bien a la vista en la cuneta, con el chofer apoyado en su lado y fumando una pipa. ¿Pero qué demonios estaba haciendo el viejo judío ese aquí? ¿Coincidencia? No creía en las coincidencias. Pero si se trataba de algún tipo de trampa, ¿por qué estaba aparcado a simple vista? Braun siguió, revisando con más atención sus alrededores.
Farley se frotó a través de sus pantalones. Seguramente Braun se entretendría comprando vino y otras mierdas afrancesadas. No es lo que haría un tipo normal: coger un par de cajas de Guinness y algo para zampar. Así que Farley tenía tiempo. Y de repente pensó en eso de la virgen. No había ningún problema. Se la podría chupar y luego darla por culo.
Ella entrecerró los ojos al encenderse la luz.
—Necesitas estirarte un poco —Él sonreía a la vez que le quitaba la cinta de sus muñecas y tobillos.
—Gr... gracias.
—Deberíamos ser amigos, Cassie. Deberíamos portarnos bien el uno con el otro.
—Supongo.
—Muy bien —dijo mientras se desabrochaba los pantalones.
Se echó para atrás, pero le agarró del pelo con una mano mientras con la otra se bajaba los pantalones.
—Aquí tienes a un amigo entonces. Acércate y dale un beso.
Braun siguió dando vueltas sin saber a donde ir. Recuperó la confianza al ver que cualquier desvío innecesario no parecía revelar que alguien le siguiese. Entonces vio a Gillian Farnsworth en la parada de autobús. ¿Cómo les ha encontrado? Ese idiota de Sutton debió de soltarle algo a la bruja de Coutts y esta se lo dijo después a Farnsworth. Sentada a la vista y vestida con un ridículo disfraz era prueba suficiente de que actuaba sola. Ni siquiera la policía era tan incompetente.
Fuera como fuese le había encontrado, lo que complicaba las cosas. Seguro que llamaría a la policía cuando le encontrase. Pero tenía que conseguir el portátil y ocuparse de Farley y la niña. Ella se giró hacía él y retiró la mirada para que no la reconociesen. Bien. Estaría confundida cuando girase hacia la entrada al garaje y probablemente retrasaría esa llamada a la policía. Terminaría sus asuntos dentro y se marcharía, todo ello en solo dos minutos. Al salir, le pegaría un tiro en la sien. Aunque haya llamado a la policía, tendría tiempo suficiente antes de que se presentasen los polis.
Giró hacia la entrada al garaje, todo según el plan, hasta que oyó un grito ensordecedor que salía del 17 Saxon Way.