Capítulo veintiuno

OFICINA central de la CIA Langley, Virginia, EEUU Hora local: 1530 horas 4 de julio GMT: 1930 horas 4 de julio

Las fotos que tenía Ward en su pantalla parecían tan irreales ahora como cuando aparecieron en la tele, lo que provocaron que volviese antes de lo previsto al trabajo. Gardner llamó para demostrar su cabreo al ver que Ward no se lo había notificado inmediatamente y colgó justo cuando supo lo que el pequeño Ward sabía. Ward no sabía mucho más que hacía unas horas. Todo se centraba ahora en Panamá, pero centrarían su atención muy pronto en otra cosa. Estar en el punto de mira era el peor lugar para un tipo que no tenía respuestas. Cogió el teléfono.

—Carlucci.

—Frank, Jesse Ward.

—Bueno —respondió Frank Carlucci, jefe de la estación de Panamá— Una de las tres personas del Oficina central que no ha llamado, además del conserje y la señora de la cafetería. ¿En qué te puedo decepcionar?

—Está muy mal, ¿no?

Carlucci suspiró.

—No lo quieres saber.

—Sí, quiero. ¿Me puedes poner al tanto?

—Por Dios. ¿No te ha contado nada más ese gilipollas pedante para el que trabajas? Me tiré 20 minutos contestando a sus estúpidas preguntas. ¿No habláis entre vosotros?

—¿Gardner? ¿Cuándo?

—Hace más de dos horas —respondió Carlucci.

Ward se detuvo, avergonzado.

—Ah... lo siento, Frank. ¿Podrías...?

Carlucci cedió.

—Vale, Jesse. Pero la versión más corta: cinco barcos quemados, uno de ellos era un crucero y todos han muerto. Las tres esclusas del Pacífico están fuera de servicio, con todo el personal de la Autoridad del Canal de Panamá muerta. Cien turistas en una oficina de turismo, incluida una excursión escolar y se supone que todos están muertos. Un montón de americanos expatriados que han desaparecido de una barbacoa en el club náutico de Pedro Miguel. Los hospitales a rebosar de heridos. El número de muertos aún se desconoce. La esclusa de Pedro Miguel está agrietada pero están tapadas parcialmente con escombros. El lago está perdiendo agua. Vamos, un desastre total.

—Joder —dijo sorprendido Ward— Muy bien, voy de camino. Retén a Dugan contigo cuando llegue.

—¿Quién?

¡Por Dios! Gardner no le había dicho nada. Ward le resumió la operación. Carlucci explotó.

—¿Sabíais lo que pasaría y no nos avisasteis?

—No, no lo sabíamos. Mira Frank, es una larga historia. Te la explicaré cuando llegue.

—Espero que sepas qué es lo que vas a hacer aquí, Jesse.

Sí, yo también, pensó Ward.

Palacio de Miraflores Caracas, República Bolivariana de Venezuela Hora local: 1610 horas 4 de julio GMT: 2040 horas 4 de julio

Rodríguez se levantó, saboreando las sábanas de seda y la piel de Eva que se encontraba tumbada sobre él, tensa y sin apenas moverse. Le dio en el culo a la joven, riéndose mientras se estremecía.

—Dejaste que me quedase dormido. Te debería encarcelar por traición —se rio mientras ella se ponía de pie, tambaleándose.

Aún seguía sonriendo unos minutos después cuando entró en su espaciosa oficina exterior y le pidió a su secretaria que le trajese café. Luego saludó al jefe de personal que estaba esperándole y siguió a Rodríguez hasta su oficina privada.

—¿Qué noticias tienes? —preguntó Rodríguez mientras pulsaba el mando de la tele.

—Excelencia, han habido... progresos...

Rodríguez le mandó callar y alzó su volumen de voz al llenarse la pantalla de escenas devastadoras.

—...más de cinco mil muerto, incluidos los pasajeros de los cruceros. Las fotos sacadas de la CNN demuestran los momentos del ataque antes de la explosión —de repente apareció la foto de un hombre con las manos arriba— ... informes no confirmados de una vinculación a un intento parecido ayer cerca de Singapur...

—¡Esto es un desastre! ¿Por qué no me informaron inmediatamente? —gritó Rodríguez.

—Discúlpeme, su excelencia. Pero tengo órdenes estrictas de no perturbar sus...

—¿No pudiste ver que este era una excepción, imbécil?

—No estaba seguro...

—¡Fuera! ¡Fuera todo el mundo! —gritó Rodríguez mientras entraba la secretaria con el café. Aterrada por los gritos, huyó con el jefe de personal y se llevó el café.

Su mente empezó a volar. Si le delataban, ¿quién sabe qué harían los americanos y los chinos? Los chinos puede que incluso fuesen la mayor amenaza, ya que cualquier represalia se responsabilizaría de ello a los americanos. Cogió el teléfono por satélite de un armario, su único vínculo con Braun. Sonrió, calmó su rabia y mandó llamar al jefe de personal.

—Entra, Geraldo —dijo Rodríguez de forma agradable a la vez que volvió el hombre aun temblando— Destruye este teléfono en una hora e incinera los restos. También, debido a la tragedia, nuestra propia celebración del Día de la Independencia mañana se silenciará. Cancela los fuegos artificiales y otros eventos. Hablaré desde nuestro pesar compartido y anunciaré que el dinero ahorrado irá a nuestro fondo panameño de ayuda.

—Pero excelencia, el dinero se ha gastado. No habrá ahorros.

—Y tampoco hay unos fondos de ayuda, idiota —Rodríguez agitó su cabeza ante la incapacidad del hombre de agarrar el matiz de diplomacia.

Oficinas del Phoenix Shipping S.A. Londres, Reino Unido Hora local: 2140 horas 4 de julio GMT: 2040 horas 4 de julio

—Hola —saludó Basaev en Paris.

—Todo listo. Mucha suerte —dijo Braun.

—Entendido —dijo Basaev y colgó.

Braun estaba improvisando ante lo inesperado. El China Star estaba en Singapur y la cobertura era limitada si Panamá seguía ocupando todo el noticiero. Presentadores engominados habían bajado al istmo y contrataron a todos los helicópteros disponibles a unas tarifas exorbitantes. Gritaban “cobertura de noticias” ante los esfuerzos infructuosos de las autoridades panameñas de limitar el tráfico aéreo sobre el canal. Pero las cosas no eran del todo negativas. El buque del Mar Negro atracó al final, dejando libre a Basaev. Únicamente tenía que acabar con todo mientras tuviese suerte.

Examinó un CD en el que aparecía un diálogo que se había montado a raíz de grabaciones de Rodríguez, Dugan y Kairouz, con Rodríguez detallando los ataques y los otros asintiendo a lo que decía. Inicialmente estaba preocupado por el interés por Panamá, ya que Rodríguez no hablaba de mucho más y tenía que usar lo que tenía, pero la severidad imprevista del ataque de Panamá fortaleció la treta. La grabación sería más creíble cuando Kairouz lo confirmase, so pena de que a Cassie le sucediesen cosas horribles. Todo empezaba a tener sentido, a pesar de lo imprevisto.

Escuchó el mensaje a Motaki.

EVENTOS RECIENTES SIN PROBLEMA. ÚLTIMA FASE INICIADA. ARREGLÁNDOLO.

Había cifrado el mensaje y lo había subido a la página de porno. Luego se quedó en la página, excitado. Odiaba tener que celebrarlo solo. Quizás la dulce y joven Yvette ya se había recuperado.

Residencia del Presidente Teherán, República Islámica de Irán Hora local: 0130 horas 5 de julio GMT: 2100 horas 4 de julio

Motaki se quedó mirando al monitor, con los ojos llorosos. Los mercados estadounidenses estaban cerrados por la fiesta y era después cierre del mercado en Europa y Asia, pero desde Toronto hasta Sao Paulo los precios del oro y el petróleo estaban por las nubes. Estaba claro que el pánico agitaría los mercados asiáticos al abrirse. Pero ¿dónde estaba Sheibani y por qué no había ninguna cobertura para el China Star? Aunque siendo más concretos, ¿el desastre no intencionado en Panamá aumentaría la seguridad global y pondría en juego el último golpe?

Se tranquilizó. Todo era según la voluntad de Alá. Panamá era necesario para reclutar a Rodríguez, que proporcionó a Braun, el cual, a su vez, cegó a los infieles de forma muy inteligente sobre el papel iraní. Motaki deslizó una llave en la puerta que daba acceso al correo de su oficina. Estaba esperando un spam, pero se levantó para asegurarse de que nadie de su familia dormilona se despertaba antes de que entrara en la página porno.

Leyó los mensajes de Braun aliviado. Muy pronto, pensó mientras miraba el reloj. No esperaría a que abriesen los mercados asiáticos. Necesitaba descansar.

Hospital Del Niños Ciudad de Panamá, República de Panamá Hora local: 1835 horas 4 de julio GMT: 2335 horas 4 de julio

Los médicos, no paraban de correr, con el pensamiento en aquellas operaciones de urgencia, mientras luchaban contra el mayor desastre que jamás se hubiesen podido imaginar un organizador de simulacros de emergencia. Reyes volvió a entrar en cuartota habitación de la cual se había marchado cuando Miguelito se empezó a mover y a llamar a María. Decírselo a los niños le horrorizaba porque primero tendría que aceptarlo él mismo, sin contar las mentiras que se había dicho a sí mismo cuando no pudo hablar con ella. Pero la verdad se encontraba a solo unos pasos en una morgue improvisada.

Vio la triste mirada de sus padres y cuñados. Una abuela se sentaba a cada lado de la cama, sujetando las manos de los niños mientras los hombres estaban de pie muy cerca y en silencio por su pena. La madre de Reyes se levantó y puso sus manos en la cara de su hijo.

—Deberías descansar, hijo. Te llamaremos si los pequeños se despiertan.

Reyes se negó.

—No puedo descansar, mamá.

—Lo se, hijo, lo se. Pero necesitas este tiempo para llorar. Los chicos necesitan tu fuerza.

Reyes le abrazó, asintió y se marchó. Estaba cerca de la sala de visitas, repleta de gente pegada a la televisión, cuando escuchó su nombre.

—Manuel —dijo el padre de María mientras este corría detrás de él— ¿Ya sabes quién lo ha hecho?

Lo negó con la cabeza.

—No. Me marché de la oficina cuando...

Se fijó más allá de su suegro en la televisión del salón.

—...confirmado la explosión del M/T Asian Trader ha sido obra de un acto suicida, como así demuestran las fotos sacadas por la CNN. Hasta el momento, ningún grupo ha reivindicado su responsa...

Reyes se quedó mirando. Después de la explosión, la búsqueda de su familia era lo más importante. Ahora escuchó que decían un nombre que le parecía familiar y corrió hacia las escaleras.

Oficina del Presidente Pekín, República Popular de China. Hora local: 0815 horas 5 de julio GMT: 0015 horas 5 de julio

El presidente Zhang Wei esperó hasta que la camarera le hubiese echado té y se retirase de la sala.

—Bueno, señores. ¿Qué hay de esos ataques?

—Parecen estar vinculados —dijo el primer ministro Wang Fei.

—Pero los motivos aún no están tan claros —añadió Li Gang, Ministro de Seguridad del Estado— Solo Malaca podría ser una treta estadounidense para justificar la creciente presencia de la Marina de los EEUU en el estrecho, pero Panamá no tiene ningún sentido en ese contexto.

Wang asintió.

—Tenemos que considerarlo. ¿Qué quiere que hagamos, señor Presidente?

—Trátenlo con precaución —le advirtió Zhang— Ofrezcan a Panamá nuestra ayuda mientras le garantizamos a los EEUU que nuestra ayuda se basa en el interés mutuo y que no tenemos intención de ejercer influencia. La mentira se reconocerá, pero reducir la carga a los contribuyentes estadounidenses lo hará agradable. A la vez, muestre nuestra decisión de proteger nuestros propios intereses en el estrecho de Malaca rotando a nuestros nuevos destructores para visitar a nuestros amigos en Myanmar con periodicidad.

—Ahora mismo, señor presidente —obedeció Wang— ¿Algo más?

—Sí, solo una cosa más —dijo Zhang— Hace no mucho, nuestro amigo venezolano nos pidió que proporcionásemos apoyo financiero a un segundo canal en Nicaragua. Si no me equivoco, uno de sus argumentos principales era que reduciría nuestra vulnerabilidad ante cualquier interrupción en el comercio en Panamá —hizo una pausa— El presidente Rodríguez es bastante profético, por lo que parece.

—Casi vidente —admitió Wang.

—Investíguelo —le pidió el presidente Zhang.

Residencia Gardner Alexandria, Virginia, EEUU Hora local: 2030 horas 4 de julio GMT: 0030 horas 5 de julio

Gardner maldijo a los panameños. Estaba a la espera. Por Dios, qué día. Estuvo de copas en casa de Gunther después del desfile cuando oyó las noticias. Inmediatamente llamó al Subdirector de la CIA y se ofreció voluntario para “coordinar la inteligencia”. Le había salido mal. Ward no había servido para nada y ese gilipollas territorial de Carlucci en Panamá era peor. Primero se puso a presumir y luego intentó restarle importancia.

Gardner permaneció al pie del cañón, trabajando desde casa para disfrazar lo poco que conocía en algo parecido a un informe. Y luego después de todo eso, el Viejo había rechazado su oferta de una presentación personalizada de Power Point, insistiendo en un informe telefónico —una recitación mediocre como mucho y una que pareció que el Subdirector ya había escuchado.

—Gracias hijo —dijo el Viejo cuando terminó— ¿Cuál es el ETA de Ward a Panamá?

Carlucci le había engañado y era obvio que con la complicidad de. Le habían pillado por sorpresa, así que le siguió el juego.

—Esta noche, señor. Le devolveré la llamada con un ETA actualizado.

—No es necesario. Solo manténgame informado de cualquier cosa que sea importante.

Se quedó escuchando el tono de marcación.

Ward se había marchado sin ni siquiera decir “con su permiso” y todo el mundo lo sabía menos él. Y Ward, por lo visto, aún no estaba convencido de que Dugan estuviese lleno de mierda, incluso después de haber encontrado una cuenta bancaria en un paraíso fiscal y que el barco que estuvo cuidando en Singapur hubiese explotado. ¿Pero por cuánto tiempo más iba Ward a cerrar sus ojos ante la evidencia? Y encima, ahora el insubordinado bastardo no cogía el teléfono.

Gardner estaba que echaba chispas. Estrujándose los sesos intentando buscar formas de restablecer el control. Aun así tenía que tener cuidado. La participación de Dugan era un problema. Había documentado sus propias sospechas sobre Dugan al iniciar las pesquisas financieras pero había ignorado a Ward sobre lo de no involucrar a Dugan en primer lugar, así que no estaba totalmente fuera de peligro. Se podría volver incluso más turbio si Ward seguía insistiendo en la inocencia del traidor. Lo que se necesitaba era una confesión evidente e inequívoca, cuanto antes mejor.

La inspiración le llegó después de su tercer whisky Glenfiddich. Todo lo que se necesitaba era hablar con los panameños. Si Dugan confesaba todo, todas las dudas de Gardner estarían ya registradas. Pero si no lo hacía, bueno, Gardner no se responsabilizaría por el exceso de policías extranjeros.

Sonrió y se puso otro whisky escocés mientras pensaba en cosas bonitas según esperaba.

***

Como todos en Panamá, el sargento Juan Pérez estuvo trabajando hasta tarde, intentando poner orden en el caos. Miró al botón que parpadeaba en su teléfono, sorprendido por la insistencia del gringo. Había clasificado a este Gardner como un gilipollas diez segundos después de iniciar la primera llamada y se puso a hablar en español antes de colgar. Después de que colgarle varias veces no consiguiesen desalentarle, Pérez le puso en “espera continua”. Es verdad que había anulado una de sus líneas, pero aún tenía otras tres y solo podía hablar por una de ellas al mismo tiempo.

Pérez miró hacia arriba a la vez que el capitán Luna salió de su oficina, señaló a su reloj e hizo como que comía. Pérez asintió y se quedó de pie echándole un último vistazo al teléfono antes de marcharse. Quizás el gringo de mierda se daría por vencido antes de que volviese de cenar.

***

Reyes esperó fuera hasta que el capitán Luna y Juan Pérez se marcharon a cenar. No quería condolencias incómodas y temía que le mandasen a casa. La sala de operaciones se quedó en silencio al entrar y advertir a sus colegas de que se marcharan por medio del lenguaje corporal y un semblante adusto.

Al sentarse, se dio cuenta de la luz de “en espera” que parpadeaba en una de las líneas que compartía con Pérez.

—Teniente Reyes. ¿Quién habla?

—¿Habla inglés? —se disculpó.

—Sí hablo inglés. Aquí el teniente Reyes. ¿Quién es?

—Gardner, teniente. Lawrence Gardner. Trabajo en la Agencia Central de Inteligencia en Washington. Tengo información confidencial sobre la situación del Asian Trader

Se le erizó el pelo a Reyes. No era una “situación”, gringo, sino un asesinato. ¿Quién era este puto borracho?

—¿Información, señor?

—Hoy llega un hombre llamado Thomas Dugan. Debe interrogarle.

Reyes se sentó erguido.

—Interesante, señor —dijo— Esto implica un conocimiento avanzado sobre el ataque, pero aun así no hemos recibido aviso de la CIA. Sus palabras mostraban un inequívoco toque de amenaza.

—Nosotros no sabemos nada del ataque, pero Dugan trabaja con nosotros —escupió Gardner— En principio trabaja con nosotros, pero yo... esto... unos creemos que se ha asado. Hace poco descubrimos mucho dinero en una cuenta suya en un paraíso fiscal y supervisó las reparaciones al Asian Trader en Singapur el mes pasado.

Gardner bajó su tono de voz.

—Por favor, entienda. No todos están de acuerdo. Solo quiero avisarte, como compañero de armas. Gracias por tu discreción.

—Le trataré como un informador confidencial —mintió Reyes.

—Gracias —dijo Gardner, con cierto alivio en su voz.

—Al contrario, señor, gracias a usted.

Reyes colgó sin esperar respuesta y se puso a ojear su cuaderno para buscar el número y la hora de llegada del vuelo de Dugan.