Capítulo nueve
OFICINAS del Phoenix Shipping S.A. Londres, Reino Unido Hora local: 0815 horas 9 de junio GMT: 0715 horas 9 de junio
Braun leyó el mensaje descifrado y maldijo. Sacó el teléfono por satélite de un cajón. Imposible reventar el algoritmo con el que las comunicaciones estaban cifradas y las llamadas se desviaban por conexiones aleatorias y variables, aun así prefería minimizar los enlaces en fonía. Suspiró; era de esperar que uno tuviese ansiedad cuando se enfrentaba con aficionados. Marcó un número y en Teherán sonó un teléfono idéntico.
—¿Dígame? —respondió Motaki.
—Recibí su mensaje —le dijo Braun— Todo sigue según lo previsto. El Asian Trader zarpó de Singapur a su hora y fleté un VLCC llamado China Star para la Compañía Nacional de Petróleo iraní. Deberá partir de la isla de Charag a más tardar el 21 de junio, para así llegar al estrecho de Malaca a la vez que el Asian Trader llega a Panamá. Por favor, asegúrese de que no se retrasan al cargar en Irán.
Braun había aprendido que darles a sus jefes tareas simples dentro de su capacidad de control siempre les había tranquilizado.
—Estaré atento a ello —afirmó Motaki— ¿Pero qué pasa con Panamá? Me preocupa que no tengamos suficiente control. Rodríguez podría ser un problema si su proyecto favorito fracasa.
—Nuestro hombre en el Asian Trader tiene pocos recursos. No es un problema.
—Perfecto —respondió Motaki— ¿Y el tal Richards?
—Esperando cobrar. Aún no sabe nada. Lo trasladaré a Yakarta cuando sea el momento adecuado.
—Así que todo sigue según el plan ¿Qué pasa con el ataque principal?
—Los chechenos están en los campos de entrenamiento. No llegarán a ser expertos, pero aprenderán lo suficiente como para servir nuestros propósitos.
—Su ruso es mucho mejor que su inglés —señaló Motaki— Aún sigo creyendo que un campo en Europa del Este habría sido lo mejor.
—Chechenos con acento ruso —replicó Braun— Los marineros chechenos son poco comunes, señor Presidente. Aquí en el Reino Unido sus acentos son irreconocibles y si dicen algo que desvele que son cualquier cosa menos marineros, se puede tapar como un malentendido por culpa de la lengua.
—¿Y qué hay de esos hombres cuyas identidades robó? ¿Y qué pasaría si uno de ellos hiciese una aparición inoportuna?
Braun sonrió.
—A esos hombres se les está pagando bien para que se estén en casa. Les he contratado para barcos ficticios que se están construyendo en China y cobran paga completa para estar a la espera y dispuestos a volar inmediatamente. Los marineros cobran por nada y la agencia recibe su comisión. Todo por cortesía de Kairouz y así todos quedan contentos.
—Muy bien —dijo Motaki, reconociéndolo a regañadientes— ¿Y el último barco?
—Tengo varias opciones, pero es demasiado temprano para...
—Señor Braun, ¿necesito recordarle que...?
—No necesita recordarme nada, señor Presidente, pero el ataque principal es lo más difícil. Los trayectos desde los puertos del Mar Negro hasta el objetivo son cortos y no se puede manipular la hora de llegada. Además, los puertos implicados no son los más eficientes y puede que haya retrasos prolongados. Muchas cosas pueden ir mal —advirtió Braun— Con todo respeto, señor, muchas manos en un plato hacen mucho garabato. Por favor deje que me encargue yo de esto.
—Muy bien, pero mantenme informado —dijo Motaki.
—Por supuesto.
Edificio del apartamento de Anna Walsh Londres, Reino Unido Hora local: 1915 horas 9 de junio GMT: 1815 horas 9 de junio
Dugan se sentó con los británicos en el apartamento contiguo al de Anna. Dugan y Anna habían vuelto allí la primera noche para trabajar junto con Harry grabando guiones que sirviesen de tapadera adicional de audio, incluidos, para fastidio de ella y divertimiento de Harry, sonidos sexuales de jadeo. Anna se puso colorada y señaló desde la habitación a Harry, que sonreía con aires de suficiencia mientras ella gemía al micrófono “Sí, sí, sí”.
Dugan había sido escéptico.
—¿Cómo conviertes unas cuantas horas en días enteros de sonidos falsos? —le preguntó.
—Pura magia, yanqui y prestidigitación de la inteligencia británica —replicó Harry— Pero no necesitamos “días”. Tú estás allí solo por las noches y la mayor parte del tiempo estás durmiendo. El sexo ocupará solo una parte de ese tiempo, que intercalaremos con las grabaciones que hay colgadas en Internet —Harry se encogió de hombros— Eso deja libre horas y las conversaciones varían poco de un día para otro. Nuestros chicos tienen un software para montar diálogos diarios, luego lo revisan y lo modifican. Por las mañanas, tendrás que cuidar lo que dices pero manipularemos los diálogos de las tardes para que hables con Anna mientras estés aquí. Añadiremos algo de sexo, ya que parece funcionar y eso será todo.
Y así fue. Para satisfacción suya, Dugan cambió el sofá con todas las cosas de Anna por la cama en el piso franco, entrando sigilosamente todas las mañanas en su lugar para iniciar la farsa diaria. El piso franco se convirtió en su centro de operaciones, un lugar de reuniones por la mañana y un refugio cada tarde en donde Dugan y Anna podrían escapar de los micrófonos durante un rato mientras funcionaban los sonidos falsos.
—Esto me huele mal —pensó Dugan mientras sujetaba una copia del informe diario de la posición del barco.
—¿Qué quieres decir, yanqui? —preguntó Lou.
Dugan golpeó la página.
—Este barco. El China Star. Es un VLCC de Phoenix charteado de un competidor y entonces subcontratado a la Compañía Nacional de Petróleo iraní. No se cómo podremos sacar dinero de ese tipo de trato con cotizaciones actuales.
Harry parecía confuso.
—¿Un maldito uve ele... qué?
—Disculpa —dijo Dugan— VLCC es la sigla inglesa para “Very Large Crude Carrier”. Para ti un superpetrolero.
—¿Pero qué significa? —le preguntó Anna.
Dugan se encogió de hombros.
—Quizás nada, pero puede ser una pista. En cualquier caso, es lo único que he podido descubrir hasta ahora. Si le pudiese echar un vistazo a la póliza de fletamento podría buscar más conexiones.
—¿Puedes conseguirlo? —le preguntó Anna.
—Eso es otra cosa que me hace desconfiar —respondió Dugan con un movimiento de cabeza— No hay copia de la póliza ni en el servidor ni en los archivos impresos. Cabría preguntar simplemente por ellos, pero si tengo razón, esto podría disparar todas las alarmas.
—Así que, ¿cómo vas a conseguirla?
—Tengo una idea —afirmó Dugan.
Centro de formación marítima Head Mill Southampton, Hampshire, Reino Unido Hora local: 0815 horas 11 de junio GMT: 0715 horas 11 de junio
La pantalla del ordenador de Khassan Basaev mostró un mensaje de enhorabuena y un aviso le invitaba a pasar al siguiente módulo de formación. Bostezó y se desperezó a la vez que se frotaba sus ojos azules, ya que al haberse afeitado la barba, había perdido la costumbre de acariciarla. Hizo una mueca al ver su nueva imagen en la pantalla y rezó esperando que se pareciese lo “suficiente” a un europeo. Sus tres compañeros se acababan de quitar también la barba. Sus rostros eran levemente más pálidos que el cuello y la frente que estaban ligeramente más bronceadas, aunque era una diferencia que apenas se notaba cuando se ponían debajo de una lámpara. Sus cabellos eran de un rubio claro tirando a castaño y parecían más nórdicos que lo que realmente eran, muyahidínes.
—Ah. Otro hito —susurró en ruso Shamil, el cual estaba sentado al lado de Basaev— Bastante impresionante para un campesino de la montaña —
Basaev sonrió muy discretamente y Aslan y Doku se rieron.
—Bromea todo lo que tú quieras, Shamil, pero no olvides nuestra misión —le recordó Basaev.
—Nunca lo hago —le dijo Shamil, ahora más serio, mientras todos los hombres volvían al trabajo.
Basaev echó un vistazo al laboratorio de formación con los ordenadores, vacío un sábado excepto por los cuatro hombres que había. El instructor se sorprendió por la petición de Basaev de usar el centro de formación los fines de semana para revisiones, en vez de aprovechar para relajarse en el pueblo con el resto de la clase después de una dura semana de instrucción. Los chechenos no tenían intención de juntarse con los demás estudiantes, la mayoría británicos y de la Europa Occidental. A los hombres de Basaev se les conocía como “los rusos”, un insulto que no se toleraba normalmente, aunque ahora le reconfortaba. Los infieles eran incapaces de diferenciar un checheno de un esquimal.
Quitando la broma de Shamil, no se trataban de campesinos sino de licenciados y con desenvoltura en varios idiomas. Se habían conocido en la universidad en Grozny hace varios años, antes de que el ataque ruso les condujese a seguir la causa de Alá y de la liberación de Chechenia. Escaparon de la ciudad antes de que los rusos la sitiasen. Huyeron hacia una aldea en la montaña, en donde las semanas se convirtieron en meses y luego en años, mientras que su guerra se detuvo en un punto muerto en el que ningún bando era capaz de ganar. Con el tiempo les ignoraron y si bien no hubo victoria, era mejor que vivir bajo el yugo ruso. La aldea se convirtió en su hogar, en donde se empezaron a formar familias. La vida había sido simple pero completa.
Tanto que el Paraíso para Basaev ya no era un lugar de vírgenes serviciales sino una visión de su aldea, un lugar para abrazar a su mujer mientras ella le susurraba que sería padre nuevamente y en donde veía como su pequeño se movía por la modesta cabaña. Un lugar que desapareció por completo cuando las armas de un helicóptero de ataque convirtieron a su familia en residuos sanguinolentos que solo podrían ser identificados por medio de lo que quedaba de ropa.
En aquel momento él estaba fuera, guiando a otros doce en una patrulla rutinaria. Volvieron para enterrar a sus muertos y corrieron a esconderse. Sólo le pedían a Alá rusos para matar un deseo que se hizo realidad ya que los rusos llegaron en fuerza para aplastar la resistencia. Se convirtió en una guerra de desgaste larga y dura, en donde mataron a muchos rusos, pero siempre acaban apareciendo más. Los agentes iraníes eran huéspedes frecuentes en su escondite en la montaña y no se les pedía nada a cambio por su ayuda. Hasta el mes pasado.
—Además de no ser marineros, ¿por qué íbamos a golpear a nuestros hermanos musulmanes? —había protestado Basaev— Matar a rusos es agradable a ojos de Alá.
—Usted hace el trabajo de Alá, pero hay tareas más urgentes —dijo el iraní— Les podemos enseñar las habilidades necesarias pero no podemos hacer que nuestros otros hermanos parezcan europeos.
—¿Y los Fieles que mueran?
—La mayoría de las bajas serán de turistas infieles y los Fieles que mueran subirán al Cielo. Y preguntaos esto, Basaev: ¿aquellos que se acuestan con los turistas que se quedan mirando embobados son realmente nuestros hermanos? ¿Los gobiernos que adulan a los americanos a cambio de ayuda militar son realmente musulmanes? ¿Cuando fue la última vez que vio a un árabe, egipcio o turco o a cualquiera que no fuese un iraní en estas montañas traerle armas, municiones y medicinas? —el iraní hizo una pausa— Debería verse reflejado en aquel que está a su lado en las horas más oscuras.
Basaev había entendido lo que quería decir, pero seguía resistiéndose.
—Sabemos como matar a los rusos y deberíamos seguir hasta que Alá nos llame al Paraíso.
—Mire a su alrededor —le dijo el iraní— Solo quedamos cuatro. Y en estas montañas siguieron luchando grupos de dos, cuatro o siete y mientras se iban quedando sin nadie, los rusos crecían aún más fuertes, financiados por la venta de petróleo. Si Dios quiere y cada uno de ustedes vende sus vidas por unos cientos de rusos, habrá 400 infieles en el infierno. Una gota en el océano. Acepte mi oferta y sacrifique a turistas infieles por miles y eche abajo la economía rusa. Piénseselo, mi hermano.
—Lo he hecho y para mí está claro que esto hará que suban los precios del petróleo y enriquecerá a Irán —acentuó Basaev.
El iraní sonrió.
—Lo mejor para mantener el mundo de la Yihad —dijo.
Al final, Basaev lo admitióy y se puso a rezar de forma silenciosa, pidiendo por el favor de Alá, porque se consideraba un hombre piadoso que buscaba a menudo la aprobación divina. El autoengaño era tan completo que nunca había entendido que se había convertido a una fe más básica al arrodillarse entre los restos sangrientos de su familia en el altar de la venganza. Su religión era la destrucción de todo lo ruso.
Basaev volvió al presente e hizo clic con el ratón para abrir el módulo siguiente: “Cargas y posibles iniciadores”.
Oficinas del Phoenix Shipping S.A. Londres, Reino Unido Hora local: 0830 horas 11 de junio GMT: 0730 horas 11 de junio
Dugan salió del ascensor y pasó por todas las oficinas desiertas iluminadas por el sol de la mañana que se filtraba por las ventanas del pasillo. Dejó apagadas las luces del techo y cruzó el cubículo hasta llegar a una oficina con un cartel que ponía FLETAMENTOS. Miró a su alrededor un poco nervioso y luego abrió la puerta, entró y cerró con mucho cuidado la puerta.
—¿Le puedo ayudar en algo, señor Dugan?
Dugan se giró y vio a Abdul Ibrahim sentado en su escritorio con una expresión de perplejidad. Incluso un sábado, el pequeño paquistaní llevaba puesto un traje bien diseñado y una corbata de seda perfectamente abrochada.
—Eh... Señor Ibrahim. Disculpe que no haya llamado a la puerta. No sabía que estaba aquí. Iba a... solo venía a dejar una nota en su escritorio para que me llamase. Le habría mandado un correo, pero estoy teniendo algunos problemas con mi cuenta.
Ibrahim sonrió y le invitó a sentarse.
—No necesita disculparse. Por favor, siéntese y cuénteme en qué le puedo servir.
Dugan cogió la silla, su mente no paraba de pensar. Mierda.
—Solo tengo curiosidad —afirmó— Vi un VLCC en el informe de posición... China Star, creo que se llama. Me fijé en que lo habían subcontratado para llevar una carga a Japón. Supongo que si las tarifas son lo suficientemente buenas como para alquilar y luego hacer subcontrataciones en esa ruta, le debería echar un vistazo. Si se reanima ese comercio, significa que podré posicionar mucho más barato nuestros barcos en el Extremo Oriente para las reparaciones. Eso ayudará mucho a nuestro presupuesto de mantenimiento.
Por Dios, pensó Dugan, muy bien. Eso incluso sonó creíble para mí, aunque Ibrahim parecía incómodo.
—Solo tengo un vago recuerdo de los detalles, pero les echaré un vistazo y volveré para hablar con usted el lunes, si usted está de acuerdo.
Había tocado una fibra sensible. Dugan hizo amago de marcharse porque se había dado cuenta de que el daño ya estaba hecho. Aunque también podría aprovecharlo y averiguar todo lo que pudiese. De perdidos, al río.
—Usted es la cabeza del fletamento —le dijo Dugan— Esto es un contrato con muchas ganancias que se fue a pique hace tres días.
Ibrahim estaba sudando.
—Yo... yo...
—Señor Ibrahim, le conozco desde hace casi 10 años y sé que es honrado —afirmó Dugan— Si está metido de alguna forma en algo ilegal...
Ibrahim agitó su cabeza.
—Yo no —bajó el tono de su voz— Braun juntó los fletamentos. Fui a ver al señor Kairouz, pero...
Se calló, miró a su alrededor y luego bajó un poco más su tono de voz.
—No hablaré de ello aquí. Pero sé que usted es el amigo del señor Kairouz y hay algo que está muy pero que muy mal. Le diré lo que se. ¿Por qué no nos encontramos cerca de la entrada de la estación de metro Vauxhall en una hora?
Dugan asintió y se levantó para marcharse. Abrió la puerta sin hacer ruido y miró alrededor antes de escabullirse y bajar por el pasillo hasta su oficina. Cerró la puerta de su oficina a la vez que las puertas del ascensor del vestíbulo se abrieron.
Braun salió del ascensor y se giró al escuchar la puerta de Dugan cerrarse con mucho sigilo. ¿Pero que demonios hace Dugan aquí?
Estación de metro Vauxhall Londres, Reino Unido Hora local: 0930 horas 11 de junio GMT: 0830 horas 11 de junio
Braun vio desde lejos a Dugan e Ibrahim, que estaban en el andén, mirando fijamente al vacío a la vez que pretendían parecer unos completos desconocidos desinteresados que esperaban al tren. No podía ver sus caras, pero notaba tensión en sus posturas. Obviamente, estaban hablando. Aficionados.
Braun le dio vueltas a las distintas opciones. Los intentos titubeantes de Dugan por pillarle en alguna actividad ilícita o acción incompetente eran obvios y no le preocupaban en absoluto. Tampoco sabía nada Ibrahim, a excepción de los datos financieros más escuetos del trato del China Star y Braun lo había organizado todo para que pareciese un plan de soborno. Así que incluso si Dugan llegase a saber algo sobre el China Star, no podría ir a las autoridades sin implicar a su amigo Kairouz.
Braun estaba considerando matar a los dos, solo para asegurarse, pero descartó esa idea. Dos ejecutivos muertos de una misma compañía atraerían atención no deseada. Pero ahí estaba el problema de la percepción. Le había prometido a Kairouz que si él no podía controlar al pequeño pakistaní, el hombre moriría junto a su familia. Braun odiaba tener que romper promesas. Kairouz tenía que entender que Braun era un hombre de palabra. De lo contrario, cuando las cosas se pusiesen muy mal, Kairouz podría no sentirse lo suficientemente motivado.
Era un enigma y ahora se lamentaba de la peculiaridad de su amenaza. Matar al paquistaní y a toda su familia sería demasiado sensacionalista y seguro que atraería la atención de los medios. Braun suspiró. Qué aburrido. Siguió reconsiderando las cosas mientras esperaba hasta que los hombres se subieron en trenes separados. No necesitaba seguirles. Sabía dónde vivía Ibrahim.
Edificio del apartamento de Anna Walsh Londres, Reino Unido Hora local: 1615 horas 11 de junio GMT: 1515 horas 11 de junio
—Está muy estresado —advirtió Dugan— En apariencia Braun se ocupaba personalmente de los fletamentos del China Star. Ibrahim supo algo de ello por primera vez cuando el barco apareció en el informe de posición. Como yo, él pensó que parecía que estaba fuera de lugar y empezó a hacer preguntas —Dugan hizo una pausa— Ahí es cuando la cosa se puso interesante. Fue a ver a Braun, el cual estalló. Al ver que no le satisfacían sus respuestas, se acercó a Alex, el cual le dijo que si no paraba de hacer preguntas, le despedirían.
—Más pruebas de la participación de Kairouz, ¿pero qué saca Ibrahim de ello? —dijo Lou.
—No sabe qué pensar —respondió Dugan— Al principio parece algún tipo de soborno, pero su mayor miedo es personal. Cree que Braun ha forzado de alguna forma a Alex para aceptar un trato turbio y tiene miedo de que, de algún modo, se convierta en chivo expiatorio si el negocio sale mal. Es bastante conflictivo. Ha trabajado para Alex mucho tiempo y sabe que es escrupulosamente honrado. Por otro lado, Alex parece depender completamente de Braun e Ibrahim cree que está jodido haga lo que haga. Supongo que es por eso por lo que se me confió tan fácilmente.
—¿Estás seguro de que nadie te ha visto? —preguntó Harry.
—Lo dudo —respondió Dugan— Salimos de la oficina por separado y nos juntamos en otro lugar.
—Aun así, me hubiese gustado que nos hubieses consultado antes de la reunión —le dijo Anna.
—No había tiempo, Ibrahim parecía tener ganas de hablar y no quise darle tiempo para que se lo pensara —advirtió Dugan.
—Bueno, quizás tus instintos tenían razón en eso —le dijo Anna.
—Supongo que eso es todo entonces —concluyó Lou— El China Star no está ni siquiera en puerto, así que dudo de que exista una amenaza inminente. No lo perderemos de vista y veremos en qué acaba. ¿Alguna otra cosa, Anna?
Anna negó con la cabeza y Harry y Lou se levantaron. Anna les siguió hacia la puerta y justo cuando llegaron a la puerta Lou se giró.
—Por cierto, buen trabajo Tom —le felicitó.
Dugan le agradeció el gesto y Anna les abrió la puerta y la cerró tras ellos.
—Déjame secundar eso —pidió Anna mientras volvía— Ha sido un buen trabajo.
Dugan suspiró.
—Algo está pasando obviamente con Alex, pero sé que es una víctima.
—Dadas las evidencias, Tom, no puedo entender tu seguridad.
—Simplemente lo sé —asintió Dugan— Le conozco.
—Parecéis una pareja de amigos extraña, de verdad.
—¿Por qué?
—Bueno, tú eres... diferente, eso es todo. Alex es tan... tan “europeo”, creo que esa es la palabra. Diplomático, políglota, casi distinguido y... —Anna se calló.
—¿Y yo qué? —preguntó de forma inexpresiva— ¿Directo? ¿Monolingüe? ¿Brusco?
—Tom, por favor, no quise...
Dugan sonrió abiertamente.
—¿Qué te parece “americano”, lo resume bien eso?
Aliviada, sonrió.
—Bastante amable, maldito yanqui. Ahora de verdad, ¿qué es lo que tenéis en común tú y Alex Kairouz?
—Esposas muertas —dijo de forma sutil y apartó la vista.
Se quedó en silencio y ella pensó que él había dicho todo lo que pretendía. Entonces siguió hablando.
—Hace años Alex me contrató para inspeccionar un barco. Le gustó mi trabajo y se convirtió en un cliente regular. Más tarde estuve trabajando en un proyecto más pequeño en su oficina que se retrasó. Intenté alargar mi estancia en el hotel pero estaba completo, ya que la mayoría eran hoteles en Londres, así que Alex me invitó a su casa.
Dugan sonrió.
—Cassie todavía estaba en pañales. La señora Hogan sirvió una comida grande y después de que la señora Farnsworth llevase a la cama a Cassie, Alex y yo nos tomamos un coñac y un café —sonrió otra vez— Sobre todo coñac. Entonces me contó que su mujer había muerto hacía dos años de un cáncer. Sus heridas aún eran muy recientes y era obvio que estaba enterrando su pena en el trabajo y en criar a Cassie.
—Cuanto más bebíamos, más nos abríamos. Mi mujer había muerto hacía un tiempo, pero empecé a revivirlo todo —se calló unos instantes— Porque contuve las lágrimas y el dolor en su momento. Mi hermana pequeña fue mi apoyo tras la muerte de Ginny, pero algunas cosas no las podía compartir ni siquiera con ella, sin embargo Alex y yo sí que conectamos. Bebimos, hablamos y nos desahogamos sobre cosas buenas y malas y sobre aquellas que más echábamos de menos. Nos pusimos como una cuba y sensibleros y brindamos por amores perdidos, borrachos, sobrios, resacosos y finalmente avergonzados por nuestro comportamiento —Dugan lanzó una tímida sonrisa— Nunca volvimos a hablar de ello. Pero conozco a Alex Kairouz y Alex Kairouz no es ningún terrorista.
Anna asintió, entendiendo e intrigada.
—¿Por qué no me cuentas sobre Ginny?
Tenía miedo de haberle ofendido, pero poco a poco su cara se suavizó.
—Era el amor de mi vida —le contestó con una sonrisa melancólica— Se llamaba Virginia.
—¿Cómo os conocisteis?
Dugan se rió entre dientes.
—Me choqué con ella. Literalmente. Choqué mi vieja furgoneta con su nuevo Mustang descapotable en un aparcamiento.
—¿Os conocisteis en un accidente de coche? —preguntó Anna incrédula.
—Más bien un guardabarros. Estaba furiosa. Las primeras palabras que ella me dijo fueron “¿Por qué no miras por dónde puñetas vas, pedazo de idiota?”
Anna sonrió.
—No era un inicio muy prometedor que digamos.
—¡Oh, pero lo fue! Allí estaba, sus ojos verdes brillaban y el viento movía su melena pelirroja y su 1,58 estaba preparado para patearme el culo. Era la mujer más guapa que jamás haya visto. Una vez se hubo calmado, nos intercambiamos los datos de contacto y me llamó al día siguiente. Estaba teniendo problemas con el seguro porque el accidente sucedió en un aparcamiento privado y no había informe policial. Le dije que simplemente arreglase su coche y que se lo pagaría, siempre y cuando me permitiese invitarle a cenar para disculparme. Resumiendo, nos casamos un año después.
—¿Qué hacía? —se interesó Anna.
—Era profesora de primero de Primaria. Le encantaban los niños —aclaró Dugan.
—¿Murió también de cáncer?
—Un accidente —se le empañaron los ojos y retiró su mirada. Anna se acercó y le agarró de la mano.
—Perdóname, hice mal en cotillear —se disculpó.
—No. Está bien —dijo y se giró hacia ella— Te lo quiero contar, aunque no se por qué. Es muy difícil soltar todo —ella apretó su mano y siguió hablando— Estábamos ambos sin trabajar en verano cuando a mí me ofrecieron un empleo importante como sustituto del jefe. Ya que la única forma de obtener un trabajo fijo como jefe de máquinas era empezar como sustituto, me lancé. Aplazamos un viaje que ya teníamos organizado y volví a la mar.
—Era un carguero de contenedores de travesía por el norte de Europa. La telefonía por satélite era reciente y el barco no disponía de ella. Llamaba a Ginny desde los teléfonos públicos en el muelle de los puertos de EEUU, pero en Europa tenías que ir a la compañía telefónica o a un hotel para llamar a EEUU. No siempre podía salir de franco, pero sí que llamé desde nuestro último puerto europeo para decirle nuestro ETA (tiempo estimado de llegada) a Nueva York para que así pudiésemos reunirnos y pasar unas pocas horas juntos antes de la siguiente singladura.
Dugan hizo una pausa.
—Cuando llamé, me dijo que tenía una sorpresa para mí en Nueva York, pero no se lo pude sonsacar. Luego hablamos de todo y de nada, lo mismo que haces cuando estás enamorado, sólo sentirte unido. Me estaba contando que iba a visitar a su hermana en el norte del estado de Nueva York cuando se cortó la llamada. Lo intenté una y otra vez pero no paraba de oírse una grabación en alemán. Lo logré una media hora después, pero no hubo respuesta y me tuve que volver al barco.
—Nos azotó un temporal a la vuelta, perdimos algunos contenedores por la borda y sufrimos daños menores. Nos retrasamos, pero sabía que Ginny llamaría a la compañía antes de salir de casa para actualizar el ETA. Cuando atracamos, el guardacostas y una multitud de peritos del seguro se embarcaron para inspeccionar los daños. Cuando la multitud se dispersó y no vi a Ginny, cogí mi lata de café de cuarto de litro y me dirigí a la cabina telefónica. Como nadie contestaba en casa llamé a su hermana —Dugan hizo una pausa— Entonces me enteré.
—Teníamos un apartamento renovado, con piso de madera y con alfombras por todas partes y de todos los tamaños. A Ginny le gustaban esas malditas cosas. Se escurrió al pisar una y se dio con la cabeza en la mesa. Como no se presentó y su hermana no pudo contactar con ella, llamó a la policía. Ellos la encontraron.
—Ginny no era muy buena con el papeleo administrativo. Su hermana aún aparecía como su primer contacto para casos de emergencia y no sabía cómo ponerse en contacto conmigo o cuándo volvería. Después de la autopsia, siguió adelante con el funeral y enterraron a Ginny el día antes de que yo llegase. No pude ni decir adiós.
Anna apretó su mano y asintió, no se fiaba de si tendría suficiente presencia de ánimo para hablar mientras Dugan continuaba.
—Ahora sé que su hermana hizo todo lo que pudo, pero no era lógico. Le dije cosas terribles y aunque me disculpé más adelante, las cicatrices aún siguen. No se nada de ella.
—¡Oh, Tom, yo...!
La ignoró, como si al haber empezado no pudiese parar.
—Mis compañeros de tripulación me vieron llorando en el muelle. Lo primero que recuerdo es a mi hermana, Katy, empaquetando mis cosas. Me acercó a casa y se mudó a mi casa, viajaba diariamente al colegio. Empecé a beber. Intentó ayudar pero solo era una joven universitaria que no sabía como manejar a un taciturno, un chiflado borracho. Me empecé a creer que Ginny había sido asesinada. Necesitaba un blanco para mi odio, supongo. Fui al centro de la ciudad y solicité una copia del informe de la autopsia.
Dugan empezó a respirar de forma irregular a la vez que una lágrima se le escapaba.
—Me costó una botella de whiski Wild Turkey para poder entender lo que decía, hasta que encontré la sorpresa de Ginny. Estaba embarazada.
—Oh Dios mío. Tom, lo siento mucho.
—Estaba borracho y cabreado y convencido de que alguien le había matado. Leí una y otra vez la fecha, la hora y la causa de la muerte hasta que lo entendí. Hasta que encontré al bastardo —se empezó a angustiar al contar un oscuro secreto que no había compartido con nadie en 20 años, ni siquiera con Alex.
—Había sido yo —susurró— Yo les maté.
Anna se sentó embargada por la emoción mientras dejaba correr las lágrimas.
Él asumió que Ginny había muerto cerca de la hora de la última vez que hablaron. Él imaginaba a Ginny enfadada porque se había cortado la llamada. La veía impaciente esperando que le devolviese la llamada y resbalando por la alfombra al salir corriendo para contestar.
—Si no hubiese seguido intentándolo, Ginny y nuestro hijo estarían vivos —dijo.
Anna se sentó, insegura sobre qué decir, pero a sabiendas de que el dolor, el sentimiento de culpa por haberla sobrevivido y su fallo al no compartir estos terribles pensamientos habían esclerotizado esta idea horrible. No había palabras para quitarle esto de la cabeza. Le abrazó con nerviosismo y él ocultó su cara en su hombro, avergonzado por su terrible secreto.
Después de un tiempo, alzó la cabeza.
—Perdona —dijo con una sonrisa violenta.
Le besó con ternura y él se puso tenso. Se puso en pie y le empujó para que se levantase.
—Anna, espera.
Ella puso su dedo en sus labios y le llevó hacia el dormitorio. El sexo fue lento y tierno, explorándose el uno al otro con inquietud de nuevos amantes, mezclado con una familiaridad inexplicable. Después, Anna se apoyó en su brazo y se puso a juguetear con el pelo de su pecho.
—¿Un penique por tus pensamientos?
—Me pregunto por qué las mujeres siempre se preguntan eso después de haber tenido sexo.
De repente pegó un brinco cuando ella dio un tirón de los pelos de su pecho.
—¡Ay! Eso ha dolido, joder.
—Suficiente como para estropear el momento.
Dugan le abrazó.
—Señora, necesitarías mucho más que eso para estropearlo.
Se quedaron en silencio, cada uno pensando en sus propios pensamientos.
—En realidad, puede que yo lo estropee —le dijo Dugan— ¿Qué hay del señor Walsh?
—¿Quién? —levantó su cabeza un poco confusa.
—Ya sabes. Tu marido.
Anna empezó a reírse.
—Dios mío, Dugan. Eres demasiado caballeroso, ¿no? Ex marido, Tom. Me divorcié hace tiempo.
—Pero dijiste...
—Hacía mi papel de putilla, necesitaba desanimarte —le dijo— En realidad, estoy sorprendida gratamente de que no tuviese que darte con la rodilla en la ingle.
—¿Y qué paso? —le preguntó Dugan.
—No hay mucho que contar. Nos conocimos en el colegio, ambos estudiábamos auditoría forense. Ya sabes, encontrar a aquellos que ‘amañan las cuentas’, como vosotros así decís. Nos casamos y me uní al MI5 y David se fue a una empresa privada. Después del entrenamiento, me uní a una empresa para proporcionar trabajos temporales, básicamente una tapadera para colocarme en compañías que estaban bajo investigación. Con el tiempo, mi trabajo parecía que le molestara a David —continuó— Supongo que era humillante: él era un aburrido contable y yo una espía. Lanzó indirectas y luego pidió que renunciase, pero a mí me gustaba mucho mi trabajo.
Ella suspiró.
—Quizás fui una egoísta. Podría haberme enfrentado mejor a su inseguridad, pero no lo hice. Se volvió más frío y tenía aventuras frecuentes y del dominio público, como si el hacerlas públicas le convirtiese en un semental. Nos divorciamos y, según lo último que escuché, se casó en terceras nupcias y vive en las regiones del interior.
—¿Aún sigue en pie la oferta de un penique por mis pensamientos?
—Claro.
Dugan le abrazó muy fuerte.
—David fue un imbécil.
Anna sonrió.
—Muchas veces he pensado eso mismo también —le dijo.