Capítulo quince

OFICINA central de la CIA Langley, Virginia, EEUU Hora local: 0815 horas 25 de junio GMT: 1215 horas 25 de junio

Gardner se quedó mirando a Ward.

—¡No! Y no hagas leña de árbol caído, Ward. La respuesta fue “no” hace dos días y aún sigue siendo “no”.

—Deberíamos informar a MALSINDO —insistió Ward. Usó el acrónimo para hacer mención a la alianza entre Malasia, Singapur e Indonesia encargada de supervisar el estrecho de Malaca.

—¿Y decirles el qué? ¿Tu chico Dugan y su colega terrorista tienen una corazonada?

—Escuche Larry...

—No, escúchame TÚ, Ward. Yo, jefe. Tú, currito. ¿Entendido?

Ward se tragó sus ganas de responderle.

—Al menos informemos a nuestros chicos.

—Ward. Es un puñetero VLCC —replicó Gardner— Contactará a control de tráfico, así que no tengo por qué gritar fuego y parecer estúpido. Ya la has cagado bastante, así que es mejor tener un perfil bajo y evitarnos más vergüenza.

Perfecto, pensó Ward, este gilipollas solo se preocupa por su imagen. Había una gran diferencia en el examen que se le haría al China Star si las autoridades sospechaban que había problemas.

—Mire Larry, tiene que entender que...

—No, mira TÚ. No te he culpado a ti en vez de a tu chico Dugan y que luego coja y la joda de todas las maneras posibles, pero si mencionas el China Star a Singapur, SÍ CARGARÁS CON TODA LA CULPA. ¿Entendido?

Ward asintió un poco cabreado.

—De acuerdo, hemos terminado. Me han invitado a un desayuno de oración del congreso y llego tarde.

Ward intentó contener un impulso de sugerir a Gardner que rezase por algunos jodidos lumbreras y se marchó ofendido a su oficina. Después de un momento de indecisión, le echó un vistazo a su reloj y llamó a Londres.

***

—El maldito gilipollas —dijo Lou Chesterton— ¿Y ahora qué?

—Sigo órdenes y espero que tú hagas lo mismo, pero sé que los británicos sois muy bocazas.

—Sí, tenemos la boca muy grande —aceptó Lou— Dado que el Alto Comisionado británico está al lado de tu embajada, sospecho que nuestros colegas de Singapur cotillean por encima de la valla como si fuesen viejas gallinas.

—Sin lugar a duda —dijo Ward— Sin embargo, espero que si llegasen a escuchar algo sobre el China Star, que sean discretos. Sería toda mi culpa, Lou.

—Entendido —afirmó Lou— Estoy seguro de que todo saldrá bien.

M/T Asian Trader Océano Pacífico frente a Panamá Hora local: 1345 horas 26 de junio GMT: 0345 horas 26 de junio

Medina frunció el ceño. El sol había estado pegando con fuerza toda la semana y la cubierta de acero se había ido calentando cada día, por ello tenía que llevar guantes para hacer flexiones. Incluso el viento de rebelaba, rolando a popa e igualando su velocidad para dejar la cubierta con calma chicha. Vio acercarse unos nubarrones y esperaba con ansias su promesa de traer consigo una lluvia refrescante junto con viento.

Giró la cabeza hacia proa y vio al contramaestre bajar del castillo de proa con una pistola de engrase. Sabía que los gases eran densos en cubierta justo encima del castillo de proa y observó la reacción del contramaestre. Y así fue. Cuando el contramaestre llegó a cubierta, inclinó su cabeza y Medina notó en sus ojos que algo sabía. El marinero se agachó y olió el venteo del tanque. Se puso de pie y encontró a Medina a su lado.

—Tenemos una fuga en el mamparo. Tenemos que avisar al primer oficial —dijo el contramaestre mientras se dirigía a popa.

—Espera —dijo Medina— También lo olí a estribor. Echemos un vistazo antes de que pongamos nerviosos a todos.

Sin ganas de parecer alarmista después de ver como un inexperto tercer oficial permanecía en calma, el contramaestre siguió a Medina por debajo de la bandeja de tuberías de crujía fuera de la vista del de guardia del puente ahí arriba. Entonces, Medina se paróbajo las tuberías.

—Ahí está el problema —dijo él señalando el cierre erguido de una válvula, la espiral de la rosca del cierre sobresalía verticalmente desde el centro.

El contramaestre se burló.

—¿Cómo puede ser eso el problema?

—Mire de cerca —le pidió Medina.

El contramaestre disimuló como se divertía mientras se inclinaba sobre la irrelevante válvula. Los oficiales subalternos se convirtieron en oficiales superiores a los cuales se les seguía la corriente. Estaba a punto de enderezarse cuando unas manos fuertes le empujaron por detrás de la cabeza hacia la válvula y perdió el equilibro, ya que estaba intentando levantarse. Su último recuerdo era el de la punta de un cierre de válvula que se acercaba hacia él y un dolor punzante que destrozaba su ojo izquierdo y lo empujaba hacia su cerebro.

Medina apoyó todo su peso sobre la cabeza del contramaestre hasta que este paró de sacudir los brazos y las piernas. Quitó el zapato del hombre y aplicó en la suela grasa de la pistola de engrase del hombre. Luego presionó el zapato con fuerza contra la cubierta para simular un resbalón por la grasa y le volvió a colocar el zapato en el pie del contramaestre y lo ató.

Mientras corría hacia la popa para pedir ayuda, Medina notó el aire fresco en su cara. Una lluvia refrescante había arrastrado la sangre del contramaestre hacia el mar para cuando hubo vuelto con la ayuda dos minutos después.

Oficinas del Phoenix Shipping S.A. Londres, Reino Unido Hora local: 1135 horas 28 de junio GMT: 1035 horas 28 de junio

—¿Por qué alguien tiene que ir? —exigió Braun— Por esa misma razón, ¿por qué llevar a cabo una maldita investigación? El capitán lo registró como un accidente.

Alex apretó sus dientes.

—Porque así dicta la ley, Braun. Cuando...

—Capitán Braun.

—De acuerdo, capitán Braun. Cuando hay una muerte en alta mar, la ley internacional exige que se haga una investigación en el siguiente puerto de escala con un representante de la compañía presente.

—Bueno, le aseguro que no le voy a dejar que se vaya y yo tampoco voy —Braun sonrió— Espera un minuto. Mande a Dugan.

—No creo que...

—¿No llevó Dugan el Asian Trader al astillero en Singapur justo el último mes?

—Sí lo hizo, sí —respondió Alex— Pero no creo que...

—Me da igual lo que piense, Kairouz. Conoce el barco y está disponible. Mándelo. Ahora salga.

Alex se puso tenso y abandonó la oficina de Braun a la vez que el alemán reflexionaba sobre la frecuencia con la que la adversidad era un oportunidad disfrazada. Estaba un poco preocupado de que el accidente pudiese atraer una atención innecesaria para el Asian Trader, pero ese esfuerzo era aun así una atracción secundaria. Estaba seguro de que el lunático prescindible que iba abordo se las ingeniaría para matarse de una forma espectacular. Ahora, con un poco de suerte, Dugan estaría ahí para llevarse toda la culpa después de que sucediese. Braun tarareó una cancioncilla mientras abría la página oficial del Banco Nacional de las Islas Caimán y abría una nueva cuenta a nombre de Dugan.

Edificio del apartamento de Anna Walsh Londres, Reino Unido Hora local: 2135 horas 28 de junio GMT: 2035 horas 28 de junio

El equipo de Dugan y Anna se sentó alrededor de la mesita pequeña en el apartamento desde donde vigilaban, con el teléfono por satélite encendido y el altavoz encendido.

—Braun es inflexible —dijo Dugan— Alex me llamó a su oficina y me dijo que me iba a Panamá. Sostuvimos una conversación para Braun mientras nos escribíamos notitas. Usé las excusas previstas: dije que eso le correspondía a Braun, que estaba muy ocupado, etcétera, etcétera, etcétera y Alex hizo un show para obligarme.

—¿Pero por qué Braun muestra tanto interés en que vayas? —preguntó Anna.

Dugan se encogió de hombros.

—Después del trato del China Star supongo que me quiere fuera del camino.

—Tiene sentido —se oyó a Ward decir por el altavoz— No parece que quiera que Alex se aleje de su control y Tom conoce el barco. No creo que debamos pensar mucho en ello.

—Estoy de acuerdo con Ward —afirmó Lou— Tiene al China Star bajo la cobertura del satélite y nosotros aún tenemos a Anna en la oficina para que vigile todo. Si Dugan se echa para atrás ahora, hará sospechar a Braun.

Anna estaba de acuerdo.

—Muy bien, hagamos que Braun esté feliz. Entre el China Star y la escucha de Caracas, por fin estamos llegando a algún sitio. No queremos disgustarle ahora.

—Me llevaré una bolsa —dijo Dugan.