La Habana
26 de febrero, 18.40 h
Lucio estacionó el Chevrolet cerca del Castillo de la Real Fuerza, que se hallaba sumido en las primeras sombras de la noche, y echó a caminar con Kamchatka atado a la correa por la Avenida del Puerto. Vio las primeras medidas de protección para el Comandante: dos lanchas Griffing cerraban la bahía y una poderosa nave lanza-aguas estaba frente al muelle. Kamchatka paseaba tenso, pero tranquilo.
Se internó entonces por la oscuridad maloliente de Tacón y al rato se instaló en el portalito de un paladar de calle Aguacate, donde pidió agua para Kamchatka y un café para él. Desde allí, difuminado por las penumbras, con aspecto de turista, podía espiar el desplazamiento de los miembros de la seguridad. Estaba por llover de nuevo. De un busecito Toyota de color azul y cortinillas descendieron hombres de civil que no tardaron en desperdigarse por el barrio con sus Browning de rigor bajo la camisa. En una esquina un Ladalfa hizo chirriar los neumáticos, y más allá alguien descargaba cadenas de un camión Zyl para cerrar calles. El cerco ya estaba echado sobre La Habana Vieja. Menos mal que nadie se ocupa de los turistas, masculló Lucio acariciando a Kamchatka en el portal a oscuras.