Unity, otra carta y otra pistola

Cuando Unity Mitford tenía veintiún años, logró que sus padres la enviaran a una residencia de señoritas inglesas en Múnich. Decía estar interesada por la cultura alemana, pero su verdadero propósito era conocer a Hitler, a quien espió con tenacidad. Para ello se instalaba en la Hostería Bavaria, uno de los lugares favoritos del líder cuando visitaba Múnich. Se trataba de una mujer insistente y bella, dos armas que utilizó para atraerlo. Y esto ocurrió el 9 de febrero de 1935, cuando el responsable del lugar se acercó y le dijo: “Al Führer le gustaría hablar con usted”.

Por la noche, Unity escribió a su padre: “Éste ha sido el día más maravilloso y hermoso de mi vida. Me senté y hablamos durante media hora… No puedo contarte todo lo que hablamos… Le dije que debería venir a Inglaterra y respondió que le encantaría, pero que temía que hubiera una revolución si lo hacía”. En aquella primera reunión le dedicó una tarjeta postal: “A fräulein Unity Mitford, como recuerdo amistoso de Alemania y de Adolf Hitler”.

Unity escribió una carta a un diario en la que manifestó: “Como mujer británica fascista, me gustaría expresar mi admiración por usted. Llevo un año viviendo en Múnich y leo Der Stürmer todas las semanas. ¡Ojalá tuviéramos una publicación como ésta en Gran Bretaña! Los ingleses no son conscientes del peligro judío. Nuestros judíos trabajan ocultos. Nunca salen a la luz, y por tanto no podemos mostrarlos al público británico en toda su auténtica miseria. Esperamos, sin embargo, que ustedes ganen pronto al enemigo del mundo, a pesar de toda su astucia. Imaginamos con alegría el día en que podamos decir con fuerza y autoridad: ¡Inglaterra para los ingleses! ¡Judíos fuera! ¡Con el saludo alemán, Heil Hitler! Unity Mitford.

”P. D. Si tienen sitio en su publicación para esta carta, les ruego que publiquen mi nombre completo. […] Quiero que todo el mundo sepa que odio a los judíos”.

El Reichstag, el Parlamento alemán, había perdido toda su influencia después de la llegada de Hitler a la cancillería en 1933, cuando empezaron a promulgarse una serie de terribles leyes antisemitas. Pero lo que se conoce menos es que Hitler también legisló contra la mujer, a la que de hecho se le prohibió acceder a una lista de profesiones, como la justicia o la abogacía. Es que Hitler era un machista, incluso un misógino.

Solar precisa que “Unity Mitford es un caso extraordinario, una aristócrata inglesa en cuya familia había de todo: notables escritoras, famosos fascistas, una heroína comunista. Hitler quedó fascinado con ella porque ella le hablaba de la situación política británica, de sus familiares, del fascismo inglés y de los partidarios que él tenía en Inglaterra”.

Sjoerd de Boer explica que Unity Valkyrie Mitford “era una chica inglesa de clase alta, gran fanática de fascistas como Oswald Mosley en Inglaterra, Mussolini y también de Adolf Hitler. En su cuarto tenía fotos del Führer, como si se tratara de un ídolo de las adolescentes. Su primer intento no funcionó, pero en una segunda oportunidad logró relacionarse con él. A tal punto que la prensa inglesa llegó a especular con un posible casamiento entre ambos. La realidad fue que Hitler la utilizó con propósitos propagandísticos y como una manera de obtener una posible línea de llegada a Winston Churchill, con quien Unity tenía una relación”.

Para De Boer, “ella realmente creía que Inglaterra y Alemania podían unirse y convertirse en ‘socios en el crimen’”. Pero eso nunca sucedió, y el momento en que Inglaterra el 1.º septiembre 1939 le declaró la guerra a Alemania luego de la invasión nazi a Polonia fue como una bofetada en su cara. El domingo 3 de septiembre, Unity fue al consulado británico y entregó una carta para sus padres; luego se dirigió a la jefatura del partido nazi y entregó un sobre voluminoso para Hitler, en el cual había varios recuerdos y una carta de despedida; después se encaminó a su parque preferido de Múnich, el Englischer Garten, y se pegó un tiro en la sien derecha con una pequeña pistola de 6,35, regalo de Hitler. El proyectil penetró en el cráneo y quedó alojado junto al occipital, sin causarle la muerte pero dañando su cerebro para siempre.

Informado de inmediato, el Führer ordenó que Unity fuera atendida con todos los medios que existieran y que se guardara el máximo secreto en torno al asunto.

Fue internada en una clínica suiza, donde fue localizada por el espionaje norteamericano, de modo que la embajada pudo informar a la familia lo ocurrido con ella y su milagrosa salvación. En Navidad, finalmente, llamó por teléfono a su casa y les pidió a sus padres que acudieran a recogerla. Lo hicieron el 29 de diciembre de 1939 su madre y su hermana pequeña, Deborah, duquesa de Devonshire, quien dejó este testimonio patético: “Estaba totalmente cambiada. Tenía el pelo rapado y enmarañado y, por la herida, no podían lavárselo ni peinarla. Sus dientes estaban amarillos porque no se los había cepillado desde el disparo. No podía soportar que le tocaran la cabeza. Tenía una extraña expresión de ausencia, un aspecto patético, su memoria estaba muy deteriorada”.

Cuando muchos años después le preguntaron a su hermana si Unity había tenido sexo con Hitler lo negó, pero aseguró: “Si él se lo hubiese pedido, no habría habido problema. No lo hubo porque sencillamente este hombre era sexualmente raro —considera Solar—, y sin embargo tiene un vínculo con Unity Mitford como no tuvo con nadie. Cuando Hitler estaba en Múnich se veían prácticamente todos los días”.

En las relaciones de Hitler con las mujeres se repiten dos constantes estremecedoras. Por un lado, le gustan muy jóvenes, casi unas niñas, rozando la pedofilia. Por otro, varias de esas muchachas siempre habían sido alegres y vivaces, pero se suicidaron o intentaron suicidarse por él. La primera fue Mitzi, aquella amante de quince años, que al parecer intentó quitarse la vida cuando Hitler la dejó por primera vez. Su sobrina Geli se mató, Unity se destrozó el cerebro y Eva Braun, que irrumpirá pronto en esta historia, intentó matarse dos veces, con una pistola y con somníferos. Es que Hitler era un psicópata, un vampiro que chupaba la alegría de sus jóvenes amantes hasta desquiciarlas.