Cartas de amor anónimas
En la primavera de 1906, mientras vivía en Linz, Hitler se enamoró de Stefanie Rabatsch, una muchacha a quien jamás se acercó para confesarle sus sentimientos. Fue un amor desesperado, imposible, que le hizo sufrir mucho: él tenía diecisiete años, poco dinero, no estudiaba y carecía de trabajo. Y se dedicó a escribirle poemas, los obvios y tópicos versos que se escriben a esa edad, tan desesperanzados como desprovistos de originalidad. Y aunque nunca llegó a enviárselos, sí le mandó una carta anónima donde le pedía matrimonio. Sin embargo, Stefanie no pudo contestar porque desconocía quién era su enamorado.
August Kubizek, su gran amigo en aquellos años, intentó convencerle de lo absurdo de su actitud. Pero Hitler le contestó que si él se había enamorado de Stefanie era porque ella poseía una mente superior como la suya y que por lo tanto estaban unidos telepáticamente y la propuesta había sido recibida. Por supuesto que Stefanie nunca se enteró de la identidad del autor de semejante carta.
En los años de Viena (1907-1913) no se le conocen relaciones femeninas, a excepción de las familiares: en 1909, desesperado ante la miseria que le atenazaba, recurrió a su tía Johanna Pölzl, quien le envió cincuenta coronas para sacarle del apuro. Más importante sería lo que recibió al fallecer ésa tía, 3800 coronas, equivalente a tres años de salario de un oficial de infantería de la época, herencia que él se arregló en un principio para percibir completa aunque luego debió compartir con su hermana menor, Paula, tribunales mediante.
Uno de los fracasos de Hitler fue su intento de aprender a tocar el piano. Él especulaba que las instrucciones del profesor estaban destinadas a mentes inferiores, y aunque su madre le había comprado un buen instrumento sólo tomó clases por un año y abandonó luego los estudios por considerar que el piano era incapaz de entender e interpretar sus geniales inspiraciones.
Tampoco se le conocieron historias amorosas con mujeres durante la Gran Guerra. Para sus compañeros de armas era un tipo excéntrico, malhumorado, que solía hacer comentarios antisemitas y nacionalistas que les tenían absolutamente aburridos a todos. Un misógino que no sólo evitaba a las chicas, sino que siempre les reprochaba a sus camaradas que se fueran con mujeres francesas y belgas.
Sublimaba la virginidad y la pureza femeninas, aunque hay quienes creen que pudo haber pasado por una extrema experiencia prostibularia durante el conflicto bélico. También se le atribuyeron relaciones homosexuales, pero no existe ninguna prueba ni documentación que apoye esa versión. Existieron rumores que afirmaron que había sido violado por un oficial, y también hubo quienes dijeron que tuvo un novio a lo largo de la guerra. Es muy posible que se trate de relatos más cercanos a la fábula, responsabilidad de divulgadores no interesados en la verdad de los hechos. “En cuanto a la sexualidad de Hitler —aclara Solar—, hubo mucho cuento y montaje del aparato propagandístico nazi. Se corrían chismes sobre su homosexualidad, y para contrarrestar lo hicieron aparecer como un protomacho al que las mujeres se rendían incondicionalmente. Los aliados motorizaban las versiones de homosexualidad, así como también la nota de que tenía antecedentes judíos, algo totalmente falso”.