Los amores de Svetlana
El primer hijo de Nadia se llamaba Vasili y nació en 1921; cinco años después llegó Svetlana, quien terminaría convirtiéndose en una de las mujeres importantes en la vida de Stalin. Además, por esa época fue a vivir con ellos Jacob, hijo de Kato, y siguiendo la costumbre bolchevique de adoptar a los camaradas caídos también Artion Sergreiv, el hijo huérfano de Tomas Sergreiv, un compañero muerto en la lucha.
En cuanto al rol materno de Nadia, Olga Romanovna la caracteriza como “una madre rigurosa, ya que tenía orígenes alemanes, por lo que le propiciaba la disciplina dentro de la familia. Les enseñaba a sus hijos a ser ordenados, lo que no era fácil para ella porque Vasya, el mayor, era muy difícil de tratar. Hasta que un día, cuando el niño tenía cuatro años, Nadia admitió que no podía lidiar con él. ¡Imagínese! De todas formas, ella revisaba sus tareas, velaba por su educación. No era de esas mujeres que delegaban todo en las niñeras”.
Luis Reyes Blanc caracteriza la forma de vida de la familia del dictador como “enfermiza en ese piso que habitaban en el Palacio Poteshny. Era un apartamento bastante grande, pero un apartamento al fin. Ahí vivían todos juntos. Nadia fue una madre que no les demostraba amor a sus hijos. El padre sí lo hacía con Svetlana, pero maltrataba a sus hermanos”.
Iosif Stalin y su hija Svetlana Alliluyeva.
Svetlana presenciaba ese maltrato permanente, y a los dieciséis años huyó del hogar. Había sido testigo también de la sucesiva desaparición de las tías y los tíos del círculo familiar. Es que, tras la muerte de Nadia, Stalin convocó a cinco de sus cuñadas para que vivieran en la casa, y ellas competían por su atención y consideración. Sin embargo, una a una fueron terminando en los gulags.
Reyes Blanc precisa que eran “en total cinco cuñadas, mujeres jóvenes, unas ambiciosas, otras entrometidas, disputándose el favor del todopoderoso Stalin, aprovechándose muchas veces de su parentesco. Las relaciones familiares estuvieron llenas de roces y discusiones, podían llegar a ser muy fastidiosas. Lo malo era que fastidiar a Stalin podía tener consecuencias trágicas”.
Así, Svetlana “se buscó un novio que resumiera todo lo que más le molestara a su padre: primero que tuviera más de cuarenta años, además que fuera judío y finalmente, un artista bohemio. El resultado fue previsible: ese primer novio, por orden de Stalin, terminó en la cárcel”.
El segundo amor de Svetlana también fue judío, Grigori Morózov, compañero de universidad. Stalin a regañadientes consintió que la pareja se casara en 1944, aunque nunca admitió al novio en su presencia. Tuvieron un hijo y se divorciaron en 1947.
Svetlana se casó en 1949 con Yuri Zhdánov, hijo de un jerarca. Tuvieron una hija y al año rompieron el matrimonio.
Al morir su padre, se convirtió al cristianismo y se bautizó en la Iglesia Ortodoxa. En 1963 quiso casarse con el comunista hindú Brajesh Singh, pero las autoridades no admitieron esa unión. Singh murió en 1966, y con la excusa de llevar las cenizas a la India Svetlana desertó, pidió asilo político en los Estados Unidos y quemó el pasaporte de la URSS.
El norteamericano William Wesley Peters fue su tercer marido. Con él tuvo otra hija y a los dos años también hubo divorcio. Después la mujer vivió en distintos países. En desquiciado vaivén, renunció a los Estados Unidos y recuperó la ciudadanía soviética, pero luego volvió una vez más a Norteamérica. Murió en un asilo de ancianos en Wisconsin el 22 de noviembre de 2011.