Confesores, capellanes y el brazo de Santa Teresa

En abril de 1931 Alfonso XIII abandonó España y se proclamó la República. La Academia Militar de Zaragoza se cerró, algo que Carmen Franco vivió como una humillación ya que debieron volver a Oviedo porque su marido no tenía destino militar. Se sentía la esposa de un caído en desgracia, cuando ella se había casado con un héroe siempre en ascenso.

La falta de destino fue breve. En febrero del año siguiente Franco fue trasladado a La Coruña como jefe de una brigada de infantería y, luego, en 1933, como jefe militar de Baleares, con sede en Palma. En 1934, después de que los partidos de derecha triunfaran en las elecciones, fue ascendido a general de división y coordinó la represión contra la huelga revolucionaria de los mineros asturianos.

El ambiente político cambió en febrero de 1936 con la victoria del izquierdista Frente Popular. Franco fue desplazado de su puesto y enviado a la comandancia de las islas Canarias. El 18 de julio, parte de las Fuerzas Armadas se rebeló contra el gobierno legal de la República. A medida que pasaban los meses, Franco se hizo con la jefatura militar y política de los rebeldes, perpetuando esa situación tras la victoria en 1939 y convirtiéndose en el dictador que gobernaría España hasta su muerte.

A pocos días del golpe de Estado, su mujer y su hija partieron rumbo a Francia, para esperar allí los resultados de la sublevación y evitar correr riesgos si las cosas salían mal. La familia fue respaldada por el banquero Juan March, quien depositó a nombre de Franco medio millón de pesetas en un banco francés para evitar cualquier apuro. En septiembre de 1936 los Franco se reencontraron en la España Nacional.

Losada explica que “a partir de ese momento el matrimonio estaría rodeado de confesores y capellanes. Años después, en la guerra civil, se haría con la macabra reliquia del brazo incorrupto de Santa Teresa, que guardaría siempre en su mesilla de noche, y que llevaría consigo a cualquier viaje. Sólo tras su muerte su viuda devolvería a las carmelitas la preciada reliquia”.