Un pasado impredecible
Algo que llama la atención en estos tiempos es la alta consideración que tiene la sociedad rusa por la figura de Stalin. Tal vez la causa sea la nostalgia por un presunto pasado grandioso que muchos ni siquiera vivieron. Según Sergei Brilev, “el comunismo era el imperio de los pobres. El imperio de los zares mataba a la gente. Stalin mató a muchos más, a millones, pero también es cierto que ese país del proletariado se hizo una gran superpotencia. Y para mucha gente, Stalin es eso. Significa un orgullo patriótico, y lamentablemente no se habla mucho de los millones que murieron, tanto en la Segunda Guerra Mundial como en la represión interna. Éste es un país, como decimos nosotros, con un pasado impredecible”.
Brilev recuerda que “en 2011 la televisión produjo un programa para que los televidentes decidieran quiénes habían sido los personajes más importantes de la historia de Rusia. El más votado fue el zar Alejandro, un santo, un tipo sagrado, alguien que en términos modernos podría catalogarse como fundador del Estado ruso. Pero Stalin salió segundo, porque yo creo que la mayoría de la gente lo considera menos un dictador que un estadista”.
Al referirse a la añoranza de la población por los años de Stalin, Brilev señala: “Superficialmente hablando, se podría decir que, por razones inexplicables, son los mayores de cincuenta años los que hoy apoyarían la causa comunista y la causa de Stalin. Pero hay mucha gente joven que, sin darse cuenta, y aunque esto parezca demasiado agresivo, por incultura en términos generales no pondera lo ocurrido y sigue apoyando la causa. Y Stalin es para ellos un símbolo de esa Gran Rusia. Resulta lamentable, pero es un fenómeno que sigue existiendo.
”Nosotros emitimos por nuestro canal un programa dedicado al aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Allí la gente ha intentado diferenciar ambas cosas: la victoria del pueblo de la dictadura. Y aunque esto es casi imposible, la gente las sigue separando por cuestiones ideológicas. Y es verdad que fue bajo el liderazgo de Stalin, como primer ministro, como comandante en jefe, que se alcanzó la mayor victoria de la historia rusa. El problema más complejo es que este país, a pesar de derrumbar en 1991 al socialismo, al comunismo, nunca ha pasado por lo que ocurrió en Alemania, que se juzgó a sí misma. Los alemanes se dieron cuenta de que Hitler y el nazismo habían sido una ideología de delincuentes, pero aquí no pasó nada así. Lo que sucedió en este país fue algo parecido a lo ocurrido en Uruguay después de la dictadura militar, cuando decidieron que no iban a castigar a los militares ni a los organizadores de la lucha antisubversiva. Por un lado, gracias a Dios que fue así, porque se mantuvo la paz cívica. Por otro lado, eso significa que nunca hemos juzgado al comunismo como una ideología que asesinó a mucha gente, por no decir más”.
Brilev se refiere a la visión que hoy existe del comunismo y del stalinismo y recuerda que “en aquella época los escolares éramos pioneros, así que cuando alcanzabas los nueve años te daban una corbata roja; era una cosa más social que ideológica. Cuando te hacías pionero, te organizaban una ceremonia en un museo histórico o un salón social. En mi caso la ceremonia coincidió con el aniversario de la victoria de las tropas soviéticas en la batalla de Moscú y nos mostraron un documental sobre el tema, un clásico que ha visto todo el mundo. Y ahí aparece Stalin en el balcón del mausoleo. Yo tenía nueve años y no entendía qué era lo que pasaba, pero los adultos empezaron a aplaudir. Hubo mucha gente en ese cine que había perdido a sus parientes en el gulag, pero como la corrupción del régimen soviético era tan grande —era la época de Leonid Brezhnev—, ellos veían la dictadura de Stalin como un régimen de orden, y ésa es la palabra que más se repite cuando se habla de Stalin. Se trata de un fenómeno que continúa hasta hoy”.