Cien rosas para Mimí

Corría el año 1923, y tras el fracasado intento de golpe de Estado del 8 y 9 de noviembre conocido como el Putsch de Múnich o de la Cervecería (Bürgerbräukeller) Hitler fue llevado a la cárcel. El investigador Sjoerd de Boer recuerda que “en un sector de Múnich donde hoy se levantan altos y modernos edificios, los habitantes de la ciudad y los turistas pasan de largo sin prestar mucha atención al lugar. Pero si miran al suelo verán que existe una placa recordatoria. Se trata de un área donde estaba el llamado Bürgerbräukeller, la legendaria cervecería donde Hitler daba sus discursos y que fue un lugar decisivo en el crecimiento del partido nazi. Allí ingresaban miles de personas y desde ese lugar partieron él y sus seguidores la noche que intentaron el Putsch. Hitler y los suyos no pudieron conquistar el poder en ese momento, pero diez años después lo hicieron de otra manera: tomando la democracia”.

El Putsch de Múnich le significó poco menos de un año en la prisión bávara de Landsberg, pero también le dio fama internacional. Allí escribió la primera parte de Mein Kampf (Mi lucha), una recopilación de la confusa ideología expuesta en sus discursos, cuyos pilares eran la superioridad aria, el antisemitismo, el anticomunismo, la condena revanchista del Tratado de Versalles y el expansionismo “a costa de las razas inferiores”.

Después de salir de la cárcel y en no más de nueve años Hitler reconstruyó el partido, eliminó a la oposición interna como asimismo a aquellos que consideró poco fieles a sus mandatos, recreó los grupos de choque las SA y fundó las Schutzstaffel (grupo de protección), conocidas como las SS. Medio millón de individuos se afiliaron al partido, mientras que el gran capital lo apoyaba.

Durante esos años desplegó una actividad excepcional. Los mimbres sobre los que cimentó su éxito, según el gran periodista francés Raymond Cartier, fueron “una capacidad de aprehensión excepcional, unas extraordinarias dotes de imitación y, por añadidura, una de las memorias más prodigiosas de que haya estado dotado nunca un ser humano. Su mayor limitación intelectual era la incapacidad para concentrarse durante mucho tiempo en un trabajo o problema, algo que, con frecuencia, le convertía en superficial y restringía seriamente la feliz culminación de sus empresas. Entre sus defectos, detectados ya en su juventud, estaba el de ser un tergiversador nato, un manipulador de la verdad, un mentiroso”.

Esto es tan claro que, tras haber conseguido eliminar de la escena política a comunistas y socialistas, se preparó a su gusto unas elecciones y, pese a no lograr en ellas la mayoría absoluta, se hizo con el poder porque fue designado canciller por el presidente Paul von Hindenburg.

“Una de las grandes habilidades de Hitler en los años de consolidación del nazismo —dice Solar— fue ensayar todo tipo de recursos y observar cuidadosamente sus resultados: si suscitaban interés, emoción, aplausos, indignación, ira, es decir, si el test resultaba favorable a sus objetivos, lo archivaba cuidadosamente en su prodigiosa memoria y lo empleaba después en el momento oportuno. Una de sus mejores bazas políticas fue la utilización de una serie de trucos escénicos, posturas corporales, expresiones faciales, miradas de diverso tipo —todo ello perfectamente ensayado ante el espejo— para conquistar a la mujer, y a eso unía los argumentos ya probados o las promesas más fantásticas y disparatadas: en las elecciones de abril de 1932, por ejemplo, llegó a prometer que si ganaba proporcionaría marido a todas las solteras alemanas”.

Luego de la reclusión de Hitler en la cárcel de Landsberg, llegó a su vida María Reiter, Mimí o Mitzi, nacida en 1911, quien fue su amante desde los quince años. Sus relaciones tuvieron distintas instancias. Después de los primeros encuentros se separaron y volvieron a verse muy poco tiempo en 1931 y luego en 1934. Solar afirma que él, en su momento, hizo lo imposible para que no se supiera de su trato con una menor, porque era algo que podría haberlo llevado a la cárcel, de donde hacía poco tiempo había salido en libertad.

En 1935, cansada de que la relación no se formalizara, Mitzi se casó con un oficial de las SS, quien murió en el verano de 1940 en Dunkerque. Al recibir la noticia, Hitler le envió a su amiga cien rosas rojas.

En la década de 1960 ella decidió contar su historia con el dictador y dio a conocer algunas de las misivas que recibía, en las que se leen amorosas confesiones: “Querida niña, me gustaría mucho tener tu gracioso palmito delante para decirte de viva voz lo que tu fiel amigo no puede escribirte. […] Luego me gustaría tanto estar cerca de ti, mirarte a los queridos ojos y olvidarme de todo lo demás. Tu Lobo”.