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—ANANÍAS, ¿cuántas naves
tienes con potencia suficiente para llegar hasta Messier 31 por el
subespacio?
Ananías silbó ante las implicaciones de la
pregunta:
—Nunca se ha hecho, Bron. No a través del
vacío. La nave laboratorio Tantallus fue
algo más lejos que las otras naves, pero sólo por una fracción de
esa distancia.
—Esta vez quiero cruzarlo. Quiero detalles
de cualquier nave del Comando con un vuelo conocido al subespacio
de más de diez kiloparsecs.
—Pero tú hablas de sesenta kiloparsecs.
Ninguna nave tiene esa capacidad.
—Ninguna nave lo ha intentado, así que no lo
sabemos. Quiero naves y tripulaciones voluntarias. He llevado a
cabo un repaso de todas las naves Destructoras, y creo que podemos
tener tres con la potencia necesaria para el subespacio. Pero
preferiría tener treinta.
—De acuerdo, Bron. Haré una comprobación en
la computadora inmediatamente. Si tenemos candidatos, te lo haré
saber.
***
—Jaycee, ¿estás ahí?
—No; Doc a la escucha. Los Laboratorios de
Investigación para el Espacio han entregado su veredicto de que
sólo hay dos por ciento de posibilidades de que cualquier nave de
diseño conocido pueda llegar a Messier 31. No hay ningún registro
de naves que hayan ido a más de quince kiloparsecs de distancia y
hayan vuelto luego al espacio real.
—Un dos por ciento de posibilidades, es
todavía un riesgo. Estoy preparado para asumirlo. Si es necesario,
recorreremos la distancia en varios vuelos parciales.
—Eso no ayudaría. No puedes calcular las
coordenadas en un área donde no hay estrellas para usarlas como
puntos de referencia.
—Lo haremos de alguna forma, Doc. Tiene que
poder hacerse.
—Todavía no veo qué esperas lograr si llegas
allí. No puedes llevar un ejército contigo, y la población de la
nebulosa de Andrómeda es incluso más grande que la de nuestra
propia galaxia. Los resultados son setecientos millones a uno
contra ti, incluso para localizar la primaria correcta. Mejor deja
a los alienígenas en su mundo.
—Voy a llevar conmigo a una tripulación de
expertos en Caos. Se calcula que podemos obtener un arreglo
correcto del Caos al examinar los orígenes de la flota alienígena.
Eso debería darnos una idea del sector. De ahí en adelante, será
sólo cuestión de hacer correcciones astronómicas para la rotación y
rumbos galácticos.
—Estás al mando, Bron. Si quieres
intentarlo, no podemos detenerte. Pero desde donde estamos sentados
parece una innecesaria pérdida de hombres y naves.
—Tomo nota de la objeción, Doc..., pero
tengo que jugar el juego a mi manera. ¿Está Jaycee ahí?
—Está fuera de servicio. ¿Quieres que la
llame?
—No. Sólo descríbemela.
—Tú sabes que no puedo hacer eso, Bron.
Realmente no esperas una respuesta.
—No veo cuál es el maldito secreto que me
impide saber la descripción de alguien que pasa la mitad de su vida
practicando su mal carácter dentro de mi cabeza.
—La información es secreta por la específica
razón de que no queremos que lo sepas. Vosotros dos fuisteis
emparejados psicológicamente para establecer una relación
antagonista muy fuerte. Como anticipábamos, habéis alcanzado un
alto grado de armonía, y no está complicado por un sentimiento
común. Os hace el mejor equipo que tenemos. Por esto no permitimos
que nada os moleste.
—¿Como enamorarnos, por ejemplo? —dijo Bron,
con aire divertido.
—No subestimes el poder de la unión entre
vosotros, Bron. Sin tener en cuenta el contacto físico, vosotros
estáis más unidos que dos personas cualesquiera en una relación
normal. No obtendríais una conjunción tan profunda ni en una
clásica unión por amor.
—Dime algo más, Doc.
—Ya te he dicho demasiado. De ahora en
adelante, las preguntas sobre Jaycee no serán contestadas. Sólo
deseaba mostrarte lo delicado que es el equilibrio.
—Pienso que me has mostrado mucho más que
eso. Creo que acabas de remodelar un acontecimiento de la historia
futura.
Bron cruzó el puente del Skua hacia la entrada de una de las terminales de
computadoras. Sus dedos buscaron las posiciones en las teclas, pero
sus ojos evitaron observar lo que estaba transmitiendo a la
terminal. Su mirada permaneció firme en los instrumentos al otro
lado de la sala.
—¿Qué estás haciendo, Bron? Creo que debo
tener una grabación de eso.
—Déjame en paz, Doc. Todo este asunto está
fuera de tu control. A pesar de tu consejo, iré a Messier 31. Y si
sobrevivo, entonces volveré a atacar el otro gran enigma de la
galaxia.
—¡Demonios! ¿Cuál es ese enigma?
—Doc, voy a volver por Jaycee. Y hará falta
algo más que el Comando Estelar para detenerme.
El sonido de las presiones de la gravedad
murió sutilmente, y las seis naves volaron hacia los corredores sin
dimensión del espacio de taquiones. Cada vez que llegaban a la fase
tranquila de un vuelo, Bron se quitaba el cinturón de seguridad y
empezaba a buscar más detalles en su nueva aventura. La corbeta
Nemesis, de los Destructores, tenía sólo
una fracción del tamaño del Skua, pero
su moderna instalación de subespacio era la más poderosa de la
flota. Junto a ellos, pero ahora invisibles, otras dos naves
Destructoras y tres de la flota Comando cantaban su misterioso
camino a través de la continuidad superlumínica.
Abajo, en el complejo del Caos creado a la
ligera, una tripulación voluntaria de técnicos trabajaba en indicar
con una definición creciente el origen de la armada alienígena. El
diablillo sonriente a cargo de la fantástica improvisación no era
otro que el académico Laaris, antes en el Tantallus, que presidía con alboroto las
determinaciones más detalladas y exactas del Caos.
Al faltar las acostumbradas estrellas para
referencia del subespacio, las coordenadas establecidas en las
redes estaban basadas en los valores del Caos que Laaris había
calculado para los anteriores caminos de la flota alienígena,
cuando se retiraban a través del espacio y el tiempo. Bron mantenía
sus dedos cruzados. Usar posiciones teóricas del Caos —en lugar de
la matriz réplica de estrellas— al establecer las coordenadas del
subespacio, era un riesgo, y un método nunca intentado antes.
Hasta el momento, las seis naves habían
hecho siete vuelos de cincuenta mil parsecs, llegando
simultáneamente y sin incidentes. Esto era bastante distinto de los
números estadísticos en operaciones de largo alcance en el
subespacio. Pero eran conscientes de vivir en tiempo
prestado.
Fue Laaris quien primero advirtió una
peculiaridad en las rutas debidas a las predicciones del Caos.
Rehusaba aceptar a Bron como cualquier otro que no fuera Haltera,
el maestro sincretista. Continuamente le traía los más oscuros
problemas, para solicitarle una explicación. En parte con la ayuda
de Ander y en parte por su propio entendimiento del mecanismo del
Caos, Bron generalmente daba una respuesta satisfactoria.
Esta vez Laaris supo que había encontrado un
problema que acabaría con todos los problemas del Caos, y su placer
al encontrarlo sólo se igualaba a su preocupación por las posibles
consecuencias.
—Maestro Haltera, tiene usted que explicarme
esto... —desenrolló una docena de gráficos en la mesa y esperó con
impaciencia mientras Bron los examinaba detalladamente.
—¿Cuál es el problema? —dijo Bron.
—Esta divergencia, aquí —Laaris indicó los
comentarios de la computadora procesados al final de la cinta—.
Mientras más lejos vamos, más difiere nuestro curso de una línea
recta.
—Que con seguridad sólo indica que la ruta
de la flota alienígena era similar, es decir, curvada.
—¡No! Estamos siguiendo el eje coincidente
de la resultante al origen. Esto es una línea geocéntrica; no tiene
el maldito derecho a curvarse.
—¿Qué hay del factor tiempo? —preguntó
Bron—. Con la rotación y traslación de la galaxia Andrómeda a
través de los años, seguro que nuestro curso debe curvarse mientras
nosotros seguimos a las naves alienígenas a través del tiempo. El
mejor arreglo que podemos esperar del Caos es la posición del punto
de origen, hace setecientos millones de años.
Laaris saltaba a la pata coja, con gran
exasperación.
—¡Ya le he explicado! El eje del Caos
siempre va en línea recta. Lo confunde con el espacio tiempo, donde
puede tener su curvatura. En Caos, todas las esferas de choque son
perfectamente esféricas y todos los ejes rectos. No funciona de
otra forma.
Bron examinó de nuevo el gráfico, notando
los factores computados del tensor, que se amontonaban en el margen
del esquema.
—Ya que parece axiomático que todos los ejes
de Caos sean rectos, mientras que nuestra ruta no lo es, la
inferencia lógica será que los factores que estamos introduciendo
en nuestras computadoras no son verdaderas determinantes del
Caos.
—¿Duda de nuestros detectores? —Laaris
estaba siempre a la defensiva.
—Desde luego que no. Conociéndole, usted los
habrá comprobado exhaustivamente antes de traérmelos. Sospecho que
son los mismos datos entrópicos. ¿Cómo es posible que estemos
siguiendo una señal que nuestros detectores no pueden distinguir de
las ondas de un evento real?
Laaris se restregó las cejas.
—Es sólo cuestión de la fuerza de la señal.
Cualquier señal que sea indistinguible del proceso de un evento
verdadero, será tratada como si fuera el proceso de un evento... Si
hunden la señal original, quizá nunca conoceríamos la sustitución.
¿Por qué pregunta?
—Porque se me acaba de ocurrir —dijo Bron—,
que quizá no estamos persiguiendo a los alienígenas; estamos siendo
llevados a ellos.