35

 

—ANANÍAS, ¿cuántas naves tienes con potencia suficiente para llegar hasta Messier 31 por el subespacio?
Ananías silbó ante las implicaciones de la pregunta:
—Nunca se ha hecho, Bron. No a través del vacío. La nave laboratorio Tantallus fue algo más lejos que las otras naves, pero sólo por una fracción de esa distancia.
—Esta vez quiero cruzarlo. Quiero detalles de cualquier nave del Comando con un vuelo conocido al subespacio de más de diez kiloparsecs.
—Pero tú hablas de sesenta kiloparsecs. Ninguna nave tiene esa capacidad.
—Ninguna nave lo ha intentado, así que no lo sabemos. Quiero naves y tripulaciones voluntarias. He llevado a cabo un repaso de todas las naves Destructoras, y creo que podemos tener tres con la potencia necesaria para el subespacio. Pero preferiría tener treinta.
—De acuerdo, Bron. Haré una comprobación en la computadora inmediatamente. Si tenemos candidatos, te lo haré saber.
***
—Jaycee, ¿estás ahí?
—No; Doc a la escucha. Los Laboratorios de Investigación para el Espacio han entregado su veredicto de que sólo hay dos por ciento de posibilidades de que cualquier nave de diseño conocido pueda llegar a Messier 31. No hay ningún registro de naves que hayan ido a más de quince kiloparsecs de distancia y hayan vuelto luego al espacio real.
—Un dos por ciento de posibilidades, es todavía un riesgo. Estoy preparado para asumirlo. Si es necesario, recorreremos la distancia en varios vuelos parciales.
—Eso no ayudaría. No puedes calcular las coordenadas en un área donde no hay estrellas para usarlas como puntos de referencia.
—Lo haremos de alguna forma, Doc. Tiene que poder hacerse.
—Todavía no veo qué esperas lograr si llegas allí. No puedes llevar un ejército contigo, y la población de la nebulosa de Andrómeda es incluso más grande que la de nuestra propia galaxia. Los resultados son setecientos millones a uno contra ti, incluso para localizar la primaria correcta. Mejor deja a los alienígenas en su mundo.
—Voy a llevar conmigo a una tripulación de expertos en Caos. Se calcula que podemos obtener un arreglo correcto del Caos al examinar los orígenes de la flota alienígena. Eso debería darnos una idea del sector. De ahí en adelante, será sólo cuestión de hacer correcciones astronómicas para la rotación y rumbos galácticos.
—Estás al mando, Bron. Si quieres intentarlo, no podemos detenerte. Pero desde donde estamos sentados parece una innecesaria pérdida de hombres y naves.
—Tomo nota de la objeción, Doc..., pero tengo que jugar el juego a mi manera. ¿Está Jaycee ahí?
—Está fuera de servicio. ¿Quieres que la llame?
—No. Sólo descríbemela.
—Tú sabes que no puedo hacer eso, Bron. Realmente no esperas una respuesta.
—No veo cuál es el maldito secreto que me impide saber la descripción de alguien que pasa la mitad de su vida practicando su mal carácter dentro de mi cabeza.
—La información es secreta por la específica razón de que no queremos que lo sepas. Vosotros dos fuisteis emparejados psicológicamente para establecer una relación antagonista muy fuerte. Como anticipábamos, habéis alcanzado un alto grado de armonía, y no está complicado por un sentimiento común. Os hace el mejor equipo que tenemos. Por esto no permitimos que nada os moleste.
—¿Como enamorarnos, por ejemplo? —dijo Bron, con aire divertido.
—No subestimes el poder de la unión entre vosotros, Bron. Sin tener en cuenta el contacto físico, vosotros estáis más unidos que dos personas cualesquiera en una relación normal. No obtendríais una conjunción tan profunda ni en una clásica unión por amor.
—Dime algo más, Doc.
—Ya te he dicho demasiado. De ahora en adelante, las preguntas sobre Jaycee no serán contestadas. Sólo deseaba mostrarte lo delicado que es el equilibrio.
—Pienso que me has mostrado mucho más que eso. Creo que acabas de remodelar un acontecimiento de la historia futura.
Bron cruzó el puente del Skua hacia la entrada de una de las terminales de computadoras. Sus dedos buscaron las posiciones en las teclas, pero sus ojos evitaron observar lo que estaba transmitiendo a la terminal. Su mirada permaneció firme en los instrumentos al otro lado de la sala.
—¿Qué estás haciendo, Bron? Creo que debo tener una grabación de eso.
—Déjame en paz, Doc. Todo este asunto está fuera de tu control. A pesar de tu consejo, iré a Messier 31. Y si sobrevivo, entonces volveré a atacar el otro gran enigma de la galaxia.
—¡Demonios! ¿Cuál es ese enigma?
—Doc, voy a volver por Jaycee. Y hará falta algo más que el Comando Estelar para detenerme.

 

 

 

El sonido de las presiones de la gravedad murió sutilmente, y las seis naves volaron hacia los corredores sin dimensión del espacio de taquiones. Cada vez que llegaban a la fase tranquila de un vuelo, Bron se quitaba el cinturón de seguridad y empezaba a buscar más detalles en su nueva aventura. La corbeta Nemesis, de los Destructores, tenía sólo una fracción del tamaño del Skua, pero su moderna instalación de subespacio era la más poderosa de la flota. Junto a ellos, pero ahora invisibles, otras dos naves Destructoras y tres de la flota Comando cantaban su misterioso camino a través de la continuidad superlumínica.
Abajo, en el complejo del Caos creado a la ligera, una tripulación voluntaria de técnicos trabajaba en indicar con una definición creciente el origen de la armada alienígena. El diablillo sonriente a cargo de la fantástica improvisación no era otro que el académico Laaris, antes en el Tantallus, que presidía con alboroto las determinaciones más detalladas y exactas del Caos.
Al faltar las acostumbradas estrellas para referencia del subespacio, las coordenadas establecidas en las redes estaban basadas en los valores del Caos que Laaris había calculado para los anteriores caminos de la flota alienígena, cuando se retiraban a través del espacio y el tiempo. Bron mantenía sus dedos cruzados. Usar posiciones teóricas del Caos —en lugar de la matriz réplica de estrellas— al establecer las coordenadas del subespacio, era un riesgo, y un método nunca intentado antes.
Hasta el momento, las seis naves habían hecho siete vuelos de cincuenta mil parsecs, llegando simultáneamente y sin incidentes. Esto era bastante distinto de los números estadísticos en operaciones de largo alcance en el subespacio. Pero eran conscientes de vivir en tiempo prestado.
Fue Laaris quien primero advirtió una peculiaridad en las rutas debidas a las predicciones del Caos. Rehusaba aceptar a Bron como cualquier otro que no fuera Haltera, el maestro sincretista. Continuamente le traía los más oscuros problemas, para solicitarle una explicación. En parte con la ayuda de Ander y en parte por su propio entendimiento del mecanismo del Caos, Bron generalmente daba una respuesta satisfactoria.
Esta vez Laaris supo que había encontrado un problema que acabaría con todos los problemas del Caos, y su placer al encontrarlo sólo se igualaba a su preocupación por las posibles consecuencias.
—Maestro Haltera, tiene usted que explicarme esto... —desenrolló una docena de gráficos en la mesa y esperó con impaciencia mientras Bron los examinaba detalladamente.
—¿Cuál es el problema? —dijo Bron.
—Esta divergencia, aquí —Laaris indicó los comentarios de la computadora procesados al final de la cinta—. Mientras más lejos vamos, más difiere nuestro curso de una línea recta.
—Que con seguridad sólo indica que la ruta de la flota alienígena era similar, es decir, curvada.
—¡No! Estamos siguiendo el eje coincidente de la resultante al origen. Esto es una línea geocéntrica; no tiene el maldito derecho a curvarse.
—¿Qué hay del factor tiempo? —preguntó Bron—. Con la rotación y traslación de la galaxia Andrómeda a través de los años, seguro que nuestro curso debe curvarse mientras nosotros seguimos a las naves alienígenas a través del tiempo. El mejor arreglo que podemos esperar del Caos es la posición del punto de origen, hace setecientos millones de años.
Laaris saltaba a la pata coja, con gran exasperación.
—¡Ya le he explicado! El eje del Caos siempre va en línea recta. Lo confunde con el espacio tiempo, donde puede tener su curvatura. En Caos, todas las esferas de choque son perfectamente esféricas y todos los ejes rectos. No funciona de otra forma.
Bron examinó de nuevo el gráfico, notando los factores computados del tensor, que se amontonaban en el margen del esquema.
—Ya que parece axiomático que todos los ejes de Caos sean rectos, mientras que nuestra ruta no lo es, la inferencia lógica será que los factores que estamos introduciendo en nuestras computadoras no son verdaderas determinantes del Caos.
—¿Duda de nuestros detectores? —Laaris estaba siempre a la defensiva.
—Desde luego que no. Conociéndole, usted los habrá comprobado exhaustivamente antes de traérmelos. Sospecho que son los mismos datos entrópicos. ¿Cómo es posible que estemos siguiendo una señal que nuestros detectores no pueden distinguir de las ondas de un evento real?
Laaris se restregó las cejas.
—Es sólo cuestión de la fuerza de la señal. Cualquier señal que sea indistinguible del proceso de un evento verdadero, será tratada como si fuera el proceso de un evento... Si hunden la señal original, quizá nunca conoceríamos la sustitución. ¿Por qué pregunta?
—Porque se me acaba de ocurrir —dijo Bron—, que quizá no estamos persiguiendo a los alienígenas; estamos siendo llevados a ellos.