14
LOS tableros empezaron a
emitir la señal de llamada para el reacoplamiento. Casi
imperceptiblemente, Bron empezó a sentir componentes adicionales a
la gravedad, mientras el impulso principal iba creciendo con gran
fuerza. Observando el destello de las señales de llamada en el
tablero, esperó la alerta del equipo del subespacio y les dio
tiempo para llegar a las estaciones antes de intentar seguir. Era
obvio que la presente ruta de impulso por gravedad les daba la
dirección para un rápido viaje al subespacio, y eso significaba que
las matrices serían usadas tan pronto como se programaran.
Estaban cerca de la hora que tanto habían
esperado, el punto álgido de toda la operación del Comando. Tenía
que captar las coordenadas que descubrirían la situación de la base
mundial de los Destructores; las recogería de la Sala de Control o
directamente de la matriz del subespacio. En ese momento, su misión
finalizaría. Las fuerzas reunidas del Comando Estelar,
probablemente reforzadas con los grandes acorazados de la
Federación Terrestre, destruirían sistemas completos de estrellas
si era necesario, sólo por derribar esa astilla del universo que
los Destructores hicieron la base de su poder.
La batalla sería, sin duda, la mayor guerra
espacial de la historia, una en la que los vencedores se
convertirían en una leyenda..., mientras que nadie vería u oiría
hablar de un comando llamado Bron, que lo había hecho todo posible.
En algún punto, Némesis esperaba a que Cana y sus fuerzas le
alcanzaran para atacar con el filo de acero a la nave Destructora,
en la que Bron viajaba ahora. Por alguna penetración del casco,
iniciada por medios nucleares, llegaría su final. Si la radiación
fallaba en matarle, entonces el choque, la violencia o el vacío lo
harían.
Los corredores del piso de abajo estaban
casi vacíos, y fue fácil para Bron pasar a través de los portalones
inferiores sin ser visto. La regulación del tiempo era importante,
ya que no se atrevía a ir muy deprisa, pero tampoco debía
demorarse. Ahora mismo, el equipo del subespacio estaría
organizando sus instrumentos, muy delicados.
A pesar de la disposición poco familiar de
la sala, la entrada a la instalación del subespacio mantendría las
características usuales dictadas por los invariables principios de
la mecánica superlumínica. La presión del aire forzó un fuerte
viento alrededor de Bron mientras abría la escotilla. En el túnel
de acceso dejó que la corriente de aire como un ciclón se
arremolinara alrededor de él; la turbulencia quitó mucho polvo e
hilos que llevaba en su ropa. Gracias a su familiaridad con los
mecanismos del subespacio tomó grandes cuidados. Ni por un segundo
descuidó las precauciones necesarias para proteger los delicados
mecanismos de la cavidad más baja.
En la barrera del túnel cambió sus sandalias
por un par de zapatillas que halló colgadas en una percha, y con
mucho cuidado se puso el traje de goma flexible, que se adhirió a
su cuerpo como una segunda piel. Aunque el traje había sido
diseñado para cubrir el uniforme de los Destructores, no se
adaptaba bien a su túnica. Finalmente, se vio forzado a quitársela
y a ponerse el poco confortable traje de goma directamente sobre su
cuerpo desnudo. Pasó a través del vaporizador de detergente y se
lavó, luego pasó al secador y sólo cuando hubo finalizado este
ritual se atrevió a penetrar en la sala.
La antesala donde la tripulación del
subespacio esperaría durante el vuelo estaba vacía. Después venía
el laberinto y, pasado éste, la misma cavidad matriz, siempre un
lugar de oscuridad y misterio. La cavidad no era en sí nada muy
impresionante: sólo una armazón en forma de caja entre los grandes
electrodos, los que estaban rodeados por una galería donde los
técnicos trabajaban. Pero dentro de la caja, creada y mantenida por
las condiciones del campo —lo que daba a la atmósfera su
fluorescencia verde y terrible—, se quemaban billones y billones de
réplicas de las estrellas, una sección completa del cosmos en
miniatura. No se permitía ninguna iluminación, excepto la
luminiscencia del campo, y los técnicos intentaban discernir las
sombras veladas contra la pared exterior. Sus caras eran visibles
al estar iluminadas por un misterioso brillo, como si fueran un
corro de brujas ocupadas en una salvaje magia negra.
Con mucho cuidado y delicadeza, las
microsondas —rectas y finas como cabellos— se extendían como
invisibles cables de cobre a través de la estrella matriz,
determinaban posiciones y ejes, medían caminos exactos, exploraban
constantemente a través de los infinitesimales espacios entre los
modelos de estrellas artificiales. Lentamente, a través de los
microuniversos, estaban tejiendo los cables de cobre que
determinarían las posiciones de entrada y salida del vuelo
superlumínico a través del espacio taquión.
Bron observó el trabajo con ojos
conocedores; su entrenamiento le capacitaba para tasar los diversos
criterios usados y el progreso de la operación. Finalmente juzgó
que era hora de trabajar.
—Voy a tratar de
encontrar las coordenadas pronto, Jaycee. Te dejaré hacer la
grabación mientras observo.
—Estoy lista,
Bron —la voz de Jaycee enmudeció de golpe, como si ésta fuera
la primera vez que veía una matriz en funcionamiento.
Bron se movió con lentitud alrededor de la
galería del perímetro. Si fue visto por el equipo del subespacio,
debieron pensar que era uno de ellos, ya que si no habría tenido
que explicar el asunto que le llevó a la cavidad. De uno u otro
modo, nadie advirtió su presencia, y el trabajo concienzudo de
alinear las coordenadas siguió sin interrupción. Cuando Bron se
aseguró de que las decisiones finales se habían hecho con cuidado,
inspeccionó los indicadores uno a uno. A pesar de su arreglo con
Jaycee, archivó en silencio los números de los indicadores
digitales en una tecla mnemotécnica de su cráneo. Jaycee, por su
parte, confirmó verbalmente la recepción de las secuencias.
—Voy a salir ahora,
Jaycee. Tengo que ponerme a cubierto antes de que la tripulación se
marche. No me gusta la idea de quedar atrapado aquí durante el
vuelo. ¿Has obtenido todas las cifras que necesitabas?
—Creo que sí. Las transpondré a unas
coordenadas de espacio real y las pondré en transmisión
inmediatamente.
Bron se volvió y salió del laberinto.
—Supongo que habréis terminado; ya tenéis
todo lo que vinimos a buscar.
—Estamos programados para mantener contacto
contigo hasta que obtengamos confirmación de la destrucción de la
base mundial. Ese fue un requisito del Estado General. Pero yo creo
que Doc quiere continuar con el proyecto como un ejercicio del
Comando. Ananías ha estado jugando un juego muy peculiar, lo que
nos hace pensar que hay algo más en este asunto que lo que se ve en
la superficie.
Bron se quitaba con cuidado el traje
protector de goma de su transpirado cuerpo.
—Dímelo dentro de un minuto, Jaycee. Parece
como si fueran a emprender el vuelo de un momento a otro.
Podía escuchar movimientos en el laberinto
detrás de él, como si la tripulación del subespacio fuera a evacuar
el lugar, cosa que se hacía regularmente durante el vuelo. Ya había
superado la antesala del subespacio, pero todavía era visible desde
la entrada. Mientras estuvo vestido con el traje protector, Bron
había sido una figura anónima en la oscuridad de la cavidad; pero
ya con su túnica era, sin ningún error, el Sincretista. Sólo
ganando la escotilla antes de que los primeros tripulantes salieran
del laberinto podría cubrir su instrusión.
Cuando se cerraba la escotilla exterior, oyó
detrás de él un repentino rumor de conversaciones, y el clic de un
teléfono interior. Era imposible decir si era un simple incidente
común, o si había sido visto y su presencia denunciada. Sólo el
tiempo lo diría, aunque su presencia en la cavidad no excedía la
licencia que Cana le había concedido. Sin embargo, los asuntos de
su interés estarían empezando a pesar mucho contra su postura de
Sincretista académico.
Ahora que los Comandos tenían la información
que necesitaban, Bron era libre de jugar el resto del juego en la
forma que deseara, incluyendo el tratar de encontrar un camino para
su propia supervivencia. Pero dado que se encontraba en lo que
parecía el inicio de una de las mayores batallas espaciales, no era
fácil ver cómo podría lograr dicha salvación.
En ese momento, la alerta de entrada en el
subespacio rompió sus deliberaciones, y le forzó a buscar
cinturones de seguridad. La mayoría de los puestos de amarre eran
puntos de servicio diseñados para ser ocupados por la tripulación.
Encontró un equipo de repuesto cerca de la sala de comunicaciones,
y metió sus brazos en él con gratitud. Los Destructores cortaron el
horario del pre-vuelo con tan poco tiempo, que algunos de los
tripulantes llegaron a sus posiciones con el tiempo justo para
escapar al desastre.
Entonces la nave emprendió el vuelo. Los
Destructores no creían en hacer concesiones, ni a la nave ni a los
tripulantes, cuando se trataba del subespacio. Se lanzaban a ello
con todo su poder: duro, rápido y directo. Treinta y tres segundos
duró la desgarradora resistencia, con tal agonía que deformaba los
huesos; durante esos segundos, la astronave fue llevada a través de
la barrera del espacio normal para ser lanzada por la galaxia a
velocidades superiores a la luz.
Bron recordó de la teoría del subespacio lo
que su mente consciente siempre rehusó aceptar: que por un proceso
de involución, la nave en realidad había desaparecido por completo
de la continuidad del espaciotiempo, y ahora se movía entre los
hilos de la galaxia artificial en la cavidad profunda del
subespacio, dentro de sus propias entrañas. Todavía sobrevivían
historias de astronautas que clamaban haber visto inmensas barras
de cobre montándose sobre las estrellas, al final de un vuelo al
subespacio. Bron no estaba seguro acerca de eso, pero no sabía que
los técnicos cogidos en la cavidad del subespacio durante el vuelo
habían observado en la caja la ionización del rastro de su propia
estela al acelerar. Es decir, aquellos que se las arreglaron para
recuperarse del shock.