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LOS tableros empezaron a emitir la señal de llamada para el reacoplamiento. Casi imperceptiblemente, Bron empezó a sentir componentes adicionales a la gravedad, mientras el impulso principal iba creciendo con gran fuerza. Observando el destello de las señales de llamada en el tablero, esperó la alerta del equipo del subespacio y les dio tiempo para llegar a las estaciones antes de intentar seguir. Era obvio que la presente ruta de impulso por gravedad les daba la dirección para un rápido viaje al subespacio, y eso significaba que las matrices serían usadas tan pronto como se programaran.
Estaban cerca de la hora que tanto habían esperado, el punto álgido de toda la operación del Comando. Tenía que captar las coordenadas que descubrirían la situación de la base mundial de los Destructores; las recogería de la Sala de Control o directamente de la matriz del subespacio. En ese momento, su misión finalizaría. Las fuerzas reunidas del Comando Estelar, probablemente reforzadas con los grandes acorazados de la Federación Terrestre, destruirían sistemas completos de estrellas si era necesario, sólo por derribar esa astilla del universo que los Destructores hicieron la base de su poder.
La batalla sería, sin duda, la mayor guerra espacial de la historia, una en la que los vencedores se convertirían en una leyenda..., mientras que nadie vería u oiría hablar de un comando llamado Bron, que lo había hecho todo posible. En algún punto, Némesis esperaba a que Cana y sus fuerzas le alcanzaran para atacar con el filo de acero a la nave Destructora, en la que Bron viajaba ahora. Por alguna penetración del casco, iniciada por medios nucleares, llegaría su final. Si la radiación fallaba en matarle, entonces el choque, la violencia o el vacío lo harían.
Los corredores del piso de abajo estaban casi vacíos, y fue fácil para Bron pasar a través de los portalones inferiores sin ser visto. La regulación del tiempo era importante, ya que no se atrevía a ir muy deprisa, pero tampoco debía demorarse. Ahora mismo, el equipo del subespacio estaría organizando sus instrumentos, muy delicados.
A pesar de la disposición poco familiar de la sala, la entrada a la instalación del subespacio mantendría las características usuales dictadas por los invariables principios de la mecánica superlumínica. La presión del aire forzó un fuerte viento alrededor de Bron mientras abría la escotilla. En el túnel de acceso dejó que la corriente de aire como un ciclón se arremolinara alrededor de él; la turbulencia quitó mucho polvo e hilos que llevaba en su ropa. Gracias a su familiaridad con los mecanismos del subespacio tomó grandes cuidados. Ni por un segundo descuidó las precauciones necesarias para proteger los delicados mecanismos de la cavidad más baja.
En la barrera del túnel cambió sus sandalias por un par de zapatillas que halló colgadas en una percha, y con mucho cuidado se puso el traje de goma flexible, que se adhirió a su cuerpo como una segunda piel. Aunque el traje había sido diseñado para cubrir el uniforme de los Destructores, no se adaptaba bien a su túnica. Finalmente, se vio forzado a quitársela y a ponerse el poco confortable traje de goma directamente sobre su cuerpo desnudo. Pasó a través del vaporizador de detergente y se lavó, luego pasó al secador y sólo cuando hubo finalizado este ritual se atrevió a penetrar en la sala.
La antesala donde la tripulación del subespacio esperaría durante el vuelo estaba vacía. Después venía el laberinto y, pasado éste, la misma cavidad matriz, siempre un lugar de oscuridad y misterio. La cavidad no era en sí nada muy impresionante: sólo una armazón en forma de caja entre los grandes electrodos, los que estaban rodeados por una galería donde los técnicos trabajaban. Pero dentro de la caja, creada y mantenida por las condiciones del campo —lo que daba a la atmósfera su fluorescencia verde y terrible—, se quemaban billones y billones de réplicas de las estrellas, una sección completa del cosmos en miniatura. No se permitía ninguna iluminación, excepto la luminiscencia del campo, y los técnicos intentaban discernir las sombras veladas contra la pared exterior. Sus caras eran visibles al estar iluminadas por un misterioso brillo, como si fueran un corro de brujas ocupadas en una salvaje magia negra.
Con mucho cuidado y delicadeza, las microsondas —rectas y finas como cabellos— se extendían como invisibles cables de cobre a través de la estrella matriz, determinaban posiciones y ejes, medían caminos exactos, exploraban constantemente a través de los infinitesimales espacios entre los modelos de estrellas artificiales. Lentamente, a través de los microuniversos, estaban tejiendo los cables de cobre que determinarían las posiciones de entrada y salida del vuelo superlumínico a través del espacio taquión.
Bron observó el trabajo con ojos conocedores; su entrenamiento le capacitaba para tasar los diversos criterios usados y el progreso de la operación. Finalmente juzgó que era hora de trabajar.
—Voy a tratar de encontrar las coordenadas pronto, Jaycee. Te dejaré hacer la grabación mientras observo.
—Estoy lista, Bron —la voz de Jaycee enmudeció de golpe, como si ésta fuera la primera vez que veía una matriz en funcionamiento.
Bron se movió con lentitud alrededor de la galería del perímetro. Si fue visto por el equipo del subespacio, debieron pensar que era uno de ellos, ya que si no habría tenido que explicar el asunto que le llevó a la cavidad. De uno u otro modo, nadie advirtió su presencia, y el trabajo concienzudo de alinear las coordenadas siguió sin interrupción. Cuando Bron se aseguró de que las decisiones finales se habían hecho con cuidado, inspeccionó los indicadores uno a uno. A pesar de su arreglo con Jaycee, archivó en silencio los números de los indicadores digitales en una tecla mnemotécnica de su cráneo. Jaycee, por su parte, confirmó verbalmente la recepción de las secuencias.
—Voy a salir ahora, Jaycee. Tengo que ponerme a cubierto antes de que la tripulación se marche. No me gusta la idea de quedar atrapado aquí durante el vuelo. ¿Has obtenido todas las cifras que necesitabas?
—Creo que sí. Las transpondré a unas coordenadas de espacio real y las pondré en transmisión inmediatamente.
Bron se volvió y salió del laberinto.
—Supongo que habréis terminado; ya tenéis todo lo que vinimos a buscar.
—Estamos programados para mantener contacto contigo hasta que obtengamos confirmación de la destrucción de la base mundial. Ese fue un requisito del Estado General. Pero yo creo que Doc quiere continuar con el proyecto como un ejercicio del Comando. Ananías ha estado jugando un juego muy peculiar, lo que nos hace pensar que hay algo más en este asunto que lo que se ve en la superficie.
Bron se quitaba con cuidado el traje protector de goma de su transpirado cuerpo.
—Dímelo dentro de un minuto, Jaycee. Parece como si fueran a emprender el vuelo de un momento a otro.
Podía escuchar movimientos en el laberinto detrás de él, como si la tripulación del subespacio fuera a evacuar el lugar, cosa que se hacía regularmente durante el vuelo. Ya había superado la antesala del subespacio, pero todavía era visible desde la entrada. Mientras estuvo vestido con el traje protector, Bron había sido una figura anónima en la oscuridad de la cavidad; pero ya con su túnica era, sin ningún error, el Sincretista. Sólo ganando la escotilla antes de que los primeros tripulantes salieran del laberinto podría cubrir su instrusión.
Cuando se cerraba la escotilla exterior, oyó detrás de él un repentino rumor de conversaciones, y el clic de un teléfono interior. Era imposible decir si era un simple incidente común, o si había sido visto y su presencia denunciada. Sólo el tiempo lo diría, aunque su presencia en la cavidad no excedía la licencia que Cana le había concedido. Sin embargo, los asuntos de su interés estarían empezando a pesar mucho contra su postura de Sincretista académico.
Ahora que los Comandos tenían la información que necesitaban, Bron era libre de jugar el resto del juego en la forma que deseara, incluyendo el tratar de encontrar un camino para su propia supervivencia. Pero dado que se encontraba en lo que parecía el inicio de una de las mayores batallas espaciales, no era fácil ver cómo podría lograr dicha salvación.
En ese momento, la alerta de entrada en el subespacio rompió sus deliberaciones, y le forzó a buscar cinturones de seguridad. La mayoría de los puestos de amarre eran puntos de servicio diseñados para ser ocupados por la tripulación. Encontró un equipo de repuesto cerca de la sala de comunicaciones, y metió sus brazos en él con gratitud. Los Destructores cortaron el horario del pre-vuelo con tan poco tiempo, que algunos de los tripulantes llegaron a sus posiciones con el tiempo justo para escapar al desastre.
Entonces la nave emprendió el vuelo. Los Destructores no creían en hacer concesiones, ni a la nave ni a los tripulantes, cuando se trataba del subespacio. Se lanzaban a ello con todo su poder: duro, rápido y directo. Treinta y tres segundos duró la desgarradora resistencia, con tal agonía que deformaba los huesos; durante esos segundos, la astronave fue llevada a través de la barrera del espacio normal para ser lanzada por la galaxia a velocidades superiores a la luz.
Bron recordó de la teoría del subespacio lo que su mente consciente siempre rehusó aceptar: que por un proceso de involución, la nave en realidad había desaparecido por completo de la continuidad del espaciotiempo, y ahora se movía entre los hilos de la galaxia artificial en la cavidad profunda del subespacio, dentro de sus propias entrañas. Todavía sobrevivían historias de astronautas que clamaban haber visto inmensas barras de cobre montándose sobre las estrellas, al final de un vuelo al subespacio. Bron no estaba seguro acerca de eso, pero no sabía que los técnicos cogidos en la cavidad del subespacio durante el vuelo habían observado en la caja la ionización del rastro de su propia estela al acelerar. Es decir, aquellos que se las arreglaron para recuperarse del shock.