26

 

—DOC cree que tuviste suerte de que el Sol no respondiera de otra forma, Bron —dijo Jaycee, con una voz tranquila que se inmiscuyó en su ensueño.
—¿Ha vuelto Doc?
—Hace ya unas horas; está repitiendo las cintas y tratando de obtener algunas respuestas.
—¿Respuestas a qué?
—Perdió ante el Estado General. Le quitaron su puesto. Le han dado el mando al general Ananías.
—¿Incluyendo el control de la Flota Espacial?
—Ananías lo ha obtenido todo. Es ahora Consejero Superior para el Estado General.
—¿Dónde está ahora?
—En la nave radio de Inteligencia, creo. Al menos, está interfiriendo nuestro transmisor de unión a Antares.
—¿Quiere decir que puede estar escuchándonos?
—¡Correcto, soldadito! —la voz de Ananías llegó apagada, pero inteligible—. Me alegro de ver que estás de nuevo en forma. Esa fue una destrucción que sobrepasó tu mejor aspecto demoníaco. El problema es que diste en el lado equivocado. Contigo alrededor, no necesitaríamos enemigos.
—Déjate de ruidos, Ananías. Tienes que detener la flota de los Comandos antes que encuentren a los Destructores. La flota de Cana está preparada para la batalla, y creo que acabarían con los Comandos en horas.
—¡Tranquilízate, Bron! Esas dos flotas no se acercarán la una a la otra. Ya me he ocupado de eso. Pero mi preocupación verdadera eres tú. No sólo has olvidado que había un plan... sino que también has olvidado que era tu plan. ¿No te acuerdas de nada?
—Algunas cosas, detalles, vuelven cuando tengo un hilo que une circunstancias; pero el cuadro general se me escapa.
—Entonces... para tu información, los dos estuvimos metidos hasta nuestros cuellos en un enredo de un kilómetro de espesor, por el que nos habrían podido colgar una docena de veces. El hecho de que no nos hayan colgado se debe a una rápida charla por mi parte. Pero no puedo seguir ayudándote, porque nadie tiene tanta suerte. Tienes que ponerte en orden y rápido. Mientras tanto, no tomes decisiones importantes sin contar conmigo. Si maquinas otra loca maniobra como la última, perderemos a Tierra como resultado. Jaycee, ¿estás ahí?
—A la escucha, Ananías.
—Vigila a este idiota. Estamos por llevarnos la nave radio al subespacio, y no podremos mantener nuestra interceptación del transmisor de unión. Si Bron se sale de la línea otra vez, zúrrale con todos los circuitos de corrección que halles en el panel. Te llamaré tan pronto como hayamos hecho el vuelo.
—De acuerdo, Ananías. ¡Debes sentirte muy orgulloso, maldito bastardo! El Estado General acaba de confirmar su decisión de emergencia. Parece que desde este momento estamos trabajando para ti...
—¿No te lo he dicho de muchas formas, pequeña puta? ¿No te digo siempre que seas amable con el jefe? Pero que las circunstancias no te engañen. Nunca hubiera tramado un plan la mitad de grande y retorcido como éste ha resultado ser. El verdadero arquitecto de nuestras desgracias está al otro lado del transmisor de unión. Si no hubiera perdido tan convenientemente su memoria, te lo diría él mismo.
Hubo de repente una variación en la calidad del sonido, cuando Ananías dejó los circuitos fuera del transmisor. La diferencia hizo que Bron se fijara más en los ruidos del trasfondo que entraban en su cerebro junto con el silbido del transmisor de unión. Se daba cuenta del aumento de fuerza del cloqueo de los gansos. No sólo era más alto en volumen, sino más amenazador en su textura. El cloqueo se separaba en diferentes componentes, como los tonos de gansos individuales que hablaban a través de la atmósfera. Pero cualquiera que fuera el lenguaje o la naturaleza de las criaturas que lo articulaban, los tonos urgentes del pánico estaban implícitos en el sonido.
Los ritmos de esta invasión de alienígenas en su cabeza se rompieron como las olas en la playa, pero las olas parecían de cristal y no de agua, y las criaturas que las articulaban se ahogaban en una marea que barría las costas mucho más allá de los grandes recursos del ser humano. Se dio cuenta con horror de que si este sonido de emergencia continuaba aumentando, llegaría un momento que ahogaría los mensajes humanos sobre el transmisor de unión y le dejarían aislado en un golfo de balbuceos espumosos y gelatinosos. Para rescatarse de estos oscuros pensamientos, Bron se forzó a concentrarse en sus propias circunstancias.
—Jaycee, ¿está Ander por ahí?
—No. ¿Quieres que le llame?
—Urgentemente. Quiero saber lo que es un catalista del Caos.
—De acuerdo, Bron. Puedo tardar unos minutos en encontrarle. A propósito..., supongo que debo sentir pena por la forma en que utilicé ese castigo. Se diseñó para hacerte obedecer, pero creo que cuando estamos tan unidos como lo estamos nosotros, el uno con el otro, es casi imposible dejar los sentimientos fuera.
—Ese momento fue inevitable, Jaycee. ¿No es cierto? Tuvo que pasar. ¿Es que piensas mucho sobre nuestra relación?
—No es una gran experiencia. Es fácil de olvidar, si eso es lo que quieres decir.
—Ignorando la insinuación, eso fue lo que quise decir. Me recuerda la armonía, el misterioso matrimonio de las mentes entre el torturado y el torturador. Tú estás más conmigo y más unida a mí que en una unión por amor. A veces pienso que sabes lo que estoy pensando.
—Con frecuencia lo sé. En parte instintivamente, en parte porque tú inconscientemente vocalizas sin hablar una gran parte de tus pensamientos. No los transmites con mucha claridad, pero sí lo suficiente para que yo recoja la emoción. No sabes cómo me humilla cuando tocas a otra mujer, y puedo leer los conflictos en tu mente...
—¿Humillarte, Jaycee?
—Maldito seas, ¡sí! Cuando tu piedad y odio estallan y amargan el amor y la ternura, siento deseos de gritar. Quiero decirles que si te entendieran como yo te entiendo, entonces ninguna de nosotras sufriríamos daño, ni ellas ni yo.
—¿Y yo?
—Eso no está implícito en la relación, Bron. Tú eres la víctima y la causa del sufrimiento. Ése es tu papel. No me importa cuánto sufras, en tanto que nuestra relación continúe. Sé que voy a sufrir contigo a pesar de todo, y eso es lo que me dice con cuánta profundidad estoy unida a ti. Sólo algunas veces no es suficiente la armonía... Siento la urgencia de poner mis uñas y dientes en tu carne, para igualar el tanteo. Me pongo por las nubes... ¡Oh, Dios mío! Ése es tu tipo de Caos, Bron. A través del Universo, me alcanzas y me haces trizas.
Se calló como si la interrumpieran. Después de un corto período volvió de nuevo.
—Tengo a Ander en línea, Bron. Le dejo contigo. Doc me relevará después, así que si quieres algo, él estará de guardia. Voy a coger una por todo lo alto, creo que haré órbita.
Otra voz llegó por el transmisor de unión:
—Ander al habla. ¿Quiere saber sobre los catalistas del Caos?
—Sí, Ander. Me dicen que soy uno de ellos.
—Es un concepto muy sencillo, Bron. Recordará que hemos establecido que los aumentos positivos y negativos en el valor normal de la entropía eran principalmente el resultado de la intervención de una forma de inteligencia, como el hombre. La mayoría de los individuos viven sus vidas con muy poco efecto en toda la ley de la entropía y, por lo tanto, no destacan individualmente. Pero hay unos pocos cuya influencia cataliza sociedades enteras en nuevos modos de acción, y los puntos efectivos de sus vidas pueden ser trazados con precisión por análisis entrópico. Causan ondas de caos cuando sus actividades alteran el aumento o la disminución de la entropía. Llamamos a estos individuos catalistas del Caos.
—¿Qué clase de... de individuos son?
—La mayoría de los tiranos de la historia, y unos pocos de los santos. Buena parte de los grandes pensadores, aunque casi ningún político; y además muchos como usted, cuya capacidad innata para la destrucción ha dejado o dejará una cicatriz permanente en la historia. Los nombres de la mayoría de ellos no le serían familiares, porque el juicio no se basa en valores contemporáneos, sino en los efectos verificados del curso alterado de la historia humana.
—Pero la historia no tiene veredicto sobre mí —objetó Bron.
—Todavía no. Pero las leyes del Caos sí lo tienen. Si las leemos hacia el futuro, podemos ver la violencia de los efectos de los que un día usted será la causa. Fue la intensidad de los efectos del Caos lo que causó la destrucción de Onaris.
—Eso es un poco un cuento, ¿verdad, Ander?
—Desgraciadamente no. Hace 700 millones de años, alguna forma de vida inteligente debe haber leído las mismas cosas en las leyes del Caos, y tuvo miedo. No podían tener medios para saber cuál era el origen de esas ondas, pero conocieron la posición en el espacio y tiempo con tanta exactitud, que la bomba de Onaris fue correcta en metros y sólo un poco tarde en el tiempo.
—Pero... ¿por qué yo?
—Sospecho que estaban tratando de desviar las consecuencias de algo que van a hacer los expertos en Caos a quienes Cana ha recogido. Pero es usted el catalista principal, el foco principal de causa. No sé qué clase de cosa va a hacer, pero las esferas de choque de la resultante son las más violentas que jamás se hayan conocido.