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—...Y ése es el hallazgo, por el momento —la voz de Ananías llegaba por la radio FTL—. Un grupo avanzado de cien naves alienígenas está ya dentro de los límites de la Vía Láctea. Esa parece ser la vanguardia de la fuerza principal de ataque, que está viajando aún por el vacío.
—¿No apareció el grupo avanzado en el análisis de Caos?
—Sí, pero... no podemos determinar el significado de nuestras lecturas. Aparecía alguna actividad en dirección a las Dependencias Espaciales, pero no pudimos conseguir una posición exacta porque estábamos trabajando con una línea de base demasiado corta. Pero al tener acceso a los archivos de Caos de los Destructores, podremos hacer comparaciones bastante exactas.
—Ahora es demasiado tarde —dijo Bron—. Debió haberse hecho hace cinco años.
—Estoy de acuerdo. Tú, Cana y yo sabemos eso, pero Tierra no se molesta en escuchar. ¿Qué sigue ahora, Bron?
—Debemos saber más sobre sus naves y sus armas. Necesitamos experimentar tácticas en escala limitada, antes de enfrentarnos con la flota principal. Prepara seis cruceros de batalla para atacar al grupo más pequeño de naves alienígenas que puedas localizar.
—¿Por qué no usar toda la flota?
—Porque no sabemos si nuestras naves volverán después de la batalla. Quiero la mayor cantidad de información, con el mínimo número de naves en peligro. Todos los datos sobre la efectividad de las armas, tanto positivos como negativos, deben ser transmitidos por radio FTL y grabados para análisis.
—De acuerdo, así se hará.
Ananías cortó la transmisión. Bron se relajó y miró a lo largo del puente del Skua, que se había convertido en su puesto de mando y su hogar por las últimas treinta y seis horas. Todos los puestos de comunicaciones estaban dirigidos por técnicos de los Destructores, eficientes y extrovertidos. El haber tomado el lugar de Daiquist resultó bueno. Tenía la sensación de que su estatus como maestro Sincretista, más su familiaridad con el proceso de las batallas en el Comando, había generado una especie de leyenda alrededor de él. No podía pedir más respeto y obediencia por parte de los rudos tripulantes de los Destructores.
El Skua y otras siete naves de los Destructores habían superado el límite de la Vía Láctea y ahora estaban comprometidos en su propia carrera exploratoria, similar a la que iba a ser emprendida por el general Ananías y la Flota Comando del lado interno de los Bordes. Como todos los navegantes, Bron sintió el descenso a la gran soledad que rodea a la mente mientras se hunde en el terrorífico vacío entre las grandes agrupaciones galácticas. Estaban tras del rastro de una nave alienígena solitaria, que habían detectado como una cabeza de alfiler en las inmensidades del vacío extragaláctico.
Los detectores ya habían localizado y confirmado la existencia de los alienígenas, y pronto aparecieron las primeras indicaciones en las pantallas. Los tripulantes encargados de las armas entregaban sus programas a los misiles, pero Bron decidió no convocar un análisis de Caos del resultado del ataque. Prefirió empezar la batalla lleno de esperanza, lo que un análisis de Caos adverso habría destruido. Cada una de las ocho naves tenía modelos específicos de armas para emplear, y las instrucciones eran simples: después de realizar la tarea asignada, se retirarían en espera de órdenes.
Pronto el navío alienígena estuvo en las pantallas: esta vez era una nave más moderna y compleja que la que había destruido al Jubal. Estaba cubierta de miles de puntos, que podían haber sido huellas de disparos o tal vez un extraño revestimiento del casco.
Mientras Bron observaba los registros que corrían hasta cero, sintió de nuevo el silencio de las lenguas alienígenas en su cabeza, la respiración apaciguada de la expectación. El balbuceo se volvió un gemido, una tensa anticipación. ¿Anticipación de qué? Nadie anticipa la derrota o la victoria con expectación callada... ¡pero sí una trampa!
En un momento estaba de pie y corría hacia el punto de comunicaciones, gritando con tal urgencia que todos se volvieron hacia él:
—¡Cesen el ataque! Todas las naves cesen el ataque y márchense. ¡Es una emergencia!
En un momento la imagen en las pantallas, se desenfocó mientras el Skua viraba en una violenta curva que casi rompe su espina dorsal. La gran nave voló en un arco tan cerrado como le permitieron sus compensadores, sin matar a la tripulación. La falta de compensación de varias g obligó a los hombres a sujetarse, para mantenerse en sus puestos. Cuando las pantallas volvieron a enfocar, los sonidos de queja murieron y el estallido de Bron se vio justificado.
Con todas las naves Destructoras fuera de la zona peligrosa, la nave alienígena explotó. En un segundo se formó una pelota de fuego, que se convirtió en un furioso infierno y, finalmente, en casi una estrella. Por medio minuto, todos los sistemas de radiación a bordo lanzaron un estruendo, por la rápida caída de las pantallas de protección biológica. Entonces el loco sol se desmayó y murió, su energía se consumió y se disipó como radiación en su corta pero fantástica vida.
Bron llamó a sus naves compañeras. Todos estaban atontados, pero nadie había sufrido daño. Todos, sin excepción, debían su existencia a la intuición de Bron para cesar el ataque y huir. Pero él fue incapaz de explicarlo. Estaba pasando un mal rato al intentar escuchar la conversación normal sobre el nivel creciente de enfado de los gansos, que la pérdida de la nave había evocado. Cuando el alboroto se calló, llamó al Control del Comando.
—¿Estás ahí, Jaycee?
—A la escucha, Bron.
—¿Tienes algo que decirme?
—Tienen problemas de ruido en el transmisor de Antares. Suena como algo que hierve en una cazuela. Lo están filtrando, pero seguía mal hace un rato. Vaya exhibición de fuegos artificiales que habéis tenido...
—Solían servir un combinado con un efecto comparable en un pequeño bar en la parte trasera de la Base del Comando en Europa. Después de seis combinados, te despertabas tres días más tarde con una enfermedad de radiación en lugar de resaca. Me podría tomar una botella ahora.
Jaycee empezó a reírse.
—Parece que tu vieja memoria vuelve...
—Así es, en pequeños trozos desconectados. Pero la mayoría son cosas que antes no había recordado. Sin embargo, no puedo recordarte a ti. ¿Debería?
—Eso es información secreta. No puedo darte siquiera una respuesta.
—¡Maldita sea! Exijo una respuesta.
—Pues no la obtendrás. Mientras estamos juntos en una misión, somos parte de un equipo unido psicológicamente. No haremos nada para dañar eso; porque si sale algo mal, esta relación se convierte en intolerable. Específicamente para ti.
—¿Y para ti, Jaycee?
—Yo no cuento. Tengo que resolver mis problemas por mi propia cuenta. Tú puedes tolerarme en tu cabeza por tan largos períodos de tiempo porque yo suplo algo que tu personalidad necesita. Puedes ser Jefe de Tácticas para Cana y el Estado General, pero yo sé que eres un cabrón y tú también lo sabes, y es mi trabajo asegurar que nunca lo olvides.
—¡Gracias por nada! —dijo Bron—. Pero créeme, eso es algo con lo que voy a seguir insistiendo. ¿Me has conseguido algunas respuestas de Ander?
—Está en la sala de exhibición, alimentando a la computadora con matemáticas como si estuviera pagando la renta de su propio bolsillo. ¿Quieres hablar con él?
—No, si no ha terminado. Sólo añade las cintas de este último encuentro alienígena al material con el que ya está trabajando. Podría darle alguna nueva pista.
—¿Estás pensando en algo, Bron?
—Tengo la sensación de que los alienígenas no serán vencidos con armas convencionales. Si han estudiado las leyes del Caos durante siglos, conocerán bien las limitaciones del tipo de efectos que nuestra presente tecnología puede producir. Si son mejores tecnólogos, como parece ser, se habrán asegurado de que su flota sea relativamente inmune a nuestros misiles de mesón difractado y otras reacciones de partículas. Sin embargo, debemos de haber adquirido algo que les preocupa, ya que no se hubieran movido tan de repente contra nosotros en este tiempo. Recuerda que nos han estado observando por setecientos millones de años.
—¿Y piensas que tienen una idea de cuál es nuestra ventaja?
—Todos los puntos evidentes tienen algo que ver con el Caos. Trataron de detener a Cana cuando obtenía hombres expertos en Caos. Trataron de detenerme en Onaris. Usaron una clase de arma no-real contra el Jubal. Parece como si el mismo Caos fuera la clave la batalla. Pero cómo luchar en una guerra espacial física usando una abstracción matemática, es algo que no puedo entender.